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CARL GUSTAV JUNG, LA FÍSICA CUÁNTICA Y LA MENTE ESPIRITUAL: UNA VISIÓN MÍSTICA DEL SIGLO XXI (4)


por Diogo Valadas Ponte y Lothar Schäfer.

La sincronicidad y el fondo mental del universo

En las teorías de Jung, el concepto de sincronicidad juega un papel importante. El término alemán de Jung, sinngemäße Koinzidenz, significa una “coincidencia según el significado”. Se suele traducir como “coincidencia significativa”, refiriéndose a la coincidencia de dos o más eventos y describe fenómenos en los que un acontecimiento en el mundo exterior coincide de manera significativa con un estado psicológico de la mente; es decir, dos o más eventos están conectados en un sentido pero no en sus causas visibles. Como lo describe Jung, en la aparición simultánea de eventos sincrónicos “está involucrada otra cosa que no sea la probabilidad del azar”. Específicamente, la sincronicidad consiste en dos factores: (A) Una imagen inconsciente que entra en la conciencia, ya sea directamente o indirectamente (simbolizada o sugerida) en forma de sueño, idea o premonición. (B) Una situación objetiva coincide con este contenido. Una es tan desconcertante como la otra.

Cuando alguien sueña con un evento inusual, y al día siguiente ese mismo evento realmente sucede en otra parte del mundo, entonces estamos tratando con un caso de sincronicidad. Como señaló Jung, tales experiencias son particularmente impresionantes cuando un estado mental interno coincide con un evento externo que “tiene lugar fuera del campo de percepción del observador, es decir, a distancia, y sólo verificable después”.

En el marco de la física clásica, las coincidencias según el significado son imposibles como eventos no aleatorios. Es decir, la física clásica no permite fenómenos físicos causalmente conectados que no impliquen el intercambio de energía o fuerzas físicas. Jung era consciente de este problema. “Nadie ha tenido éxito”, escribió, “al construir un puente causal entre los elementos que constituyen una coincidencia sincrónica”. Sin embargo, no tenía ninguna duda de que la sincronicidad era un fenómeno real “basado en algún tipo de principio o en alguna propiedad del mundo empírico”. Los fenómenos cuánticos hacen posible ahora identificar esta propiedad. Sin embargo, como resulta, no es una propiedad del mundo empírico sino que implica el reino no empírico de la realidad.

La falta de conexiones causales visibles es un aspecto interesante de los eventos sincrónicos. Sin embargo, de la misma manera en que los eventos cuánticos parecen aleatorios, pero son realmente causados por algunos procesos no empíricos, por lo que la aleatoriedad de los eventos sincrónicos es sólo una aleatoriedad aparente. El espíritu cósmico es insondable, pero no arbitrario o estúpido.

La sincronicidad puede implicar más de una sola mente y más de unos pocos eventos. A principios del siglo XX, por ejemplo, Europa pasó por una era de cambios revolucionarios que afectó a todos los aspectos de la vida y mostró todas las características de los acontecimientos sincrónicos. En 1900, por ejemplo, Sigmund Freud inventó el psicoanálisis, y Max Planck fundó la física cuántica. En 1903, Henry Ford fundó la Ford Motor Company, y los hermanos Wright lograron el primer vuelo a motor. En 1905, Albert Einstein desarrolló la Teoría de la Relatividad, y en París el primer espectáculo de arte moderno presentó pinturas de André Derain y Henri Matisse. En 1907, el cubismo fue desarrollado por Georges Braque y Pablo Picasso. En 1910, Arnold Schönberg escribió la primera composición de música atonal. En 1912, Wassily Kandinsky inventó la pintura abstracta. En 1913, Franz Kafka publicó sus cuentos. En 1914, James Joyce escribió The Dubliners y comenzó la Primera Guerra Mundial, y 1917 fue el año de la Revolución Rusa.

Todos estos desarrollos fueron revoluciones en sus campos correspondientes. Percibimos una conexión sincrónica entre estas revoluciones porque tenían un significado común: es decir, cada una de ellas sacaba un campo dado de la superficie visible de las cosas en un reino oculto, abstracto y fundamental del mundo. Por ejemplo, cuando los físicos cuánticos descubrieron el mundo no empírico de la vida, los pintores del arte moderno comenzaron a buscar la esencia de las cosas detrás de su superficie visible y los psicólogos descubrieron el poder oculto del inconsciente. Como Werner Haftmann explica en su fascinante libro La pintura en el siglo XX, las pinturas se volvieron “evocadoras” y dejaron de ser “reproductivas”. Cuando los físicos abandonaron la noción del punto eterno como partícula en la física cuántica, los artistas visuales abandonaron en las pinturas abstractas el punto infinito de la perspectiva, que fue la piedra angular de todas las pinturas clásicas.

Los físicos, por ejemplo, no inventaron los fenómenos de la física cuántica ponderando las pinturas de los artistas modernos. El arte moderno no fue inventado por artistas mientras escuchaban música atonal. Más bien, las diferentes mentes estaban conectadas en la totalidad del fondo mental de la potencialidad cósmica: El espíritu cósmico estaba trabajando en un proceso sincrónico.

Al guiar los procesos de nuestra mente, la potencialidad cósmica ha mostrado sus propiedades mentales. Lo mental no se fractura en el universo en islas aisladas, pero sus pensamientos forman un océano de pensamientos que llena el mundo entero.

La enseñanza de Jung es un logro increíble y una bendición para la humanidad. Ha demostrado que estamos conectados con un reino no empírico del universo en el que podemos encontrar nuestra tarea cósmica. Negar los aspectos trascendentes de nuestra naturaleza puede conducir a serios problemas para nuestra salud física y bienestar espiritual. Nuestra tarea cósmica no es la tarea de los esclavos, que tienen que servir a su creador. No somos los esclavos del espíritu cósmico, sino, más bien, lo somos.

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