lunes

CÁNTICO ESPIRITUAL (101) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 39

Que nadie lo miraba…
Aminadab tampoco parecía;
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía…

DECLARACIÓN (1)

1 / En esta última canción quiere dar a entender el alma la disposición que tiene ya para recibir las mercedes que en este estado se gozan y ella ha pedido al Esposo, las cuales sin la tal disposición no se pueden recibir ni conservar en ella. Y así pone al Amado delante cuatro disposiciones o conveniencias, que son bastantes para lo dicho, para más obligarle a que se las haga, como es dicho. La primera, estar ya su alma desasida y ajenada de todas las cosas. La segunda, estar ya vencido y ahuyentado el demonio. La tercera, tener ya sujetadas las pasiones de el alma y apetitos naturales y espirituales. La cuarta, estar ya reformada y purificada la parte sensitiva, conforma a la espiritualidad, de manera que no sólo no estorbe, mas antes se aúne con el espíritu participando de sus bienes. Todo lo cual dice ella en la dicha unión, diciendo

que nadie lo miraba.

2 / Lo cual es como si dijera: Mi alma está ya tan sola y ajenada y desasida de todas las cosas criadas de arriba y de abajo y tan adentro entrada en el recogimiento contigo, que ninguna de ellas la alcanza ya de vista, es a saber, a moverla a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con su miseria y bajeza, porque, estando el alma tan lejos de ellas, quedan muy atrás de vista perdidas. Y no sólo eso, pero

Aminadab tampoco parecía.

3 / El cual Aminadab es la Escritura divina significa el demonio adversario de el alma esposa, el cual la combatía siempre y turbaba son su innumerable munición de tentaciones y asechanzas, por que no se entrase en esta fortaleza y escondrijo de el recogimiento interior con el Amado. En el cual puesto está el alma tan favorecida y fuerte en virtudes y victorias, que el demonio no osa parecer delante de ella. De donde por estar ella en el favor de tal abrazo, y porque también en el ejercicio de las virtudes ha vencido al demonio perfectamente, de manera que le tiene ya ahuyentado con la fortaleza de sus virtudes, no parece más delante de ella. Y por eso dice bien que “Aminadab tampoco parecía”.

Y el cerco sosegaba.

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