CANCIÓN
39
Que
nadie lo miraba…
Aminadab
tampoco parecía;
y
el cerco sosegaba,
y
la caballería
a
vista de las aguas descendía…
DECLARACIÓN
(1)
1 /
En esta última canción quiere dar a entender el alma la disposición que tiene
ya para recibir las mercedes que en este estado se gozan y ella ha pedido al
Esposo, las cuales sin la tal disposición no se pueden recibir ni conservar en
ella. Y así pone al Amado delante cuatro disposiciones o conveniencias, que son
bastantes para lo dicho, para más obligarle a que se las haga, como es dicho.
La primera, estar ya su alma desasida y ajenada de todas las cosas. La segunda,
estar ya vencido y ahuyentado el demonio. La tercera, tener ya sujetadas las
pasiones de el alma y apetitos naturales y espirituales. La cuarta, estar ya
reformada y purificada la parte sensitiva, conforma a la espiritualidad, de
manera que no sólo no estorbe, mas antes se aúne con el espíritu participando
de sus bienes. Todo lo cual dice ella en la dicha unión, diciendo
que nadie lo miraba.
2 /
Lo cual es como si dijera: Mi alma está ya tan sola y ajenada y desasida de
todas las cosas criadas de arriba y de abajo y tan adentro entrada en el
recogimiento contigo, que ninguna de ellas la alcanza ya de vista, es a saber,
a moverla a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con su miseria y
bajeza, porque, estando el alma tan lejos de ellas, quedan muy atrás de vista
perdidas. Y no sólo eso, pero
Aminadab tampoco parecía.
3 /
El cual Aminadab es la Escritura divina significa el demonio adversario de el
alma esposa, el cual la combatía siempre y turbaba son su innumerable munición
de tentaciones y asechanzas, por que no se entrase en esta fortaleza y
escondrijo de el recogimiento interior con el Amado. En el cual puesto está el alma
tan favorecida y fuerte en virtudes y victorias, que el demonio no osa parecer
delante de ella. De donde por estar ella en el favor de tal abrazo, y porque
también en el ejercicio de las virtudes ha vencido al demonio perfectamente, de
manera que le tiene ya ahuyentado con la fortaleza de sus virtudes, no parece
más delante de ella. Y por eso dice bien que “Aminadab tampoco parecía”.
Y el cerco sosegaba.
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