AUTOR
Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (2)
Esta historia ideal, el autor nos la cuenta tan
sólo en la obra misma y no en su confesión de autor, dado el caso, y tampoco
aparece en sus opiniones acerca del proceso creativo; tales confesiones y
opiniones deben tomarse con mucha precaución por las siguientes razones: la
reacción entera, que crea el objeto como un todo, se realiza de una manera
activa pero no se vive como algo determinado, su determinación se encuentra
precisamente en el mismo producto, es decir, en el objeto formado por ella; el
autor transmite la postura emocional y volitiva del personaje, pero no su
propia actitud hacia él; esta actitud es realizada por él, es objetual, pero en
sí misma no llega a ser objeto de análisis y de vivencia reflexiva; el autor
crea, pero ve su creación tan sólo en el objeto que está formando, es decir,
únicamente ve la generalización del producto y no su proceso interno,
psicológicamente determinado. Y así son todas las vivencias activas de la
creación: uno ve a su objeto y a sí mismo en el objeto, pero no el proceso de
su propia vivencia; el trabajo creativo se vive, pero la vivencia no se oye ni
se ve a sí misma, tan sólo ve su producto o el objeto hacia el cual está
dirigida. Por eso el artista nada tiene que decir acerca de su proceso
creativo: todo él está en el producto creado, y lo único que le queda es
señalarnos su obra; y así es -únicamente allí hemos de buscar ese proceso. (Los
momentos técnicos de la creación, la maestría, se perciben claramente, pero
también tan sólo en el objeto.) Cuando un artista empieza a hablar de su
trabajo fuera de la obra creada y como anexo a ella, suele sustituir su actitud
creadora real, que no había vivido analíticamente sino llevado a cabo en la
obra (no fue vivida por el autor, sino que se hizo efectiva en su héroe), por
una actitud nueva, más receptiva, hacia la obra ya creada. Cuando el autor
estuvo creando, vivía sólo a su héroe y ponía en su imagen toda su actitud creativa
fundamental hacia él; pero cuando empieza a hablar de sus personajes en una
confesión creativa, como Gógol y Goncharov, manifiesta hacia ellos, ya creados
y definidos, una actitud presente, transmite la impresión que producen en él
como imágenes artísticas, y asimismo expresa hacia ellos como personas reales
desde el punto de vista social, moral, etc.; sus personajes ya se han
independizado de él, y él mismo, en tanto que su creador, se ha vuelto independiente
de sí mismo como hombre, crítico, psicólogo o moralista. Si tomamos en
consideración todos los factores eventuales que determinan las opiniones del
autor como persona acerca de sus personajes: la crítica, su visión actual del
mundo, que pudo haber cambiado esencialmente, sus deseos y pretensiones
(Gógol), sus consideraciones prácticas, etc., se vuelve absolutamente obvio el
hecho de que las opiniones del autor acerca del proceso de la creación de sus
personajes con un material con muy poco fundamento. Este material tiene un enorme
valor biográfico, también puede adquirir valor estético, pero únicamente
después de que sea ilegible el sentido artístico de su obra. El autor-creador
nos ayudará a entender al autor persona real, y sólo después de todo aquello
cobrarán una importancia vislumbradora y totalizadora sus opiniones acerca de
su creación. No sólo los personajes creados son los que se desprenden del
proceso que los constituyó, sino que a su creador le acontece otro tanto. En
esta relación hay que subrayar el carácter productivo del concepto del autor y
el de su reacción total frente a su personaje: el autor no es portador de una
vivencia anímica, y su reacción no es un sentimiento pasivo o una percepción;
el autor es la única energía formativa que no se da en una conciencia
psicológicamente concebida sino un producto cultural significante y estable, y
su reacción aparece en la estructura de una visión activa del personaje como
totalidad determinada por la reacción misma, en la estructura de su
representación, en el ritmo de su manifestación, en su estructura entonacional
y en la selección de los momentos de sentido.
Tan sólo después de comprender esta reacción
fundamental del autor hacia su personaje, después de entender el principio
mismo de su visión del personaje, la que lo genera como un todo determinado en
todos sus momentos, se podrá introducir un estricto orden en la definición de la
forma y el contenido de los tipos de personajes, darles un sentido unívoco y
crear una clasificación sistemática y no casual de ellos. En este aspecto hasta
ahora reina un caos completo en la estética de la creación verbal y, sobre
todo, en la historia de la literatura. La confusión de diversos puntos de
vista, de distintos enfoques, de diferentes principios de evaluación, aparece
en todo momento. Personajes positivos y negativos (desde el punto de vista del
autor), héroes autobiográficos y objetivos, idealizados y realistas,
heroización, sátira, humorismo, ironía; héroe épico, dramático, lírico;
carácter, tipo, personajes; personaje de fábula; la famosa clasificación de
papeles escénicos: galán (lírico, dramático), razonador, simple, etc. -todas
estas clasificaciones y definiciones de personajes no están fundamentadas en
absoluto, no están jerarquizadas entre sí y, por lo demás, no existe un principio
único para su ordenación y fundamentación. Estas clasificaciones suelen ser mezcladas
acríticamente. Los intentos más serios de un enfoque fundamentado de personaje
se proponen por los métodos biográficos y sociológicos, pero estos métodos no
se apoyan en una comprensión estético-formal del principio de correlación entre
el personaje y el autor, sustituyéndolo por esas relaciones pasivas y “extrapuestas”
a la conciencia creadora, que son factores psicológicos y sociales: el
personaje y el autor no resultan ser los momentos de la totalidad artística de
la obra, sino momentos de la unidad (comprendida prosaicamente) entre la vida
psicológica y social.
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