CANCIÓN
38
El aspirar de el aire,
el
canto de la dulce filomena,
el
soto y su donaire,
en
la noche serena,
con
llama que consume y no da pena.
DECLARACIÓN
(2)
3
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Pero el alma unida y transformada en Dios aspira en Dios la misma aspiración
divina que Dios -estando en ella- aspira en sí mismo a ella, que es lo que
entiendo quiso decir San Pablo (Gal. 4.6.) cuando dijo: “Quoniam autem estis
filii Dei, misit Deus Deus Spiritum Filiii sui in corda vestra clamatem: Abba,
Pater”; que quiere decir: “Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en
vuestros corazones el espíritu de su Hijo, clamando en oración al Padre”; lo
cual en los perfectos es en la manera dicha. Y no hay que maravillar que el
alma pueda una cosa tan alta; porque, dado que Dios la haga merced a estar
deiforme y unida en la Santísima Trinidad, en que ella se hace Dios por participación,
¿qué cosa tan increíble es que obre ella su obra de entendimiento, noticia y
amor en la Trinidad justamente con ella como la misma Trinidad, por modo
participado, obrándolo Dios en la misma alma?
4
/
Y como esto sea, no hay más saber ni poder para decir, sino dar a entender cómo
el Hijo de Dios nos alcanzó este estado y nos mereció este alto puesto, como
dice San Juan, “de poder ser hijos de Dios” (1,12), y así lo pidió al Padre por
el mismo San Juan, diciendo: “Pater, volo ut quos dediste mihi, ut ubi sum ego,
et illi sint mecum: ut videant claritatem meam quam dediste mihi”, que quiere
decir: “Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo estoy también ellos
estén conmigo, para que vean la claridad que me diste”) (17,24); es a saber;
que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza,
que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice más (17,20,23): “No ruego, Padre,
solamente por estos presentes, sino también por aquellos que han de creer por
su doctrina en mí, que todos ellos sean una misma cosa; de la manera que tú, Padre,
estás en mí y yo en ti, así ellos en nosotros sean una misma cosa; yo en ellos
y tú en mí, porque sean perfectos en uno; por que conozca el mundo que tú me
enviaste y los amaste como me amaste a mí”, que es comunicándoles el mismo amor
que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino (como habemos dicho) por
unidad y transformación de amor. Como tampoco se entiende aquí quiere decir el
Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son
el Padre y el Hijo; sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo
están en unidad de amor. De donde las almas esos mismos bienes poseen por
participación, que Él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por
participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde San pedro dijo: “Gracia
y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo
Nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina
virtud para la vida y la piedad por el conocimiento de aquel que nos llamó con
su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosa promesas nos dio,
para que por estas cosas estemos hechos compañeros de la divina naturaleza” (2,
Pet. 1,2-4). Lo cual es participar el alma a Dios obrando en Él,
acompañadamente con Él, la obra de la Santísima Trinidad de la manera que
habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios. Lo cual,
aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en esta -cuando se
llega al estado perfecto- se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que
vamos diciendo, aunque (como habemos dicho) no se puede decir.
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