martes

CÁNTICO ESPIRITUAL (98) - SAN JUAN DE LA CRUZ


CANCIÓN 38

El aspirar de el aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

DECLARACIÓN (2)

3 / Pero el alma unida y transformada en Dios aspira en Dios la misma aspiración divina que Dios -estando en ella- aspira en sí mismo a ella, que es lo que entiendo quiso decir San Pablo (Gal. 4.6.) cuando dijo: “Quoniam autem estis filii Dei, misit Deus Deus Spiritum Filiii sui in corda vestra clamatem: Abba, Pater”; que quiere decir: “Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el espíritu de su Hijo, clamando en oración al Padre”; lo cual en los perfectos es en la manera dicha. Y no hay que maravillar que el alma pueda una cosa tan alta; porque, dado que Dios la haga merced a estar deiforme y unida en la Santísima Trinidad, en que ella se hace Dios por participación, ¿qué cosa tan increíble es que obre ella su obra de entendimiento, noticia y amor en la Trinidad justamente con ella como la misma Trinidad, por modo participado, obrándolo Dios en la misma alma?

4 / Y como esto sea, no hay más saber ni poder para decir, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este estado y nos mereció este alto puesto, como dice San Juan, “de poder ser hijos de Dios” (1,12), y así lo pidió al Padre por el mismo San Juan, diciendo: “Pater, volo ut quos dediste mihi, ut ubi sum ego, et illi sint mecum: ut videant claritatem meam quam dediste mihi”, que quiere decir: “Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo estoy también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me diste”) (17,24); es a saber; que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice más (17,20,23): “No ruego, Padre, solamente por estos presentes, sino también por aquellos que han de creer por su doctrina en mí, que todos ellos sean una misma cosa; de la manera que tú, Padre, estás en mí y yo en ti, así ellos en nosotros sean una misma cosa; yo en ellos y tú en mí, porque sean perfectos en uno; por que conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí”, que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino (como habemos dicho) por unidad y transformación de amor. Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el Padre y el Hijo; sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y el Hijo están en unidad de amor. De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación, que Él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde San pedro dijo: “Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud para la vida y la piedad por el conocimiento de aquel que nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosa promesas nos dio, para que por estas cosas estemos hechos compañeros de la divina naturaleza” (2, Pet. 1,2-4). Lo cual es participar el alma a Dios obrando en Él, acompañadamente con Él, la obra de la Santísima Trinidad de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios. Lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida, todavía en esta -cuando se llega al estado perfecto- se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que vamos diciendo, aunque (como habemos dicho) no se puede decir.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+