2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (15)
Suele pensarse, además, que los animales poseen cualidades o propiedades
que pueden ser útiles al hombre, y la magia homeopática o imitativa trata por
diversos medios de comunicar estas propiedades a los seres humanos. Así algunas
behuanas llevan como amuleto un hurón, pues siendo este animal tan tenaz para
vivir, hará difícil que les maten a ellos. Otros llevan un insecto especial,
mutilado pero vivo, con igual propósito. Otros guerreros behuanas llevan el
pelo de un buey mocho entre su propio cabello, y la piel de una rana en su
capa, a causa de ser la rana tan escurridiza y el buey sin cuernos tan difícil
de sujetar; de esta guisa, el que va provisto de tales amuletos cree que será
tan difícil de aprisionar como la rana y el buey. ‘También parece lógico que un
guerrero sudafricano que lleva entre los rizos de sus ensortijados cabellos
mechones de pelo de pelo de rata tendrá tantas más probabilidades de eludir la
lanza enemiga cuando tiene la ágil rata para hurtarse a las cosas que se le
tiran; por esta razón, en dichas regiones el pelo de la rata tiene gran demanda
cuando se espera que estalle la guerra. Uno de los antiguos libros de la India
prescribe que cuando se ofrezca un sacrificio para conseguir la victoria, la
tierra con la que se haga el altar se recoja del lugar donde un jabalí haya
estado revolcándose, pues la fuerza del jabalí estará en esta tierra. Cuando se
toca un rabel de una sola cuerda y los dedos están torpes, no hay más que
capturar unas arañas patilargas de campo, quemarlas y frotarse los dedos con
sus cenizas: esto hará los dedos flexibles y diestros como las patas de las
arañas; al menos así lo creen los galelareses. Para conseguir que regrese el
esclavo fugitivo, un árabe traza un círculo mágico en el suelo, clava en el
centro una estaquilla y de un hilo ata a la estaca un escarabajo, cuidando de
que sea del mismo sexo que el fugitivo. Como el escarabajo da vueltas y más vueltas,
se irá enrollando el hilo a la estaquilla, acortándose cada vez y acercando el
insecto al centro del circuito. Así, por virtud de la magia homeopática, el
esclavo fugitivo se verá impulsado a volver hacia su amo.
Entre las tribus occidentales de la Nueva Guinea británica, el hombre que
mata una serpiente, la quema y con las cenizas se tizna las piernas cuando va a
la selva: ninguna serpiente le morderá durante bastantes días. Si un esclavo
del sur se propone hurtar o robar en un mercado, no tiene más que quemar un
gato ciego y arrojar después una pulgarada de sus cenizas sobre la persona con
quien está en regateos; una vez hecho esto puede quitarle lo que quiera de su
tenderete sin que el dueño se dé cuenta de nada por estar tan ciego como el
gato muerto con cuyas cenizas fue espolvoreado. Y encima, el ladrón le dirá con
sorna: “¿Te lo pagué?”, a lo que el vendedor burlado contestará: “¡Pues claro!”
Igualmente sencillo y eficaz es el expediente adoptado por los nativos de la Australia
central que desean ser barbudos. Con una piedra aguzada se pinchan por toda la
barbilla, golpeándose después cuidadosamente con una varita mágica que
representa a una clase de ratas que tiene los bigotes muy largos. La virtud de
estos largos pelos pasa naturalmente a la varita o piedra mágica y desde esta,
por una traslación fácil, a la barbilla, que consecuentemente se adorna pronto
de una abundante barba. Los griegos de la Antigüedad creían que comiendo carne
del insomne ruiseñor impedirían dormir al que así lo hiciera; que untando los
ojos de un legañoso con la bilis de un águila, se le daría vista de águila, y
que los huevos de cuervo le devolverían a las canas la negrura del ave, con la sola
precaución, cuando una persona adoptase este modo de encubrir los estragos de
la edad, que retuviera cuidadosamente en la boca una gran buchada de aceite
mientras embadurnaba con huevo sus venerables rizos, pues de lo contrario sus
clientes, al igual que su pelo, se teñirían del negro del cuervo y ningún
fregado ni limpieza podría devolverles su blancura. El restaurador de cabello
resultaba un tinte demasiado poderoso y en su aplicación podía irse demasiado
lejos.
Los indios huicholes admiran los bellísimos dibujos del lomo de las
serpientes, y por esto, cuando una mujer va a tejer o bordar, su marido caza
una serpiente grande y la sujeta con un palo hendido mientras la mujer la
acaricia con la mano a todo lo largo del lomo; después se toca con la misma
mano la frente y los ojos, poniéndose así en condiciones de hacer tan bellísimos
trabajos en el tejido como los dibujos del dorso de la serpiente.
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