LAS CARTAS DE MOZART COMO ESPEJO DE SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO (2)
REALISMO
(18)
AUTOPRESERVACIÓN (5)
La violenta contestación
de Leopoldo Mozart a la excesiva a los designios de Dios de su hijo no responde
realmente a la verdadera posición de Mozart:
Me
extraña que tú, hijo mío, me escribas que todas las disquisiciones son
inútiles, superfluas, que de cualquier manera no hemos de saber qué es lo que
ha de ocurrir. Esto lo has pensado sin meditarlo y seguramente lo has escrito
con la misma desaprensión. Que todo ha de mandar según los designios de Dios no
ha desmentirlo ninguna sensata, no quiero decir cristiana. Pero ¿resulta realmente
de ello que hemos de actuar a ciegas y vivir despreocupadamente, sin tomar
ninguna clase de prevenciones, esperando que algo entre volando por sí mismo
por el techo? ¿No nos pide acaso el mismo Dios y el mundo sensato que tratemos
en lo posible de prever y de meditar en la medida de nuestras humanas fuerzas
las consecuencias y el fin de todas nuestras acciones? (1)
¡Cuán injusto resulta el
reproche en presencia de las realizaciones de Mozart! Pero son típicas del “sensato”
padre, quien aun habla desde el punto de vista de la Ilustración. Su mirada se
dirige siempre hacia el fin práctico más próximo, para cuya concesión se
necesita, ciertamente, energía y reflexión. Para él es más importante la
posición exterior del hijo, pero para este su quehacer musical. Lo que el padre
denomina negligencia es para el hijo autopreservación natural ante la
superioridad de las necesidades prácticas del día.
Injustificadamente
Leopoldo tilda a su hijo de irresponsable, pues:
…usted
sabe bien cómo las cosas marchan al revés, pero seguramente que aun han de
enderezarse. Tengamos paciencia. Tengamos fe en Dios, que Él no ha de
abandonarnos. No ha de fallar por causa mía. ¿Cómo pude usted dudar de mí? ¿No
ve que trabajo con todas mis fuerzas?... tengo puesta mi confianza en tres
amigos, y ellos son amigos fuertes e invencibles, a saber: en Dios, en su
cabeza y en la mía. (2)
Aquí se confunden la fe
en Dios y la fe en lo humano, de tal manera que por un momento la fuerza divina
y el patrimonio humano parecen iguales. En ello parecería estar la clave de la
fe en Mozart: hay algo divino en el hombre y es deber suyo exteriorizar tan
precioso don en actos creadores.
Ante las preocupadas
exhortaciones del padre para que viva como cristiano temeroso de Dios contesta
Mozart con despreocupación muy suya:
Tengo
a Dios siempre presente. Reconozco su omnipotencia y temo su ira. Pero reconozco
también su amor, su compasión y su misericordia para con sus criaturas. Él
nunca ha de abandonar a sus servidores. Si los acontecimientos van de acuerdo
con sus deseos, también serán los míos. Por lo tanto no puede fallar; tengo que
ser feliz y estar conforme. (3)
Su audaz hipótesis es: su
deseo es mi deseo. ¿Qué otra cosa puede significar esto que la conciencia de
tener a Dios en el propio pecho?
De manera magistral lo
demuestra ante las temerosas preguntas de su padre de si el hijo está preocupado
por la salvación de su alma:
Debo
pensar que tengo un alma inmortal. No sólo lo pienso sino que lo creo. ¿En qué
consistiría si no la diferencia entre hombre y bestia? Precisamente porque lo
sé y lo creo tan ciertamemnte es que no he podido cumplir todos sus deseos, tal
como usted lo deseaba. (4)
Notas
(1) Leopoldo M. a su
esposa e hijo, Salzburgo, 4-XII-1777, I, 232.
(2) A su padre, Mannhei,
28?-II-1778, I, 424.
(3) A su padre,
Augsburgo, 24-X-1777, I, 266.
(4) A su padre, Viena,
5-XII-1781, II, 141.
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