domingo

JAMES GEORGE FRAZER - LA RAMA DORADA (23)


SIMPATÉTICA *

2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (13)

La idea de que una persona puede influir sobre una planta homeopáticamente por su acción o condición se desprende claramente de la observación hecha por una mujer malaya: habiéndole preguntado por qué se desnudó de cintura arriba cuando segaba el arroz, explicó que lo hacía para que al arroz tuviese la cascarilla más fina, pues estaba cansada de machacarlo con la cáscara gruesa. Es evidente que pensaba que cuanto más ropa llevase ella, menos espesor tendría la cascarilla del arroz. La virtud mágica que posee una mujer grávida, de comunicar la fertilidad, es conocida por los campesinos de Austria y Baviera, que piensan que si se da el primer fruto de un árbol a una mujer encinta, ello atraerá una copiosa colección de frutos en aquel árbol el año venidero. Por otro lado, los baganda creen que una mujer estéril infectará el huerto de su marido con su propia esterilidad, e impedirá que los árboles tengan frutos; por esto suelen repudiar a las mujeres sin hijos. Los griegos y romanos sacrificaban víctimas embarazadas a la diosa del cereal y de la tierra, sin duda con la idea de que el suelo produjese y el grano engordase mucho en la espiga. Como un sacerdote católico reconviniese a los indios del Orinoco por permitir que las mujeres sembrasen en el campo bajo un sol abrasador y con sus criaturas al pecho, los hombres respondieron: “Padre, por no entender de estas cosas es por que se enoja usted. Usted sabe que las mujeres están acostumbradas a tener niños y los hombres no. Cuando las mujeres siembran, la caña de maíz lleva dos o tres mazorcas, la raíz de la yuca llena dos o tres cestas y todas las demás cosas aumentan su proporción. ¿Por qué es esto? Sencillamente, porque las mujeres saben producir y conocen lo que hay que hacer con la simiente cuando ellas la siembran para que se reproduzca también. Las dejamos sembrar, por consiguiente; los hombres no sabemos de esto lo que ellas saben”.

Así, en la teoría de la magia homeopática una persona puede actuar sobre la vegetación, ya para bien o para mal, según la calidad buena o mala de sus actos o según su condición: por ejemplo, una mujer fértil hará que las plantas fructifiquen y una mujer estéril las hará estériles. Esta creencia en la naturaleza nociva e infecciosa de ciertas cualidades personales o accidentales ha dado origen a un número de abstenciones o leyes prohibitivas: las personas dejarán de hacer ciertas cosas para no infectar homeopáticamente los frutos de la tierra con su propio estado o condición indeseable. Todas estas costumbres alusivas o reglas de abstención son ejemplos de magia negativa o tabú. Tenemos, por ejemplo, que, argumentando sobre lo que pudiera llamarse el poder de infección de los actos o condiciones personales, dicen los galelareses que no deben dispararse flechas bajo un árbol con frutas, pues el árbol dejará caer sus frutas del mismo modo que caen las flechas al suelo, y también, cuando comen sandía, no mezclarán con las pepitas apartadas para semilla las que escupan de la boca, porque si lo hacen, aunque las pepitas que escupieron germinen y florezcan, caerán los capullos del mismo modo que cayeron de la boca y así estas pepitas nunca producirán fruto. Precisamente la misma línea de razonamiento induce a los campesinos bávaros a creer que si permiten caer a tierra el injerto de un frutal, el árbol que salga del injerto dejará caer su fruto sin madurar. Cuando los chams de Cochinchina están sembrando el arroz en sus campos secos y desean que no caigan chubascos, comen el arroz seco con objeto de evitar que la lluvia estropee la cosecha.

En los casos precedentes se supone que una persona influye sobre la vegetación homeopáticamente, infecta árboles o plantas con cualidades permanentes o circunstanciales, buenas o malas, semejantes o derivadas de sí mismo. Mas, en consideración del precepto de la magia homeopática, la influencia es mutua: la planta puede infectar al hombre tanto como del hombre infecta la planta. En magia, como al parecer en física, la acción y la reacción son iguales y opuestas. Los indios cherokees en su botánica práctica se muestran adeptos de la influencia homeopática. Así, las raíces rígidas de la planta “tripa de gato” son tan tenaces que embarbascan la reja del arado en el surco. Por esto, las mujeres cherokees lavan sus cabellos con una cocción de estas raíces para fortalecer su pelo y los jugadores de pelota cherokees se lavan con esto mismo para endurecer sus músculos. Hay la creencia galelaresa de que si se come una fruta caída al suelo, se contrae una disposición a tropezar y caer, y si se toma algo que se olvidó (como una batata dejada en el puchero o un plátano en la lumbre), el que lo haga perderá la memoria. También opinan los galelareses que si una mujer come dos plátanos crecidos de un solo pedúnculo, tendrá un parto de gemelos. Los indios guaraníes de la América del Sur creían que una mujer sería madre de mellizos si comía un grano doble de mijo. En los tiempos védicos existía una curiosa aplicación de este principio en un encantamiento para restaurar en su trono a un príncipe desterrado. Los alimentos que tomase debían estar cocinados sobre un fuego alimentado con madera de los renuevos del tocón de un árbol cortado. La virtud recuperativa que había manifestado dicho árbol sería comunicada con el transcurso del tiempo por el fuego a la comida y así el príncipe que comiera sus alimentos cocinados sobre un fuego producido con la madera que producía el árbol. Los sudaneses piensan que una casa construida de madera de árboles espinosos hará que, a su semejanza, la vida de sus moradores sea espinosa y llena de contrariedades.

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