SIMPATÉTICA *
2. MAGIA HOMEOPÁTICA O IMITATIVA (13)
La idea de que una persona puede influir sobre una planta homeopáticamente
por su acción o condición se desprende claramente de la observación hecha por
una mujer malaya: habiéndole preguntado por qué se desnudó de cintura arriba
cuando segaba el arroz, explicó que lo hacía para que al arroz tuviese la
cascarilla más fina, pues estaba cansada de machacarlo con la cáscara gruesa.
Es evidente que pensaba que cuanto más ropa llevase ella, menos espesor tendría
la cascarilla del arroz. La virtud mágica que posee una mujer grávida, de
comunicar la fertilidad, es conocida por los campesinos de Austria y Baviera,
que piensan que si se da el primer fruto de un árbol a una mujer encinta, ello
atraerá una copiosa colección de frutos en aquel árbol el año venidero. Por
otro lado, los baganda creen que una mujer estéril infectará el huerto de su
marido con su propia esterilidad, e impedirá que los árboles tengan frutos; por
esto suelen repudiar a las mujeres sin hijos. Los griegos y romanos
sacrificaban víctimas embarazadas a la diosa del cereal y de la tierra, sin
duda con la idea de que el suelo produjese y el grano engordase mucho en la
espiga. Como un sacerdote católico reconviniese a los indios del Orinoco por
permitir que las mujeres sembrasen en el campo bajo un sol abrasador y con sus
criaturas al pecho, los hombres respondieron: “Padre, por no entender de estas
cosas es por que se enoja usted. Usted sabe que las mujeres están acostumbradas
a tener niños y los hombres no. Cuando las mujeres siembran, la caña de maíz lleva
dos o tres mazorcas, la raíz de la yuca llena dos o tres cestas y todas las
demás cosas aumentan su proporción. ¿Por qué es esto? Sencillamente, porque las
mujeres saben producir y conocen lo que hay que hacer con la simiente cuando
ellas la siembran para que se reproduzca también. Las dejamos sembrar, por
consiguiente; los hombres no sabemos de esto lo que ellas saben”.
Así, en la teoría de la magia homeopática una persona puede actuar sobre la
vegetación, ya para bien o para mal, según la calidad buena o mala de sus actos
o según su condición: por ejemplo, una mujer fértil hará que las plantas fructifiquen
y una mujer estéril las hará estériles. Esta creencia en la naturaleza nociva e
infecciosa de ciertas cualidades personales o accidentales ha dado origen a un
número de abstenciones o leyes prohibitivas: las personas dejarán de hacer
ciertas cosas para no infectar homeopáticamente los frutos de la tierra con su
propio estado o condición indeseable. Todas estas costumbres alusivas o reglas
de abstención son ejemplos de magia negativa o tabú. Tenemos, por ejemplo, que,
argumentando sobre lo que pudiera llamarse el poder de infección de los actos o
condiciones personales, dicen los galelareses que no deben dispararse flechas
bajo un árbol con frutas, pues el árbol dejará caer sus frutas del mismo modo
que caen las flechas al suelo, y también, cuando comen sandía, no mezclarán con
las pepitas apartadas para semilla las que escupan de la boca, porque si lo
hacen, aunque las pepitas que escupieron germinen y florezcan, caerán los
capullos del mismo modo que cayeron de la boca y así estas pepitas nunca
producirán fruto. Precisamente la misma línea de razonamiento induce a los campesinos
bávaros a creer que si permiten caer a tierra el injerto de un frutal, el árbol
que salga del injerto dejará caer su fruto sin madurar. Cuando los chams de Cochinchina
están sembrando el arroz en sus campos secos y desean que no caigan chubascos,
comen el arroz seco con objeto de evitar que la lluvia estropee la cosecha.
En los casos precedentes se supone que una persona influye sobre la
vegetación homeopáticamente, infecta árboles o plantas con cualidades
permanentes o circunstanciales, buenas o malas, semejantes o derivadas de sí
mismo. Mas, en consideración del precepto de la magia homeopática, la
influencia es mutua: la planta puede infectar al hombre tanto como del hombre
infecta la planta. En magia, como al parecer en física, la acción y la reacción
son iguales y opuestas. Los indios cherokees en su botánica práctica se
muestran adeptos de la influencia homeopática. Así, las raíces rígidas de la
planta “tripa de gato” son tan tenaces que embarbascan la reja del arado en el
surco. Por esto, las mujeres cherokees lavan sus cabellos con una cocción de
estas raíces para fortalecer su pelo y los jugadores de pelota cherokees se lavan
con esto mismo para endurecer sus músculos. Hay la creencia galelaresa de que
si se come una fruta caída al suelo, se contrae una disposición a tropezar y
caer, y si se toma algo que se olvidó (como una batata dejada en el puchero o
un plátano en la lumbre), el que lo haga perderá la memoria. También opinan los
galelareses que si una mujer come dos plátanos crecidos de un solo pedúnculo, tendrá
un parto de gemelos. Los indios guaraníes de la América del Sur creían que una
mujer sería madre de mellizos si comía un grano doble de mijo. En los tiempos
védicos existía una curiosa aplicación de este principio en un encantamiento para
restaurar en su trono a un príncipe desterrado. Los alimentos que tomase debían
estar cocinados sobre un fuego alimentado con madera de los renuevos del tocón
de un árbol cortado. La virtud recuperativa que había manifestado dicho árbol
sería comunicada con el transcurso del tiempo por el fuego a la comida y así el
príncipe que comiera sus alimentos cocinados sobre un fuego producido con la
madera que producía el árbol. Los sudaneses piensan que una casa construida de
madera de árboles espinosos hará que, a su semejanza, la vida de sus moradores
sea espinosa y llena de contrariedades.
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