4 / LA RECONCILIACIÓN CON EL PADRE
(1)
“El Arco de la Ira de
Dios está tenso, y la Flecha preparada en la Cuerda. Y la Justicia apunta la
Flecha hacia tu Corazón y tira de la Cuerda; y eso no es más que un puro Placer
de Dios, de un Dios enfurecido, sin ninguna Promesa u Obligación, y hace esperar
a la Flecha un Momento antes de que se embriague de tu Sangre…”
Con estas palabras Jonathan
Edwards amenazaba a los corazones de su congregación de Nueva Inglaterra,
revelándoles, en toda su crudeza, el aspecto de ogro del padre. Los clavaba en
los bancos de la iglesia, con imágenes de orden mitológico, porque aunque los
puritanos se prohíben las imágenes grabadas él se permitía las verbales. “La
Ira -decía Jonathan Edwards con voz de trueno-la Ira de Dios es como las
grandes Aguas que se represan ahora: crecen más y más, y se levantan más y más
alto hasta que encuentran un Desaguadero; y mientras más se detiene su Corriente,
más rápido y poderoso es su Curso cuando encuentra salida. Es verdad que el
Juicio contra vuestras Acciones malvadas no ha sido ejecutado todavía; las corrientes
de la Venganza de Dios se han detenido; pero vuestra Culpa crece mientras
tanto, y cada Día atesoráis más Ira; las Aguas crecen continuamente y corren
con más y más fuerza; y es sólo el Puro Placer de Dios el que detiene esas
Aguas, que lucha por correr, y quieren seguir adelante. Si Dios retirara su
Mano de la puerta que las sostiene, inmediatamente se abriría y las feroces
Corrientes de la Ferocidad de la Ira de Dios se abalanzarían con una Furia
inconmensurable, y caerían sobre vosotros con Fuerza omnipotente, y aunque vuestra
Fuerza fuera Diez mil Veces mayor de lo que es, o Dios mil Veces más grande que
la del más robusto y grande Diablo del Infierno, no habría nada que pudiera
resistirla o soportarla…”
Habiéndolos amenazado con
el elemento del agua, el pastor Jonathan se volvía a la imagen del fuego. “El
Dios que os sostiene sobre el Pozo del Infierno, así como se sostiene una Araña
o algún insecto despreciable sobre el Fuego, os aborrece ya ha sido provocado
tremendamente; su Ira hacia vosotros arde como el Fuego: tiene los Ojos
demasiado puros para teneros ante su Vista; vosotros sois Diez mil Veces más
abominables a sus ojos, que la más horrible Serpiente venenosa es a los
vuestros. Lo habéis ofendido infinitamente más que Rebelde Contumaz alguno a su
Príncipe; y sin embargo, no hay nada sino su Mano para impediros caer en el
Infierno en cualquier Momento…
Oh Pecadores… colgáis de
un Hilo delgado, con las Llamas de la Ira Divina cercándolo cada vez más, y
preparadas para deshacerlo y quemarlo, y no tenéis Interés en hallar un
Interventor, y nada que mostrar para salvaros, nada para guardaros de las
Llamas de la Ira, nada vuestro, nada que hubierais hecho, nada que pudierais
hacer para inducir a Dios a que os perdone por un Momento más…”
Luego, al final, la gran
imagen resolutoria del segundo nacimiento, sólo por un instante, sin embargo:
“Así estáis todos los que
no habéis pasado nunca por un gran Cambio de Corazón, por voluntad de la
Poderosa Fuerza del Espíritu de Dios sobre sus almas, todos los que no han
nacido de nuevo, convirtiéndose en Creaturas nuevas, y no se han levantado de
la muerte en el Pecado a un nuevo Estado, hasta entonces no experimentado, de
Luz y Vida (lo que puede suceder aunque hayáis reformado vuestra Vida en muchas
Cosas, y hayáis tenido sentimientos Religiosos. Y conservéis una Forma de
Religión en vuestras Familias y Habitaciones y en la Casa de Dios, seáis
estrictos en ella) están en las manos de un Dios airado; no es sino su pura Complacencia
lo que impide que en este momento seáis tragados por una Destrucción sinfín…”
(45)
Notas
(45) Jonathan Edwards, Sinners in the Hands o fan Angry God (Boston, 1742).
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