Esta tarde, las
mujercitas se reúnen en ronda de muchas muñecas a tomar el té en lo de Rocío.
Festejan el bautismo
de la nueva melliza suiza de Lola.
Es que Ro encargó a sus abuelos viajadores otra muñeca igual para que
también su amiga tenga una y ahora, las mellizas son trillizas.
No se puede describir la alegre,
agradecida y llorosa emoción de esa chiquilina al recibir tamaño regalo y la de
tía Juani al verlo.
Entonces el festejo es en la
casa de Rocío, que sacó a luz el juego de té de porcelana de Limoges,
sabiendo lo cuidadosas que son las tres con esas preciosidades color azul
profundo, adornadas de flores y hojas en oro.
En el verde jardín esmeralda matizado
con el gualda de las hojas del otoño aun cálido, charlan hasta por los codos
aprovechando la mudez de las invitadas, que son variopintas, hasta que Peque se
pone de pie imitando a las conductoras de televisión:
-¿Saben qué? Hay otra
muletilla bailando en el aire. La descubrí hace días y me olvidé de contarla.
Me dije: ¡ZAPABAMBA! Esto tienen que conocerlo aquellas dos.
-¿Y cuál es, doña cazadora de
muletillas? -pregunta Ro entornando irónicamente los párpados.
-Es una que la gente intercala cada dos
o tres frases: "y bueno, nada".
Lola, distraída en adorar los ojos los
ojos de cristal celeste de su nueva hija y acariciándole los rizos dorados sin
animarse todavía a peinarlos, contesta:
-Sí, yo la oí.
-¡No nos contaste nada, prima!
-¡No era importante!
-¡Claro que es!
-No es para tanto,
Peque. No te entrompes, por favor.
-Ta bien, Ro. Dame
otro pastel y un poco más de té, por favor. Menos mal que aquellos dos
delincuentes no vinieron a devorar estas delicias. Cada vez que nos
reunimos, parecería que las olieran en el aire y aparecen de la nada.
-Che -dice Lola
sentando en la falda a su trilliza y hundiendo la nariz en los volados y los festones
del vestido con los ojos subyugados. -¿Se dieron cuenta cómo huelen los géneros
almidonados en la ropa nueva de estas personitas y las pinturas
de trenes y camiones en los juguetes de los nenes? ¿Esos perfumitos a no
sé qué, deliciosos, inolvidables?
-Sí.-contesta Ro. -Lástima
que van desvaneciéndose con el tiempo.
Peque duda en
contarles otra cosa, pero como ella y Lola disfrutan de la misma abuela, se
decide y vuelve a pararse:
-¿Saben qué? Encontré
entre los escritos de abu algo precioso que quiero compartir.
-¿Otra vez el cuento
del violinista en el desván?
-¡Lo sabemos de
memoria!
-¡Bien que les gustó,
bobas! Este es otro.
-¡Entonces, dale!
-¡Dale!
-Abu describe en maravillosas
líneas a su abuela, nuestra tatarabuela, Lola, diciendo que era una
viejita encantadoramente bella, de esas que aparecen en los cuentos: pequeña,
suave, silenciosa, caminante de menudos pasos sigilosos al levantarse de
la siesta, ir al jardín para regar jazmines y rosas o saludar en la alta
noche a la luna llena. Tía Ali y abu, siendo muy chicas, decían que era el
hada del hogar y adoraban esos andares calzados con satinadas chinelas que les
decían sin decir:
“Estoy acá, mis pequeñas.
Para darles los buenos días, contarles historias, secar alguna lágrima, o
arroparlas antes dormir cuando hace frío y enseñarles a tejer, coser y bordar,
como hacen todas las abuelas del mundo".
-Y abu descubrió en un papel
apergaminado y amarillo guardado en una olvidada carpeta, algo escrito por
aquella blanca mano con una perfecta antigua letra redonda, pareja y clara.
-¿Qué? -preguntan a
la vez.
-Esta reliquia que tengo
acá, bajo expresa orden de cuidados intensivos. Si se arruga, no cuento el
cuento y abu me mata. Se titula: “Charco”.
Cero grado azulando la mañana, / estupefacta ante
tanta claridad. / Los plátanos van dejando en las calles / dorados mensajes de
sol. / Cantando y riendo en las bufandas, / van a la escuela los niños. /
Y ese charco en la vereda se estremece, / con el baño alborotado de un gorrión.
/ No le importa al invierno ese placer, / que escurre pluma a pluma sus
cristales. / Lo mira zambullirse agitando alas y cola, parpadeando, / y después
volar feliz hacia la luz.
-¡PAAAAAAAAAAH! -exclaman
Lola y Ro.
El atardecer se
despide callado, con un sandía violento que explota en el cielo de
occidente.
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