BURLA-LA-MUERTE (3 / 15)
-Acabemos de una vez con
la señorita Judas -dijo el pintor, y dirigiéndose a la señora Vauquer-: Señora,
si no pone usted a la puerta a la señorita Michonneau dejamos todos su casa y
diremos en todas partes que en ella sólo se da albergue a delatores y bandidos.
En caso contrario, todos guardaremos silencio acerca de este acontecimiento
que, después de todo, podría ocurrir en la mejor sociedad, mientras no se
marque en la frente a los presidiarios y no se les prohíba disfrazarse de
particulares.
Al oír estas palabras, la
señora Vauquer recobró milagrosamente la salud, se levantó, se cruzó de brazos
y abrió sus ojos claros y sin apariencia de lágrimas.
-Pero, señores, ¿quieren ustedes
arruinarme? ¡Oh! Dios mío, ya se ha ido el señor Vautrin, a quien no puedo
menos que llamar por su nombre de hombre honrado. Con su marcha me queda una
habitación vacía, y, ¿quieren que me queden dos más en una estación en que todo
el mundo tiene alojamiento?
-Señores, tomemos los
sombreros y vayamos a comer a la plaza de la Sorbona, a casa de Flicoteaux
-dijo Bianchon.
La señora Vauquer calculó
con una sola mirada cuál sería el partido más ventajoso, y aproximándose a la
señorita Michonneau, le dijo:
-Vamos, hermosa mía,
¿desea usted la muerte de mi establecimiento? Ya ve usted a qué extremo me
reducen estos señores. Suba a su cuarto por esta noche.
-No, no -gritaron los
pensionistas-, qreemos que se vaya al instante.
-Pero si la pibre no ha
comido aun -dijo Poiret con tono lastimero.
-¡Que se vaya a comer
adonde quiera! -gritaron varias voces.
-¡A la puerta con la espía!
-Señores -exclamó
Poiret-, respeten ustedes a una persona del sexo…
-Las espías no tienen
sexo -dijo el pintor.
-¡Vaya un sexorama!
-¡A la puertorama con
ella!
-¡Señores, esto no es
decente! Cuando se despide a una persona se deben guardar las formas. Nosotros
hemos pagado y nos quedamos -dijo Poiret poniéndose la gorra y sentándose en
una silla al lado de la señorita Michonneau, que escuchaba los ruegos de la
patrona.
-¡Pillín! -le dijo el
pintor con aire cómico-. ¡Más que pillín!
-Bueno, si ustedes no se
van, nos iremos nosotros -dijo Bianchon.
Y los huéspedes hicieron
en masa un movimiento hacia el salón.
-Señorita, ¿quiere usted
arruinarme? -dijo la señora Vauquer-. Si se queda, harán con usted alguna
violencia.
La señorita Michonneau se
levantó.
-¡Se irá!
-¡No se irá!
-¡Se irá!
-¡No se irá!
Estas frases, dichas
alternativamente, y la hostilidad de las palabras que empezaban a oírse acerca
de la señorita Michonneau, obligaron a esta a marcharse, después de algunas
estipulaciones hechas en voz baja con la patrona.
-Vaya adonde quiera,
señorita -dijo la señora Vauquer, que vio una cruel injuria en la elección de
una pensión que competía con la suya y que, por lo tanto, le era odiosa-.
Váyase a casa de la Buneaud, que allí tendrá un vino capaz de hacer reventar a
cualquiera y platos comprados a los revendedores.
Los pensionistas se
pusieron en dos filas guardando el mayor silencio. Poiret miró con tanta
ternura a la señoriuta Michonneau y se mostró tan indeciso en seguirla o quedarse,
que los pensionistas, satisfechos con la marcha de la señorita Michonneau, se
miraron riéndose.
-Je, je, je.
-Poiret -le gritó el
pintor-, vamos, hombre, ¡ánimo!
El empleado del Museo se
puso a cantar cómicamente este principio de una conocida canción:
Al
partir para la Siria
el
bello y joven Dunois
-Vamos, que se muere
usted de ganas, trahit sua quemque
voluptas (1) -dijo Bianchon.
-Cada cual sigue a la
suya, traducción libre de Virgilio -dijo uno de los concurrentes.
La señorita Michonneau
hizo ademán de tomar el brazo de Poiret mirándolo, y este, no pudiendo resistir
a esta llamada, fue a unirse a la solterona, lo que motivó una explosión de
risas y de aplausos.
-¡Bien por Poiret!
-¡Bravo, Poiret!
-¡Apolo Poiret!
-¡Marte Poiret!
-¡Valeroso Poiret!
En este momento entró un
mandadero y entregó una carta a la señora Vauquer, que se dejó caer sobre una
silla después de haberla leído.
Notas
(1) Virgilio, Bucólicas, II, 65: Cada uno se deja llevar por el placer que le es propio.
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