Todo iba bien y
reverdecía de nuevo... hasta que llegó cierto día. Aunque la mañana empezó bien,
por la tarde se desencadenó el infierno.
La comisión de carreteras del
estado envió a unos funcionarios para anunciar a todos los habitantes de
nuestra aldea que el estado «anexaría» las tierras que pertenecían a particulares.
El estado
construiría una autopista de peaje que atravesaría los tranquilos bosques en
los que vivíamos. «Anexarían» bosques y campos enteros, el terreno esencial que
permitía curar a los que habían quedado destrozados por la guerra, la tierra
donde la gente cultivaba sus alimentos estivales e invernales, los lugares
donde los niños jugaban al escondite, los lechos de ramas de pino de los
vagabundos que viajaban en tren, los refugios de aquellos cuyo único hogar era
un trozo de lona sobre una estaca.
Durante muchos
años aquellas tierras habían sido el descanso y el consuelo de nuestras almas.
Mi tío se puso en
pie gritando:
-¿Qué significa «anexar»? ¡Lo que
ustedes quieren decir es robar, ustedes nos roban!
Varios atemorizados miembros de la
familia sujetaron con gran esfuerzo a nuestro tío e intentaron calmarlo.
Todo el pueblo
estaba consternado. El estado condenó la tierra y las humildes casas, los
destartalados establos, los cobertizos de las herramientas, para vender la
tierra a cambio de unos centavos de dólar. A los que trabajaban la tierra, a
los que amaban la tierra, a los que vivían de la tierra y gracias a ella, no se
les concedía la posibilidad de recurrir ni de dar su consentimiento.
A nuestro tío y a
otros refugiados inmigrantes de nuestra familia y de las de muchos de nuestros
vecinos supervivientes de la guerra, aquellos acontecimientos les recordaron de forma aterradora
las terribles penalidades sufridas durante la guerra: sus tierras fueron ocupadas
contra su voluntad; sus alquerías, sus cosechas, sus medios de vida y, por
encima de todo, su espíritu y aquello que lo alimentaba les fueron arrebatados
en un abrir y cerrar de ojos... por parte de unos hombres... vestidos de
uniforme... que insistían... que decían que se limitaban a cumplir órdenes...
que pretendían imponer su derecho sobre el de los demás...
El tío Zovár perdió el juicio
temporalmente.
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