1 / EL CAMINO DE LAS PRUEBAS (3)
“En cada tribu primitiva
-escribe el Dr. Géza Róheim- encontramos que el curandero es el centro de la
sociedad y es fácil demostrar que este hombre es un neurótico o un psicótico o
cuando menos que su arte está basado en los mismos mecanismos que una neurosis o
una psicosis. Los grupos humanos son movidos por sus ideas de grupo, y estas
siempre están basadas en la situación infantil.” (5) “La situación de infancia
es modificada o invertida por el proceso de madurez modificado de nuevo por el
necesario ajuste a la realidad, pero sigue existiendo y aporta esas invisibles
ligas de la libido sin las cuales no puede existir ningún grupo humano.” (6)
Los curanderos, por lo tanto, hacen visibles y públicos los sistemas de
fantasía simbólica que están presentes en la psique de cada miembro adulto de
su sociedad. “Son los jefes de este juego infantil y los conductores iluminados
de la angustia común. Ellos luchan con los demonios para que los otros puedan
alcanzar la presa y en general luchar con la realidad.” (7)
Y así sucede que si
alguien, en cualquier sociedad, escoge para sí la peligrosa jornada a la
oscuridad y desciende, intencionalmente o no, a las torcidas curvas de su
propio laberinto espiritual, pronto se encuentra en un paisaje de figuras
simbólicas (cualquiera de ellas puede tragarlo), que es no menos maravilloso
que el salvaje mundo siberiano del pudak y
las montañas sagradas. En el vocabulario de los místicos, esta es la segunda
etapa del Camino, la de “purificación del yo”, cuando los sentidos están
“humillados y limpios”, y las energías e intereses “concentrados en cosas
trascendentales”; (8) o en un vocabulario más moderno: este es el proceso de
disolución, de trascendencia, o de trasmutación de las imágenes infantiles de
nuestro pasado personal. En nuestros sueños encontramos todavía los eternos
peligros, las quimeras, las pruebas, los ayudantes secretos y las figuras
instructoras, y en sus formas podemos podemos ver reflejado no sólo el cuadro
de nuestro presente caso sino también la clave de lo que debemos hacer para
salvarnos.
“Estaba frente a una
cueva oscura y quería entrar -fue el sueño de un paciente al empezar su
análisis-, y temblaba al pensar que pudiera no hallar el camino de regreso.”
(9) “Vi una bestia detrás de otra -escribió Emanuel Swedenborg en su libro de
sueños, en la noche del 19 de octubre de 1744-, abrían sus alas y eran
dragones. Yo volaba sobre ellos, pero uno de ellos me sostenía.” (10) El
dramaturgo Friedrich Hebbel escribió, un siglo después (13 de abril de 1844):
“En mi sueño, era arrastrado con gran fuerza por encima del mar; había abismos
aterradores, y aquí y allá, una roca en la que era posible sostenerse.” (11)
Temístocles soñó que una serpiente se le enredaba en el cuerpo, luego se le
subía al cuello y cuando llegaba a su rostro, se convertía en un águila que lo
tomaba con sus garras y se lo llevaba, volaba juna distancia larga y lo ponía
en el báculo de un heraldo dorado que aparecía repentinamente; se sintió tan a
salvo que perdió en seguida su gran angustia y temor. (12)
Notas
(5) Géza Róheim, The
origin and Function of Culture (Nervous and Mental Desease Monographs, Nº
69), pp. 38-39.
(6) Ibid, p.
38.
(7) Ibid., p.
51.
(8) Underhill, op.
cit., parte II, cap. III, Compárese supra, p. 54, nota 3.
(9) Wilhem Steckel, Fortschritte und Technik der Traumdeutung, p. 124.
(10) Svedenborgs
Drömmar, 1774, “Jeme andra hans anteckningar efter original handskrifter
meddelade af G. E. Klemming” (Estocolmo, 1859), citado en el libro de Ignaz
Jezower, Das Buch der Träume (Berlín,
Ernst Rowohlt Verlag, 1928), p. 97.
(11) Jezower, op.
cit., p. 166.
(12) Plutarco, Temístocles,
26; Jezower, op. cit., p. 18.
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