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/ EL CAMINO DE LAS PRUEBAS (2)
Un antiguo viajero que se
aventuró entre los lapones nos ha dejado una descripción vívida de la
terrorífica acción de uno de estos extraños emisarios del reino de la muerte.
(2) Ya que el otro mundo es el lugar de la noche eterna, el ceremonial del
shamán debe tener lugar después del anochecer. Los amigos y vecinos se reúnen
en la choza sombría y débilmente alumbrada del paciente y siguen atentamente
las gesticulaciones del hechicero. Primero conjura a los espíritus ayudantes;
estos llegan, invisibles para todos menos para él. Dos mujeres, vestidas para
el ceremonial pero sin cinturones y llevando tocas de lino, un hombre sin toca
y sin cinturón, y una joven no adulta, son sus asistentes. El shamán se
descubre la cabeza, se suelta el cinturón y los cordones de los zapatos, se
cubre la cara con las manos y empieza a girar en variados círculos.
Repentinamente, con gestos muy violentos, grita: “¡Equipad al reno! ¡Listo para
embarcarse!” Toma un hacha y empieza a golpearse con ella cerca de las rodillas
y la mueve en dirección a las tres mujeres. Saca del fuego leños ardiendo con
sus manos desnudas, pasa tres veces alrededor de cada una de las mujeres y
finalmente cae, “como un muerto”. Durante todo ese tiempo a nadie se le permite
tocarlo. Mientras reposa en trance, debe ser vigilado tan estrechamente que ni
una mosca debe posarse encima de él. Su espíritu ha partido y ve las montañas
sagradas, con los dioses que las habitan. Las mujeres que lo atienden
cuchichean una con la otra tratando de adivinar en qué parte del mundo se
encuentra ahora. (3) Si mencionan la montaña en que se encuentra, el shamán
mueve una mano o un pie. Por fin empieza a volver en sí. Con voz baja y débil
dice las palabras que ha escuchado en el otro mundo. Las mujeres empiezan a
cantar. El shamán despierta lentamente, declarando la causa de la enfermedad y
la forma de sacrificio que debe hacerse. Entonces anuncia la cantidad de tiempo
que tomará el paciente para sanar.
“En su laboriosa jornada
-dice otro observador-, el shamán tiene que encontrar y vencer cierto número de
obstáculos diferentes (pudak) que no
son siempre fáciles de superar. Después de haber avanzado por bosques oscuros y
ásperas masas de montañas, en donde de vez en cuando encuentra los huesos de
otros shamanes y de los animales en que han montado y que se supone han muerto
en el camino, llega a una abertura en el suelo. Los estados más difíciles de la
aventura empiezan ahora, cuando las profundidades del mundo subterráneo y sus
manifestaciones extraordinarias se abren ante él… Después de haber
tranquilizado a los guardianes del reino de los muertos y de haber pasado sus numerosos
peligros, llega al fin ante el Señor del Otro Mundo, Erlik en persona. Los
últimos ataques del shamán son horriblemente difíciles, pero si él es
suficientemente hábil puede calmar a los monstruos con promesas de lujosas
ofrendas. Este momento del diálogo con Erlik es la crisis del ceremonial. El shamán pasa al éxtasis.” (4)
Notas
(2) Knud Leem, Beskrivelse
over Finmarkens Lapper (Conpenhague, 1767), pp. 475-478. Se encuentra una
traducción al inglés en el libro de John Pinkerton, A general Collection of the Best and Most Interesting Voyages and
Travels in all Parts of the World (Londres, 1808), Vol. I,
pp. 477-478.
(3) Las mujeres pueden no
ser capaces de localizar la posición del shamán en el otro mundo, caso en el
cual el espíritu de él puede no retornar a su cuerpo. También puede suceder que
el espíritu errante de un enemigo shamán lo rete a luchar o lo aparte de su
camino. (E. J. Jessen, Afhanding om de Norske Finners og Lappers
Hedenske Religion, p. 31. Este trabajo está incluido en el
volume de Leem, op. cit., como
apéndice con diferente paginación.)
(4) Uno Harva, Die religiösen Vorstellungen der altaischen
Völker (“Folklore Fellows Comunications”, Nº 125, Helsinki, 1938), pp.
558-559; siguiendo el libro de G. N. Potanin, Pcherki shevero-zapodnoy Mongolii.
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