La
familia va de vacaciones a las mejores playas del mundo.
Entusiasmada con el paseo Peque pide ventanilla.
Mirando colinas y campos, inventa peripecias en cada
vuelta del camino:
-Che, fijate en ese repugnante ogro, comedor de niños
crudos, luchando con el héroe de la armadura de plata
que afortunadamente lo revienta enseguida.
-Ta. ¿Y la princesa presa en la torre del malvado
viejo rey asqueroso que quiere casarse con ella? Por suerte la rescata
un gentilhombre, caballero de capa y espada.
Como es amiga de dragones, jamás los pone de villanos: los
ama y admira ya que tienen noble corazón.
Llegan de noche y la abuela, papá, mamá, María y
Damián no dejan de mirar la expresión angustiada de su rostro ante lo nunca
visto.
En la infinitud de la playa desierta, aun oscura, su figura
pequeña es un poema a la soledad.
Observa llorando emocionada, los puños cerrados
apretando el pecho, la vastedad desplegada a sus pies. susurrando palabras
que sólo entiende la brisa.
Es un amor a primera vista que le avasallará el alma de
por vida.
Las márgenes del Santa Lucía y la tupida vegetación,
pusieron límites a sus pupilas desde que nació: en la orilla de
enfrente del ancho río están el monte, las hadas y los duendes, y en esta otra,
la minúscula playa blanca.
Pero hoy, la extensión esmeralda se pierde en el horizonte
azul y no hay puntos donde fijar la vista hasta que la luz difusa del
oriente dibuja una vela anaranjada navegando en las lejanías del mar.
Y se queda allí, negándose porfiada a subir al hostal.
Mamá le trae una sombrilla roja, el protector solar, el
desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena:
-Vamos, nena. Hay que ir a dormir.
-¡No, no y no! ¿Cómo alejarme de acá y
dejarlo? ¡Hay trillones de estrellas! ¡Veo la Cruz del Sur y las Tres
Marías en el cinturón de Orión!¡Miren las olas enormes con
fosforescencias de sirenas! ¡Escuchen ese llamado! ¡Son las caracolas de
nácar de los Tritones convidándolas al baile de Poseidón! ¡Es igual a
los cuentos que leo desde chica! ¡No podría dormir pensando que por una
catástrofe desaparecerá mañana!
-Te aseguro -sonríe papá- que estará aquí por los siglos de
los siglos hasta el fin de los tiempos.
-¡Amén! -dice mamá, sacándole fotos a Damián y a María,
que se revuelcan en la arena muertos de risa. Las ocurrencias de su
hermana suelen tener esos finales.
A la abuela le cuesta disimular la risa porque no
desea ofenderla:
-Te contaré el cuento marinero más bonito que nunca escuchaste. Hay piratas y
ladrones, batallas navales, cañonazos y neblinas de pólvora, islas con
incalculables tesoros escondidos, ballenas y delfines escapando del Leviatán.
Dale, vamos a la cama.
Los tres hermanos, seducidos con la agradable voz se
dejan conquistar por las quimeras de la abu.
Pero Peque casi no duerme y envuelta en los
verdes remolinos transparentes de sus sueños, se ve rodeada de seres marinos
que bailan con ella.
Promete no bañarse sola y baja a la playa de madrugada.
Vuelve a conmoverla la oscuridad impenetrable del océano y
el cielo sin luna, pero con el primer fulgor del día chapotea los pies en la
espuma, hunde las manos salada frescura cristalina y se moja la
cabeza y la cara.
Después de un instante, el mágico resplandor solferino le
muestra el fondo de arenas doradas y mil caracolitos:
-¡ZAPABAMBA! ¡Qué formas increíbles! ¡Lola y Rocío no me lo
van a creer si no les llevo unos cientos! ¡Tenemos que hacer un paseo con nuestras
familias! ¡Las chicas tienen que estar conmigo la próxima vez!
Mientras tanto, la abuela la vigila parada imperturbablemente
detrás de ella, para que no la alboroten demasiado el vuelo de las gaviotas, el
bramido del mar y las primeras chispas del sol derramadas como
rubíes sobre los espejos del agua.
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