10 / LA LECCIÓN DEL JUEGO (7)
DK (3)
Hay quien dice que el
odio es la madre de todos los vicios o que es “antes la obligación que la
devoción”. Y conforme vamos subiendo peldaños en la escalera del éxito dejamos
de divertirnos. Consideramos que la vida es fácil y queremos “progresar” de
forma constante y dejarlo todo bien atado, pero entonces no encontramos tiempo
para divertirnos. Perdemos la costumbre de disfrutar la vida y cuando lo
hacemos nos sentimos culpables, pues consideramos que es una pérdida de tiempo.
Quizás esto explique por qué muchas personas con éxito se divierten a
escondidas o por qué el deseo natural de divertirse se manifiesta de formas
pocos sanas en determinadas personas (algunas incluso aparecen en los
noticiarios por esta causa). Muchos de nosotros somos como los empleados de la
oficina y los globos. Hemos reprimido la necesidad de jugar durante tanto
tiempo que cuando surge nos induce a tener múltiples aventuras amorosas, tomar
drogas o comer o comprar de forma compulsiva. Sentimos que no nos merecemos
divertirnos o ser felices, de modo que boicoteamos nuestra vida. Tenemos que
aprender a permitirnos “ser malos” y divertirnos.
Muchos de nosotros hemos
crecido en familias que nos preguntaban con regularidad qué habíamos hecho ese
día. Como respuesta teníamos que enumerar todos nuestros logros para demostrar
que habíamos sido productivos y no habíamos perdido el tiempo. Incluso ahora,
de adultos, nos sentimos más cómodos citando las tareas que hemos realizado que
explicando que hemos hecho algo por puro placer. Ronnie Kaye, que había
sobrevivido a un cáncer, nos contó en un seminario que tuvo que aprender a
admitir ante los demás que había pasado la tarde simplemente escuchando a
Beethoven. Ronnie dijo:
“Tuve que aprender a
contar con orgullo que me había pasado toda la tarde escuchando la Sexta
Sinfonía de Beethoven porque me proporciona un inmenso gozo. Algunos de mis
amigos comprenden la importancia de esta alegría, y cuando les digo que he
estado escuchando música, se sienten felices por mí. Pero hubo un tiempo en que
me habría avergonzado no realizar cientos de cosas de una tarde. Ahora me doy
cuenta de lo importante que es la música para mí.”
Tengamos la edad que
tengamos y sea cual sea nuestra situación, podemos volver a jugar. Siempre
podemos encontrar de nuevo el sentido del juego porque reside en nuestro
interior.
Los niños saben jugar. En
la escuela disponen de un tiempo para el juego porque todo el mundo está de acuerdo
en que el trabajo escolar debe equilibrarse con un tiempo de diversión. Lo
mismo ocurre con los adultos. ¿Por qué no habríamos de quedar con otras
personas para jugar?
Primero tenemos que
aprender a valorar el juego y el tiempo que le dediquemos, y después concedérnoslos
a nosotros mismos. Quizá tengamos que programar ese tiempo para el juego, y a
veces incluso forzarnos a hacerlo. Siempre hay trabajo pendiente, pero eso no
es una razón para no jugar. Si no nos concedemos tiempo para divertirnos, al
final no tendremos nada que ofrecer a los demás. Si no nos permitimos disfrutar
de un tiempo de ocio de calidad, empezaremos a lamentar el ocio que dedicamos a
nuestro trabajo o incluso a nuestra familia. Se trata de jugar ahora o pagar
las consecuencias después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario