Gestor cultural, ensayista y abogado, José Miguel Onaindia es actualmente el Coordinador del Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay (INAE); y el Director Artístico del Festival Internacional de Artes Escénicas, cuya quinta edición se celebró este año, desplegando un intenso programa que por primera vez se desarrolló en 12 departamentos del territorio uruguayo.
Para conocer su balance de lo realizado durante 2017 y las metas para
los próximos dos años Palabras dialogó con Onaindia, en una
charla donde también nos ofreció su mirada en torno a los desafíos de las
políticas culturales en el siglo XXI.
¿Cuál es tu balance sobre la gestión 2017 del INAE?
El Instituto Nacional de Artes Escénicas tiene como objetivos la
promoción, protección, fortalecimiento, producción, investigación y difusión de
las artes escénicas, así como la formulación de políticas públicas de fomento
al teatro, la danza, los títeres y el circo, tanto en el país, como su
proyección internacional.
En ese marco realizamos siempre una intensa tarea de formación, que
supuso durante 2017 la realización de más de 60 seminarios, no solo en
Montevideo sino en diferentes departamentos del interior, donde se destacan la
Residencia internacional de creadores de danza contemporánea, tutorada por del
coreógrafo y bailarín portugués Miguel Pereira, que se realizó en
Maldonado, o la residencia artística “El teatro clásico desde una perspectiva
contemporánea”, que fue tutorada por el director escénico
español Javier Hernandez-Simon, y se realizó en Canelones, siempre
con el objetivo de que nuestras actividades tengan repercusión en todo el país.
Junto a ese eje, tenemos también una política pública de circulación
internacional de las artes escénicas, donde este año hemos tenido algunos hitos
muy importantes como la Semana del teatro uruguayo, organizada por el Teatro
Español de Madrid, con tres montajes que tuvieron una gran repercusión, la
presencia de la coreografía y la dramaturgia uruguaya en la mayoría de los
festivales de danza y teatro, la presencia relevante en la plataforma
iberoamericana de danza, o la presentación de Tebas Land, la obra de Sergio
Blanco, que se puede ver actualmente y hasta el 7 de enero en El Pavón Teatro
Kamikaze, y ya fue elegida en España como uno de los diez montajes más
importantes del año.
Sobre esta línea, que se basa en el talento de los creadores, seguiremos
trabajando el año próximo, con una agenda que ya contempla el foco internacional
en Uruguay que tendrá el Complejo Teatral de Buenos Aires, por lo que estaremos
allí con una gran representación, con 4 producciones de teatro y, posiblemente
también un espectáculo de danza; mientras que en Febrero estaremos en el
Festival Temporada Alta en Buenos Aires, que se realizará en Timbre 4, y abrirá
con un espectáculo de Gabriel Calderón, uno de los dramaturgos jóvenes más relevantes
que tiene Uruguay, que escribió esa obra para Estela Medina, icónica
actriz, discípula directa de Margarita Xirgu, con la que se cerró este
año el Festival de San Sebastián, y que estuvo también en la temporada en
Madrid, configurando un recorrido internacional muy fuerte.
¿Y qué ha pasado con el FIDAE?
El festival este año tuvo su 5°edición desde 2009, durante la primera
presidencia de Tabaré Vázquez, cuando comienza y se instala como festival
público, aunque en realidad retoma un festival que se realizaba allí por la
década de 80, al final de la dictadura y comienzo de la transición democrática,
organizado por los críticos, que luego se discontinuó por razones económicas, pero
que fue muy importante para toda Iberoamérica.
Particularmente esta quinta edición tuvo dos elementos diferenciales,
por un lado que abarcó 12 de los 19 departamentos de Uruguay con espectáculos
nacionales e internacionales, y pudo poner a disposición y a la vista de todos
los artistas internacionales la importante infraestructura teatral que existe
en todo el país, no solo en Montevideo.
Por otro lado, fue clave para la organización la participación de la
sociedad civil, vehiculizada a partir de la creación de la Asociación Amigos, y
la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, que se encargaron de recibir
la ayuda del sector privado y nos permitieron contar con un presupuesto más importante,
para el desarrollo de este encuentro, donde se presentaron 22 espectáculos
extranjeros y 12 nacionales, y contó con la visita de programadores y
directores de teatro del exterior que ya han abierto puertas para futuras giras
de varios de los espectáculos.
¿En función de lo que se presentó en el Festival y lo trabajado en el
Instituto que rasgos crees definen hoy a las artes escénicas uruguayas?
Las artes escénicas uruguayas hoy llaman mucho la atención por la
diversidad de lenguajes estéticos y temáticos que existen, que generan una gran
singularidad en los nuevos creadores de las distintas disciplinas, que se
cristaliza en la conformación de una identidad en la diversidad muy
interesante.
Por otra parte, específicamente en relación a la dramaturgia teatral,
creo que los nuevos creadores uruguayos se caracterizan por una enorme libertad
de expresión, y una gran incorrección para el abordaje de los temas políticos,
con una mirada muy crítica hacia algunos mitos y pensamientos del pasado. Aquí no
hay solemnidad en el tratamiento de temas políticos como sucede en otras
dramaturgias de la región.
¿Cuál es el panorama en torno a la formación de nuevos públicos un tema
que hoy concentra la atención de gran parte de la gestión cultural?
En Uruguay las políticas de creación de nuevos públicos tienen mucho
desarrollo y antigüedad, los teatros públicos tienen una centralidad
indiscutida, al punto de que es el único país de Iberoamérica que tiene una
compañía de teatro estable, la Comedia Nacional, que este año justamente
cumplió 70 años, lo que permite la perdurabilidad de un repertorio, con precios
accesibles, que llega a muchas partes del territorio.
Luego, existen gran cantidad de políticas específicas, por ejemplo los
teatros independientes administran una tarjeta que se llama “socio
espectacular”, que te habilita a ver gran cantidad de espectáculos teatrales,
también cine y espectáculos deportivos, que genera mucho movimiento en las
artes escénicas.
Además, la ciudad de Montevideo en 2013 generó también una tarjeta para
los estudiantes de los últimos dos años del liceo y para los de la Universidad
del Trabajo, que es una universidad de oficios, que los estudiantes pueden
mantener mientras no pierdan la regularidad, por lo que incentiva la no
deserción escolar, y tiene un impacto muy grande y directo en la formación de
nuevos públicos, porque acerca a quienes están terminando la adolescencia e
iniciando su juventud, dando acceso y terminando con ciertas barreras no solo
económicas, sino también psicológicas, como el “esto no es para mí”, “el teatro
es para gente más grande”, etc.
Recuerdo que en 2015, un informe de la Cepal ubicaba a Montevideo como
la ciudad de Iberoamérica que registraba mayor asistencia a las salas de
espectáculos públicos en relación a su población, con fenómeno muy llamativos
como el que se genera con el ballet nacional del Sodre, que levanta el telón
con cualquier espectáculo y tiene 20 o 25 mil entradas vendidas antes de que se
sepa cómo es el espectáculo; además de que también ha derribado barreras como
los prejuicios del público masculino sobre el ballet clásico, los que existen
respecto de las edades, o los niveles socioeconómicos.
Yo creo que ese es un fenómeno único, por ejemplo este 24 de diciembre
ofrecieron una función de Cascanueces a las 11 de la mañana y las entradas se
agotaron a las 5 horas de ponerse a la venta, pese a que el día y el horario no
eran de lo más marketineros.
¿Finalmente, más allá de las actividades concretas que nuevos objetivos
te propones alcanzar desde la gestión del INAE para el período 2018-2020?
En los próximos años de gestión quiero darle más centralidad a los
debates sobre los temas de actualidad, para lo que ya estamos organizando una
serie de jornadas, a las que denominamos “La escena política”, en las que
convocaremos a artistas y dirigentes políticos de diferentes signos, vinculando
el debate y la creación sobre temas que requieren reflexión, como cuál es la
función de un teatro público en el siglo 21.
Como estamos tan apremiados por el hacer continuo, con las nuevas
tecnologías que nos empujan todo el tiempo en esa dirección, muchas veces nos
queda poco margen para la reflexión, para encontrarnos con el otro, y debatir
sobre un tema. Además, por esta cosa de la instantaneidad, y de la posibilidad
de dar cuenta de nuestras experiencias vitales, también estamos perdiendo la
oportunidad de conversar sobre temas teóricos, que no nos incluyan como sujetos
necesariamente. Creo que esto es una necesidad y una oportunidad no solo para
Uruguay, sino para toda la región, porque en un mundo donde todo está cambiando
las políticas culturales indudablemente requieren un replanteo, entonces
necesitamos sentarnos a reflexionar, a pensar en qué insistimos, que debemos
cambiar, y centralmente qué es lo que la sociedad necesita de aquellos que hoy
gestionamos cultura.
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