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Por su misma naturaleza, este ejercicio le abre a uno a la alta
sabiduría del Dios trascendente, que desciende amorosamente a las profundidades
del espíritu del hombre, uniéndole y ligándole a Dios en delicado y espiritual
conocimiento. Como alabanza de esta gozosa y exquisita actividad el sabio
Salomón prorrumpe alborozado y dice:
Feliz el hombre que ha encontrado la sabiduría. Mejor es andar en
busca de sabiduría que en busca de plata. No hay tesoro escondido que te dé
mejor provecho… Hijo mío, actúa en todo con reflexión y prudencia, no las
pierdas de vista y te servirán de adorno. Entonces caminaras seguro y tú pie no
tropezará, no tendrás miedo al acostarte, reposarás y tu sueño te será bueno.
No temerás el espanto repentino, ni la agresión de algún malvado. Yavé está a
tu lado y cuidará que tu pie no se prenda en la red.
Explicaré el significado oculto de lo que aquí se dice. Feliz en
verdad, es ese hombre que encuentra la sabiduría que le unifica y le une a
Dios. Feliz aquel que ofreciendo a Dios la oscura conciencia de su propio yo
enriquece su vida interior con una ciencia amorosa, delicada y espiritual que
trasciende con mucho todo conocimiento connatural o adquirido. Vale mucho más
esta sabiduría y el sosiego de esta obra interior, llena de delicadeza y de
finura, que poseer oro y plata. En este pasaje, el oro y la plata simbolizan
todo conocimiento de los sentidos y del espíritu. Nuestras facultades
espirituales adquieren este oro y plata concentrándose en las cosas que están o
por debajo de nosotros o dentro de nosotros o al mismo nivel que nosotros, en
las meditaciones sobre los atributos del ser de Dios o el ser de las criaturas.
Después continúa diciendo por qué esta obra interior es mejor, al
afirmar que es el primero y más puro de los frutos del hombre. Y no es extraño
si tienes en cuenta que la alta sabiduría espiritual enseguida en este trabajo
brota libre y espontáneamente del fondo más profundo e íntimo del espíritu. Es
una sabiduría oscura e informe, que está muy lejos de todas las fantasías de la
razón o de la imaginación. Jamás se fatiga y el esfuerzo de las facultades
naturales serán capaces de producir algo semejante. Pues lo que producen, por
sublime o sutil que sea, comparado con esta sabiduría, es poco más que a
fingida vacuidad de la ilusión. Está tan distante de la verdad, visible a la
luz radiante del sol espiritual, como la palidez de los rayos de la luna en una
noche de invierno lo están del esplendor del sol en el día más claro en pleno
verano.
Luego Salomón prosigue aconsejando a su hijo guardar esta ley y
consejo, en que están perfectamente contenidos todos los mandamientos y leyes
del Antiguo Testamento, sin esforzarse de modo especial en concentrarse en
alguno de ellos en particular. Esta obra interior se llama ley simplemente
porque incluye en sí misma todas las ramas y frutos de la ley entera. Pues si
la examinamos con detenimiento, podrás averiguar que su vitalidad está
enraizada y fundamentada en el glorioso don del amor que es, como enseña el
Apóstol, la perfección de toda ley. “La perfección de la ley es el amor”.
Te digo, pues, que si guardas esta ley de amor y este consejo
vivificador, será realmente la vida de tu espíritu, como dice Salomón. En tu
interior conocerás el reposo de morar en el amor de Dios. Hacia Él
exteriormente toda tu personalidad unificada irradiará la belleza de su amor,
pues con una fidelidad indefectible te inspirará la respuesta más adecuada en
tu trato con tus hermanos cristianos. Y de estas dos actividades (el amor
interior de Dios y la expresión externa de tu amor a los demás) penden toda la
ley y los profetas, como dicen las Escrituras. Después, a medida que te
perfecciones en la obra del amor, tanto de dentro como de fuera, irás
adelantando en tu camino apoyado en la gracia (tu guía en este viaje
espiritual), ofreciendo amorosamente tu ciego y puro ser al glorioso ser de
Dios. Aunque son distintos por naturaleza, la gracia los ha hecho uno.
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