DECIMOCUARTA ENTREGA
JUAN FLÓ / INTRODUCCIÓN (11)
Los argumentos para sostener que las listas fueron escritas en el margen derecho de la página todavía en blanco, dejando espacio para la escritura del poema, los he desarrollado en otra ocasión. A continuación los abrevio al máximo porque creo que aun en esa forma son convincentes. En algunos casos el texto del poema llega a la palabra correspondiente de la lista y la escritura debe desviarse, lo que indica que en ese lugar de la página la palabra ya estaba escrita. Algunas de las palabras de la lista no aparecen en el texto lo que vuelve inverosímil que las demás se hayan extraído de él una vez escrito. En algunos casos la palabra de la lista aparece en el texto, pero luego es tachada y sustituida por otra que tiene alguna analogía con ella, lo que quita sentido a que, en una lista confeccionada a posteriori de la escritura, se haya elegido la palabra tachada. Y, en fin, es concluyente el hecho de que, aunque, en general se mantiene en el poema el orden de las palabras de la lista, hay excepciones a esta regla, lo que solamente podría explicarse como un error si las listas fueran posteriores a la escritura del poema, pero ese error habría sido fácil de corregir y tal corrección no aparece en ninguno de los casos.
Una vez admitida la precedencia de las listas de palabras respecto de la composición del poema y si admitimos, por lo tanto, que la hipótesis más razonable es que las listas son parte de un procedimiento de producción del poema, nos vemos obligados a conjeturar cuál puede haber sido la función que cumplieron en la escritura.
Empezaré por describir algunos de los rasgos significativos de esas listas. Se trata, como vimos, de listas que guardan, en principio, una relación biunívoca con los versos, aunque con varias excepciones. En algunos casos, el número de versos no coincide exactamente con el número de palabras: en los dos poemas de fecha más temprana, hay dos versos más que palabras, siete versos más que palabras en el tercero, y en el más tardío, que fue descartado por Vallejo y en el que el procedimiento es abandonado antes de terminar el poema -poema que, por otra parte, permanece inacabado y no fue incluido en los manuscritos dactilografiados dispuestos para su publicación- hay dos palabras más que versos. En la mayoría de los casos el orden de las palabras de las listas corresponde al orden de los versos. En algunos casos, pocos, en lugar de una palabra se trata de una expresión compuesta (‘lloro mi lloro’, en ‘Quiere y no quiere su color mi pecho…’). En varios casos se utiliza más de una palabra de la lista en un mismo verso. Las palabras, en varias ocasiones, son utilizadas en los versos pero sufren cambios de género o número y pasan, a veces, de ser adjetivos a ser adverbios. También hay sustitución de ciertas palabras porque, al fin de cuentas, todas las anomalías son desviaciones, no demasiado significativas, de la que podemos llamar la regla general: dos series biunívocas en la a cada palabra corresponde un verso y a cada verso una palabra.
El único rasgo que nos dice algo interesante es que las palabras de las listas son notablemente anodinas. Una buena manera de comprobar el poco carácter de esas palabras es compararlas con las que constituyen algunos poemas construidos básicamente por simple yuxtaposición de palabras (‘La paz, la avispa, el taco, las vertientes…’y ‘Transido, salomónico, decente…), escritos en fechas próximas a las de estos cuatro y que seguramente tienen que ver con una preocupación común por determinada investigación técnica.
Tan voluntariamente anodinas son las palabras de las listas, que prácticamente ninguna de ellas forma parte del léxico peculiar de Vallejo (una sola palabra corresponde a sustantivos relativos a partes del cuerpo, sustantivos que son usados 1229 veces en los poemas de Vallejo). Tampoco pueden explicarse por alguna vinculación con el clima del poema, ni pueden ser interpretadas como palabras que nos entreguen alguna clave para la lectura del mismo. Esto es así no solamente por el carácter poco relevante de las palabras, sino porque suponer que tienen una función significativa, implica que el poeta, en el momento en que escribe esas palabras en cierto orden, tiene ya in mente la estructura del poema, tan en detalle, que puede disponer en qué orden aparecerán ciertos términos esenciales, uno por verso, lo que es contradictorio con las huellas que hay en el manuscrito de una compleja elaboración cargada de correcciones y cambios.
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