DUODÉCIMA ENTREGA
JUAN FLÓ / INTRODUCCIÓN (9)
Por otra parte, incluso en los casos en que -como ocurre en muchos poemas- el texto en su conjunto mantiene una referencialidad sólida, sostenida en algunos elementos que parecen estar allí para que ésta no se esfume, no por eso la referencialidad de las palabras aisladas colabora necesariamente en la referencialidad del poema. Si dijéramos que la marca distintiva de esta poética es el uso de los vocablos por su valor referencial, pero sin que constituyan discursos referenciales, estaríamos en lo cierto. Pero esa marca, que caracteriza su singularidad, no es la estofa única de los textos. En los poemas encontramos el uso del discurso referencial, sintáctico y lógico, conservado, en algunos casos como substrato, o apareciendo y desapareciendo, con o sin posibilidad de sutura, después de grandes espacios de pura interacción de los vocablos. Es un discurso que usa también los recursos de la retórica tradicional y, en grado superlativo, los efectos de los sonidos y los acentos de la palabra. Pero estos rasgos ‘comunes’ de la escritura de Vallejo son parte indispensable de la ocurrencia de los rasgos más propios. No solamente porque la función más expresiva, la comunicación emocional, la necesidad de transformar experiencias en hechos poéticos comunicables, son propuestas a las que Vallejo siempre fue fiel, -a menudo construyó con los medios tradicionales accesos retóricos para que su poesía conmoviera intuitivamente y en ese sentido la suya es lo contrario de una poesía verdaderamente hermética- sino, además, porque la propia tentativa inédita en el uso de las palabras requiere un determinado marco que podemos llamar convencional. El producto de la interacción de los vocablos como entidades autónomas, que no se sujetan al sentido de un discurso, varía completamente según el contexto en el cual esas interacciones ocurren: en la prosa de Vallejo, en sus cartas o en sus artículos muchas veces se dispara en dosis minúsculas su generador de vocablos en interacción libre. En esos momentos es posible que el efecto de esas intromisiones sea, en el mejor de los casos, humorístico, y en otros rechine como resultado de la torpeza o de la inoportunidad. Es posible hacer una anti-antología pesquisando expresiones extravagantes (e ineficientes) en textos en prosa de Vallejo, incluso en sus Escalas. Y podemos hacer una experiencia que puede resultar tan impactantes como las experiencias que, con la percepción visual, nos enseñó a hacer la sicología de la Gestalt; probemos de implantar en un texto en prosa lo que nos parece un hallazgo poético de un poema de Vallejo y veremos que no solamente detona como un intruso, lo que ocurriría por igual con Garcilaso o con Quevedo, sino que, desamparado del contexto y del clima que ese contexto genera, el hallazgo poético se torna una expresión arbitraria y quizá irrisoria.
En ese sentido, lo más peculiar de la poética de Vallejo, esa situación inaudita que ocurre cuando ciertas palabras se cruzan y entran en ignición, es un acontecimiento frágil que requiere un marco que le de sentido.
En Poemas humanos y, en particular, en España, aparta de mí este cáliz, hay un papel mayor de ese marco referencial que propone un acceso al sentido, y de un marco retórico que otorga un contexto convencional que orienta la recepción del poema. Esa contextura bivalente de la poesía vallejiana, que nos obliga a precisar muy bien lo que queremos decir cuando afirmamos que es referencial o no referencial, vuelve muy riesgosa la tarea de los críticos que se aventuran en la exégesis de la poesía de Vallejo. Esa bivalencia hace que se vean tentados a proseguir la indagación de sentidos más allá de lo razonable. Entiendo por razonable evitar cuidadosamente las hipótesis que sobrepasan el punto en el cual es reconocible la voluntad del poeta de proporcionarnos un referente global del poema.
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