DECIMOQUINTA ENTREGA
CAPÍTULO 2 (8)
El rastro de la sangre
Barba Azul (8)
Retrocesos y serpenteos
Retroceder y serpentear es lo que hace un animal que se esconde bajo tierra para escapar y aparecer a la espalda del depredador. Esta es la maniobra psíquica que lleva a cabo la esposa de Barba Azul para recuperar la soberanía sobre su propia vida.
Al descubrir lo que él considera un engaño de su mujer, Barba Azul la agarra por el cabello y la arrastra escaleras abajo. "¡Ahora te toca a ti! ", ruge. El elemento asesino del inconciente surge de golpe y amenaza con destruir a la mujer conciente.
El análisis, la interpretación de los sueños, el conocimiento y la exploración de sí misma se llevan a cabo porque son medios para retroceder y serpear, para desaparecer bajo tierra, salir por detrás de la cuestión y verla desde una perspectiva distinta. Sin la capacidad de ver de verdad, se pierde lo que se aprende acerca del yo-ego y del Yo numinoso*.
En Barba Azul la psique intenta evitar que la maten. Ha dejado de ser ingenua y utiliza la astucia; pide que le concedan un poco de tiempo para prepararse, en otras palabras, pide tiempo para armarse de valor con vistas a la batalla final. En la realidad exterior, vemos que hay mujeres que también planean sus fugas, ya sea de una antigua conducta destructiva o bien de un amante o un trabajo.
Quieren ganar tiempo, esperan el momento oportuno, planean su estrategia y echan mano de su poder interior antes de llevar a cabo un cambio exterior. A veces esta inmensa amenaza del depredador basta para que una mujer deje de ser una infeliz acomodaticia y adquiera la recelosa mirada de los que están en guardia.
Por una curiosa ironía ambos aspectos de la psique, el depredador y el potencial juvenil, llegan a su punto de ebullición. Cuando una mujer comprende que ha sido una presa tanto en el mundo exterior como en el interior, casi no lo puede resistir. Es algo que golpea de lleno la raíz de quién es ella y entonces decide, y hace muy bien, matar la fuerza depredadora.
Entretanto, su complejo depredador está furioso porque ella ha abierto la puerta prohibida y empieza a efectuar rondas de inspección en un intento de cortarle todas las posibilidades de huida. La fuerza destructora se convierte en asesina y afirma que la mujer ha profanado lo más sagrado y ahora tiene que morir.
Cuando unos aspectos contrarios de la psique de una mujer llegan al punto de inflamación, cabe la posibilidad de que ésta se encuentre increíblemente cansada, pues su libido se siente arrastrada en dos direcciones contrarias. Sin embargo, aunque una mujer esté muerta de cansancio por culpa de sus lamentables luchas, cualesquiera que éstas sean, y por muy grande que sea su hambre de alma, tiene que planear la fuga y esforzarse por seguir adelante. Este momento crítico es algo así como pasarse un día y una noche seguidos a temperaturas bajo cero. Para poder sobrevivir no tenemos que rendirnos al cansancio. Quedarnos dormidas ahora equivaldría a una muerte segura.
Ésta es la iniciación más profunda, la iniciación de una mujer en la utilización de los sentidos instintivos que ella tiene para identificar y desterrar al depredador.
Es el momento en que la mujer cautiva pasa de la situación de víctima a una situación en la que se intensifica su perspicacia, sus ojos miran con expresión más taimada y se afina su oído. Es el momento en el que, gracias a un esfuerzo casi sobrehumano, consigue que la extenuada psique lleve a cabo su tarea final. Las preguntas clave la siguen ayudando, pues la llave sigue derramando la sangre de la sabiduría mientras el depredador trata de impedir que adquiera conciencia de lo que ocurre. Su insensato mensaje es: "Si adquieres conciencia, morirás."
La respuesta de la mujer consiste en inducirle a creer que ella es su voluntaria víctima mientras planea su muerte.
Dicen que, entre los animales, el depredador y su presa trenzan una misteriosa danza psíquica. Dicen que, cuando la presa establece con el depredador cierto tipo de servil contacto visual y experimenta un temblor que produce una leve ondulación de la piel sobre los músculos, reconoce su propia debilidad y accede a convertirse en su víctima.
* Término forjado por el teólogo y filósofo alemán Rudolf Otto (1869-1937) en referencia a lo divino o sagrado y que Jung identifica con lo inconciente, tanto en su incoherencia destructora (el aspecto demoníaco de Dios) como en su proyecto coherente con la realización del Yo (el aspecto lógico de Dios). (N. de la T.)
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