martes

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS (todos los martes)






DECIMOCUARTA ENTREGA (CAPÍTULOS 33 DE DOS Y 1 AL 4 DE TRES)


33 / PALOMA

Acaba de posarse sobre el alféizar una paloma de mensajería y lo único que le encontró encanutado Joaquín fue un papelito en blanco.

Me pareció precioso.

Porque me hizo sentir más que nunca que uno nació para cargar la cosa como un relicario.

Y no hubo explicación que le bastara al sabionderío pa pispar mi estrategia de invadir el Río Grande hasta desencauzar en la redota cúlmine que foi Tacuarembó, pues ellos garrean mundo.

Frutos armistició con Bentos Manuel Ribeiro y yo labré la fragilidá del reino de lo puro hasta la última hez.

Y al pasar al Entre Ríos supe que el Jedoroso Sarratea y el Gran Jedoroso Alvear refalaron más pior que los desarrapados sucumbiendo frente a Ramírez y López y ahí se tramoyó el negocio federal con Capital regente y sin Protector monstroso.

Y corrieron morlacos y yo no fantochié cuando reorganizamos la Fonte de la América con Misiones y Corrientes.

Se nace pa perder.

Y lo eterno se siembra bramando a lo Jesús y a lo charrúa y no hay güelta.

Jamás fui un Quijote, Ansina.

Y tú, ¡oh extremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio de este fingido corazón que te adora!, ya que el maligno encantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en algún vestigio, para hacerla aborrecible a tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago la humildad con que mi alma te adora.

O maluco falaba muito béin.

Dizque Pancho Ramírez lloraba en persiguiéndome y era porque quería guillotinarme la projundidá azul.

Ortiga no le importaba.

Clara fica perlando el infierno en su piano y yo bufo un flemerío chillón pero me reina cosa.

Y agora lié un jaikú como en los viejos tiempos:

Esa paloma / que trajo tu silencio / me tocó el alma.

Don José hizo un Reglamento / donde le dijo al Alcalde / tome usté toda esa tierra / y repártala de valde. / Pero al hacer el reparto / debe usté tomar cuidado / de que los más infelices / sean los más privilegiados. / Tal vez por ser provisorio / nadie lo quiso escuchar / y todos han ayudado a vencer al General.

¿Les molesta mi amor?

No me doy por vencido.


TRES: LA SOLEDAD DEL PARAÍSO


1 / JACHUCÁVA


Dispués que Ramírez nos hizo disparar hasta Candelaria y quedamos encerrados, decidí pedirle asilo al Supremo.

En las ruinas misioneras de San Ignacio Miní se quedaron las tropas indias y el francés Amado Bonpland, que ya quería emprender la cultivación de yerba como recurso de sustentamiento.

Y con Nicolás Aripí y Andrés Latorre llegamos a ensoñar la fundación de una República Hermana en Paraná, aunque ya se mormoraba a torrentes que el Dictador había desbaratado la conjura secreta del patriciado federalista paraguayo.

Esa regolución la había impulsado yo, con un pliego que les envié en el 15 y quedó hasta el treinta y pico en la escuridá. Les propuse ir a buscar la cabeza de su excelencia para que ellos pudieran gobernar libremente.

Aura ni siquiera sabíamos si Yegros, Caballero y Cabañas ficaban en mazmorra o ya habían sido ujereados contra el naranjo, pero algo me hizo dentrar.

En setiembre del 20 le solicité amparo al Mandón Perpetuo y esperamos la respuesta tres días con el regimiento de negros que me acompañaba.

Y a mí al final el celebro se me volvió un camoatí donde se entreveraban el salmo 22 y una historia que conocí en Entre Ríos, fogoneando con mis horcones hermanos.

Dizque en el 16 el Tucho Arrieta decidió viajar a Asunción por mensajería reservada y no hubo quien lo disuadiera de afrontar semejante peligro. Él sostenía sonriendo que Jachukáva, la Humanidad Femenina para los guaraníes, no iba a dejar de pro-pro-pro-tegerlo pre-pre-pre-preciosamente.

Y Candiotti refería que el tartamudo fizo el trámite sin que le tocaran un pelo y que al volver le obsequió una estatuilla tape representadora de Nuestra Madre de Cuerpo Resplandeciente y encima socarroniándolo: Tu-tu-tu-tuviste po-po-po-poca fe.

A Ansina, como siempre, le había dado por coplear luminoso:

A la vista del Paraguay / ¿cómo podríamos dejar / de pasar allá, aunque hay / madeja para desenredar? / Estamos a cuatro de setiembre / mañana el río cruzaremos: / El Jefe bueno como siempre / confía que triunfaremos.

Yo iba rumiando endeliradamente pedacitos del salmo con nula ordenación.

Pero me acuerdo bien que al entregar la espada me barbotaba en la alma:

Nuestros padres confiaron en ti / confiaron y tú los liberaste / te pidieron ayuda y les diste libertad / confiaron en ti y no los defraudaste.

Pero yo no soy un hombre sino un gusano / soy el hazmerreír de la gente. / Los que me ven se burlan de mí, mueven la cabeza y dicen: / “Este confiaba en el Señor, pues que el Señor lo libre. / Ya que tanto le quiere que lo salve”.

Uno demora mucho en aprender que todos los mañanas son hermosos y algunos no lo aprenden nunca y por eso nos escupen.

Nos escupen la fe.

Melchora siempre decía que yo estaba muy enfermo de osesiones.

Como si el problema humano fuera la enfermedá y no la puta impureza.


2 / YVYMARANE’Y

Las sepetenta leguas del viaje que hicimos hasta Asunción escoltados por los húsares me satinaron mucho.

Porque de golpe me sentí respirando nuestra Tierra sin Mal selvatizada entre aquellos cobertizos tan de la misma fragilidá y arte de pesebrería como los que abarajaron los negros levantiscos en el Yí.

Nuestra yvymarané’y.

Refería el padre Azevedo que una vez Andrés Guacurarí le comentó que Purificación había sido concebida como un retablito para albergar la Inmaculada Fonte con la que intercedería el Sistema en Suramérica.

Y cuando me pidieron dende Vacas que su iglesia se pusiese al amparo de la Virgen del Carmelo anoté una carambola celestial en aras a la Banda.

Ya al pernoctar durante el traslado a Asunción pedí permiso pa desenchaquetarme antes que arreciara la mosquitada y era igual que si campáramos carpiendo eternidá y la mesmísima Cruz del Sur me lambiera los huesos como solía hacer Clara.

Ella sabe verle el reuma de la orfandá a los ojos del ajado.

Para los guaraníes la Ñandú guasú pyporé está formada por estrellas que ofician chamanismo de Anunciación canchada por el propio Tupá.

Lástima que aura yo debía enfrentarme a un Supremo de este gualichoso mundo y ya no corrían los tiempos de la Primera Junta, cuando aullábamos revoleando las patas en el Ayuí Viva el Paraguay y su sabio gobierno.

Ya corriendo el 14, al plegársenos el indómito Matiauda junto con Basualdo a patriar en Entre Ríos, França se puso púrpura.

Y dispués de tener que dilatar su guillotinamiento por el malonazo portugo que me cayó a lo pulpo, terminé hasta cartiándolo con zalamería chusca pa que no me lo arriara el congreso tucumano.

Pero él era muito bicho. Inteligente no.

Ya el Tucho me había alvertido que el hombre supo fajarse con pirfición ofídica pa canastear las mieses y las mieles labradas por el comunismo indio y jesuita que uno admiraba tanto porque producía unidá de razas y de rezos.

Pero al cabo el dotor en Teología se sintió el sustituto del Criador en el que ya no creiba y estragose a lo bárbaro.

Un inteligente sabe reverenciar al cielo en cualquier cultura y adorar las luciérnagas que porta cada pueblo.

Ya no tengo ni querencia / y las leguas no me espantan / porque no hay pa los que cantan / más pagos que el de la ausencia. / Nada me ata a la existencia / voy muriendo al tranco lerdo / y en ocasiones me pierdo / tras los horizontes rojos / con una niebla en los ojos / y acosao por los ricuerdos.

Me han echao en el fogón / ramitas de mataojo / espinas en el rastrojo / dolor en el corazón. / Y voy con esta canción / en los labios de una herida / pa que al final de mi vida / quede mi canto despierto / pues todo cocuyo muerto / deja una luz encendida.


3 / CABALLOS

Pero la noche que pernoctamos al raso de camino a Asunción tuve sueños horrísonos, porque la mosquitada que orillaba la selva se nos ensañó pitando a degüeyo y yo empecé a sentirme indagado en una mazmorra por el propio Supremo y lo único que podía bisbisear eran coplas para Ella.

Ay mi amor, sin ti no entiendo el despertar. / Ay mi amor, sin ti mi cama es ancha. / Ay mi amor, que me desvela la verdad. / Entre tú y yo la soledad / y un manojillo de escarcha.

Cuando depusimos las armas en Ytapúa los indios recularon a la uco-tópica República Hermana que querían sementar Aripí y Bompland, y a nosotros nos negaron el vadeo de las negras lanceras y el regimiento rugió tan colmilludo que casi pinta guerra. Pa mí hubo intercesión de Yachukáva y San Baltasar en yunta, porque finiquitaron por transar llanamente.

Durante la espantada a que nos sometió el Pancho reventamos fatal al matunguerío y dispués que los asábamos Ansina terminaba por firuletearles tantas persignaciones de perdón a los costillares sarnosos que un día lo mandé a la mierda.

Pero la tarde que decidimos embarcar en el Paso y desalforjé los últimos patacones encargándole a Francisco de los Santos que los utilizara pa liberar a la muchachada en Cobras, el Joaquín me quebró carteando por serenata un adiós familiero.

Mi querida Sinforosa / todavía no te he olvidado. / Aunque digan otra cosa / sigo siempre prendado. / Aquí estamos en Misiones / en los montes de Candelaria. / Hora es de separaciones: / aquí llora la calandria. / Se va los Santos pa Janeiro / Artigas se acordó de los presos / enviándoles todo el dinero / Ansina que aquí van mis besos.

Era un niño, carajo.

Y los mosquitos no cejaron un ápice con su bayonetaje y al punto me cundió la imunda pesadilla de ver a las lanceras escoltándome montadas sobre sus propios negros, a falta de matungos.

Cuánto dolor que hace reír.

Yo trotaba sobre Ansina, que de golpe enclavó las rodillas como para expirar y gemía por mulonga.

Amaneció en la luz serena y cruel / desde la noche / mirando estrellas / y las manos vacías, y las manos vacías / vueltas hacia la tierra.

El hombre ya se sabe que está aquí / condenado desde el nacimiento / y el hambre no le importa, y el hambre no le importa / la engaña con un sueño.

Yo le miré los ojos al Joaquín / tan tristemente empañados y quietos / morir es poca cosa, morir es poca cosa / dice Joaquín ya muerto.

Y entre las lanceras que iban armando el fuego pa pincharlo y manducárselo estaba mi Melchora.

Aquel odio estancado.

Al reemprender la marcha con las barras del día pensé que lo mejor en el mundo era ser un caballo muerto porque naide puede ponerle precio, y además alimenta.


4 / CONVENTO


El 14 de setiembre me introdujeron solo en la plaza principal bajo el aplastamiento de una polvadera que rajaba los tejados de las casonas musgosas y emburacadas como panteones.

Muerda derrota, Pepe.

Gente casi no había porque entre estos mormazos se sestea media tarde, pero lo que hizo fruncir hasta a los húsares fueron los perros espachurrados que empezamos a encontrar ya dende los mesmos propios, purpurando el naranja del camino real donde los chanchos salvajes hozaban arreglándoselas pa destripar al paso alguna comadreja metida en el festín.

Un presagio precioso.

Después supimos que si algún cuzco se le abalanzaba al caballo del Dictador durante su paseo diario la tropa salía en masacre a discreción con cimarronerío y todo, exceptuando por seguro a los husmeadores de los cortijos públicos.

Y chorreando vergüenza en un hospitalillo infestado de iguanas recordé que en Las Tunas, mientras planeábamos la república uco-tópica y el avance hacia el sur pa empalar a Sarratea y a Lecor con refuerzos guaraníes, Bompland me notició que el famoso coplero que había escandalizado en parranda a toda Asunción cuando yo entuavía era yo ficaba harto en mazmorra.

El letrado cajetilla que entonó por darse corte unas coplas dedicadas a nuestro Sistema se llamaba Galiano, y una de ellas se les quedó prendida como abrojo a la populación mormoradora.

Viva el General Artigas / su tropa bien arreglada / lejos de malas intrigas / tiene la causa ganada.

Bocón zonzo, el Galiano.

No da ni pa pensar lo que se habrán mofado los viejos insurgentes en viendo aparecer al otro día a mis estropajosos proletarios que terminaron colmenando comunidades exemplares en la jurisdicción de San Lorenzo.

A mí me encerraron en el Convento de la Merced, y los únicos escoltas que siguieron acuartelados fueron Ansina y Montevideo Martínez.

Lo pior fue separarse de los lanceros entre azahares y al azar, porque de la conjura secreta no se sabía ni mu.

Había muerto mucho perro.

Se parece a la desesperación aunque no sea un pecado. Cuando al tocar un alma dulcemente desnuda por motivos de adiós, no nos asombra tanto la oquedad espacial como la de unos ojos. Y lloramos cantando.

Cuando ingresé a la Celda de los Visitadores acompañado por Fray Bernardino de Enciso supe que Azara había recalado allí durante la misión que lo hizo conocer incluso San Isidro.

Pepe el solo del todo.

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