16 relatos
HUGO GIOVANETTI VIOLA
TERCERA ENTREGA
MISS
para el Negro Jefe
-NO SABEMOS qué le pasa, doctor -dice el padre de la muchacha mientras cruzan el living. -De repente empezó a toser y a toser y a toser y ahora se nos ahoga.
-Yo pienso que es la guerra de nervios que estamos viviendo desde el compromiso -alcanzó a murmurar la madre al entrar al dormitorio. -Esto es peor que cualquier telenovela.
-Cómo te llamás, hija -pregunta Rabí apoyando la mano sobre las trencitas africanas de la chiquilina ovillada por la tos.
Y apenas me arrodillé presionándole la nuca se calmó y contestó:
-Rosángela.
-¿Estás resfriada, Rosángela?
-No.
-¿Sufrís de asma?
-No.
-Bueno, entonces quedate tranquila. Antes que me olvide: ¿me podrías conseguir un autógrafo de Picaflor? El otro día los vimos con mi hijo en el noticiero.
La muchacha de cuerpo de pantera y ojos oceánicos sonríe y vuelve a toser desenfrenadamente.
-La inhalo-cámara, por favor -tuve que sacudirle un hombro al enfermero. -Dos disparos.
El enfermero y el chofer dejan de observar la pared-altar donde Picaflor Cortés -el golero de Peñarol y la selección uruguaya recién vendido a Italia- posa solo o en grupo desde su nacimiento hasta la fiesta de compromiso con Rosángela.
-Ta -dije después de las inhalaciones. -Ya pasó. Y mantenete tranquila: si te morís de amor no vas a poder casarte. ¿Desde cuándo se conocen con Picaflor?
-Desde el Jardín de Infantes.
Rabí mira de reojo al chofer y le obstruye el asedio carnívoro al escote de la chiquilina diciendo:
-Ahora vamos a revisarte para descartar cualquier cuadro respiratorio y dormís unas horas en paz. Y pase lo que pase no le hagas caso al diablo, hermana.
-DIABLA, DOCTOR -me corrigió la madre de Rosángela cuando volvimos al living. -Fue la mejor amiga de ella la que mandó grafitear los muros de la cuadra. Ella misma se lo confesó hace un rato por teléfono, como si tal cosa.
-Y yo me agarré a piñazos con una barra de la cooperativa y terminé en la Seccional y todo -agrega el hombre de motas erizadas, señalándose un moretón. -Porque la miss había hecho correr la bola de que fueron los muchachos los que escribieron la concha negra de Rosángela por toda la cuadra. Pero fue ella: la actual Miss Uruguay. Aunque parezca joda.
-Desde la fiesta del compromiso que no la deja en paz -me sondeó la mujer color café con leche. -Y mire que al bombardeo de la prensa ya estamos acostumbrados. Pero esto es diferente.
Rabí contempla un póster donde los rulos de Picaflor Cortés flotan como un trigal de Van Gogh y sentencia:
-El mundo da mucha guerra, señora. Ahora hay que pensar en el amor y seguir defendiendo el arco con calidad. Es lo único que sirve.
TELÉFONO
para I.
RABÍ Y su hijo llegan a la última playita de la Punta del Diablo cuando ya se distinguen algunas estrellas.
-Y si nos quedamos un rato aquí -me preguntó Senel.
-Como quieras. Para mí vale todo.
Rabí y el chiquilín con complexión de garza se sientan de espaldas al atardecer.
-Bueno -siguió Senel. -Te explico lo del teléfono.
-Okey.
-Son muchachas que me llaman. Nada más.
-Eso ya lo sabíamos.
-Pero ellas me precisan. Más allá de si gustan de mí o no. Es muy bravo de explicar.
-¿Pero por qué hablan tanto?
-Hablamos lo que precisamos.
-¿Son todas del liceo?
-No. Hay amigas que conozco de las fiestas, también.
-¿Pero por qué tiene que ser durante tantas horas y todas las noches, loco? Te lo digo en una buena.
-Eso no está planeado, papá. Vos sos médico de urgencia y curás a la gente a la hora que te llaman.
-¿Y vos curás?
-Yo escucho. Nada más. Y converso. Y ellas se sienten bien.
De repente Rabí entorna los ojos y murmura:
-Dios mío. Mirá lo que está saliendo del agua.
Senel torció la cara y dijo:
-Es Baloma Regusci. A veces se baña aquí, a esta hora. Muchos pibes se mandan por estas playas nada más que para verla.
-Y por qué está rapada.
-No sé. Pero sigue siendo lo más precioso que hay en todo Valizas.
La muchacha de grandes pechos desnudos termina de emerger y cava una mirada fosforecente en Senel mientras se baja un momento el bikini para sacudirse la arena. Mostró el vellón azul y se escapó corriendo.
-Che, viejo -dice Senel al rato. -Creo que quiero ser cura.
-Me di cuenta que estaba hablando en serio.
TÚNEL
para Olga Pierri
-¿SABÉS QUE aquel domingo que tocaste Walton en el museo fue uno de los mejores momentos de mi vida? -le dice Rabí a su hija mientras vuelven por la costa de Valizas cargando un cernidor, una pala y dos baldes de berberechos.
Poli esperó unos pasos para escarbarme:
-¿Y cuáles fueron los otros momentos más importantes?
-Fueron seis, en este orden. Primero: el día que nos casamos con tu madre. Segundo, tercero y cuarto: cuando nacieron vos y tus hermanos. Quinto: la madrugada que reanimé a aquella muchacha haciéndole masajes y respiración boca a boca durante una hora. Sexto: la vez que logré sacarle a Tato Carro las ganas de morirse con una adivinanza.
-¿Y a cuál de todos se pareció más el momento del concierto?
Rabí observa la transfiguración solar de los ojos de Poli y contesta:
-Creo que al de la muchacha.
-Por qué. Qué sentiste.
-Sentí tanto amor por la belleza que supe que esa cosa total -esa especie de reverberación interior y exterior que le ves al océano, por ejemplo- ya era la vida eterna.
De golpe Poli se frenó y me sondeó desde su metro cincuenta, con incredulidad.
-¿Y cuántos años hace que no salías del túnel? Porque cuando Tato Carro se quiso suicidar yo tenía seis o siete.
-Entonces calculá. Cuando diste el concierto llevaría doce o trece años sin nadar en el reino. Porque una cosa es soñarlo o respirarlo pero otra es agarrarlo, hermana.
-Sos un oso muy triste, doctor Rabí.
-Y vos sos una Misobaco Yanosuda con ovarios geniales.
La muchacha carcajea tintineantemente y apoya el balde en la orilla para acomodarse el sombrero de paja.
-¿Sabés que el día del museo Olga me pidió que tocara para vos, osobuco? Porque estábamos peleados a muerte: ¿te acordás? Y cuando vino el apagón y seguí con la Bagatela sentí que ya no era yo. Aunque nunca sabré quién carajo tocaba.
-Bueno -dije. -Está bien. Lo que importa es saber en qué parte de la playa se agarra el berberecho.
ASADO
para L. y J.
-ME ENTERÉ que ahora te llaman la muchacha de los ojos de oro -le dice Jerónimo a Brenda, cuando los Rabí bajan del auto.
Mi mujer sonrió como una modelo del Cinquecento y entró a hacer la ensalada.
-¿Marcha el asado? -le pregunta Rabí a su hermano. -¿Ya me robaste whisky?
-Sigo con el mate, loco -subió un dedo orgulloso Jerónimo. -Y el asado es un adagio prestilagoyano. ¿Cómo les fue?
Rabí se acerca al parrillero acariciándose la nuez y murmura:
-Nunca pensé que ir en familia al cementerio pudiera ser tan lindo.
-Mirá vos.
-Y pensar que Poli y yo nos enojábamos cuando Brenda iba con Senel. Y hoy Poli se quedó un rato parada frente a La piedad de Yepes y dijo que ella se acordaba de Sabrina.
-Y a lo mejor se acuerda.
-¿Traigo el whisky?
-¿SABÉS QUE hoy escuchando a los Presti-Lagoya mientras armaba el fuego visualicé el problema de la Humanidad? -empezó a dar vuelta los chorizos Jerónimo, muy transpirado.
-Te felicito.
-Y lo calé clarísimo: una cosa como un trazo para atrás en la cueva. Apenitas. Y nos vi a todos cazando, además. Nunca me había pasado.
-¿Cazando qué?
-La certidumbre de la inmortalidad. Porque lo que hizo Cristo fue terminar de destapar el tarro con la fogata adentro, loco. Realmente. La cosa es seguir arrimándole astillas de gran tiempo. No lo inventás: lo ves, lo sellás y lo das. Como si rebobinaras el trazo de la más dimensión y lo alargaras.
-Cristo -chista Rabí. -Qué difícil que es ser tu hermanito menor.
-No quiero imaginármelo. Ser hermano de un tipo que sólo puede querer a Dios y a sus poemas más que a sí mismo debe ser espantoso. Vos querés a tu familia y a tus amigos y a tus pacientes más que a vos mismo, gordo. Se te nota a la legua. Tenés una hija muerta y sos capaz de encontrar el paraíso en un cementerio. ¿Dónde queda la tumba de mi matrimonio muerto?
-Calma -dije.
-Los poemas no son gente, hermano. Y yo no sé querer santamente a nadie si no es a través de eso. ¿Entendés?
-¿Falta mucho para el asado?
-Unos quince minutos.
-¿Por qué no ponés a los Presti-Lagoya?
-Okey -bizquea Jerónimo. -Dejame rebobinar el cassette que tiene Bach.
HUGO GIOVANETTI VIOLA
TERCERA ENTREGA
MISS
para el Negro Jefe
-NO SABEMOS qué le pasa, doctor -dice el padre de la muchacha mientras cruzan el living. -De repente empezó a toser y a toser y a toser y ahora se nos ahoga.
-Yo pienso que es la guerra de nervios que estamos viviendo desde el compromiso -alcanzó a murmurar la madre al entrar al dormitorio. -Esto es peor que cualquier telenovela.
-Cómo te llamás, hija -pregunta Rabí apoyando la mano sobre las trencitas africanas de la chiquilina ovillada por la tos.
Y apenas me arrodillé presionándole la nuca se calmó y contestó:
-Rosángela.
-¿Estás resfriada, Rosángela?
-No.
-¿Sufrís de asma?
-No.
-Bueno, entonces quedate tranquila. Antes que me olvide: ¿me podrías conseguir un autógrafo de Picaflor? El otro día los vimos con mi hijo en el noticiero.
La muchacha de cuerpo de pantera y ojos oceánicos sonríe y vuelve a toser desenfrenadamente.
-La inhalo-cámara, por favor -tuve que sacudirle un hombro al enfermero. -Dos disparos.
El enfermero y el chofer dejan de observar la pared-altar donde Picaflor Cortés -el golero de Peñarol y la selección uruguaya recién vendido a Italia- posa solo o en grupo desde su nacimiento hasta la fiesta de compromiso con Rosángela.
-Ta -dije después de las inhalaciones. -Ya pasó. Y mantenete tranquila: si te morís de amor no vas a poder casarte. ¿Desde cuándo se conocen con Picaflor?
-Desde el Jardín de Infantes.
Rabí mira de reojo al chofer y le obstruye el asedio carnívoro al escote de la chiquilina diciendo:
-Ahora vamos a revisarte para descartar cualquier cuadro respiratorio y dormís unas horas en paz. Y pase lo que pase no le hagas caso al diablo, hermana.
-DIABLA, DOCTOR -me corrigió la madre de Rosángela cuando volvimos al living. -Fue la mejor amiga de ella la que mandó grafitear los muros de la cuadra. Ella misma se lo confesó hace un rato por teléfono, como si tal cosa.
-Y yo me agarré a piñazos con una barra de la cooperativa y terminé en la Seccional y todo -agrega el hombre de motas erizadas, señalándose un moretón. -Porque la miss había hecho correr la bola de que fueron los muchachos los que escribieron la concha negra de Rosángela por toda la cuadra. Pero fue ella: la actual Miss Uruguay. Aunque parezca joda.
-Desde la fiesta del compromiso que no la deja en paz -me sondeó la mujer color café con leche. -Y mire que al bombardeo de la prensa ya estamos acostumbrados. Pero esto es diferente.
Rabí contempla un póster donde los rulos de Picaflor Cortés flotan como un trigal de Van Gogh y sentencia:
-El mundo da mucha guerra, señora. Ahora hay que pensar en el amor y seguir defendiendo el arco con calidad. Es lo único que sirve.
TELÉFONO
para I.
RABÍ Y su hijo llegan a la última playita de la Punta del Diablo cuando ya se distinguen algunas estrellas.
-Y si nos quedamos un rato aquí -me preguntó Senel.
-Como quieras. Para mí vale todo.
Rabí y el chiquilín con complexión de garza se sientan de espaldas al atardecer.
-Bueno -siguió Senel. -Te explico lo del teléfono.
-Okey.
-Son muchachas que me llaman. Nada más.
-Eso ya lo sabíamos.
-Pero ellas me precisan. Más allá de si gustan de mí o no. Es muy bravo de explicar.
-¿Pero por qué hablan tanto?
-Hablamos lo que precisamos.
-¿Son todas del liceo?
-No. Hay amigas que conozco de las fiestas, también.
-¿Pero por qué tiene que ser durante tantas horas y todas las noches, loco? Te lo digo en una buena.
-Eso no está planeado, papá. Vos sos médico de urgencia y curás a la gente a la hora que te llaman.
-¿Y vos curás?
-Yo escucho. Nada más. Y converso. Y ellas se sienten bien.
De repente Rabí entorna los ojos y murmura:
-Dios mío. Mirá lo que está saliendo del agua.
Senel torció la cara y dijo:
-Es Baloma Regusci. A veces se baña aquí, a esta hora. Muchos pibes se mandan por estas playas nada más que para verla.
-Y por qué está rapada.
-No sé. Pero sigue siendo lo más precioso que hay en todo Valizas.
La muchacha de grandes pechos desnudos termina de emerger y cava una mirada fosforecente en Senel mientras se baja un momento el bikini para sacudirse la arena. Mostró el vellón azul y se escapó corriendo.
-Che, viejo -dice Senel al rato. -Creo que quiero ser cura.
-Me di cuenta que estaba hablando en serio.
TÚNEL
para Olga Pierri
-¿SABÉS QUE aquel domingo que tocaste Walton en el museo fue uno de los mejores momentos de mi vida? -le dice Rabí a su hija mientras vuelven por la costa de Valizas cargando un cernidor, una pala y dos baldes de berberechos.
Poli esperó unos pasos para escarbarme:
-¿Y cuáles fueron los otros momentos más importantes?
-Fueron seis, en este orden. Primero: el día que nos casamos con tu madre. Segundo, tercero y cuarto: cuando nacieron vos y tus hermanos. Quinto: la madrugada que reanimé a aquella muchacha haciéndole masajes y respiración boca a boca durante una hora. Sexto: la vez que logré sacarle a Tato Carro las ganas de morirse con una adivinanza.
-¿Y a cuál de todos se pareció más el momento del concierto?
Rabí observa la transfiguración solar de los ojos de Poli y contesta:
-Creo que al de la muchacha.
-Por qué. Qué sentiste.
-Sentí tanto amor por la belleza que supe que esa cosa total -esa especie de reverberación interior y exterior que le ves al océano, por ejemplo- ya era la vida eterna.
De golpe Poli se frenó y me sondeó desde su metro cincuenta, con incredulidad.
-¿Y cuántos años hace que no salías del túnel? Porque cuando Tato Carro se quiso suicidar yo tenía seis o siete.
-Entonces calculá. Cuando diste el concierto llevaría doce o trece años sin nadar en el reino. Porque una cosa es soñarlo o respirarlo pero otra es agarrarlo, hermana.
-Sos un oso muy triste, doctor Rabí.
-Y vos sos una Misobaco Yanosuda con ovarios geniales.
La muchacha carcajea tintineantemente y apoya el balde en la orilla para acomodarse el sombrero de paja.
-¿Sabés que el día del museo Olga me pidió que tocara para vos, osobuco? Porque estábamos peleados a muerte: ¿te acordás? Y cuando vino el apagón y seguí con la Bagatela sentí que ya no era yo. Aunque nunca sabré quién carajo tocaba.
-Bueno -dije. -Está bien. Lo que importa es saber en qué parte de la playa se agarra el berberecho.
ASADO
para L. y J.
-ME ENTERÉ que ahora te llaman la muchacha de los ojos de oro -le dice Jerónimo a Brenda, cuando los Rabí bajan del auto.
Mi mujer sonrió como una modelo del Cinquecento y entró a hacer la ensalada.
-¿Marcha el asado? -le pregunta Rabí a su hermano. -¿Ya me robaste whisky?
-Sigo con el mate, loco -subió un dedo orgulloso Jerónimo. -Y el asado es un adagio prestilagoyano. ¿Cómo les fue?
Rabí se acerca al parrillero acariciándose la nuez y murmura:
-Nunca pensé que ir en familia al cementerio pudiera ser tan lindo.
-Mirá vos.
-Y pensar que Poli y yo nos enojábamos cuando Brenda iba con Senel. Y hoy Poli se quedó un rato parada frente a La piedad de Yepes y dijo que ella se acordaba de Sabrina.
-Y a lo mejor se acuerda.
-¿Traigo el whisky?
-¿SABÉS QUE hoy escuchando a los Presti-Lagoya mientras armaba el fuego visualicé el problema de la Humanidad? -empezó a dar vuelta los chorizos Jerónimo, muy transpirado.
-Te felicito.
-Y lo calé clarísimo: una cosa como un trazo para atrás en la cueva. Apenitas. Y nos vi a todos cazando, además. Nunca me había pasado.
-¿Cazando qué?
-La certidumbre de la inmortalidad. Porque lo que hizo Cristo fue terminar de destapar el tarro con la fogata adentro, loco. Realmente. La cosa es seguir arrimándole astillas de gran tiempo. No lo inventás: lo ves, lo sellás y lo das. Como si rebobinaras el trazo de la más dimensión y lo alargaras.
-Cristo -chista Rabí. -Qué difícil que es ser tu hermanito menor.
-No quiero imaginármelo. Ser hermano de un tipo que sólo puede querer a Dios y a sus poemas más que a sí mismo debe ser espantoso. Vos querés a tu familia y a tus amigos y a tus pacientes más que a vos mismo, gordo. Se te nota a la legua. Tenés una hija muerta y sos capaz de encontrar el paraíso en un cementerio. ¿Dónde queda la tumba de mi matrimonio muerto?
-Calma -dije.
-Los poemas no son gente, hermano. Y yo no sé querer santamente a nadie si no es a través de eso. ¿Entendés?
-¿Falta mucho para el asado?
-Unos quince minutos.
-¿Por qué no ponés a los Presti-Lagoya?
-Okey -bizquea Jerónimo. -Dejame rebobinar el cassette que tiene Bach.
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