lunes

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS (todos los martes)


(En venta en librerías)





DÉCIMA ENTREGA (CAPÍTULOS 13 AL 17 DE DOS)

13 / GUIDAÍ

Y muy poco rato antes de abandonar el sitio recibí una señal de lo que iba a costarme tamaño asalto al cielo.

La luna siempre aloma pirfición agorera.

Apenas se hizo la noche ceremonié encajonando el uniforme juntista y les pedí a mis escoltas que me dejaran solo mientras armaba un tabaco de despedida junto al molino arrullador de Cavia.

Y tras la última pitada alvertí el caminar del Caciquillo y le caté un jedor que me empapó la encarnación de gallina, porque traía gualiche.

Había una guidaí color sangre emergiendo entre barras y él estiró una mano ofreciéndome la bolsita atigrada que contenía la carta donde tallé la alianza de nuestros corazones.

El final rubricaba más que menos:

Nadie será capaz de matar nuestra unión y el enemigo despotizado por la sierpe del mundo nos hallará ostentando amistad y confianza. Lo que te adorna en vilo son bellos sentimientos, y por esa condición seré siempre un amigo de vos y tus seguidores. Tu padre. Artigas.

Nunca se había sacado de arriba aquel talismán y ahora eligió enrostrarme la estrategia de dirme a mis potreros puñaleándome así.

No nos consideramos los mejores adversarios del godo, hijo mío.

Simplesmente formamos el único pueblo suramericano que se junta con las tribus de todos los tiempos que eligieron sufrir en aras a una Humanidad Celeste.

Eso fue lo que quise trasmitirle al otear sus abismos enfuegados por el oro lunar y recién entonces pispé que aquel jedor que traía sobrepuesto era una puta flojera de su fe en el Espíritu.

La grande obra que proyectás construir desde el desierto no va a salvar a naides de los infiernos, padre.

Eso vino a decirme.

Y aunque los charrúas practicaban una mística de automutilación y atravesamiento pior que la carmelita, ahora al hijo de Bilú lo corroía el horror a cargar con su cruz nada más que pa expirar expulgado por algún Frutos impune en Salsipuedes.

A veces es más crudo cuando la gente cree que cuando ya no cree, porque cunde la paúra y nos abandonan como si fuéramos más terribles que el diablo.

Y la verdá es que somos más terribles que el diablo.

¿Y qué de la felicidá que nos besa en los mosquiteros a escuras mientras el mundo llora?

Entonces me acordé de lo que le hicieron los caciques a mi abuelo Juan Manuel en 1732 y le prensé la mano con bolsita y todo al muchacho-crisálida y se la apoyé un rato sobre la tetilla izquierda y al cabo ardió una blancura invencible en la guidaí.

Y él terminó por volverse a colgar sonriendo el talismán y el miedo se fue a la mierda.

Cuando saboreamos juntos el naco del estribo la patria resplandecía.


14 / CABEZA


Me acuerdo claritamente de un tendal de decisoriedades impresas o garrapateadas, y de las fechas tuitas.

Ventajas de la vejez mariposeando al Alto.

Finiquitado enero eligieron a Posadas como Director Supremo del Triunvirato, y el verduguillo enseguida decretome traidor y pidió mi cabeza.

Ca, esta segunda vez los hermanos se tenían que fajar y acudir a arrancármela, nomás. Y pa pior en hallando un copete abrillantadísimo con óleo de caracú, porque la voz arerunguá significa alegría de estar en Dios.

Espinillo resultó más fandango que batalla y la tropa del petimetre devoró polvadera.

Es bobo que Rondeau ni acertara a recelar que el chanchullo amañado en Capilla Maciel pudiera fortalecerme a mí y no a su fallutería. Y al cabo terminó hinchándole la yerba de la gobernación de Montevideo al Alvearcito.

Claro que mi paisano lautarino nunca supo que este Napoleón párvulo procedía de la Gran Logia recién entronizada.

Todo trocaba presto como las probidades, y después que aplastamos a Holmberg el litoral ardió bajo una guidaí que plateó los ensueños del terruño entrerriano con un incontenible nosotros federal.

Tocar lo que no vemos para merecer ver la cosa que tocamos.

Y hay un solo nosotros que entrelaza a la felicidá de los pueblos con la de los celebros que saben conversar consigo mismos.

Dios ni ofende ni teme.

Y cuando mi estimado Larrobla nos tentó en nombre de Vigodet con rebusques oropélicos el Torgués cogió anzuelo y se lo expliqué a faca:

Hermanito, convencete. Es vergonzosímo para el americanismo que la gula del godo piense que puede alucinarnos con idolatrías tristes. Mirá que cada giro de la espiral de la alma es muy precioso y la causa está en un estado que si no hay pulso se lo manduca todo el cambalache.

Creo que dicté otras cosas, pero el trozo segual.

Y en abril tuve que hozar en la más podre negrura política cuando cruzamos pliegos casi dulzones en transando con mi propio verduguillo tocayo, al que al fin le astucié la retención de Holmberg como rehén en aras a salvaguardar nuestro derecho a mantenernos armados.

Pepe Artigas jurándole a Gervasio de Posadas por cuanto hay que jurar en este mundo que sólo aspiro a que caiga Montevideo para tomar vacancia y renunciar a todo cargo público.

Ahora siento que soy una cabeza cortada por la historia en su tumba de tul.

Por lo menos uno de los firmantes del tratado que delegó al petimetre en Belén fue Candiotti, mi futuro aliado entrerriano.

Me hizo gotear de risa socarroneando que quien utiliza la máxima Vox Populi Vox Dei sin adorar lo sacro es un desparramador de pedos más grandes que su culo.


15 / FOMES

Esta madrugada el reuma hizo que me quedara un pingajo del corazón lloviendo como medusa y Frutos lo mordió.

Y dizque la cabeza de Pancho Ramírez terminó expuesta en una jaula encima de un escritorio.

Y cómo los quise, Cristo.

Perdonar a un traidor es querer agarrar agua.

Yo venía cabalgando por la gloria del fomes y le pedí a Ansina que me sosegara desprendiendo luciérnagas de la preciosidá.

¿Recuerdas el potrero / del arerunguá y / aquel entrevero / hasta el Uruguay?/ ¡Fuiste valiente, / frente al fierro, / bajo el sol ardiente / del brasilero! / En Santa María / luchaste valiente, / de noche y de día, / contra el insolente. / A tus brincos / los imperiales / fueron como carpinchos / ante los orientales.

Son coplas pal Morito y yo enrabo lo escribido a Matiauda tras la marcha secreta: Ya llegó el caso. Mis operaciones han empezado.

No te ahorques, corazón.

Artigas se ofreció / como Jefe de Cruzada, / contra el que aborreció / la razón fundada. / Detrás de Artigas / siguieron las gentes / de los derechos amigas / y corazones ardientes. / ¡Orientales heroicos / cruzan en Entre Ríos!

Allí supe que Aguirre le había escrito a Anchorena que la insurgencia de los orientales les formaba invasión y hasta el pérfido Herrera reconoció que ni el demonio podía apagar nuestros incendios santos.

Y hasta conclusionó que ellos eran los que no merecían ser libres.

¡Con los santafesinos, / generosos y decididos, / siguieron por los caminos / con propósitos definidos!

Y allí se nos pasó a tal punto la milicia local que Pinto Carneiro llegó a sentirse entre los dos fuegos de un mismo enemigo.

Se me acaba de pingajear otro cacho de medusa y Frutos muerde horrible.

A Rosario lo tomamos a las cinco de la tarde del 21 y los muchachos me vivaban y todo era puro fomes.

Blasito se plantó en Curuzú Cuatiá y cuando destituyeron al gobernador le escribí a Méndez sobre la consolidación del proyecto de la gran Liga, mientras Domínguez nos rotulaba como proletarios y gente sin obligaciones.

Reinaba el loco amor.

Pero ya antes de que el Alvearcito garreara Montevideo Sarratea estaba en Janeiro gestionando la invasión portuguesa.

Los de afuera son de palo y se quieren muy poco.

Ahora veo las calaveras de los inchalás amortajadas por delicadísimos pañuelos en la trituración de Salsipuedes.

Y las muchachas corrían / perseguida por sus trenzas, / en un aire donde estallan / rosas de pólvora negra.


16 / CARANCHOS


María Dominga y Mamita fueron los apelativos que se ganó Rondeau por sus ostinaciones para entibiar la sopa y a joderse, muchacho.

Ahora Clara está tocando Mozas a cuatro manos con una de las sobrinas de López y es como si hubiese veinte picaflores revolviéndome la alma.

Lo malo fue que Alvear parecía un picaflor y resultó un carancho.

Si el tape San Martín no contraía microbios el Napoleoncito no se le hubiese encaramado a Posadas para manducarle la tripa gorda a la Muy Fiel y Reconquistadora achicharrada por Brown.

Casi nos mastica a todos, pero para que un carancho te empiece a degustar el culo tenés que ser cadáver.

Y a mí ya es un arcano matarme de verdad.

Toy urdiendo un memorial de imposible letura pero ardo felicísimo, porque sé a quién le cuento lo que me cayó a ser.

El mismo día que nuestros diputados montaron el numerito de firmar el convenio donde se me nombraba Comandante General de la Campaña le escribí a Manuel Francisco que mantuviera en vilo la zona entrearriana, se esforzara más que nunca y no hiciera fe en naides.

Y al tiempo devolví el cargo de pión del Triunvirato.

Da pereza desovillar el follón que le armó el Napoleoncito al Torgués, que tras coger anzuelo inorándome de plano pa ahorrar tiempo y a más entronizarse como mi primer capitán casi pierde hasta el parque en plena noche.

Dizque Frutos se portó a lo jefazo en cubriéndole la retirada con su sola división y eso me hizo ilusiones.

Date corte, político.

Yo en cambio le redaté un soplamoco calenturiento al virrey de Perú, que me mandó ofrecer migajas con Pezuela. Pero al mundanal ruido le importa nada más que el jeteo lustroso y el honor va a la cruz.

¿Y el amor?

Clara tenía diecinueve años cuando nos conocimos en Curuguaty y yo frisaba los sesenta y dos, y al presbítero Toubé lo esmeraldeó la envidia y se puso a cacarear lo del cielo abreviado.

Pero así se les llama a las nenas que se enganchan con pelucones mórbidos y uno es un exilado indigente, carajo.

Güe, por lo menos estos días la rubia volvió a sobar a Mozas con enamoramiento.

Mi costilla celeste.

En noviembre el Gran Jedoroso dio la orden de que se le confiscaran los bienes a todos los americanos artiguistas y empezamos a escupirnos las manos pa ponerlo en vereda y dispués que le fuera a berrear la murria a mi tocayo.

La vida está tan bien hecha que los Judas se cuelgan porque esa la única forma de que los perdonemos.


17 / INFIERNILLO

La costilla celeste me inmacula y me mata al mismo tiempo.

En octubre el Torgués desgració feo en Marmarajá, pero el Napoleoncito hacía tanto desastre en intramuros que la Patria ya era nuestra.

Ahora había que terminar de pelearlos y con todo el gualiche a favor, porque a ellos los espeluznaban los artigos en cueros.

Los riograndeses, a quienes acudimos tres veces pa acojinar cobijo, nos llamaban así.

Y corriendo ya el año 15, el 10 de enero me concentré en Sierra Infiernillo mientras Frutos se hacía perseguir leguadas por Dorrego pa obligarlo a vadear el Guayabos donde los acechaba Bauzá, además de que habíamos completado el embudo zanjeando el flanco izquierdo.

Lástima que el saqueo atronador ocurrido tres días antes en Mercedes y el motín de mis propios blandengues que obligaron a salvarse al pardejón en pelota, me hicieron odiarme igual que si fuera el hermano mayor de Pepe el pródigo.

Cómo lloré, carajo.

Pero en nuestro adviento estaba escrito que la Banda Oriental iba a empezar a existir el día que triunfara un ejército de vecinos, gauchos, indios y esclavos. La unidad de lo eterno es más alta que el olvido.

Y sin independencia y libertad nunca se llega al cielo.

Después de aquella tarde mi tocayo el cajetilla reculó en demoler las murallas del chiquero donde Alvear pacificaba al pueblo a palazos y a impuestazos porque sintió que desde Arerunguá ya soplaba la cosa.

Dorrego atronó Mercedes hostigado por Lavalleja y terminó manducándose su caballada enferma en el Queguay, y después de interceptarle varios oficios supe que al otro día iba a caer en la encerrona y le avisé a Bauzá que no fuera a dormirse ni a ensartarse y rumbié pal Lunarejo arreando blandengues díscolos.

Le tocaba llorar al Triunvirato.

Y en dentrando a la garganta de mis recursos ya empezaron a pasársenos milicias a roletes y cuando los sueltos y la caballería les cundieron en el claro llegué a verlos romper sus propias armas pa retirarse aullando.

Ma qué municionarse y recargar.

Los cadáveres fulgían desparramados entre la Isla del Guayabos y el Cerro de Arbolito, y los que disparaban demoraron jornadas en llegar a Sandú.

El 11 le comuniqué a Ojeda que aquella era mi Victoria, Victoria, Victoria, aunque sabía que naides iba a comprender nunca el triple significado.

Y tampoco tuve ocasión de comentárselo a Pérez Castellano, que fue el que me explicó en la biblioteca cómo deben carambolear los personajes de la parábola que llevamos inmersa.

Pepe el pródigo reclamando perdón por sus desmanes.

Pepe el rabioso exigiendo recompensa con lustre.

Pepe el Padre haciéndonos abrazar la vida por nada y casi a ciegas.

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