NOVENA ENTREGA (CAPÍTULOS 8 AL 12 DE DOS)
8 / MUERTE
La única muerte que existe acontece aquí abajo, al rajarse la alma. Después lo puro viaja, y eso es una verdad sin discusión nada más que para los indios y los negros.
La mayor parte de los mentados cristianos pierden la fe en el vuelo a las Moradas de su Majestad por ocultar el it natural y mentir oropeleando, y el mundo da mucha pena.
El Vice-Venerable Alvear se reunió a gatas con el jedoroso y ampuló en concertar un encuentro posterior conmigo en Sandú, pretextando haberse caído malamente de su bicho.
Así era como nos llamaban los logistas a nosotros.
Yo me excusé de no poder asistir en nota ceremonial y bajamos acompañando a las familias hasta que campamos cerca de mis potreros.
Yo era un hombre bueno / si hay alguien bueno en este lugar / pagué todas mis deudas / y mi oportunidad de amar / sin embargo estoy tirado / y nadie se acuerda de mí / paso a través de la patria / como el fantasma del Ayuí.
Al atardecer caen coplas de lo lejísimo que me hinchan el corazón como arcoiris pinchudos.
Me han ofendido mucho / y nadie dio una explicación / ay si pudiera matarlos / lo haría sin ningún temor / pero siempre he sido un loco / que creyó en la humanidad / ahora que me estoy yendo / ya sé lo que es la libertad.
En octubre le bajé orden a Culta de que iniciara el segundo sitio con la División Descubridora y después se le sumaron las tropas de Rondeau.
Yo intenté que los paraguayos amagaran conjuntársenos para insuflar más pavor, pero Sarratea se sentía a tal guisa un Luis XIV intrigando y desintrigando y desobedeciendo hasta a sus cajetilludos hermanos que terminé por enviarle una precisión donde le sugería respetuosamente que se dejara de mandonearme y tomara por culo.
Entonces le tramoyamos un robo nocturno de más de tres mil caballos y bueyes con el Caciquillo como ellos sabían urdirlo y la porteñada se despertó en pelota y no pispaban ni polvaderas porque los charrúas usaron el camino tropiyero para fuyir y el déspota ilustrado tuvo que resignarse a escribirle conciliadoramente al anarquista Artigas.
Y durante dos semanas no contesté ni mu y le curtí tan bonito la pasencia que el 2 de febrero del 13 me declaró traidor a la patria y al breve cayó el Torgués a mostrarme dos pistolas riquísimas que le había agenciado el jedoroso pa que me asesinara.
Lo malo es que todo aquel odio fue cavando una llaga sin fondo en la oscuridad de oro donde me engolfo a recordar estrellas.
Tantas veces me mataron / tantas veces me morí / sin embargo estoy aquí / resucitando. / Gracias doy a la desgracia / y a la mano con puñal / porque me mató tan mal / y seguí cantando. / Cantando al sol como la cigarra / después de un año bajo la tierra / igual que sobreviviente / que vuelve de la guerra.
Aquel odio.
Y en mi tumba tengo planes / y coplas que no me hacen mal. / Después de muerta Bilú /vos me vendrás a visitar.
9 / ILUSIONES
Cuando Ansina desarrebuja el mosquitero y me aúpa pa sentarme a desagotar en la bacinica espabilo cual mariposa y me duele la luz.
Pepe en su trono triste.
El Triunvirato alvearista y la Asamblea Constituyente terminaron por guillotinarle las ínfulas a Sarratea y me nombraron Comandante General de los Orientales, y el 26 de febrero desfilamos desplegando ilusiones a raudal.
Los corrillos ventilaban que los cinco mil hombres de la patria tupacamara recibidos con galas y banderas y música habíamos virado en un santiamén de enemigos a salvadores, y hasta la gallegada que oteaba desde el chiquero parecía respetarnos.
En abril tuve que recordarles a los congresistas que recobrar la honra nos costó 529 días de vida en la Gehena.
Y cuando la artillería nos saludó desde el Cerrito pensé que ni siquiera la victoria había sido capaz de decorar a Rondeau con la altivez charrúa.
Y que no hay nada más peligroso que un bonachón sin fe.
Lo malo es que al hendir con la espada el mediodía flamígero en saludando a Zúñiga recordé las tres carretas que tuve que pedirle de favor para traspasar a mi familia dende intramuros.
La podrida miseria.
Y de golpe vi posarse una paloma sobre una viuda que tenía encuarzado el llanto por debajo del tul y sentí como si se alzara un puente entre dos desiertos y se me irguió la ánima.
El Torgués cató al punto el ashé de Cupido y supo ingeniárselas pa murmullarme que aquella era la famosa pulpera de las Tres Cruces.
Entonces me floreció una humedad en la verga.
Y entre tanta bella unión se banqueteó abundoso y me aginebré brindando con el destacamento charrúa y la felicidá me obligó a desprenderme de la perla barroca para que el Caciquillo se la remitiera a Bilú.
Esa tarde terminamos jaraneando frente a las vacas que Vigodet mandaba meter en el foso, y cuando los muchachos empezaron a desorbitar a los maturrangos con flechazos de diversión rubriqué la judeada volteándome a rajarles un tremebundo pedo a las murallas.
Les tocaba llorar.
Lástima que en menos de una semana los porteños nos mandaron al pelucón Vidal portando auxilios y órdenes, y tuve que aplacar a Rondeau y consultar debidamente a mis paisanos antes de jurarle lealtad a la Asamblea Constituyente con Te Deum pomposo y todo.
El 20 Belgrano triunfó de sopetón en Salta y las fuerzas centralistas no evacuaron el sitio como estaba previsto.
Y de paso podían atajar o precaver mejor las intrigas de Artigas.
Me cago en las ilusiones.
10 / MOZAS
Ahora cato que la huesuda ha de andar por bolearme a rajacincha con las laidetí, porque Clara está tocando el Minué en Re.
Matilda Borda, la pulpera de las Tres Cruces, también hacía volar esta delicia.
El 3 de abril se descolgó un diluvio tan arrasador que hubo que postergar dos días el Congreso donde debíamos instruir a los nuevos delegados electos por los pueblos antes de juramentar el reconocimiento a la Soberana Asamblea Constituyente ya reunida en Buenos Aires.
Y si bien en intramuros les asistió el derecho a atribuir la tormenta a un milagro obtenido por rogativas para paliar la pestífera sequía, yo agradecí a los cielos el podernos regalar un larguísimo amor con la dama luctuosa.
Ella se reía poco.
Pero cuando supe que en Las Piedras le habían enseñado a tocar el piano la impelí a despenarse y me obsequió una danza que yo retuve siempre como de autoría de Mozas, aunque al saberlo Clara en San Isidro me corrigió socarronamente el apellido que le atribuyí al tal Guillermo Amadeo.
Qué linda que es la vida.
Con la Matilda fuimos esposos tórridos hasta que contramarché a Arerunguá en el 14, y cuando nació Roberto lo reconocí mío en la parroquia porque ya no era escándalo.
Josef María hizo constancia aquí en Ibiray de que lo tenía en gran afecto, aunque no me cayó en gracia que la superlativa bondad de mi muchacho lo llevara a ser sucubado por el orondo Oribe.
Hay héroes y héroes, oxte.
Parece que don Manuel le chupa el corazón confiándole misiones tan delicadas como cuidarle al propio hijito, lo que yo considero esclavatura versallesca y no tarea honorífica.
Va a terminar jodido.
A la pulpera le gustaba cabalgar amazónicamente sobre mi filosa como si en cada polvo le ganara una penca a la inmortal desgracia de este mundo, y al bajar por última vez en el 17 le regalé la espada con que me adornó Córdoba proclamándome su Protector.
Dizque Matilda tuvo otros dos párvulos y murió de sobreparto, adquiriendo finalmente mi arma el buen Leandro Gómez.
Claro que nadie sabrá jamás que el arco de aquel acero evocaba a mi filosa.
Me acuerdo que la tarde cuando me presenté en la pulpería a aportarla como recordación di protesta sobre la ingratitud y el abandono cosechados en mi patria.
Y lloré corcoveando.
Clara sigue tocando a Mozas en su dormitorio y no puedo hacer acuerdo del verdadero apellido del genio que presumo era húngaro.
Al Tucho le placía mofarse de sí mismo cuchufleando una copla mero mórbida:
Es la muer / es la muerte que ya vendrá / galopan / galopando en la oscuridá / por la sel / por la selva aparecerá / ya soy vie / ya soy viejo y sé que vendrá.
11 / ORACIÓN
La patria pone su huevo celeste a contraluz.
Cuando dejé solos a los delegados después de leer la Oración Inaugural del Congreso me las pelé a fumar a escondidas.
El molino de Cavia jedía a merengue de paloma y el pánico me acogotaba.
Y lo pior fue que en ese momento ya sentí que Barreiro iba a terminar engrillado por ampular retorizantemente la tantísima verdad que había en el amanecer de nuestro puro pueblo.
Yo soy juglar de sobra, y si los asambleístas admiraron aquel rollo floreado pa palacio y moquearon en conmoción fue porque los zamarrié con resplandor de tigre y serenidá filosa.
A la gente hay que embelesarla comediando el relámpago de la divinidá.
Y ahora sentía como si me colgaran dos pelotas de río empingorotadas por el cimarrón madrugador y el último jineteo de Matilda donde jugamos al amamantamiento, pero no me desbragueté hasta yesquear el segundo naco.
Y fue meando sobre el encharcadísimo iris del mediodía que asumí contemplar lo inasible en pro de la paz expulsa.
Lo que hago dende mozo es recrear una de las jaculatorias del rosario.
Y aquella vez improvisé de acuerdo al reverbero aguijoso de la duda, tanto en la invocación como en el petitorio.
Imposible recordar la minucia, pero vale.
María, madre de gracia, madre de misericordia: defiéndenos de los enemigos de todo pelaje y ampáranos ahora y en la hora de nuestra derrota por no hocicar frente a los que nos consideran perros de la locura en aras a adorar la dulce fecundidad de tu sonrisa en vuelo.
Bilú, mi Pachamama, vientre de nuestra tribu: defiéndenos del godo imperioso y el pior americano y ampáranos ahora y en la hora de nuestro sacrificio por no traicionar la ánima de la mestización según nos catequizaron los caciques empolvadores de tus tiernas pasturas.
Ojos de Plata, esposa virginal de mi poso en el it que fervora más allá de cualquier estrellerío y nos insufla el soplo de la carne resúcita: defiéndonos de las hermandades que nos corroen con el gualiche del jedor ilustrado y nos roban las sagradas palabras para despotizarlas.
Que no se use lo divino para decorarle máscaras a la oscuridad muerta y la patria no entristezca por sequía de la fe en la Nueva Humanidad.
Que nuestro duro deseo de durar no clave en esclavatura a la tolerancia hóspita de todos los tambores moradores de amor.
Que no importe no ver lo que sembramos hoy pero que su verdad alimente puebladas con horizontes rojos.
Que seamos verga santa del futuro alanceado hacia la saciedá de la jarra de piedra do nos mana la Fonte.
12 / DEMIURGO
Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros.
Y no hay pior desprecio que no hacer aprecio.
Pasamos todo el 13 esperando que los porteños respetaran la inspiración fluyente del apóstol Paine y Larrañaga terminó por quedarse a estudiar bichitos en Buenos Aires pa palear la vergüenza de su hociqueo frente a las medias verdades logieras.
En intramuros ya comían ratas y hasta se ilusionaron alabando al Altísimo tras la llegada de la expedición Lorca mientras nosotros organizábamos besamanos pa festejar el tercer aniversario de una regolución corneada por el odio.
Y me odiaban a mí.
Al único demiurgo de una Humanidad Nueva que Dios le dio a esta América.
Cada uno sueña lo suyo, y los siervos de la soberbia y la envidia soñaban que el demiurgo no pudiera parir una patria hecha para la admiración de las edades.
El centralismo salvaje era capaz de incendiarnos la fe para imponer tristezas, y el peor pecado es la desesperación que nos hace renegar de las obras perfectas.
Ansina reconoce enseguida la seña con que le pido que me cante La réplica del payador artiguista.
Rememora mi decisión de abandonar el sitio y asentarme en el centro de mis recursos para sangrar mi obra.
No importaba más nada.
Y el guitarreo y el hálito del negro que ya frisa los noventa y se amaña pa auparme hasta el servicio entran al mosquitero como un collar de estrellas:
Cansado estoy del silencio / que guarda mi guitarra, / mientras sigue la farra / al Pueblo reverencio.
Quisiera que mi bordona / así como mi prima, / hablaran de mi estima / y de mi alma que perdona.
Aunque puedo callar / cuando se me ofende, / mi aliento se suspende / al oír blasfemar.
¿Acaso no es blasfemia / el suponer la traición / contra toda tradición / que respeta la decencia?
¡Habéis nombrado a Artigas / ofreciéndole precio / a pesar del desprecio / mostrado por sus fatigas!
¿Qué son vuestras propuestas / sino graves ofensas / de gentes propensas / a endemoniadas apuestas?
De la Patria la causa / es la del buen Artigas. / ¡Aunque seáis como hormigas, / él no os dará pausa!
Después de los desaires / que ha sufrido con valor, / es de Artigas el fervor, / a pesar de Buenos Aires.
Sabemos que buscáis / traer la disensión, / olvidando que a la nación, / y a todos perjudicáis.
Con estos pocos versos, / en enero del catorce, / contestó esta noche, / mirando al universo.
8 / MUERTE
La única muerte que existe acontece aquí abajo, al rajarse la alma. Después lo puro viaja, y eso es una verdad sin discusión nada más que para los indios y los negros.
La mayor parte de los mentados cristianos pierden la fe en el vuelo a las Moradas de su Majestad por ocultar el it natural y mentir oropeleando, y el mundo da mucha pena.
El Vice-Venerable Alvear se reunió a gatas con el jedoroso y ampuló en concertar un encuentro posterior conmigo en Sandú, pretextando haberse caído malamente de su bicho.
Así era como nos llamaban los logistas a nosotros.
Yo me excusé de no poder asistir en nota ceremonial y bajamos acompañando a las familias hasta que campamos cerca de mis potreros.
Yo era un hombre bueno / si hay alguien bueno en este lugar / pagué todas mis deudas / y mi oportunidad de amar / sin embargo estoy tirado / y nadie se acuerda de mí / paso a través de la patria / como el fantasma del Ayuí.
Al atardecer caen coplas de lo lejísimo que me hinchan el corazón como arcoiris pinchudos.
Me han ofendido mucho / y nadie dio una explicación / ay si pudiera matarlos / lo haría sin ningún temor / pero siempre he sido un loco / que creyó en la humanidad / ahora que me estoy yendo / ya sé lo que es la libertad.
En octubre le bajé orden a Culta de que iniciara el segundo sitio con la División Descubridora y después se le sumaron las tropas de Rondeau.
Yo intenté que los paraguayos amagaran conjuntársenos para insuflar más pavor, pero Sarratea se sentía a tal guisa un Luis XIV intrigando y desintrigando y desobedeciendo hasta a sus cajetilludos hermanos que terminé por enviarle una precisión donde le sugería respetuosamente que se dejara de mandonearme y tomara por culo.
Entonces le tramoyamos un robo nocturno de más de tres mil caballos y bueyes con el Caciquillo como ellos sabían urdirlo y la porteñada se despertó en pelota y no pispaban ni polvaderas porque los charrúas usaron el camino tropiyero para fuyir y el déspota ilustrado tuvo que resignarse a escribirle conciliadoramente al anarquista Artigas.
Y durante dos semanas no contesté ni mu y le curtí tan bonito la pasencia que el 2 de febrero del 13 me declaró traidor a la patria y al breve cayó el Torgués a mostrarme dos pistolas riquísimas que le había agenciado el jedoroso pa que me asesinara.
Lo malo es que todo aquel odio fue cavando una llaga sin fondo en la oscuridad de oro donde me engolfo a recordar estrellas.
Tantas veces me mataron / tantas veces me morí / sin embargo estoy aquí / resucitando. / Gracias doy a la desgracia / y a la mano con puñal / porque me mató tan mal / y seguí cantando. / Cantando al sol como la cigarra / después de un año bajo la tierra / igual que sobreviviente / que vuelve de la guerra.
Aquel odio.
Y en mi tumba tengo planes / y coplas que no me hacen mal. / Después de muerta Bilú /vos me vendrás a visitar.
9 / ILUSIONES
Cuando Ansina desarrebuja el mosquitero y me aúpa pa sentarme a desagotar en la bacinica espabilo cual mariposa y me duele la luz.
Pepe en su trono triste.
El Triunvirato alvearista y la Asamblea Constituyente terminaron por guillotinarle las ínfulas a Sarratea y me nombraron Comandante General de los Orientales, y el 26 de febrero desfilamos desplegando ilusiones a raudal.
Los corrillos ventilaban que los cinco mil hombres de la patria tupacamara recibidos con galas y banderas y música habíamos virado en un santiamén de enemigos a salvadores, y hasta la gallegada que oteaba desde el chiquero parecía respetarnos.
En abril tuve que recordarles a los congresistas que recobrar la honra nos costó 529 días de vida en la Gehena.
Y cuando la artillería nos saludó desde el Cerrito pensé que ni siquiera la victoria había sido capaz de decorar a Rondeau con la altivez charrúa.
Y que no hay nada más peligroso que un bonachón sin fe.
Lo malo es que al hendir con la espada el mediodía flamígero en saludando a Zúñiga recordé las tres carretas que tuve que pedirle de favor para traspasar a mi familia dende intramuros.
La podrida miseria.
Y de golpe vi posarse una paloma sobre una viuda que tenía encuarzado el llanto por debajo del tul y sentí como si se alzara un puente entre dos desiertos y se me irguió la ánima.
El Torgués cató al punto el ashé de Cupido y supo ingeniárselas pa murmullarme que aquella era la famosa pulpera de las Tres Cruces.
Entonces me floreció una humedad en la verga.
Y entre tanta bella unión se banqueteó abundoso y me aginebré brindando con el destacamento charrúa y la felicidá me obligó a desprenderme de la perla barroca para que el Caciquillo se la remitiera a Bilú.
Esa tarde terminamos jaraneando frente a las vacas que Vigodet mandaba meter en el foso, y cuando los muchachos empezaron a desorbitar a los maturrangos con flechazos de diversión rubriqué la judeada volteándome a rajarles un tremebundo pedo a las murallas.
Les tocaba llorar.
Lástima que en menos de una semana los porteños nos mandaron al pelucón Vidal portando auxilios y órdenes, y tuve que aplacar a Rondeau y consultar debidamente a mis paisanos antes de jurarle lealtad a la Asamblea Constituyente con Te Deum pomposo y todo.
El 20 Belgrano triunfó de sopetón en Salta y las fuerzas centralistas no evacuaron el sitio como estaba previsto.
Y de paso podían atajar o precaver mejor las intrigas de Artigas.
Me cago en las ilusiones.
10 / MOZAS
Ahora cato que la huesuda ha de andar por bolearme a rajacincha con las laidetí, porque Clara está tocando el Minué en Re.
Matilda Borda, la pulpera de las Tres Cruces, también hacía volar esta delicia.
El 3 de abril se descolgó un diluvio tan arrasador que hubo que postergar dos días el Congreso donde debíamos instruir a los nuevos delegados electos por los pueblos antes de juramentar el reconocimiento a la Soberana Asamblea Constituyente ya reunida en Buenos Aires.
Y si bien en intramuros les asistió el derecho a atribuir la tormenta a un milagro obtenido por rogativas para paliar la pestífera sequía, yo agradecí a los cielos el podernos regalar un larguísimo amor con la dama luctuosa.
Ella se reía poco.
Pero cuando supe que en Las Piedras le habían enseñado a tocar el piano la impelí a despenarse y me obsequió una danza que yo retuve siempre como de autoría de Mozas, aunque al saberlo Clara en San Isidro me corrigió socarronamente el apellido que le atribuyí al tal Guillermo Amadeo.
Qué linda que es la vida.
Con la Matilda fuimos esposos tórridos hasta que contramarché a Arerunguá en el 14, y cuando nació Roberto lo reconocí mío en la parroquia porque ya no era escándalo.
Josef María hizo constancia aquí en Ibiray de que lo tenía en gran afecto, aunque no me cayó en gracia que la superlativa bondad de mi muchacho lo llevara a ser sucubado por el orondo Oribe.
Hay héroes y héroes, oxte.
Parece que don Manuel le chupa el corazón confiándole misiones tan delicadas como cuidarle al propio hijito, lo que yo considero esclavatura versallesca y no tarea honorífica.
Va a terminar jodido.
A la pulpera le gustaba cabalgar amazónicamente sobre mi filosa como si en cada polvo le ganara una penca a la inmortal desgracia de este mundo, y al bajar por última vez en el 17 le regalé la espada con que me adornó Córdoba proclamándome su Protector.
Dizque Matilda tuvo otros dos párvulos y murió de sobreparto, adquiriendo finalmente mi arma el buen Leandro Gómez.
Claro que nadie sabrá jamás que el arco de aquel acero evocaba a mi filosa.
Me acuerdo que la tarde cuando me presenté en la pulpería a aportarla como recordación di protesta sobre la ingratitud y el abandono cosechados en mi patria.
Y lloré corcoveando.
Clara sigue tocando a Mozas en su dormitorio y no puedo hacer acuerdo del verdadero apellido del genio que presumo era húngaro.
Al Tucho le placía mofarse de sí mismo cuchufleando una copla mero mórbida:
Es la muer / es la muerte que ya vendrá / galopan / galopando en la oscuridá / por la sel / por la selva aparecerá / ya soy vie / ya soy viejo y sé que vendrá.
11 / ORACIÓN
La patria pone su huevo celeste a contraluz.
Cuando dejé solos a los delegados después de leer la Oración Inaugural del Congreso me las pelé a fumar a escondidas.
El molino de Cavia jedía a merengue de paloma y el pánico me acogotaba.
Y lo pior fue que en ese momento ya sentí que Barreiro iba a terminar engrillado por ampular retorizantemente la tantísima verdad que había en el amanecer de nuestro puro pueblo.
Yo soy juglar de sobra, y si los asambleístas admiraron aquel rollo floreado pa palacio y moquearon en conmoción fue porque los zamarrié con resplandor de tigre y serenidá filosa.
A la gente hay que embelesarla comediando el relámpago de la divinidá.
Y ahora sentía como si me colgaran dos pelotas de río empingorotadas por el cimarrón madrugador y el último jineteo de Matilda donde jugamos al amamantamiento, pero no me desbragueté hasta yesquear el segundo naco.
Y fue meando sobre el encharcadísimo iris del mediodía que asumí contemplar lo inasible en pro de la paz expulsa.
Lo que hago dende mozo es recrear una de las jaculatorias del rosario.
Y aquella vez improvisé de acuerdo al reverbero aguijoso de la duda, tanto en la invocación como en el petitorio.
Imposible recordar la minucia, pero vale.
María, madre de gracia, madre de misericordia: defiéndenos de los enemigos de todo pelaje y ampáranos ahora y en la hora de nuestra derrota por no hocicar frente a los que nos consideran perros de la locura en aras a adorar la dulce fecundidad de tu sonrisa en vuelo.
Bilú, mi Pachamama, vientre de nuestra tribu: defiéndenos del godo imperioso y el pior americano y ampáranos ahora y en la hora de nuestro sacrificio por no traicionar la ánima de la mestización según nos catequizaron los caciques empolvadores de tus tiernas pasturas.
Ojos de Plata, esposa virginal de mi poso en el it que fervora más allá de cualquier estrellerío y nos insufla el soplo de la carne resúcita: defiéndonos de las hermandades que nos corroen con el gualiche del jedor ilustrado y nos roban las sagradas palabras para despotizarlas.
Que no se use lo divino para decorarle máscaras a la oscuridad muerta y la patria no entristezca por sequía de la fe en la Nueva Humanidad.
Que nuestro duro deseo de durar no clave en esclavatura a la tolerancia hóspita de todos los tambores moradores de amor.
Que no importe no ver lo que sembramos hoy pero que su verdad alimente puebladas con horizontes rojos.
Que seamos verga santa del futuro alanceado hacia la saciedá de la jarra de piedra do nos mana la Fonte.
12 / DEMIURGO
Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros.
Y no hay pior desprecio que no hacer aprecio.
Pasamos todo el 13 esperando que los porteños respetaran la inspiración fluyente del apóstol Paine y Larrañaga terminó por quedarse a estudiar bichitos en Buenos Aires pa palear la vergüenza de su hociqueo frente a las medias verdades logieras.
En intramuros ya comían ratas y hasta se ilusionaron alabando al Altísimo tras la llegada de la expedición Lorca mientras nosotros organizábamos besamanos pa festejar el tercer aniversario de una regolución corneada por el odio.
Y me odiaban a mí.
Al único demiurgo de una Humanidad Nueva que Dios le dio a esta América.
Cada uno sueña lo suyo, y los siervos de la soberbia y la envidia soñaban que el demiurgo no pudiera parir una patria hecha para la admiración de las edades.
El centralismo salvaje era capaz de incendiarnos la fe para imponer tristezas, y el peor pecado es la desesperación que nos hace renegar de las obras perfectas.
Ansina reconoce enseguida la seña con que le pido que me cante La réplica del payador artiguista.
Rememora mi decisión de abandonar el sitio y asentarme en el centro de mis recursos para sangrar mi obra.
No importaba más nada.
Y el guitarreo y el hálito del negro que ya frisa los noventa y se amaña pa auparme hasta el servicio entran al mosquitero como un collar de estrellas:
Cansado estoy del silencio / que guarda mi guitarra, / mientras sigue la farra / al Pueblo reverencio.
Quisiera que mi bordona / así como mi prima, / hablaran de mi estima / y de mi alma que perdona.
Aunque puedo callar / cuando se me ofende, / mi aliento se suspende / al oír blasfemar.
¿Acaso no es blasfemia / el suponer la traición / contra toda tradición / que respeta la decencia?
¡Habéis nombrado a Artigas / ofreciéndole precio / a pesar del desprecio / mostrado por sus fatigas!
¿Qué son vuestras propuestas / sino graves ofensas / de gentes propensas / a endemoniadas apuestas?
De la Patria la causa / es la del buen Artigas. / ¡Aunque seáis como hormigas, / él no os dará pausa!
Después de los desaires / que ha sufrido con valor, / es de Artigas el fervor, / a pesar de Buenos Aires.
Sabemos que buscáis / traer la disensión, / olvidando que a la nación, / y a todos perjudicáis.
Con estos pocos versos, / en enero del catorce, / contestó esta noche, / mirando al universo.
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