sábado

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS (todos los martes)







QUINTA ENTREGA (CAPÍTULOS 21 AL 25 DE UNO)


21 / MILAGRO


Los milagros se huelen.

En el 95 fue el Virrey mismo quien pidió mi aprehensión y al otro año el teniente Esteban Hernández recibió noticia de habérsenos avistado arreando tropa hacia la estancia de Pintos, en el Bacacay.

Y cuando nuestros bomberos sintieron retumbar el refuerzo facilitado por el comandante de Santa Tecla supimos que íbamos a ser tomados entre dos fuegos sin poder recular.

Entonces se me posó una especie de admonición orada en la entretela: Tú no pediste la guerra, madre tierra. Yo lo sé.

Y de golpe Matachina se peló al galope pa las tolderías y al cabo de dos horas eternas nuestros perseguidores fueron maloneados por doscientos charrúas que no obedecieron el llamamiento de alto que les espetó el sargento Francisco Domínguez y mataron a un dragón y a un blandengue y se retiraron unas cuadras a encubrirnos la fuga, conservando formación.

La emboscada fue certera y nosotros la esperábamos, aunque el doble despliegue de la pinza nos obligó a ampararnos con el recurso extremo.

Los charrúas son los reyes del macaqueo y precisaban más que nunca el ganado que les dejábamos, así que les montaron un numerito soberbio al baqueano y al lenguaraz y terminaron pidiendo disculpas por haber confundido al enemigo.

Expresaron que pensaron estar acometiéndonos a nosotros y no a una partida de su majestad.

¿Quién les podía creer?

Hasta Agustín de la Rosa le escribió al virrey lamentando el engaño y admitiendo la malicia de los que ya hacía años que me consideraban el Gran Cacique.

Pero aquella salvación fue un salado milagro y a mí arrebató una piedad espantosa por Ella.

Por mi tierra.

Lo aprendí con Garafales: No me tienes que dar porque te quiera / porque aunque lo que espero no esperare / lo mismo que te quiero te quisiera.

Y fue así.

Al poco tiempo cuajaron tratativas entre los Gadea y mi padre y manifesté intención de cejar con los arreos y en diciembre del 76 el virrey Pedro Melo dispuso en Buenos Aires la conformación de un Cuerpo de Blandengues destinado a la vigilancia de la frontera norte con indulto de fechorías para la tropa, a excepción del homicidio.

La decisión ni siquiera fue consultada con los trapalones de Madrid.

Y no sentí ni vergüenza ni honra de que aquello se hiciera nada más que para justificar mi reclutamiento, ya que nunca obré al cuete y me sobraba el paño.

Todo está señalado.

Y el cielo había avisado que empezaba mi adviento.


22 / PAÑUELOS


No me puedo acordar de la cara de la última hija que concebimos con Isabel.

María Vicenta Artigas Velázquez fue bautizada en el 4 como de padres desconocidos, y cuando tenía catorce me mandó unos paños exquisitamente bordados al Hervidero y el pedido de consentimiento para casarse con uno de los Bello.

Isabel había muerto al parirla, mientras yo comía carne fiambre enchastrada con barro ladrillero en Tacuarembó después que el rey firmó la denegación de mi solicitud de retiro por incurables padecimientos reumáticos y artríticos el día que cumplí cuarenta años.

Un mensaje monárquico.

Sírvase tomar por culo y que Dios le guarde muchos años, Vuestra Señoría y Ayudante Mayor del Cuerpo de Blandengues del Imperio Quijotesco.

Nadie podrá concebir con qué clase de perfume me oreó la ánima aquella bordadura de una hija portadora de sosiego chaná.

Le contesté a través de don Juan Esperati que el general era gustoso de que ella se casara con aquel mozo honrado y trabajador y dispuse se le enviara un pañuelo de seda y un asistente molembo que cebaba protegiendo a lo Ansina.

Hay perros muy felices.

Frutos alucinaba con la famosa chanza de que Cuando más conozco a los hombres más quiero a los perros y a mí me daba murria.

Lástima que al final fue conociendo al propio Frutos que le concedí razón.

Acá Charrúa colije que ya piso el estribo y me hociquea el mosquitero a cada llanto de urutaú para que lo refriegue.

Me cago en Satanás.

María Vicenta fue catequizada por Garafales en Villa Domingo y dizque terminó por ponerle Juan de la Cruz al quinto hijo. Y qué blancura enfática resultó que en la carta adjuntara corolas del rincón de los naranjos y dichos del santico.

Mi negro sestea salado porque de madrugada el urutaú se junta a gemir con los aguarás y ese embosque es más pior que una invasión de portugos.

Anoche se me juyó el rostro de Vicentica y me ahogó tanta pena que le rogué a Joaquín que me rociara con los decires duros.

Cinco daños causa cualquier apetito en el alma: el primero, que la inquieta; el segundo, que la enturbia; el tercero, que la ensucia, el cuarto, que la enflaquece; el quinto, que la oscurece.

Y yo veía un pañuelo sobre una calavera.

¿Pues qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria. Escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.

Pero no pude verla.

No te alegres vanamente, pues sabes cuántos pecados has hecho y no sabes cómo está Dios contigo; sino teme con confianza.


23 / HONOR

Después que Olaguer y Feliú me ascendió a Capitán le escribí servilonamente expresándole algo así como que un golpe sagrado me pondría en la carrera del honor y en un canto de gallo me nombraron Sargento.

Pepe el hijo de Uropa.

El 98 significó un horrísono rejucilo de gualiche para los charrúas y los minuanes, aunque es de salvaguardar que hubo alguna inspiración bienhechora como la de Bernardo Suárez, que le escribió al virrey recordándole las prerrogativas y el derecho de naturaleza y de gentes que asistían a los salvajes.

Yo siempre le dije a Ansina que hasta cuando un hijo te habla de asuntos prácticos es porque va a alancearte.

Y los vecinos hacendados de Montevideo que me perdonaron la libertad y tejieron manejes de plumita de ganso pa indultarme y usarme en reclutando taitas no iban a ahorrar bajezas.

Dios es para los locos.

Las tribus mixturadas con bandidos tolderos parecían los camoatises que hondeábamos jugando a los gauderios en el Hueco de la Cruz.

En el 97 ya había prendido tapes que mandé prisioneros para la futura Muy Fiel y Reconquistadora, pero después las papas se nos acarbonaron de proa a mis inchalás y había que pisar huevos al mandar los informes recalcando que uno no tenía orden de hacerles daño cuando el propio virrey preparaba una masacre espoleado hasta por Azara.

A los blandengues me integré en Maldonado y allí le conocí a la pirfición las mañas al teniente Ignacio Martínez, que era muy paseandero y solía echar chuequedas ande la pulpería que quedaba al costado de la Torre del Vigía recién en andamiaje.

Al guapo de capirote le gustaba hundir las botas como si fuera el dueño de todos los médanos.

Y un día pretendió timar al maestro sastre Juan de la Vega y el comandante Ramírez de Arellano me presentó como testigo y lo bañé en bochorno.

Hasta que mi justiciero sino me llevó a incorporarme en pleno desierto a un escuadrón de más de cien soldados que enfilaba pa Arerunguá liderado por don Francisco Esquivel y Aldao y el desdichado pega una rodada y se mata en mi trompa y quedo yo al comando.

Y justo mientras lo enterrábamos llega un refuerzo dende Maldonado con Ignacio Martínez a la cabeza y lo enloquecí negándole veinte hombres que me pidió tratándome como a un doméstico.

Eso fue a lo menos jaranear un tantico en el infierno, porque se los trapalié exigiéndole el permiso escrito del virrey y esperamos tres días a que volviera el chasquero con parte de Olaguer de que facilitara la ayuda solicitada y un buen aguijonazo de recomendación al babosa de que no rigoreara de valde a mis inchalás.

Me acuerdo y lloro, mierda.


24 / AZARA

El único remanso que hubo antes del malón del reuma y los ascensos que me empezó a negar Avilés fue haber sido nombrado ayudante del ínclito Capitán General Félix de Azara, a quien se le recomendó instalarse en Batoví para colonizar la frontera hecha guasca.

Alguien que prioritariamente quiera ser alguien lustroso jamás podrá ser muy bueno en nada, aunque rinda utilidades.

Su sobrestante era Pablo Mayllos, un cabecilla de la conspiración de los franceses guillotinada en el 94 en Buenos Aires y sometido a una jodida prisión de la que lo libró el sabio colonizador apelando a la hermandad que compartían con el virrey.

Entre fariseos no hay cornadas.

Yo conocía en esencia los lineamientos trazados por mi jefe, que eran doce propuestas muy puntillosas aunque reproductoras sustancialmente del informe que Rafael Pérez del Puerto produjo un año antes para Avilés, acerca de lo que ya había llevado a cabo en Maldonado fundando pueblos y repartiendo tierras de valde a los más infelices.

Lástima que en los apartados 2 y 12 de este plan se recomendaba reducir y exterminar a los charrúas, los minuanes y los perros cimarrones.

Tres escuadrones fundamentales para mi futuro ejército.

Mayllos era un jacobino conmovedoramente engatusado por el joven cónsul Bonaparte y la logia Gran Oriente que terminó por imponerse en Francia. Azara defendía al despotismo ilustrado y a las reformas servilonas propuestas por Campomanes, Jovellanos y Floridablanca.

Pero el iris de aquellos fogones donde a mí apenas me cabía mascar la bombilla aburrando las orejas fue que allí caté el jugo agitativo que chorreaba el Rousseau, a quien demoré años en leer por no estar traducido.

Ese era otro soñador alucinado de hombrecitos nuevos pero con don chamánico y sobre todo había hecho una rectificación preciosa del concepto de libertá, a la que no consideraba un derecho natural sino la humanidá del hombre.

Estoy contento, carajo.

Pepe, el indigente moribundo que agradece la posibilidad que le ofrecieron los vericuetos de esta vertiginosa morada de apropiarse de lo suyo al tranco y sin rodilla floja.

Que si piso la iglesia es porque me cobija de verdad.

Pero el mismísimo Jesús me avisó claritamente en un sueño de juventud que no escatimara espada en espantar pollerudos esclavos del gualiche, sin aludir a perdonables ciegos de la historia alta como Dámaso Antonio.

Me cago en los eventuales / y por si alguno se escapa / lo cago y lo meo al Papa / y a tuitos los cardenales.

Frutos solía atizarme el asco al mundo entero cacareando esa copla.

Pois cómo hubiese gustado de abofetear al pardejón desertor con un dicho de San Juan de la Cruz: Quien obra con tibieza, cerca está de la caída.


25 / REUMA

Azara partió en expedición a Cerro Largo y yo me reintegré después de repartir tierras en Batoví. Los portugos amenazaban la frontera noreste y el ínclito me ordenó reclutarle gauderios voluntarios y pelarme enseguida pa las Misiones, como Ayudante de las fuerzas pacificadoras de Lecoq.

A Pepe el español de segundo orden no lo volverían a ascender hasta el 10 por su pasado criminal, pero cuerpeaba todo.

Y en el 3 pedí retiro temporal a Montevideo porque me noticiaron en Sandú que madre se nos iba y yo ya me podía contar los huesos, igual que en el salmo.

A Ansina lo compré en el 97 en una subasta bandeirante como bestia de carga, y lo liberté enseguida y servía en las haciendas de la familia. Había nacido en Montevideo en el 60 y mascó el anzuelo alistándose como pinche de cocina de unos piratas que se hacían pasar por balleneros y vivían de asaltar buques en las Malvinas. Y cuando pudo escaparse lo aprehendieron los portugos en Río Grande.

El 1 de marzo llegué al chiquero amurallado y encontré al ciego Remigio despachando yuyos en la plaza y me informó que madre agonizaba en Carrasco y de golpe me acometió un viborazo reumático y tuvieron que cargarme hasta el Fijo, donde quedé postrado.

No podía con mi vida.

Pasé semanas aullando y sin poder doblarme ni pa chupar el mate que me aderezaba Ansina con pociones alquímicas que sabían a derrota.

La fe es para los locos.

Hasta que una mañana el negro volvió de misa con el horror hinchado como dos huevos de berá y me informó que acababa de constatarse una fuga nocturnal de cientos de esclavos y era mormoración que pensaban ganar el Kilombo de Monte Grande.

Hubo tanto escandalete y tanta impropiedad para tomar medidas que el Alcalde de Primer Voto terminó por visitarme y rogarme conseja.

Y cualquiera colegía de que estaban paralizados mucho más por la idea revolucionaria que por la obligación de perseguir y prender al mandinguerío.

Entonces le recé horas a la Virgen del Carmen y repeché la fiebre enseguida.

Los alzados se habían establecido en dos Islas del Yí donde fundaron una república democrática que les duró dos meses.

Yo empecé a caminar encorvado y chirriando pero pude negociar con el baturrillo de vecinos y cabildantes el permiso pa producir una aprehensión pacífica con posterior encarcelamiento en la Ciudadela.

Y como no tenían otro jefe fui comisionado por el mismísimo virrey a comandar la expedición de captura.

El general de los juidos era un ex-pirata haitiano al que felicité en secreto.

Y en dos años los vecinos presionaron tanto a las autoridades para recuperar su mercadería humana que los rebeldes volvieron al infierno ahora espantosamente más escarnecedor de su yugo doméstico, aunque algo había triunfado.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+