SEXTA ENTREGA (CAPÍTULOS 26 AL 30 DE UNO)
26 / RECURSOS
El gobernador Ruiz Huidobro me gratificó el lance expidiéndome un pasaporte secreto que me permitía circular como un corsario en plena Sierra, y me reforzó con hombres del Regimiento de Dragones pa que cumplimentara con eficacia la masacre reclamada por los vecinos hacendados católicos y masones.
Esa fue la mejor mezcolanza que se fraguó en el mundo para mesianizar a un hombrecito nuevo que terminaría por doctorarse en alta suciedá.
Pepe Artigas prefiere terminar limoneasndo papilla de mandioca en la paz de Ibiray.
Entonces me decidí a desalojar al ejército exterminador que Rocamora había campado al ñudo en Arerunguá: justo el centro del it para mis inchalás, ahora barridos a merced de los depredadores gauderios que bajaban por el Lunarejo a ganarles el ganado chúcaro y asolarles los toldos.
El coquito de la campaña podía tomar por culo su reuma artrítico algunos meses más.
Claro que Ruiz Huidobro y la peluconería codiciosa soñaban con que yo les obsequiara un trituramiento de infieles borrachos como dizque terminó por urdir Frutos en Salsipuedes.
Precioso Presidente.
A Rocamora le birlamos más caballada que a Sarratea con la yagueteresca pisada de mi Caciquillo pero el querellamiento resultó un triste trozo que nos jodió a todos: el espantajo fue relegado a Colonia y yo perdí el salvoconducto y quedé comiendo carne rancia en Tacuarembó chico.
Hasta que hubo otro milagro de esos que manda Ella, porque a Sobremonte se le ocurrió investir al sargento mayor Francisco Javier de Viana para desfazer tanto entuerto jocoso y se dignó nombrarme ayudante del que fuera mi condiscípulo.
Un ca-ca-ca-jetilla de intra-tra-tra-muros extra-via-via-viado en el desierto, hubiera resoplado el bueno del Tucho.
Entonces concebí mi primera idea mayor, carajo.
De Viana era incapaz de enlazar una vaca y además no distinguía las mixturas tribales ni de lejos ni de cerca.
Y era un muchacho vacío de cielo alto pero astuto y muy simpático, que se dejó ganar por mi parla de zapa y la boyada que le surtí y la fazaña que le trapalié poniéndole en bandeja a la indiada pérfida responsable del malón de la Casa de Piedra.
El sargento mayor de la plaza de intramuros arrasó con las mujeres y los niños de la tribu sin pizca de piedá, pero se glorió lindo entre el mandonerío.
Y después que ya estábamos en Guaripitá le solicité por escrito me concediera como merced de tierras el terreno realengo de los potreros místicos para mi uso y propiedad y lo firmamos presto.
Mi bello Arerunguá.
El coquito ascendido a fazendeiro y que ladren los que ladran, pazguato coronel Tomás de Rocamora.
El que no llora no mama.
27 / ORFANDÁ
De Viana también me concedió licencia para trasladarme por razones de salud a Montevideo, a lo que el virrey agregaría el uso de uniforme de retirado sin escatimarme el fuero militar.
Cuando el marqués premia tanto hasta el bufón desconfía.
Madre había expirado en agosto sin que yo pudiera azularla con mis panes y no hubo garcita blanca que no me la evocase enfilando a las Moradas.
El semblante enfermizo de padre se asemejaba tanto a un augusto corazón que un día solté un suspiro que parecía rezar: Está ahora tan cerca. Si hay algo en él de lejos, seré yo.
Pepe era nada más que un hombre solitario que fumaba en la noche sin estrellas del Fijo.
Hasta que una mañana me crucé con tía Pancha y Rafaela en la catedral y casi me arrodillo frente a aquellos Ojos de Plata que no tenían edad y habían empezado a amarme como si fuera su Hijo.
Me ocurrió toda la vida.
El problema es si Ella aparece engolfada en una corporeidad completa y tan asequible, igual que en los arcoiris provenidos de la Bilú y de Clara.
Estos últimos días, cuando me desanimo por la demora infinita y ahogada de mi derramamiento final me canto una coplilla que cargo dende párvulo y no sé a quién responde.
Hoy debiera contar hasta cien / y luego soñar. / Hoy debiera volver del oceano / y ser bienvenido. / Hoy debiera andar sin zapatos / casarme de pronto / sin saber con quien. / Hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / y luego soñar.
Y el 29 de julio ya estaba suplicándole por escrito a Sobremonte el permiso para desposar a mi prima. Formulé el deseo de sacarla de su orfandá y pobreza, siendo hija de una madre viuda sin haberes ni auxilios seguros para su subsistencia y algún otro alegato caritativo ad usum.
Y no creo haber mentido.
Lo que no le podíamos explicar ni al mismísimo Larrañaga fue que la orden de abrigarnos bajó desde un lugar donde se ama por nada y no se parece en nada a la virtud prudente.
Tuvimos que sellar más folios que en la aduana y nos asistieron como testigos Bartolito Hidalgo y Pedro Feliciano Sainz de Cavia.
El tañidor de cielos y el excrementador de libelos.
La fecha de unión de la pareja recién nos fue obsequiada para las navidades y la Santa Madre nos ordenó lavar la consanguinidad ayunando los viernes y comulgando los domingos, además de rezar arrodillados tres Padrenuestros y tres Avemarías.
Fui nombrado Oficial de Resguardo en comisariato del Cordón al Peñarol.
Y Ella me acariciaba.
28 / JORDÁN
El día de la boda nos dirigimos en carretillas junto con los padrinos a la casa que habíamos alquilado en el Cordón y más tarde llegó Larrañaga a coronar el ágape con el obsequio de una planta exótica.
Ña Pancha, mi tía y suegra, nunca dejó de ojearme a hurtadillas como a un bandido encarnizado en soliviantar al prójimo.
Y la verdad es que yo nací pa traspasar al mundo con una espada azul.
Pero lo que de vero ella siempre me improperió fue que al conocer el poder y la gloria en Purificación rechacé la exorbitante ayuda que el Cabildo les votó para adularme y redomar mis broncas.
Casa y cincuenta pesos más un subsidio para la educación de Josef María era lo único justo y necesario cuando en el campamento donde se cocinaba la gobernación del Protectorado no teníamos ni güevos.
De gallina, se obvia.
Rafaela me desposó humildemente enjoyada por una diadema de jazmines del país que le amarró Martina.
Y fue una de esas mañanas que parecen tener francas ingenuidades de hermanas.
Cuando quedamos solos Rafaela ocupó el centro del lecho sin desnudarse y pidió para sostenerme un rato estirado entre sus bracitos, como dizque hay una estatua blanca en el Vaticano.
Y adoré mis tragedias.
Claro que mi sino sísmico se volvió a desarbolar en plena navegación mielera, xatamente el 27 de diciembre, cuando Ruiz Huidobro me mandó patrullar la costa al frente de una partida de presos armados hasta la rabadilla para atisbar un posible zarpazo inglés cotillado en Buenos Aires.
Bailamos, alardeó el piso.
Y en agosto del 6 a don Pascual se le ocurrió premiarme con el envío de un pliego personal a Liniers y al volver con la noticia del triunfo en Corrales de Miserere se me dio vuelta el bote y tuve que ganar la costa a nado y sentí que ahora estaba manducándome el barro sacramental del mismísimo Jordán.
Empezaba a ser otro.
Se me concedieron trescientos pesos de reparo por las pérdidas, además de ordenarse que se cumplimentara el abono a la mayor brevedá.
El donativo de 500 pesos que me obsequió el fondo de hacendados por aportarles quietud de espíritu y seguridá persiguiendo perversos demoré seis años en cobrarlo, sin embargo.
Trabajos, miserias y frialdades.
En Nochebuena nació Josef María, después de una preñez donde fui percatándome que en los Ojos de Plata que me aplacaron tanto empezaba a fluir irremisiblemente un horror agigantado por la vida infernal que abrazó Pepe el loco.
Ña Pancha no era zonza.
29 / ANGLESES
Finalmente los muchachos del otro imperio decidieron vengarse de la Muy Fiel y Reconquistadora y congratular por sorpresa a Su Majestad Británica invadiendo Maldonado.
Dizque la soldadesca ujereó y envergó hasta a una imagen de la Inmaculada que había en nuestro cuartel.
El mal no tiene fondo.
En diciembre encabecé una misión de reconocimiento del sistema emplazado para anunciar un posible avance hereje por tierra hacia la Plaza, y al llegar le redaté un oficio a Sobremonte sugiriendo que se prendiera otro fuego en la Barra de Pando en aras a mejorar el avistamiento carrasqueño de las señales mandadas desde los cerros de Maldonado.
Fue como pedirle a Judas que rezara con fe.
Hasta hubiéramos podido sofrenar a los gringos desde la Punta Gorda porque el gauchaje de las estancias los inmovilizó en San Fernando y llegaron a buque, pero el virrey se nos había juído con casi toda la artillería.
Y el combate del Buceo lo cuerpeamos codo a codo con Yegros, que todavía andaba en la veintena y hacía sus primeras armas comandando una compañía del contingente guaraní.
Los gringos le incrustaron una bala esférica de mosquete junto al corazón y si no lo guapeo fiero al cirujano que lo desahució en Las Piedras se nos iba, nomás.
Y quedamos hermanos.
En el combate del Cardal establecí un piquete formado mayoritariamente por piones de nuestras haciendas, y los herejes nos arrasaron desconcertándonos con un envaramiento de desfile marcial y una gritería horrísona que dizque usaba el Magno en las campañas griegas.
Qué los parió a los gringos.
Y Rafaela en el Cordón escuchando la fusilería y el retumbar de las corridas de los casacas rojas, que terminaron por abrirnos brecha en el Cubo y apenas respetaron a la cajetillada del Cabildo merced a un golpetazo en clave de hermandad que el piloto Francisco Juanicó descargó desde adentro contestándole al invasor Bowell.
Yo fui apresado pero pude escaparme enseguida y me nombraron comandante interino de la Colonia del Sacramento, donde nos acuartelamos para organizar una resistencia al cuete.
Y en noviembre nació Francisca Eulalia, después que los imperios pactaron la retirada de los angleses impulsores de los vitrales domésticos, la gacetería y el fomes contra los abusos arancelarios que engordaban al rey.
La niña murió muy pronto, lo mismo que Petronila, concebida en el 9.
Y la platería enjoyada que irradiaba el gracejo juvenil de mi esposa emigró a una llovizna de melancolía eterna.
Las pobres pobrecitas.
30 / TIERRA
La gloriosa junta del 8 me pilló acuartelado en Yarau, ejerciendo justicia y otorgando posesión legítima a ocupantes de terrenos realengos por comisión del nuevo virrey Elío, que me nombró comandante general de todo el Este allende el litoral.
Mi otro seguía creciendo.
Y en aquellos andares me empecé a liar tiernamente con Baltar y Blasito y Lavalleja y el revirado Torgués, entre otros futuros horcones inchalás del País que entuavía ni siquiera soñaba.
Pero estaba fecundando a mi verdadera esposa.
Muy poco tiempo antes de faltar el Supremo nos visitó en Curuguaty el trovero Benavides, un pariente de Venancio que nos desenrolló una preciosidá que retuvimos recio con Joaquín.
Para mí es como un Credo, y el continentito la cantaba sobre un floreo dulzón que bautizaron con una voz hermana de la mulonga gaúcha.
Milonga quiero, redonda / que una bordona profunda / como una azada se hunda / en la madre tierra honda. / Y que la tierra responda. / Y que la tierra responda / por lo mucho que sentí / por lo que nunca le di / como respuesta redonda / al pago donde nací. / Al pago y su suelo mago / maravilla de las huertas / de su corazón sin puertas / amoroso, verde, arado / de cien auroras despiertas. / De cien auroras despiertas / volverás a renacer / patria, bandera o mujer / las desplegadas y abiertas / razones a defender. / Milonga quiero de aquellas / que canta Carlos Molina / bordonas en tremolina / primas altas como estrellas / y un vuelo de golondrinas. / Y un vuelo de golondrinas / y el acero de un arado / que en el campo ha navegado / como una quilla marina / y el silencio sosegado. / Milonga quiero, redonda / que una bordona profunda / como una azada se hunda / en la madre tierra honda. / Y que la tierra responda.
Eso es ilustración.
Y hoy reverdece aquella espina seca: ¿cómo le canta el it a mi Provincia de la Banda Oriental del Uruguay?
Como un fuego de mierda.
Claro que Benavides también nos regaló el vendaje milagroso de un soneto rezado por un tal Juan Cunha, que también se apellida como un continentito:
Hay un verdor del que no sé olvidarme / y es el verde de un pasto y una fronda / y arriba es un azul a la redonda / que alguna vez sirvió para azularme. / Cuando me duermo vienen a buscarme / el verde me rodea en ancha honda / el azul en azules se me ahonda / que vienen cada vez a convidarme. / Arriba azul arriba abajo verde / lo cierto que es que ninguno se me pierde / por mucho que me aneble o acenice / por más que soplen años y desgracias / habrá un verde de pasto y un de acacias / y un azul que allá arriba se eternice.
Y al Hombre Nuevo Celeste que parimos en Purificación no puede tumbarlo naides. Lo declaro por fe.
¿Les molesta mi amor?
26 / RECURSOS
El gobernador Ruiz Huidobro me gratificó el lance expidiéndome un pasaporte secreto que me permitía circular como un corsario en plena Sierra, y me reforzó con hombres del Regimiento de Dragones pa que cumplimentara con eficacia la masacre reclamada por los vecinos hacendados católicos y masones.
Esa fue la mejor mezcolanza que se fraguó en el mundo para mesianizar a un hombrecito nuevo que terminaría por doctorarse en alta suciedá.
Pepe Artigas prefiere terminar limoneasndo papilla de mandioca en la paz de Ibiray.
Entonces me decidí a desalojar al ejército exterminador que Rocamora había campado al ñudo en Arerunguá: justo el centro del it para mis inchalás, ahora barridos a merced de los depredadores gauderios que bajaban por el Lunarejo a ganarles el ganado chúcaro y asolarles los toldos.
El coquito de la campaña podía tomar por culo su reuma artrítico algunos meses más.
Claro que Ruiz Huidobro y la peluconería codiciosa soñaban con que yo les obsequiara un trituramiento de infieles borrachos como dizque terminó por urdir Frutos en Salsipuedes.
Precioso Presidente.
A Rocamora le birlamos más caballada que a Sarratea con la yagueteresca pisada de mi Caciquillo pero el querellamiento resultó un triste trozo que nos jodió a todos: el espantajo fue relegado a Colonia y yo perdí el salvoconducto y quedé comiendo carne rancia en Tacuarembó chico.
Hasta que hubo otro milagro de esos que manda Ella, porque a Sobremonte se le ocurrió investir al sargento mayor Francisco Javier de Viana para desfazer tanto entuerto jocoso y se dignó nombrarme ayudante del que fuera mi condiscípulo.
Un ca-ca-ca-jetilla de intra-tra-tra-muros extra-via-via-viado en el desierto, hubiera resoplado el bueno del Tucho.
Entonces concebí mi primera idea mayor, carajo.
De Viana era incapaz de enlazar una vaca y además no distinguía las mixturas tribales ni de lejos ni de cerca.
Y era un muchacho vacío de cielo alto pero astuto y muy simpático, que se dejó ganar por mi parla de zapa y la boyada que le surtí y la fazaña que le trapalié poniéndole en bandeja a la indiada pérfida responsable del malón de la Casa de Piedra.
El sargento mayor de la plaza de intramuros arrasó con las mujeres y los niños de la tribu sin pizca de piedá, pero se glorió lindo entre el mandonerío.
Y después que ya estábamos en Guaripitá le solicité por escrito me concediera como merced de tierras el terreno realengo de los potreros místicos para mi uso y propiedad y lo firmamos presto.
Mi bello Arerunguá.
El coquito ascendido a fazendeiro y que ladren los que ladran, pazguato coronel Tomás de Rocamora.
El que no llora no mama.
27 / ORFANDÁ
De Viana también me concedió licencia para trasladarme por razones de salud a Montevideo, a lo que el virrey agregaría el uso de uniforme de retirado sin escatimarme el fuero militar.
Cuando el marqués premia tanto hasta el bufón desconfía.
Madre había expirado en agosto sin que yo pudiera azularla con mis panes y no hubo garcita blanca que no me la evocase enfilando a las Moradas.
El semblante enfermizo de padre se asemejaba tanto a un augusto corazón que un día solté un suspiro que parecía rezar: Está ahora tan cerca. Si hay algo en él de lejos, seré yo.
Pepe era nada más que un hombre solitario que fumaba en la noche sin estrellas del Fijo.
Hasta que una mañana me crucé con tía Pancha y Rafaela en la catedral y casi me arrodillo frente a aquellos Ojos de Plata que no tenían edad y habían empezado a amarme como si fuera su Hijo.
Me ocurrió toda la vida.
El problema es si Ella aparece engolfada en una corporeidad completa y tan asequible, igual que en los arcoiris provenidos de la Bilú y de Clara.
Estos últimos días, cuando me desanimo por la demora infinita y ahogada de mi derramamiento final me canto una coplilla que cargo dende párvulo y no sé a quién responde.
Hoy debiera contar hasta cien / y luego soñar. / Hoy debiera volver del oceano / y ser bienvenido. / Hoy debiera andar sin zapatos / casarme de pronto / sin saber con quien. / Hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / hoy debiera contar hasta cien / y luego soñar.
Y el 29 de julio ya estaba suplicándole por escrito a Sobremonte el permiso para desposar a mi prima. Formulé el deseo de sacarla de su orfandá y pobreza, siendo hija de una madre viuda sin haberes ni auxilios seguros para su subsistencia y algún otro alegato caritativo ad usum.
Y no creo haber mentido.
Lo que no le podíamos explicar ni al mismísimo Larrañaga fue que la orden de abrigarnos bajó desde un lugar donde se ama por nada y no se parece en nada a la virtud prudente.
Tuvimos que sellar más folios que en la aduana y nos asistieron como testigos Bartolito Hidalgo y Pedro Feliciano Sainz de Cavia.
El tañidor de cielos y el excrementador de libelos.
La fecha de unión de la pareja recién nos fue obsequiada para las navidades y la Santa Madre nos ordenó lavar la consanguinidad ayunando los viernes y comulgando los domingos, además de rezar arrodillados tres Padrenuestros y tres Avemarías.
Fui nombrado Oficial de Resguardo en comisariato del Cordón al Peñarol.
Y Ella me acariciaba.
28 / JORDÁN
El día de la boda nos dirigimos en carretillas junto con los padrinos a la casa que habíamos alquilado en el Cordón y más tarde llegó Larrañaga a coronar el ágape con el obsequio de una planta exótica.
Ña Pancha, mi tía y suegra, nunca dejó de ojearme a hurtadillas como a un bandido encarnizado en soliviantar al prójimo.
Y la verdad es que yo nací pa traspasar al mundo con una espada azul.
Pero lo que de vero ella siempre me improperió fue que al conocer el poder y la gloria en Purificación rechacé la exorbitante ayuda que el Cabildo les votó para adularme y redomar mis broncas.
Casa y cincuenta pesos más un subsidio para la educación de Josef María era lo único justo y necesario cuando en el campamento donde se cocinaba la gobernación del Protectorado no teníamos ni güevos.
De gallina, se obvia.
Rafaela me desposó humildemente enjoyada por una diadema de jazmines del país que le amarró Martina.
Y fue una de esas mañanas que parecen tener francas ingenuidades de hermanas.
Cuando quedamos solos Rafaela ocupó el centro del lecho sin desnudarse y pidió para sostenerme un rato estirado entre sus bracitos, como dizque hay una estatua blanca en el Vaticano.
Y adoré mis tragedias.
Claro que mi sino sísmico se volvió a desarbolar en plena navegación mielera, xatamente el 27 de diciembre, cuando Ruiz Huidobro me mandó patrullar la costa al frente de una partida de presos armados hasta la rabadilla para atisbar un posible zarpazo inglés cotillado en Buenos Aires.
Bailamos, alardeó el piso.
Y en agosto del 6 a don Pascual se le ocurrió premiarme con el envío de un pliego personal a Liniers y al volver con la noticia del triunfo en Corrales de Miserere se me dio vuelta el bote y tuve que ganar la costa a nado y sentí que ahora estaba manducándome el barro sacramental del mismísimo Jordán.
Empezaba a ser otro.
Se me concedieron trescientos pesos de reparo por las pérdidas, además de ordenarse que se cumplimentara el abono a la mayor brevedá.
El donativo de 500 pesos que me obsequió el fondo de hacendados por aportarles quietud de espíritu y seguridá persiguiendo perversos demoré seis años en cobrarlo, sin embargo.
Trabajos, miserias y frialdades.
En Nochebuena nació Josef María, después de una preñez donde fui percatándome que en los Ojos de Plata que me aplacaron tanto empezaba a fluir irremisiblemente un horror agigantado por la vida infernal que abrazó Pepe el loco.
Ña Pancha no era zonza.
29 / ANGLESES
Finalmente los muchachos del otro imperio decidieron vengarse de la Muy Fiel y Reconquistadora y congratular por sorpresa a Su Majestad Británica invadiendo Maldonado.
Dizque la soldadesca ujereó y envergó hasta a una imagen de la Inmaculada que había en nuestro cuartel.
El mal no tiene fondo.
En diciembre encabecé una misión de reconocimiento del sistema emplazado para anunciar un posible avance hereje por tierra hacia la Plaza, y al llegar le redaté un oficio a Sobremonte sugiriendo que se prendiera otro fuego en la Barra de Pando en aras a mejorar el avistamiento carrasqueño de las señales mandadas desde los cerros de Maldonado.
Fue como pedirle a Judas que rezara con fe.
Hasta hubiéramos podido sofrenar a los gringos desde la Punta Gorda porque el gauchaje de las estancias los inmovilizó en San Fernando y llegaron a buque, pero el virrey se nos había juído con casi toda la artillería.
Y el combate del Buceo lo cuerpeamos codo a codo con Yegros, que todavía andaba en la veintena y hacía sus primeras armas comandando una compañía del contingente guaraní.
Los gringos le incrustaron una bala esférica de mosquete junto al corazón y si no lo guapeo fiero al cirujano que lo desahució en Las Piedras se nos iba, nomás.
Y quedamos hermanos.
En el combate del Cardal establecí un piquete formado mayoritariamente por piones de nuestras haciendas, y los herejes nos arrasaron desconcertándonos con un envaramiento de desfile marcial y una gritería horrísona que dizque usaba el Magno en las campañas griegas.
Qué los parió a los gringos.
Y Rafaela en el Cordón escuchando la fusilería y el retumbar de las corridas de los casacas rojas, que terminaron por abrirnos brecha en el Cubo y apenas respetaron a la cajetillada del Cabildo merced a un golpetazo en clave de hermandad que el piloto Francisco Juanicó descargó desde adentro contestándole al invasor Bowell.
Yo fui apresado pero pude escaparme enseguida y me nombraron comandante interino de la Colonia del Sacramento, donde nos acuartelamos para organizar una resistencia al cuete.
Y en noviembre nació Francisca Eulalia, después que los imperios pactaron la retirada de los angleses impulsores de los vitrales domésticos, la gacetería y el fomes contra los abusos arancelarios que engordaban al rey.
La niña murió muy pronto, lo mismo que Petronila, concebida en el 9.
Y la platería enjoyada que irradiaba el gracejo juvenil de mi esposa emigró a una llovizna de melancolía eterna.
Las pobres pobrecitas.
30 / TIERRA
La gloriosa junta del 8 me pilló acuartelado en Yarau, ejerciendo justicia y otorgando posesión legítima a ocupantes de terrenos realengos por comisión del nuevo virrey Elío, que me nombró comandante general de todo el Este allende el litoral.
Mi otro seguía creciendo.
Y en aquellos andares me empecé a liar tiernamente con Baltar y Blasito y Lavalleja y el revirado Torgués, entre otros futuros horcones inchalás del País que entuavía ni siquiera soñaba.
Pero estaba fecundando a mi verdadera esposa.
Muy poco tiempo antes de faltar el Supremo nos visitó en Curuguaty el trovero Benavides, un pariente de Venancio que nos desenrolló una preciosidá que retuvimos recio con Joaquín.
Para mí es como un Credo, y el continentito la cantaba sobre un floreo dulzón que bautizaron con una voz hermana de la mulonga gaúcha.
Milonga quiero, redonda / que una bordona profunda / como una azada se hunda / en la madre tierra honda. / Y que la tierra responda. / Y que la tierra responda / por lo mucho que sentí / por lo que nunca le di / como respuesta redonda / al pago donde nací. / Al pago y su suelo mago / maravilla de las huertas / de su corazón sin puertas / amoroso, verde, arado / de cien auroras despiertas. / De cien auroras despiertas / volverás a renacer / patria, bandera o mujer / las desplegadas y abiertas / razones a defender. / Milonga quiero de aquellas / que canta Carlos Molina / bordonas en tremolina / primas altas como estrellas / y un vuelo de golondrinas. / Y un vuelo de golondrinas / y el acero de un arado / que en el campo ha navegado / como una quilla marina / y el silencio sosegado. / Milonga quiero, redonda / que una bordona profunda / como una azada se hunda / en la madre tierra honda. / Y que la tierra responda.
Eso es ilustración.
Y hoy reverdece aquella espina seca: ¿cómo le canta el it a mi Provincia de la Banda Oriental del Uruguay?
Como un fuego de mierda.
Claro que Benavides también nos regaló el vendaje milagroso de un soneto rezado por un tal Juan Cunha, que también se apellida como un continentito:
Hay un verdor del que no sé olvidarme / y es el verde de un pasto y una fronda / y arriba es un azul a la redonda / que alguna vez sirvió para azularme. / Cuando me duermo vienen a buscarme / el verde me rodea en ancha honda / el azul en azules se me ahonda / que vienen cada vez a convidarme. / Arriba azul arriba abajo verde / lo cierto que es que ninguno se me pierde / por mucho que me aneble o acenice / por más que soplen años y desgracias / habrá un verde de pasto y un de acacias / y un azul que allá arriba se eternice.
Y al Hombre Nuevo Celeste que parimos en Purificación no puede tumbarlo naides. Lo declaro por fe.
¿Les molesta mi amor?
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