domingo

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LECOR / UNA HISTORIA DE ADORACIÓN


por HUGO GIOVANETTI VIOLA

un webguión seccionado en 40 episodios y escrito como base para una miniserie televisiva que producirá elMontevideano / Laboratorio de Artes

VIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA

EPISODIO XXVII

Compromisos aguachentos, brasitas bajo la lluvia y Theatrum Sacrum en la catedral.

PRIMERA HISTORIA 1 / EXT. DÍA

Julia ayuda a sentarse a Harley y Selva Primavera corre hasta el pretil y se ríe agitando los brazos en dirección a Josef.

Selva Primavera (murmura sin que nadie la pueda escuchar): Le hiciste crecer las alas, bendito niño viejo.

Josef le hace la venia y se va corriendo.

Julia (acariciándole el vendaje a Harley): ¿Te lastimaste?

Harley: No. Lo único que siento es que mis oídos registran todos los caballos y todos los pregoneros y todo el viento del río, mi amor. Suenan como campanas.

Julia: Y a mí me volvió la alma al esqueleto, también.

Harley: Alcanzame el bastón. Y les ruego que me dejen volver a mi cuarto caminando solo. Aunque me caiga mucho.

Selva Primavera (haciéndole una seña a Julia): Será un placer.

Harley: Hoy quiero tomar mate en el patio y escuchar el mosquerío y charlar con el canario.

Julia (se aparta para murmurarle a Selva Primavera): Qué poca fe que tuve.

Selva Primavera: La poca fe es lo mismo que el mucho miedo, Julia.

SEGUNDA HISTORIA 1 / INT. ATARDECER

Juan Mendoza le abre la puerta de su casa a Artecona y lo invita a pasar con una reverencia irónica.

Juan Mendoza: Magdalena todavía no volvió de la misa.

Artecona (después de recorrer altivamente el zaguán y acomodarse en un canapé para sorber una narigada): Pues prefiero esperarla, porque lo que yo quería era platicar con ambos.

Juan Mendoza: Entonces pintad calva a la oportunidad, Manucho. Porque ya hace tiempo que ni comemos juntos con mi señora esposa.

Artecona: Cosas de los casados. Y voto a bríos que muy pronto la hybris terminará por conducirme también a mí a ser churrasco con cuero. Como en los Coliseos neronianos.

Juan Mendoza: En mi caso no se trata de martilogio ni de orgullo pagano.

Artecona: Me habláis amoscadísimo. ¿Desde cuándo cunde su enojo con este servidor?

Juan Mendoza: Yo nunca estoy contento. ¿Un licorcito? Hoy las esclavas rezan en lugar de servirnos.

Artecona: Pensé que la gorguera de sangre que terminó vistiendo el mariscal Abreu os había aliviado un poco.

Juan Mendoza (mientras se sobreponen en pantalla los rostros de Pandora, Baltasar, Yemanjá del Dulce, Aleijadinha y Porto): Alivió a mucha gente.

PRIMERA HISTORIA 2 / EXT. DÍA

Harley recibe en el patio ajederezado de la casona de Selva Primavera a Francisco Acuña de Figueroa.

Acuña de Figueroa (apretando la mano de Harley, que se levanta con los ojos exageradamente levantados hacia el sol): La paz contigo, Edward.

Harley: Por lo menos ya no veo la barbarie. Tal como lo pedí. Y oigo muchas campanas.

Acuña de Figueroa: Me contaron que Josef María Artigas te ayudó a transfigurarte en un San Jorge de las azoteas.

Harley: Y ahora siento que cada hombre es nada más que la mitad de una cáscara de huevo. Y me parece justo.

Acuña de Figueroa: Pues te sobra verdad.

Harley: Y pienso seguir trabajando en mi librería aunque súbitamente también se me despertó la necesidad de dictar mis memorias. La autobiografía se titulará El amor en los tiempos de Lecor.

Acuña de Figueroa: Ese libro tendrá alas.

Harley: ¿Por qué nos costará tanto reconocer que nacemos con alas escondidas, Francisco? La fe de las orugas es perfecta, sin embargo.

Acuña de Figueroa: Lo que yo sé es que alcanza con creer. Con no creer no alcanza.

SEGUNDA HISTORIA 2 / INT. ATARDECER

Juan Mendoza llena dos copas jerez y se sienta a fumar.

Juan Mendoza: Me disculpo profundamente, pero prefiero no brindar por nada ni por nadie.

Artecona: La horca traerá justicia.

Juan Mendoza: Pero eso no merece ningún brindis, Manucho.

Artecona: Según como lo se lo mire. Aunque a fuer de sincero, yo esta noche visito vuestra mansión por asuntos amorosos.

Juan Mendoza: ¿Amorosos?

Artecona (parándose con las piernas cruzadas para desplegar una reverencia palaciega): Sí. Y son tantas mis ansias que no puedo esperar a que Maguita llegue de la misa. Vengo a pedir la mano de vuestra hija Paloma.

Juan Mendoza (atorándose): Qué desgracia graciosa.

Artecona: ¿Lo tomo como una ofensa?

Juan Mendoza: No, pardiez. ¿Y qué sucederá con vuestra prometida bonaerense?

Artecona: Mi pasión puede más que cualquier compromiso aguachento inventado en mala hora, futuro suegro. Y os suplico que me honréis con vuestra complacencia.

PRIMERA HISTORIA 3 / EXT. DÍA

Harley, Julia y Selva Primavera toman una copa de licor en el patio.

Harley: Comí como un león.

Selva Primavera: Era hora, caballero.

Se oyen aldabonazos y Aurora Bendita vuelve anunciando a Josef María Artigas.

Aurora Bendita: El niño llora mucho.

Harley: Pues que pase, pobrecillo. No sabían que los ángeles guardianes lloraban por sus protegidos.

Selva Primavera y Julia corren a buscar a Josef y lo traen de la mano.

Harley (mirando hacia el sol): Me salvaste la vida, criatura.

Julia: ¿Traigo rosquetes?

Josef: Os lo agradezco. Pero prefería platicar a solas con el señor Harley.

Harley (después que las mujeres se retiran): Soy todo oídos, chaval.

Josef (arrasándose el llanto con una manga del mameluco todo remendado): Acabo de asesinar una alma, señor.

SEGUNDA HISTORIA 3 / INT. ATARDECER

Al terminar la misa, Magdalena obliga a Porto a que le dé el bracete, mientras el mariscal busca desesperadamente con la mirada a Paloma.

Paloma (después que Pandora recoge las almohadillas): Ca. Siento que me va a dar el repelús.

Pandora (con expresión culpable): Espabílate, niñata. A veces lo que vemos no nos pinta lo cierto.

Paloma (empezando a golpearse el pecho y a gritar): Que me ahogo, mi Dios. Que alguien me robó el soplo sagrado y que me ahogo. Asistidme.

La muchacha se desmorona en los brazos de la esclava, que termina por extenderla en el piso.

Porto (soltándole el brazo a Magdalena): Eso es un vértigo como los que nos dan en el frente de batalla. Si no es algo peor.

Magdalena (deformada por el odio): Está montando el numerito, como siempre. ¿No sabéis que para una yegua madrina el mundo es una Casa de Comedias?

Porto: Permitidme, señora.

Y corre abriéndose paso a codazos hasta donde Paloma ya parece haber perdido el conocimiento, y la recoge en brazos.

Porto (cargando a la muchacha hacia la calle): Calma y fe, meu coisiña.

PRIMERA HISTORIA 4 / EXT. DÍA

Harley
: ¿Cómo así?

Josef: Es que cuando vos os salvasteis llegué a casa y encontré una de mis orugas trajinando por desencapullarse y la ayudé a echar alas, pero voló muy poco y se murió enseguida.

Harley: ¿Y qué te hace pensar que asesinaste una alma?

Josef: Sentí que ella no tuvo tiempo ni de volverse ángel.

Harley: Eso es nada más que miedo, hijo. No te olvides que los pobres de espíritu vivimos más solos que Robinson Crusoe.

Josef (sonriendo): Ahora los ojos de vuestra merced parecen una brasita abajo de la lluvia.

Harley llama a Julia y a Selva Primavera y les pide que vuelvan con la guitarra y traigan unos rosquetes.

Harley (mientras su novia empieza a afinar): Tu padre se está batiendo contra medio mundo porque es un Hombre Nuevo, chaval. Y podrán derrotarlo, pero a la Patria de los Libres nunca van a poder asesinarle la alma.

Selva Primavera: Vale. Y engúllete los rosquetes, que se alborotó el mosquerío.

Josef (al terminar de oír el Andante de Mozart): Esto es como cuando hay luna llena y mi madre no llora.

SEGUNDA HISTORIA 4 / EXT. ATARDECER

Porto sale con Paloma en brazos de la catedral entre un amontonamiento de curiosos. Atrás los siguen Pandora, Magdalena y Pascualita.

Paloma (entornando los ojos): ¿Dónde estoy?

Porto: En meus brazos, coisiña. Ya te llevo a tu casa.

Paloma: Sentí que me moría.

Magdalena (gritando desde atrás): Está montando el numerito de siempre. Os puede morder, Porto. Es una putarraca de cascabel.

Paloma: ¿Por qué me odiará tanto?

Porto: Porque Dios te protege.

Paloma: ¿Y por qué me protege?

Porto: Porque vocé eligió ser siempre la Inmaculada.

Cuando llegan a la casa Magdalena se adelanta a abrir la puerta.

Magdalena: Soltadla, mariscal. O los mato a los dos con mi propio trabuco.

Juan Mendoza (apareciendo junto con Artecona): Matate vos, Maguita.

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