EL AMOR (10)
Duelo criollo (2)
Tal vez sea exagerado
mencionar el duelo criollo como un motivo. Salvo excepciones, no se dedica una
letra entera a un duelo; en todo caso es el centro o la culminación del asunto.
Pero su importancia es tal que casi siempre se roba el interés; el peso de toda
la letra recae en él o todo va dirigido hacia o parte de él. Por otro lado, se
dice sobria y económicamente. Ya vimos su apretada síntesis en Pobre corazón
mío; también en Gimiendo, que es uno de los pocos casos en que la
pasión arrastra a la contienda:
Perdí
la cabeza,
relució
la faca,
triunfó
la destreza
y
ganó el mejor.
Querencia,
que tiene su centro de interés en el duelo criollo y que lo detalla bastante
más que otras letras, no es un tango sino una cifra:
Yo
le confié el perseguirlos
a
las patas de mi zaino
y
en abras de aquella sierra
les
di alcance a los malvados.
Cuchillo
contra cuchillo,
ahí
nomás nos enfrentamos,
nos
herimos varias veces
pero
anduve mal del brazo:
se
me fue la vista en sangre
y
allí quedé entre los pastos.
En Desdén, Por ella,
Cicatrices, La gayola, Volvé mi negra, la mención del duelo es rápida o rapidísima,
Aun en Olvidao, donde todo lo que antecede y lo que sigue está
condicionado por el duelo, este se condensa así:
Mas
de pronto
dos
dagas hicieron
de
aquella alegría
un
cuadro e dolor.
Duelo criollo, que
por su título parece preocupado sólo por ese acto, se ocupa de antecedentes y
consecuencias, resumiéndolo en estas breves líneas:
Y
un farol
en
duelo criollo vio
bajo
su débil luz
morir
los dos.
En El barbijo:
Los
ojos pumas
brillaron
fieros
y
en los aceros
relampagueó.
Marcó
mi cara
con
un barbijo
pero
ni ¡ay! dijo
cuando cayó.
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