EL AMOR (8)
Venganza (2)
El tercer caso, el del
que mata cegado por los celos, el odio, el rencor, es el de los protagonistas
de Gimiendo o de Amigazo. En ambas letras se subraya esa misma
idea de ceguera:
Una
nube de odio
mi
espíritu cegó.
Una
nube en los ojos
me
vino como un flechazo
En Honor gaucho y
en Fondín de Pedro Mendoza se repite una expresión que muestra al
impulso homicida pudiendo más que el hombre, obligándolo:
Y
ante la luz
del
desengaño impío
no
pudo más
y
en mortal desafío
mostró
el varón
ya
desnudo su facón.
No pudo más,
no pudo contenerse más; como si el hombre hubiera estado gobernándose y de
pronto fuese avasallado. A veces el hombre prevé su propio arrebato y busca que
lo traben, que se lo impidan, como en Un tropezón, donde precaviéndose
contra sí mismo pide al agente que lo lleve:
Por
favor, lléveme, agente
es
mejor que no me largue,
no
quiera Dios que me amargue
recordando
su traición
y
olvidándome de todo
a
mi corazón me entregue
y
al volverla a ver me ciegue
y
ahí nomás…
Lléveme,
será mejor.
o en Contramarca, donde
pide, por la misma razón, a la mujer que se vaya cuanto antes.
A veces el rapto criminal
se justifica como un acto fatal, una cosa del destino, como en Fondín de
Pedro Mendoza:
Diez
años son que una noche
borracho
de odio y de vino
quiso
perderme el destino
y
frente a frente
me
la encontré;
no
pude más y vencido
contra
esa puerta
yo
la maté.
Pasa también que el
hombre consigue dominar su impulso, como en Tomo y obligo, Matala, Amargura:
Mis
manos se crisparon,
mi
pecho las contuvo;
su
boca que reía
yo no pude matar.
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