por Daniel Denvir
Ha pasado más de siglo y medio desde
que Karl Marx publicara el primer volumen de El capital. Es
una obra enorme e intimidante que muchos lectores podrían sentirse tentados de
pasar por alto; el erudito radical David Harvey cree que no deberían
hacerlo.
Harvey lleva décadas impartiendo clases
sobre El capital. Sus populares cursos sobre los tres
volúmenes del libro están disponibles de forma gratuita en la
red y los han visitado millones de personas de todo el mundo. El último
libro de Harvey, Marx, El capital y la locura de la razón económica,
es una guía más breve de los tres volúmenes. En él se ocupa de la
irracionalidad inherente a un sistema capitalista cuyo funcionamiento se supone
que es todo lo contrario.
Harvey habló con Daniel
Denvir para el podcast The Dig, de Jacobin Radio, acerca
del libro, las energías a un tiempo creativas y destructivas del capital, el
cambio climático y de por qué sigue mereciendo la pena luchar con El
Capital.
Lleva bastante tiempo impartiendo
clases sobre El capital. Describa brevemente los tres
volúmenes.
Marx entra mucho en los detalles y a
veces es difícil hacerse una idea exacta del concepto general que aborda El
capital. Pero en realidad es sencillo. Los capitalistas empiezan el día con
cierta cantidad de dinero, llevan ese dinero al mercado y compran algunas
mercancías como medios de producción y mano de obra, y las ponen a trabajar en
un proceso laboral que produce una nueva mercancía. Esa nueva mercancía se
vende por dinero más un beneficio. Después, ese beneficio se redistribuye de
varias maneras, en forma de rentas e intereses, y circula de nuevo hacia ese
dinero, que inicia el ciclo de producción nuevamente.
Es un proceso de circulación. Y
los tres volúmenes de El capital tratan diferentes aspectos de
dicho proceso. El primero se ocupa de la producción. El segundo trata
de la circulación y lo que llamamos “realización”: la forma en que la mercancía
se convierte de nuevo en dinero. Y el tercero se ocupa de la distribución:
cuánto dinero va al propietario, cuánto al financiero y cuánto al comerciante
antes de que todo se dé la vuelta y regrese al proceso de circulación.
Eso es lo que trato de enseñar de modo
que la gente entienda las relaciones entre los tres volúmenes de El capital y
no se pierda totalmente en un volumen o en partes de ellos.
En ciertos aspectos difiere de otros
estudiosos de Marx. Una diferencia importante es que presta mucha atención
a los volúmenes dos y tres, mientras que a muchos especialistas de Marx les
interesa principalmente el primer volumen. ¿Por qué?
Son importantes porque lo dice
Marx. En el volumen uno básicamente dice: “En el volumen uno me ocupo de
esto, en el volumen dos me ocupo de aquello y en el volumen tres me ocupo de lo
de más allá”. Está claro que en la mente de Marx existía la idea de la
totalidad de la circulación del capital. Su plan era dividirlo en estas
tres partes en tres volúmenes. De modo que sigo lo que Marx dice que
hace. Ahora bien, el problema, por supuesto, es que los volúmenes dos y
tres nunca se completaron, y no son tan satisfactorios como el volumen uno.
El otro problema es que el volumen uno
es una obra maestra literaria, mientras que los volúmenes dos y tres son más
técnicos y más difíciles de seguir. De modo que puedo entender por qué, si
la gente quiere leer a Marx con cierta alegría y placer, se quede con el
volumen uno. Pero lo que quiero decir es: “No, si verdaderamente quieres
entender su concepto del capital, no puedes quedarte con que se trata de una
simple cuestión de producción. Se trata de circulación. Se trata de
llevarlo al mercado y venderlo, después se trata de distribuir las ganancias”.
Uno de los motivos de su importancia es
que lo necesitamos para comprender esta dinámica de expansión constante que
alienta el capitalismo, lo que usted llama un “mal infinito”, citando a
Hegel. Explique qué es ese “mal infinito”.
La idea del “mal infinito” aparece en
el volumen uno. El sistema tiene que expandirse porque todo consiste en
ganar dinero, en generar lo que Marx llamó una “plusvalía”, y la plusvalía
luego se reinvierte en la creación de más plusvalía. De modo que el
capital se basa en un crecimiento constante.
Y lo que hace es lo siguiente: si
creces un 3 % al año constantemente, llegas a un punto en que la cantidad de
crecimiento necesario es absolutamente enorme. En la época de Marx hay
mucho espacio en el mundo para expandirse, mientras que en estos momentos
estamos hablando de una tasa de crecimiento compuesto del 3 % en todo que está
acaeciendo en China, el sur de Asia y América Latina. Y surge el problema:
¿hacia dónde te vas a expandir? Ese es el mal infinito que se está
gestando.
En el volumen tres, Marx dice que tal
vez la única forma en que puede expandirse es mediante la expansión monetaria.
Porque con el dinero no hay límite. Si hablamos de usar cemento o algo así, hay
un límite físico de la cantidad que se puede producir. Pero con el dinero,
simplemente se pueden agregar ceros a la oferta monetaria global.
Si nos fijamos en lo que hicimos
después de la crisis de 2008, agregamos ceros a la oferta monetaria mediante
algo llamado “flexibilización cuantitativa”. Ese dinero regresó después a
los mercados de valores y después a las burbujas de activos, especialmente en
los mercados inmobiliarios. Ahora tenemos una situación extraña en la que,
en cada área metropolitana del mundo que he visitado, hay un gran auge de la
construcción y de los precios de los activos inmobiliarios –todo lo cual está
siendo impulsado por el hecho de que se está generando dinero que no sabe a
dónde ir, excepto a la especulación y al valor de los activos–.
Tiene formación de geógrafo y para
usted la explicación que ofrece Marx sobre el capitalismo es fundamentalmente
la de lidiar con problemas de espacio y tiempo. El dinero y el crédito son
formas de resolver estos problemas. Explique por qué estos dos ejes de
espacio y tiempo son tan críticos.
Por ejemplo, el tipo de interés
consiste en un descuento en el futuro. Y pedir prestado consiste en
hipotecar el futuro. La deuda es hipotecar la producción futura. De
este modo, el futuro está hipotecado porque tenemos que pagar nuestras
deudas. Pregúntele a cualquier estudiante que deba 200.000 dólares: su
futuro está hipotecado porque tiene que pagar esa deuda. Esa hipoteca
sobre el futuro es una parte esencial de lo que trata El capital.
El tema del espacio tiene cabida porque
a medida que comienzas a expandirte, siempre existe la posibilidad de que si no
puedes expandirte en un espacio determinado, cojas tu capital y te vayas a otro
espacio. Por ejemplo, en el siglo XIX, Gran Bretaña estaba produciendo una
gran cantidad de capital excedente por lo que una gran parte fluía hacia
América del Norte, otra a través de América Latina y otra hacia
Sudáfrica. De modo que en esto hay un factor geográfico.
La expansión del sistema consiste en
conseguir lo que yo llamo “soluciones espaciales”. Tienes un problema:
tienes un exceso de capital. ¿Qué vas a hacer al respecto? Bueno,
tienes una solución espacial, lo cual significa que sales y construyes algo en
otro lugar del mundo. En un continente “inestable” como Norteamérica en el
siglo XIX hay una enorme cantidad de lugares en los que se puede
expandir. Pero ahora Norteamérica está bastante cubierta.
La reorganización espacial no consiste
simplemente en expandirse. También consiste en
reconstruir. Logramos la desindustrialización de Estados Unidos
y Europa, y después la reconfiguración de una zona a través de la remodelación
urbana, de modo que las fábricas de algodón en Massachusetts se convierten en
bloques de apartamentos.
Ha hablado de un futuro que está siendo
hipotecado. Ese término se ajusta muy bien a las deudas sobre las
viviendas, obviamente.
Por eso creo que el término “hipotecar”
es muy interesante. Millones de personas perdieron sus casas con
la crisis. Se les hipotecó el futuro. Pero al mismo tiempo, la
economía del endeudamiento no ha desaparecido. Se podía pensar que después
de 2007-2008 habría una pausa en la creación de deuda. Pero, en realidad,
lo que se ve es un enorme aumento de la deuda
El capitalismo contemporáneo nos carga
cada vez con más deuda. Eso debería preocuparnos a todos. ¿Cómo se
amortizará? ¿Y con qué medios? ¿Y vamos a acabar con más y más
creación de dinero, que después no tiene adónde ir excepto a la especulación y
el valor de los activos?
Ahí es cuando empezamos a construir
para que las personas inviertan, no para que las personas vivan. Una de las
cosas más asombrosas de la China contemporánea, por ejemplo, es que se han
construido ciudades enteras que aún no se han habitado. Sin embargo, la gente
las ha comprado porque es una buena inversión.
Es precisamente ese tema del crédito lo
que le llevó a tomar prestada una frase de Jacques Derrida: “La locura de la
razón económica”. Coloquialmente se apela a la locura y la demencia
para estigmatizar o atribuir un carácter patológico a las personas
con enfermedades mentales. Pero lo que nos muestra Marx, y lo que nos
muestra su libro, es que lo realmente demencial es el sistema.
La mejor forma de medirlo es observar
lo que sucede en una crisis. El capital provoca crisis
periódicamente. Una de las características de una crisis es que hay un
excedente de mano de obra –personas desempleadas que no saben cómo
subsistir– al tiempo que excedentes de capital que no parecen encontrar un
lugar donde colocarse para obtener una rentabilidad adecuada. Tienes estos
dos excedentes uno al lado del otro en una situación en la que la necesidad
social es crónica.
Necesitamos juntar capital y trabajo
para efectivamente crear algo. Pero no se puede hacer porque lo que se
quiere crear no es rentable, y si no es rentable, el capital no lo
hace. Se pone en huelga. De modo que terminamos con capital
excedente y mano de obra excedente, uno al lado de la otra. Es el colmo de
la irracionalidad.
Recientemente, usted escribió en Jacobin que
Marx rompió con los socialistas moralistas como Proudhon, Fourier, Saint-Simon
y Robert Owen. ¿Quiénes eran estos socialistas y por qué y cómo se apartó
Marx de ellos?
En las primeras etapas del desarrollo
capitalista hubo problemas obvios de condiciones de trabajo. Personas
razonables, incluidos los profesionales y la burguesía, comenzaron a mirar esto
con horror. Se desarrolló una especie de repugnancia moral contra el
industrialismo. Muchos de los primeros socialistas eran moralistas, en el buen
sentido del término, y expresaron su indignación afirmando que podemos
construir una sociedad alternativa basada en el bienestar comunitario y la
solidaridad social y cuestiones de ese tipo.
Se nos enseña que el sistema económico capitalista es sumamente
racional. Pero no lo es. De hecho, genera increíbles sinrazones
Marx examinó la situación y dijo que,
en realidad, el problema con el capital no es que sea inmoral. El problema
con el capital es que es casi amoral. Tratar de confrontarlo
con la razón moral nunca va a llegar muy lejos porque el sistema se genera y se
reproduce a sí mismo. Tenemos que lidiar con esa autorreproducción del
sistema.
Marx adoptó una visión mucho más
científica del capital y dijo: ahora necesitamos reemplazar todo el
sistema. No se trata solo de arreglar las fábricas, tenemos que lidiar con
el capital.
¿Ha visto El joven Karl Marx?
He visto la película y
la obra de teatro. Marx es un personaje de su tiempo y creo que es
interesante mirarlo desde esa perspectiva.
Pero lo que quiero decir es que hay que
fijarse en cómo, con su fuerza motriz, nos aprisiona a todos en deudas
–seguimos en una sociedad que se mueve por la acumulación de capital. Marx
elaboró un razonamiento partiendo de las particularidades de su tiempo, habló
de la dinámica de la acumulación de capital y señaló su carácter
contradictorio–. Marx decía que debemos ir más allá de la protesta moral. Se
trata de describir un proceso sistemático con el que debemos lidiar y cuya
dinámica debemos comprender. Porque, de lo contrario, la gente intenta crear
algún tipo de reforma moral, y entonces es el capital quien se apropia de la
reforma moral.
Es verdaderamente fantástico que
tengamos Internet, algo que en un principio todo el mundo pensó que sería
una gran tecnología liberadora que conferiría gran libertad a los seres
humanos. Y fíjate lo que ha pasado. Está dominada por unos cuantos
monopolios que recopilan nuestros datos y se los entregan a todo tipo de
personajes sórdidos que los utilizan con fines políticos.
Algo que comenzó como una verdadera
tecnología liberadora de repente se convierte en un vehículo de represión y
opresión. Si se pregunta: “¿cómo ha ocurrido?”, se responde que ha sido
causa de algunas personas malvadas o, como Marx, que el carácter sistémico del
capital siempre hace eso.
No existe una idea buena y moral que el
capital no pueda apropiarse y convertir en algo horrendo. Casi todos los
modelos utópicos que han aparecido en el horizonte durante los últimos cien
años se han convertido en una distopía por la dinámica capitalista. Eso es
lo que apunta Marx, que dice: “Tienes que lidiar con ese proceso. Si no lo
haces, no crearás un mundo alternativo que pueda ofrecer libertad a todos los
seres humanos”.
Hablemos de las contradicciones de ese
proceso. Marx fue un feroz crítico del capitalismo, pero también fue un
admirador de su capacidad de destrucción creativa. Pensaba, por ejemplo,
que el capitalismo era una gran mejora con respecto al feudalismo. ¿Cómo
deberíamos considerar esa capacidad destructiva en la actualidad? Gran
parte de lo que destruye el capitalismo es bastante obvio. Por otro lado,
debemos tener en cuenta el aumento de los ingresos en lugares como China e
India y ese gigantesco proceso de construcción de infraestructuras que se está
dando en países como aquellos. ¿Cómo aborda usted estos procesos
contradictorios?
Tienes razón al mencionar esto porque
Marx no es un mero crítico del capitalismo, también admira algunas de las cosas
que construye el capitalismo. Para Marx esa es la mayor contradicción de
todas.
El capital ha desarrollado la
capacidad, desde el punto de vista tecnológico y organizativo, de crear un
mundo mucho mejor. Pero lo hace a través de relaciones sociales
de dominación en lugar de emancipación. Esa es la contradicción
principal. Y Marx insiste: “¿Por qué no usamos toda esta capacidad
tecnológica y organizativa para crear un mundo liberador, en lugar de uno que
consista en la dominación?”
Una contradicción relacionada con esta
es el modo en que los marxistas debían de considerar el debate actual en torno
a la globalización, que se ha vuelto más confuso y confuso que
nunca. ¿Cómo cree que la izquierda debería contemplar el debate sobre
el proteccionismo de Trump de forma que difiera del dedo acusador de los
economistas convencionales?
En realidad Marx aprobaba la
globalización. En el Manifiesto Comunista hay un pasaje
maravilloso que trata de ello. Lo ve como potencialmente emancipatorio. Pero,
nuevamente, la pregunta es por qué no se aprovechan esas posibilidades
emancipadoras. ¿Por qué se utilizan como medio de dominación de una clase sobre
otra? Sí, es cierto que algunas personas en el mundo han mejorado sus ingresos,
pero ocho hombres poseen misma riqueza que aproximadamente el 50 % de
la población mundial.
Marx dice que tenemos que hacer algo al
respecto. Pero, al hacerlo, no hay que ponerse nostálgicos y decir:
“Queremos volver al feudalismo” o “queremos vivir de la tierra”. Tenemos
que pensar en un futuro progresista que emplee todas las tecnologías que
tenemos, pero con un propósito social en lugar de aumentar la riqueza y el
poder que cada vez se concentran en menos manos.
Que es la razón por la que Marx rompió
con sus contemporáneos socialistas románticos. En cuanto a lo que las
teorías económicas liberales y los economistas convencionales pasan por alto
sobre todo esto, usted cita un pasaje de Marx: “Cada motivo que
ellos” –los economistas– “exponen contra la crisis es una contradicción
exorcizada y, por lo tanto, una contradicción real, que puede provocar una
crisis. El deseo de convencerse de la inexistencia de contradicciones es
al mismo tiempo la expresión de un deseo piadoso de que las contradicciones,
que están realmente presentes, no existan”. ¿Qué se propone
hacer la economía dominante? ¿Y qué omiten u ocultan en el proceso?
Odian las contradicciones. No
encaja con su visión del mundo. A los economistas les encanta afrontar lo
que llaman problemas, y los problemas tienen solución. Las contradicciones
no. Permanecen contigo todo el tiempo y, por tanto, tienes que
gestionarlas.
Se intensifican en lo que Marx llamó
“contradicciones absolutas”. ¿Cómo afrontan los economistas el hecho de
que en las crisis de las décadas de 1930 o 1970 o en la más reciente el capital
excedente y la mano de obra excedente se encuentren uno junto a la otra y nadie
parezca tener la menor idea de cómo volver a unirlos para que puedan trabajar
con fines socialmente productivos?
Keynes intentó hacer algo al
respecto. Pero, por lo general, los economistas no tienen idea de cómo
lidiar con estas contradicciones mientras que Marx sostiene que esa
contradicción está en la esencia de la acumulación de capital. Y esa
contradicción provoca periódicamente esas crisis que se cobran vidas y crean
miseria.
Es necesario abordar ese tipo de
fenómenos. Y la economía no tiene una buena forma de plantearlos.
En cuanto a esa contradicción, en
su libro especifica que “el capital excedente y la mano de obra
excedente coexisten sin que aparentemente haya forma de volver a
unirlos”. Después de la crisis reciente, ¿cómo se reencontraron esos dos
elementos –el capital excedente y la mano de obra excedente–, y el modo en
lo hicieron ha derivado en una nueva forma de capitalismo, distinta de la que
prevalecía antes de la crisis? ¿Seguimos viviendo bajo el neoliberalismo o
ha echado raíces algo nuevo?
La respuesta a la crisis de 2007-2008
fue, en la mayor parte del mundo –excepto China–, redoblar la apuesta hacia una
política de austeridad neoliberal. Lo cual empeoró las cosas. Desde
entonces hemos sufrido más recortes. No ha funcionado muy bien. El
desempleo ha ido bajando lentamente en Estados Unidos, pero por supuesto se ha
disparado en lugares como Brasil y Argentina.
Y el crecimiento de los salarios es
bastante lento.
Sí, los salarios no se han
movido. Después está lo que ha estado haciendo la administración de
Trump. En primer lugar, ha seguido algunas políticas muy
neoliberales. El presupuesto que aprobaron hace casi un año es un
documento puramente neoliberal. Básicamente beneficia a los tenedores de
bonos y a los propietarios de capital, y el resto ha quedado al margen. Y
lo otro que ha pasado es la desregulación, que tanto gusta a los
neoliberales. La administración Trump ha redoblado la desregulación: del medio
ambiente, las leyes laborales y todo lo demás. Así que en realidad se han
duplicado las soluciones neoliberales.
El argumento neoliberal tuvo
mucha legitimidad en las décadas de 1980 y 1990 como algo que, de alguna
manera, era liberador. Pero ya nadie se lo cree. Todo el mundo se da
cuenta de que es una estafa en la que los ricos se hacen más ricos y los pobres
más pobres.
Sin embargo, estamos empezando a ver el
posible surgimiento de un proteccionismo-autarquía etnonacionalista, que es un
modelo diferente. Y no encaja muy bien con los ideales
neoliberales. Podríamos dirigirnos hacia algo mucho menos agradable que el
neoliberalismo, la división del mundo en facciones guerreras y proteccionistas
que luchan entre sí por el comercio y todo lo demás.
El argumento de alguien como Steve
Bannon es que debemos proteger a los trabajadores estadounidenses de la
competencia en el mercado laboral limitando la inmigración. En lugar de
culpar al capital, culpa a los inmigrantes. El segundo argumento es
sostener que también podemos obtener apoyo de esa población mediante
la imposición de aranceles y culpando a la competencia china.
En efecto, tienes una política de
derecha que está ganando mucho apoyo por ser antiinmigrante y
antideslocalización. Pero el hecho es que el mayor problema de los
trabajos no es la deslocalización, sino el cambio tecnológico. Alrededor
del 60 o 70 % del desempleo que se generó a partir de la década de 1980 se
debió al cambio tecnológico. Quizás el 20 o el 30 % se debió a la
deslocalización.
Pero la derecha ahora tiene una
política. Esa política no solo se está dando en Estados Unidos, se da
en Hungría, India, hasta cierto punto en Rusia. La política
autoritaria y etnonacionalista está comenzando a dividir el mundo capitalista
en facciones en guerra. Sabemos lo que sucedió con ese tipo de cosas en la
década de 1930, algo que debería preocuparnos mucho a todos. No es una
respuesta al dilema del capital. En la medida en que el etnonacionalismo
conquiste al neoliberalismo, nos espera un mundo aún más feo del que ya hemos
vivido.
Estas contradicciones son importantes
dentro de la coalición conservadora que gobierna en Estados Unidos, pero creo
que es un error que la gente las vea como nuevas. Han estado latentes
durante mucho tiempo.
Ah, sí. Por ejemplo, en Gran Bretaña,
a finales de la década de 1960, un discurso de Enoch Powell hablaba de “ríos de
sangre” si continuábamos con aquellas políticas de inmigración. El fervor
antiinmigrante existe desde hace mucho tiempo.
Pero durante las décadas de 1980 y 1990
se las arreglaron para mantenerlo en secreto porque había suficiente dinamismo
en la economía capitalista global para que la gente dijera: “Este régimen de
comercio abierto y libre, y unas políticas de inmigración razonablemente
benignas funcionan”. Desde entonces ha avanzado mucho en la otra
dirección.
Ha mencionado el enorme poder de la
automatización. ¿Qué dice Marx sobre la automatización y qué opina usted
de ella? ¿Está realmente cerca el final del trabajo?
Vine a Estados Unidos en 1969 y fui a
Baltimore. Allí había una enorme fábrica de hierro y acero que empleaba a unas
treinta y siete mil personas. En 1990, la acería seguía produciendo la misma
cantidad de acero, pero empleaba a unas cinco mil personas. Ahora el trabajo en
acero prácticamente ha desaparecido. La cuestión es que en la manufactura, la
automatización eliminó los empleos en masa por todas partes, muy rápido. La
izquierda pasó mucho tiempo tratando de defender esos empleos y luchó desde la
retaguardia contra la automatización.
Fue una estrategia incorrecta por dos
razones. La automatización venía de todos modos y era un caso perdido. En
segundo lugar, no veo por qué la izquierda debería oponerse absolutamente a la
automatización. La postura de Marx, en la medida en que tuviera alguna, sería
que deberíamos hacer uso de esta inteligencia artificial y automatización, pero
de modo que aliviara la carga de trabajo.
La izquierda debería estar trabajando
por una política que diga: “Damos la bienvenida a la inteligencia artificial y
la automatización, pero para que nos proporcionen mucho más tiempo libre”. Uno
de los grandes puntos que sugiere Marx es que el tiempo libre es una de las
cosas más emancipadoras que podemos tener. Suya es esta bonita frase: el
reino de la libertad comienza cuando se deja atrás el reino de la necesidad.
Imagínese un mundo en el que se pudieran cubrir las necesidades. Trabajar uno o
dos días a la semana, y el resto del tiempo es tiempo libre.
Ahora bien, disfrutamos de todas las
innovaciones que ahorran trabajo en el proceso laboral y también en el
hogar. Pero si se le pregunta a la gente si tiene más tiempo libre del que
tenía antes, la respuesta es: “No, tengo menos tiempo libre”. Hay que organizar
todo esto de modo que tengamos todo el tiempo libre posible, de forma que un
miércoles a las cinco en punto puedas ir a hacer lo que quieras. Este es
el tipo de sociedad imaginada que Marx tiene en mente. Y es una idea
obvia.
Lo que nos detiene es que todo eso se
utilice para apuntalar las ganancias de Google y Amazon. Hasta que no nos
ocupemos de las relaciones sociales y de las relaciones de clase que hay detrás
de todo esto, no podremos utilizar esos fantásticos dispositivos y
oportunidades de modo que beneficien a todo el mundo.
¿Qué opina de los programas de renta
básica universal?
En Silicon Valley quieren una renta
básica universal para que la gente tenga suficiente dinero para pagar Netflix,
eso es todo. ¿Qué mundo es ese? Hablamos de una distopía. La
renta básica universal es una cosa, el problema es Silicon Valley y toda esa
gente que está acaparando los medios de comunicación y entretenimiento.
En algún momento la renta básica
universal podría incluirse en la agenda, pero no es una de mis máximas
prioridades políticas. De hecho, hay aspectos que tienen unos riesgos muy
negativos, tal y como sugiere el modelo de Silicon Valley.
¿Cree que el cambio
climático pone límites claros a la expansión permanente que requiere el
capitalismo o el capitalismo podrá capear la crisis climática intacto, en
detrimento de los demás?
El capital podría capear la crisis del
cambio climático. De hecho, si nos fijamos en los desastres climáticos, el
capital puede convertir esto en lo que Naomi Klein llama “capitalismo de
desastres”. Hay un desastre, y bueno, hay que reconstruir. Eso ofrece
muchas oportunidades al capital para recuperarse de los desastres climáticos de
manera rentable.
Desde el punto de vista humanitario
creo que no saldremos nada bien de esto. Pero el capital es
diferente. El capital puede salir bien parado de estas cosas y mientras
sea rentable, lo harán.
Hablemos de
resistencia. Usted escribe que la producción y el consumo son
dos facetas centrales del capitalismo y que “las luchas sociales y políticas
contra el poder del capital, dentro de la totalidad de la circulación del
capital, toman diferentes formas y exigen diferentes tipos de alianzas
estratégicas si quieren tener éxito”. ¿Cómo deberíamos plantearnos la relación
entre las luchas laborales, por una parte, y las luchas contra el estado
–contra el encarcelamiento masivo, contra los desalojos de los terratenientes o
los préstamos abusivos– por la otra?
Una de las virtudes de considerar el
capital como una totalidad y pensar en todos los aspectos de la circulación del
capital es que se identifican diferentes escenarios de lucha. Por ejemplo,
la cuestión medioambiental. Marx habla de la relación metabólica con la
naturaleza. Por lo tanto, las luchas por la relación con la naturaleza se vuelven
políticamente significativas. En este momento muchas personas que están
preocupadas por el tema ambiental dirán: “Podemos lidiar con esto sin afrontar
la acumulación de capital”.
Me opongo a eso. En algún momento
tendremos que lidiar con la acumulación de capital, que es un crecimiento
de aproximadamente el 3 % eternamente, como un claro problema ambiental. No va
a haber una solución al problema ambiental sin afrontar la acumulación de
capital.
También hay otros aspectos. El capital
se ha centrado durante mucho tiempo en la creación de nuevos intereses,
necesidades y deseos. Consiste en la creación de consumismo. Acabo de regresar
de China y en los tres o cuatro años que llevo viajando a China he notado el
enorme aumento del consumismo. Esto es lo que el Banco Mundial y el FMI
aconsejaban a los chinos hace veinte años diciendo: “Estáis ahorrando demasiado
y no consumís suficiente”. Así que ahora los chinos se han comprometido a
hacerlo iniciando una verdadera sociedad de consumo, pero eso significa que los
intereses, necesidades y deseos de la gente están siendo transformados. Hace
veinte años en China lo que querías, necesitabas y deseabas era una bicicleta y
ahora necesitas un automóvil.
Hay varias formas de hacerlo. Los
publicistas tienen un papel fundamental, pero aún más importante es la creación
de estilos de vida completamente nuevos. Por ejemplo, una de las formas en
que el capital solventó el problema, en 1945 en Estados Unidos, fue a través
del desarrollo de barrios residenciales, que es la creación de un estilo de
vida completamente nuevo. De hecho, lo que vemos es la creación de estilos
de vida que no se eligen.
Todos tenemos teléfonos
móviles. Es la creación de un estilo de vida, y ese estilo de vida no es
algo en lo que se elija entrar o salir individualmente; tengo que tener un
móvil, aunque no sé cómo funciona ese maldito cacharro.
No es que en el pasado alguien deseara,
quisiera o necesitara un teléfono móvil. Nació por una razón en particular, y
el capital encontró una forma de organizar un estilo de vida a su
alrededor. Ahora estamos atrapados en ese estilo de vida, y eso es todo. Como
el proceso de desarrollo de barrios residenciales que he mencionado antes. ¿Qué
se necesita en los barrios residenciales? Se necesita una cortadora de césped.
Si hubieras sido listo, en 1945 te habrías metido en la producción de
cortadoras de césped porque todo el mundo tenía que tener una cortadora de
césped para cortar el césped.
Ahora bien, hay revueltas en contra de
ciertas cosas que están ocurriendo. La gente empieza a decir: “Oye, queremos
hacer algo diferente”. Encuentro pequeñas comunidades por todas partes, en
zonas urbanas y también en zonas rurales, donde la gente está tratando de
establecer un estilo de vida diferente. Las que más me interesan son aquellas
que utilizan las nuevas tecnologías, como el móvil e internet, para crear un
estilo de vida alternativo con formas de relaciones sociales distintas a las
características de las corporaciones con estructuras jerárquicas de poder
que encontramos en nuestra vida diaria.
Luchar por un estilo de vida es
bastante diferente a luchar por los salarios o las condiciones laborales en una
fábrica. Sin embargo, desde una perspectiva global, existe una relación
entre estas diferentes luchas. Me interesa que la gente vea cómo las
luchas por el medio ambiente, por la creación de nuevos intereses, necesidades
y deseos y el consumismo están relacionadas con las formas de
producción. Si se unen todas estas cosas, se obtiene una imagen global de
lo que es una sociedad capitalista y de los diferentes tipos de
insatisfacciones y alienaciones que existen en los diferentes componentes de la
circulación del capital que Marx identifica.
¿Cómo ve la relación entre las luchas
contra el racismo y estas luchas contra la producción y el consumo?
Según el lugar del mundo del que
hablemos estas preguntas son fundamentales. Aquí en Estados Unidos es un
problema muy importante. No te encuentras con el mismo problema si observas lo
que está sucediendo en China. Pero aquí las relaciones sociales siempre están
afectadas por cuestiones de género, raza, religión, etnia y cosas por el
estilo.
Por lo tanto, no se puede tratar la
cuestión de la creación de estilos de vida o la producción de intereses,
necesidades y deseos sin abordar la cuestión de qué sucede en los mercados
de vivienda racializados y cómo la cuestión racial se utiliza de diversas
formas. Por ejemplo, cuando me mudé por primera vez a Baltimore, una de
las cosas que estaba sucediendo era el blockbusting: el uso, por parte
de la industria inmobiliaria, de disparidades raciales para forzar la fuga de
blancos y capitalizar la alta rotación en el mercado de la vivienda como una
forma de obtener ventajas económicas.
Las cuestiones de género que surgen en
torno a cuestiones de reproducción social también son primordiales en una
sociedad capitalista independientemente del lugar donde te
encuentres. Estos problemas están integrados en la acumulación de capital.
Cuando hablo de esto a menudo me meto
en problemas porque parece que la acumulación de capital es más importante que
estos otros aspectos. La respuesta es que no, no es eso. Pero los
antirracistas tienen que lidiar con la forma en que la acumulación de capital
interfiere en la política antirracista. Y la relación entre este proceso
de acumulación y la perpetuación de las distinciones raciales.
Aquí, en Estados Unidos, tenemos todo
un conjunto de preguntas de este tipo, que son primordiales. Pero, de
nuevo, ¿pueden manejarse sin llegar a abordar la forma en que la acumulación de
capital está fomentando y perpetuando algunas de estas diferencias? La
respuesta a eso, para mí, es no. No creo que eso sea posible. Hasta
cierto punto los antirracistas también tienen que ser anticapitalistas si
quieren llegar a la verdadera raíz de muchos de los problemas.
Es famoso por su trabajo académico,
pero quizás se le conozca más como profesor de la obra de Marx. ¿Por qué
cree que es importante que la gente de izquierdas fuera del mundo académico se
involucre en el trabajo de Marx?
Cuando estás involucrado en acción
política y activismo generalmente tienes un objetivo muy específico. Por
ejemplo, el envenenamiento por pintura con plomo en el centro de la
ciudad. Te estás organizando para ver qué hacer con el hecho de que el 20
% de los niños del centro de la ciudad de Baltimore sufran envenenamiento por
pintura con plomo. Estás involucrado en una batalla legal y en peleas con
los lobbies de los propietarios y con todo tipo de
oponentes. La mayoría de la gente que conozco que está involucrada en
activismos de ese tipo están tan absortas en los detalles de lo que están
haciendo que a menudo se olvidan de dónde se encuentran en el cuadro general,
de las luchas de una ciudad y mucho menos del mundo.
A menudo te das cuenta de que la gente
necesita ayuda del exterior. Ese asunto de la pintura con plomo es mucho
más fácil de manejar si las personas involucradas pertenecen al sistema
educativo, que ven niños en las escuelas con problemas de envenenamiento por
pintura con plomo. Empiezas a construir alianzas. Y cuantas más
alianzas construyas, más poderosa será tu acción.
Trato de no sermonear a la gente sobre
lo que debería pensar, sino de crear un marco de pensamiento para que la gente
vea dónde se encuentra en el conjunto de las relaciones complicadas que
conforman la sociedad contemporánea. De este modo, la gente puede formar
alianzas en torno a los temas que les preocupa y, al mismo tiempo, movilizar
sus propios recursos para ayudar a otras personas en sus alianzas.
Me gusta construir alianzas. Para construir
alianzas debes tener una imagen de conjunto de lo que es una sociedad
capitalista. En la medida en que consigas algo de eso estudiando a Marx,
creo que es útil.
(Traducción de Paloma Farré)
(CTXT Jacobin / 20-11-2021)
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