TIEMPO Y ESPACIO EN LAS NOVELAS DE GOETHE (9)
En 1820, Friedrich Gmelin
envió a Weimar sus grabados en cobre destinados a una lujosa edición de la Eneida
de Virgilio traducida (en el siglo XVI) por Annibale Caro. El artista
representó, de una manera realista, las regiones solitarias y pantanosas de la
campiña romana. Al apreciar justamente el talento del artista, Goethe, sin
embargo, le critica su enfoque: “¿Puede haber algo más triste -dice- que unos
intentos de ayudarle al poeta (Virgilio) mediante representación de localidades
desérticas, que la imaginación más viva resulta ser incapaz de edificar y
poblar?” (Anales, p. 340).
La imaginación creadora
de Goethe solía, ante todo, edificar y poblar cualquier localidad. Bajo el ángulo
de la edificación y población, por decirlo así, Goethe consideraba cualquier
región. Una localidad alejada del hombre, de sus necesidades y de su trabajo,
perdía para él todo sentido visible y toda la importancia, porque todos los
criterios de evaluación, todas las medidas y todas las escalas vivas y humanas
sólo pueden ser comprendidas desde el punto de vista del hombre constructor,
desde el punto de vista de la conversión de esta localidad en una zona de la
vida histórica. Vamos a observar una aplicación bastante consecuente de este
punto de vista en el análisis de Wilhelm Meister.
Estos son los aspectos estructurales
de la visión del tiempo histórico que caracteriza a Goethe, tal como se
manifiestan en el ejemplo citado aquí. Concretemos y ahondemos nuestras
opiniones mediante materiales más complejos.
En Poesía y verdad Goethe
hace una observación muy importante en relación con el aspecto mencionado:
Un sentimiento, que
adoptaba formas sumamente extrañas, me poseía por completo: el sentimiento de
la fusión del pasado y del presente en un todo, y este punto de vista aportaba
algo fantasmal al presente. Expresé este sentimiento en muchos trabajos míos,
grandes y pequeños, y en la poesía siempre actúa favorablemente, a pesar de que
en el momento en que se había expresado en la vida misma debió parecer extraño,
inexplicable, tal vez hasta desagradable.
Colonia es precisamente un
lugar donde la antigüedad pudiera dejar en mí una impresión semejante que no se
somete al registro. Las ruinas de la catedral (porque un edificio sin terminar equivale
a uno destruido) despertaron en mí sentimientos a los que me había acostumbrado
desde Estrasburgo (X, p. 184).
Esta extraordinaria
confesión aporta corrección en relación con aquella aversión que Goethe
experimentaba hacia el sentimiento romántico del pasado, hacia los “fantasmas
del pasado” que enturbian el presente. Resulta que él mismo también conoció
este sentimiento.
El sentimiento de fusión
entre el pasado y el presente en un todo del que habla Goethe en la confesión
citada era un sentimiento complejo. Implicaba una componente romántica
(vamos a designarla así por de pronto) y una componente “fantasmal”. En las
épocas tempranas de la obra de Goethe (ante todo, en el período de Estrasburgo),
este elemento había sido más fuerte y marcaba el todo de la totalidad del sentimiento.
Lo cual determinó cierto carácter romántico de las correspondientes obras de
Goethe (generalmente pequeñas y exclusivamente en verso).
Pero junto con este
elemento convencionalmente romántico, en el sentimiento de fusión del pasado
con el futuro existió desde el principio un elemento realista (lo
designaremos así también de un modo convencional). Precisamente gracias al
hecho de que el elemento realista existió desde el principio, jamás
encontramos en Goethe una percepción del tiempo puramente romántica. En el
desarrollo posterior de Goethe el elemento realista se refuerza cada vez más,
desplaza el elemento romántico, y ya en el primer período de Weimar casi
predomina. Ya entonces se manifiesta la profunda aversión de Goethe hacia el
elemento romántico que alcanza una intensidad especial durante el viaje a
Italia. Se podría observar la evolución del sentimiento del tiempo en Goethe,
que se reduce a una consecutiva superación del elemento romántico y a un total
triunfo del elemento realista, en aquellas obras que pasaron del período
inicial al tardío, ante todo en el Fausto, y en parte, en Egmont.
En el proceso de este
desarrollo del sentimiento del tiempo, Goethe supera aquellos momentos de lo
fantasmal (Genspenster-mässiges), de lo horroroso (Unerfreuliches)
y de lo indefinido o inconsciente (Unzuberechnendes) que eran tan
fuertes en su sentimiento inicial de la fusión del pasado y del presente en un
todo. Pero el sentimiento mismo de la fusión de los tiempos permaneció con toda
su fuerza completa e imperecedera hasta el fin de su vida, llegando a una
verdadera plenitud del tiempo. Lo fantasmal, lo horroroso y lo indefinido se
superaba en Goethe mediante los elementos estructurales de la visión del tiempo
ya mencionados por nosotros: elemento del nexo esencial entre el pasado
y el presente, elemento de la necesariedad del pasado y de la necesidad
de su ubicación en la línea del desarrollo continuo, elemento de la actualidad
creadora del pasado y, en fin, elemento de la relación del pasado y el
presente con un futuro necesario.
El fresco viento del futuro penetra con una fuerza cada vez mayor en el sentimiento del tiempo de Goethe, purificándolo de todo lo oscuro, fantasmal y vago; tal vez percibimos mejor el soplo en Años de peregrinaje de Wilhem Meister (y en las últimas escenas de la segunda parte del Fausto.) Así, pues, en Goethe, de un mismo sentimiento vago y temible, para él, de fusión del pasado con el presente, nació un sentimiento realista del tiempo, muy nítido y fuerte, excepcional en la literatura universal.
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