miércoles

200 AÑOS DE FIODOR DOSTOIEVSKI: CÁRCEL, CUERNOS, CASINOS Y AMORES

 



por Xavier Colás 

 

El bicentenario del clásico más contemporáneo de la novela rusa empieza con una biografía amorosa que explica muchas de sus claves literarias.

 

Fiódor Dostoievski (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881) fue uno de los pocos escritores rusos de su tiempo que escribía para vivir, afilando la temática seria con el mismo suspense que manejan hoy las series de televisión para hacernos pasar de una temporada a otra. Ahora, Rusia recuerda el nacimiento, hace 200 años, de un genio que jamás escribió sus memorias pero hizo con recortes de su vida una ficción monumental. Su retrato se ve completado con el libro Dostoyevsky in love (Dostoievski enamorado), del británico Alex Christofi, que entra en la vida de un hombre para el que el amor fue dramático y a veces cómico.


Aunque la imagen que tenemos de Dostoievski es la del genio barbudo, el vello no le creció en serio hasta los 40 años. Casi todo lo malo le sucedió antes: la muerte de su madre en la adolescencia y la de su padre siendo un joven estudiante que le había dado la espalda. Después, pasó por una ejecución simulada en la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo por conspirar contra el Gobierno. Siguieron cuatro años de trabajos forzados en Siberia. Dostoievski se adentró en la treintena como un convicto jamás correspondido en el amor.


En ese destierro en Omsk, sin libros ni familia, el escritor se helaba a la intemperie y apartaba las cucarachas de la sopa de coliflor como cualquiera. No tenía otra cosa a la que agarrarse más que una Biblia (que le había regalado la mujer de un desterrado) y la cándida idea de que «el hombre es por definición una criatura que se puede acostumbrar a todo». Fue sólo al volver de ese infierno en 1854 cuando se enamoró.

 

MARIA, EL AMOR INFELIZ


Fiódor Mijailovich Dostoievski se había reincorporado al ejército como soldado, en cuumplimiento de la segunda parte de su condena. Durante cinco años fue parte del Séptimo Batallón acuartelado en la fortaleza de Semipalatinsk, en Kazajistán. Allí comenzó una relación con María Dimitrievna Isayeva, una mujer casada. Cuando murió el esposo -un conocido del escritor de Siberia, borracho y abusador- ella rechazó a Dostoievski «por no tener recursos». Después se fue con un pretendiente aun más pobre. Y, al final, aceptó un matrimonio infeliz desde el principio: Dostoievski tuvo un ataque epiléptico en la noche de bodas.


Las convulsiones, en esa época, eran tan graves que, cuando estaba escribiendo Los demonios, volvió de una crisis sin recordar ni la trama de la novela ni los nombres de sus personajes. «Fue debilitador, pero también cambió su perspectiva de la vida misma. La epilepsia se le diagnosticó cuando tenía 30 años y le dijeron que podría morir en cualquier momento», recuerda Christofi desde Londres: «Esa amenaza, además del trauma de la ejecución simulada, lo hizo muy consciente de lo valiosa que es la vida. También ayuda a explicar por qué escribía a ritmo febril... ¡aunque eso tiene más que ver con sus deudas!»

 

POLINA, MUJER FATAL

 

El romance más tórrido en la imprevisible vida de Dostoievski fue el que encontró en una femme fatale universitaria a su vuelta del destierro. En esos días, en San Petersburgo, las llamadas a la sedición eran frecuentes. Para los estudiantes rebeldes, el escritor era en una especie de héroe, un artista represaliado por el zarismo. Pronto quedó prendado de la bella Polina Suslova, una admiradora de 21 años, que publicaba en revistas relatos protofeministas. Decidieron encontrarse en París, lejos de lo que Dostoievski llamaba «mis circunstancias domésticas», en referencia a su infeliz matrimonio.


Él llegó a París tarde y arruinado tras parar en todos los casinos que encontró por el camino. Polina ya no quería verlo. Se había enamorado de un español, de nombre Salvador, que tras un breve romance le dio la espalda. Le dijo a través de un amigo que estaba con fiebres tifoideas. En realidad, estaba con otra mujer. Así lo comprobó Polina cuando, al día siguiente, lo vio tan fresco en la calle de la Sorbona.


Polina volvió a la habitación de Dostoievski gritando que quería matar al burlador español. El escritor pensó entonces lo que siempre: «Que esta dolorosa experiencia sería un fantástico material para una historia», narra Christofi. Desde los años de Siberia, contar historias era la piel protectora que le ayudaba a «mantener la distancia entre su corazón y la crueldad del mundo». Alguna vez que los acreedores le enviaron a casa a la policía, el autor acabó charlando con los agentes para sacarles información literaria útil.


Dostoievski propuso a Polina escapar a Italia. Ya no como amantes, sino como hermanos. Polina seguía rabiosa con el seductor español: «Vale, no lo quiero matar, pero me gustaría torturarlo un tiempo». Por el camino a Italia, Dostoyevsky volvió a perder un capital en los casinos y Polina empeñó su anillo. Su relación se volvió confusa: ella se desnudaba ante él y luego lo mandaba a dormir al cuarto contiguo. A menudo, lo ridiculizaba en público y, entonces, el escritor se lanzaba todavía con más rabia al casino. Freud concluyó, años después que jugar a la ruleta era su sustitutivo de la masturbación.

 

ANNA, LA ALIADA

 

Fueron las deudas las que llevaron a Dostoievski al amor verdadero. En 1866 firmó un contrato con su editor que preveía para él un sueldo de tres mil rublos que pasarían a manos de sus acreedores a cambio de los derechos de edición de todas sus obras, y el compromiso de entregar una nueva novela ese año. Si no, perdería todos los derechos patrimoniales sobre sus obras. Dostoievski entonces contrató a Anna Grigorievna Snitkina, una taquígrafa veinteañera a quien dictó en 26 días El jugador.


Dostoievski se casó con Anna el 15 de febrero de 1867. Para declararse fingió consultarle un argumento para una historia: un escritor viejo que está enamorado de una chica joven. Anna captó la indirecta y dijo que sin duda ella lo amaría. «Formaron una familia juntos, ella le ayudó a pagar las deudas y fue una especie de gerente comercial», dice Christofi.


El libro que los unió, El jugador, fue un cruce de caminos en la vida de Dostoievski: fue concebido mientras su primera esposa, Maria, agonizaba; una de las protagonistas, Polina, está inspirada en su amante; y su segunda mujer, Anna Grigorievna, el amor de su vida, lo transcribió. Cuentan que cuando se despedían en la estación, Dostoievski desde el otro lado de la ventanilla ponía una mano en el corazón y en la otra marcaba con los dedos los días que iba a estar lejos. Fue el gesto tierno de un hombre triste, luchador, de voz imponente, que pasó de revolucionario a conservador pero que siempre creyó que «la belleza salvará al mundo».


(EL MUNDO / 9-11-2021)

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