por Lucien de Guise
Vincent van Gogh es mucho
menos conocido por sus pinturas religiosas que por sus girasoles, sus noches
estrelladas y sus innumerables autorretratos. La razón no es que estén todos
almacenados en la colección vaticana, aunque uno sí lo está.
La realidad es que los
pocos que pintó son copias de otras obras y, por tanto, recibieron poca
atención. Una paradoja para un hombre de una profunda espiritualidad.
En su juventud intentó
convertirse en pastor protestante, como su padre y su abuelo. Después de
fracasar en su vocación, le preguntó a su hermano Theo: “¿Cómo puedo ser útil
para el mundo? ¿No puedo servir a algún propósito y generar algún bien?”.
La respuesta fue el arte.
Resulta confuso que en vez de poner su fervor religioso en reimaginar los temas
cristianos, se dedicara a hacer copias. No se trata de vacilantes intentos
primerizos frente al lienzo, sino que llegaron cerca del final de su vida,
cuando admitió su ingreso en un psiquiátrico.
Desesperado por material
temático, recurrió a los maestros reconocidos. Las interpretaciones que hizo de
obras de Delacroix y Rembrandt fueron las únicas obras verdaderamente
religiosas que ejecutó jamás.
Resulta extraño que un
hombre con unos recursos imaginativos desmedidos no se lanzara a realizar su
propia perspectiva de la Crucifixión o de la Madonna y el Niño o cualquiera de
las historias bíblicas o de santos que conocía. Quizás se consideraba a sí
mismo indigno, más que incapaz. Probablemente no era culpa de la rama de
protestantismo en la que se crió, que era bastante liberal.
Obsesión con María
Magdalena
Una de sus primeras obras
sí tiene un tema religioso original. En su forma original (1884) es una visión
sombría de la parroquia reformada neerlandesa de su padre. Un año después,
añadió una congregación con la desolación adicional del atuendo de duelo. Como
su padre había muerto recientemente, es más probable que se trate de un
comentario sobre su lamento que sobre la asistencia a misa.
Alguien con buen ojo para
la originalidad robó la pintura en 2002 y no se recuperó hasta 2016 en los
climas más soleados de Nápoles.
Había un aspecto de la fe
católica principalmente que le fascinaba por encima de todo. Según parece le
obsesionaba María Magdalena. Su condición de supuesta mujer caída pareció
resultarle de interés, aunque nunca pintó este tema favorito de tantísimos
otros artistas. Incluso tenía el pelo rojo, al menos según la interpretaron artistas
como Giotto y El Greco, cosa que podría haber coincidido con la fascinación por
su propio aspecto (recordemos que Van Gogh pintó alrededor de 30
autorretratos).
Lo más cercano que estuvo
Van Gogh de inmortalizar a la Magdalena fue en una escena pintada en
Saintes-Maries-de-la-Mer en el sur de Francia. La pintura presenta una playa
con barcas, pero lo importante es que es el lugar donde la leyenda local dice
que llegó María Magdalena cuando trajo el cristianismo a Francia. Es una
referencia oblicua, pero al menos existe una conexión religiosa.
¿Última Cena?
Su famosa pintura de su
dormitorio en Arles muestra un detalle considerable, pero no hay señal de cruz,
crucifijo o ningún arte sacro en la pared. Hace tres años, el Instituto de Arte
de Chicago invitó a huéspedes a permanecer en una copia de la habitación por
solo 10 dólares la noche como promoción de una exhibición de los dormitorios de
Van Gogh. No tengo claro si incluyeron una Biblia.
Justo cuando parecía que
las únicas obras religiosas de Vincent eran copias, en los últimos años ha
emergido una teoría de que su Terraza de café por la noche (1888) es una
reelaboración altamente simbólica de la Última Cena.
A primera vista, no hay
signo alguno de ello, pero dispuestos en torno a varias mesas hay 12 comensales
supervisados por una decimotercera figura: un camarero con pelo largo y lo que
parece una túnica blanca. Una sombra humana, quizás una referencia a Judas,
está desvaneciéndose a la izquierda.
Hay incluso una cruz
formada por la ventana detrás de la figura en pie solitaria. Quizás deberíamos
examinar todas las pinturas de Van Gogh con más detalle, en especial esos
girasoles…
Suena como otra rebuscada
teoría de la conspiración. Así es hasta que descubres que, en el momento en que
realizó esta pintura, Van Gogh escribió a su hermano Theo en relación a la obra
explicándole que sentía una “tremenda necesidad –si se me permite la palabra–
de religión”.
Quizás el perturbado artista quería explorar la seguridad de la religión. O quizás solo quería hacer una referencia a la obra de un maestro pintor. ¡Que el lector decida por sí mismo!
(Aleteia / 16-12-2019)
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