Hay un diálogo muy particular entre tres de los personajes de La
soga (Rope, 1948), la famosa película de Hitchcock rodada en un
plano ininterrumpido. Dos mujeres y un hombre hablan despreocupadamente del
cine y sus estrellas, y ellas confiesan su debilidad por Cary Grant.
“Está magnifico en la nueva película con la Bergman. ¿Cómo se titula?
¿El “Algo del Algo”? No. Esa era la otra. Esta se titula simplemente “Algo”.
Algo como… usted sabe” –dice una de las mujeres. -“Es simplemente “Algo”, estoy
segura. Me encantó. ¡Y la Bergman!” –responde la otra. –“Es del signo de Virgo,
como todas ellas, usted sabe” –interpela la primera. -“Yo pienso que es
encantadora” –anota la segunda.
La cinta de cuyo nombre no logran acordarse es Notorious (1946),
la segunda colaboración entre Hitchcock e Ingrid Bergman, de ahí el jugueteo y
el guiño con su nombre y su signo zodiacal real que el director inglés
–profundamente embelesado por la actriz sueca- introdujo en La soga.
Además era cierto: a Ingrid Bergman en esa época todo el público la adoraba.
Curiosamente las carreras de Bergman y de Hitchcock en Hollywood se deben a la
misma persona: el productor de Lo que El viento se llevó (Gone
With the Wind), David O. Selznick, que en 1939 trajo a Estados Unidos a
ambos bajo contratos separados. Intermezzo: A Love Story (1939)
sería la primera película de Ingrid en Hollywood, un remake de
un largometraje homónimo que ella hizo en Suecia tres años antes bajo la
dirección de Gustaf Molander. Alta y de ojos azules, había debutado en el cine
de su país en 1934 tras estudiar con una beca en el Teatro Dramático Real y ya
era una promisoria estrella local. Fue Kay Brown, la asistente de Selznick, la
que vio el Intermezzo original y le sugirió al productor
comprar los derechos para un remake. Selznick lo hizo y añadió algo
más: por intermedio de Brown convenció a Ingrid Bergman para que lo
protagonizara.
El Queen Mary la dejó en Nueva York el 20 de abril de 1939. No la
acompañaba en ese momento su esposo Petter Lindström, un odontólogo con quien
se había casado dos años antes, ni la hija de ambos, Pia, que apenas tenía en
esos momentos siete meses de vida. Intermezzo: A Love Story siguió
cada uno de los pasos del filme sueco sin introducir mayores variaciones. El
realizador de origen ruso Gregory Ratoff fue escogido para dirigir el filme,
ante todo buscando que no le diera complicaciones a Selznick. El resultado en
las pantallas fue tan exitoso como conmovedor: la historia del romance
prohibido entre un violinista y una joven pianista demostró de nuevo su valía
como guion y le presentó al público norteamericano a una nueva estrella. Frank
S. Nugent, reseñando la película para The New York Times escribe
acerca de “la frescura, la simplicidad y la dignidad natural que son los
placenteros regalos que la señorita Bergman le da a nuestra pantalla”. Para
añadir después que “Hay esa incandescencia en la señorita Bergman, esa chispa
espiritual que nos hace creer que Selznick ha encontrado otra gran dama de la
pantalla”.
Tras volver a Suecia para cumplir con un compromiso previo, Ingrid
Bergman regresa a Estados Unidos con un nuevo contrato con Selznick, esta vez
por siete años. Leslie Howard, el actor que interpreta al violinista que se
obsesiona con la pianista que ella interpreta en Intermezzo le
dice en la película que la joven le recuerda a un vals vienés: “Que sonríe pero
con melancolía”. Esa misma descripción aplica perfectamente para la actriz, una
hermosa mujer con una expresión y una mirada bondadosas e ingenuas, apropiadas
para el drama y el romance, perfectas para manifestar lo complejo de los
sentimientos humanos. No era una seductora nata como lo eran Ava Gardner o Rita
Hayworth. Ella tenía algo más terrenal y frágil, su imagen era tan confiable,
sencilla y honesta que sin duda era más propensa a ser engañada o seducida que
a clavar un cuchillo en la espalda a alguien.
De esa época bajo contrato con Selznick la vida no podía ser más grata
para esta mujer: estelariza Casablanca (1942) y sin saberlo se
mete en la historia del cine, gana su primer premio Oscar como mejor actriz por La
luz que agoniza (Gaslight, 1944) a las órdenes de George Cukor,
y hace dos películas con Hitchcock, Cuéntame tu vida (Spellbound,
1945) y Notorious (1946), ambas con guion de Ben Hecht. Su rol
como Alicia Huberman en Notorious es el más complejo e
interesante de este momento de su carrera: Alicia es hija de un espía alemán
condenado, y el gobierno norteamericano quiere infiltrarla como contraespía.
Enamorada del agente que la contacta (Cary Grant) deja sin embargo que la
utilicen y la manipulen como una forma de expiar la culpa de su padre.
Luego de liberarse de los compromisos con el productor Selznick, Ingrid
Bergman decide asumir riesgos dramáticos y personales. Entre los primeros están
interpretar a una prostituta en Arch of Triumph (1948) del
veterano Lewis Milestone e inmediatamente después a una santa en Joan
of Arc (1948) de Victor Fleming, filme basado en un drama teatral de
Maxwell Anderson que ella ya había interpretado en Broadway. Entre los riesgos
personales está uno que partió su vida en dos: mientras se encontraba en Londres
en el verano de 1948 rodando Under Capricorn para Alfred
Hitchcock, voló un fin de semana a París junto a su esposo a verse con el
director italiano Roberto Rossellini para discutir una posible participación
suya en una de sus películas. Todo comenzó con una carta que ella le escribió
en la primavera de 1948: “Apreciado Señor Rossellini: Vi sus películas Roma,
ciudad abierta y Paisà, y las disfruté mucho. Si usted
necesita una actriz sueca que habla inglés muy bien, que no ha olvidado su alemán,
que no es muy comprensible en francés y que en italiano solo sabe decir “ti
amo”, estoy lista para ir y hacer un filme con usted”.
El director italiano estaba feliz con la posibilidad de trabajar con una
estrella de semejante categoría y a principios de 1949 visitó Estados Unidos y
se alojó en el hogar de la actriz en California. Los planes para hacer una
cinta juntos se concretaron cuando el millonario productor Howard Hughes aceptó
financiarla. Pero como nos lo explica Charlotte Chandler en la biógrafa de la
actriz: “Cuando Hughes acordó dar el dinero para la película que se convertiría
en Stromboli, Hollywood perdió a Ingrid Bergman como actriz, él la perdió como
amiga, Hitchcock la perdió como potencial protagonista de otro filme tan grande
como Notorious, Lindström la perdió como esposa y América la perdió
como un símbolo de lozanía y pureza”.
Ingrid, que al principio pretendía irse unos meses a rodar a Italia
terminó abandonando su hogar y asumiendo una relación profesional y pasional
con Rossellini que se tradujo en un divorcio, un nuevo matrimonio, tres hijos,
cinco largometrajes (entre ellos Europa ’51 y Viaggio
in Italia) y un aturdidor escarnio público en Estados Unidos. “Algunos han
intentado llamar romance a su sórdida e inmoral aventura. La señora Bergman ha
desafiado abierta y descaradamente las leyes de Dios y los americanos decentes
y rectos deben mantenerse alejados de semejantes corruptores de la moral”,
bramaba el Boston Pilot, diario oficial de la diócesis de esa
ciudad. Varias ligas de la decencia y grupos de mujeres boicotearon
abiertamente sus películas. Incluso en 1950 desde el Senado de la nación se le
tildó de “apóstol de la degradación… horrible ejemplo de mujer y poderosa
influencia del mal”, según declaraciones del senador demócrata Edwin C.
Johnson.
Pese a los rayos y las centellas, Ingrid desarrolló en Italia un
segmento de su filmografía particularmente interesante y rico. Recordaba la
actriz que Rossellini ”Hacia sus películas del mismo modo que un escritor coge
la pluma, hacía las películas con su cámara. Inventaba el diálogo de un día
para el otro. Sabía exactamente lo que quería, pero no tenía las palabras
exactas y decía: ‘Bien, esta es la escena. Andan por la calle, se encuentran y
todo eso… y le dices lo que quieras’. Yo solía responderle, ‘Pero no sé qué
decirle’. ‘Bueno, ya sabes, inventa algo’.” Te querré siempre -título
con el que se conoció en España a Viaggio in Italia– es quizá la
primera película moderna. Descartando la narración clásica en pro de un
acercamiento a lo que padecen internamente sus dos personajes, Rossellini nos
presenta a Alex (George Sanders) y a Katherine (Ingrid Bergman), una pareja
inglesa en crisis que se encuentra en esos momentos en Nápoles y que va a
encontrar ahí, entre las ruinas y despojos de años pretéritos, metáforas y
símbolos de lo que viven cada uno.
En la etapa final de su matrimonio con el director italiano, Ingrid
tiene la fortuna de trabajar con Jean Renoir y este la da el papel protagónico
de Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956) un divertimento
en tono de opereta diseñado a su medida. Se le ve feliz en ese papel de
princesa polaca en bancarrota que debe decidir entre la seguridad económica y
el corazón. Con el mismo entusiasmo prepara su regreso a las pantallas de Hollywood
con Anastasia (1956), una gran producción de la 20th Century
Fox rodada en París, Londres y Copenhague y dirigida por Anatole Litvak. Le
acompañan Yul Brynner y Helen Hayes en esta historia –basada en una obra de
teatro de Marcelle Maurette y que fue adaptada por Guy Bolton para Broadway-
sobre una supuesta princesa rusa exiliada en París y que pretende recuperar su
vida. Como la vida imita al arte fue Ingrid Bergman, exiliada de Hollywood la
encargada de encarnarla. Ella también quería recuperar su prestigio y demostrar
que sus habilidades dramáticas estaban intactas. No fue sencillo que el público
la aceptara, pero la Academia acabó de darle el respaldo requerido al
concederle su segundo premio Òscar por este filme. Cary Grant aceptó la
estatuilla en su nombre.
En una conferencia de prensa en 1956 a propósito del éxito de Anastasia,
Ingrid declaró que: “He tenido una vida maravillosa. Nunca me he arrepentido de
lo que hice. Me arrepiento de las cosas que no hice. Toda la vida he hecho
cosas sin previo aviso. Esas son las cosas que recuerdo. Me fue concedido
valor, sentido de la aventura y un poco de humor. No creo que nadie tenga el
derecho de entrometerse en tu vida, pero lo hacen. Me gustaría que la gente
separara a la actriz de la mujer”.
Con ella en los escenarios de París triunfando en Tea and
Sympathy y Rossellini de viaje en la India rodando un largo proyecto
(y seduciendo a la esposa de uno de los productores), su matrimonio se vino
abajo. Ella siguió rodando para los estudios norteamericanos en Europa:
hizo Indiscreta (Indiscreet, 1958) en Londres, La
posada de la sexta felicidad (The Inn of the Sixth Happiness,
1958) en Gales y The Visit (1964) en Roma. Aunque participó en
un par de películas para televisión y en una obra teatral en Estados Unidos
durante la década de los sesenta, su primera película rodada de nuevo en
Hollywood fue Cactus Flower (1969) de Gene Saks.
Los años setenta la vieron triunfar en Muerte en el Expreso de
Oriente (Murder on the Orient Express, 1974) y ganar su tercer
premio Oscar por este filme de Sidney Lumet, esta vez en la categoría de actriz
de reparto. Sonata de otoño (Höstsonaten, 1978) fue su
primer y único encuentro con el director Ingmar Bergman –un autor con el que
frecuentemente se le indagaba su inexistente parentesco- en el que sería el
último y muy aclamado largometraje de la actriz. Su rol de Golda Meir fue en
una película para la televisión, A Woman Called Golda (1982).
Ingrid Bergman falleció exactamente el día de su cumpleaños número 67,
el 29 de agosto de 1982, en Londres, a consecuencia de un cáncer de mama, una
enfermedad con la que llevaba ocho años luchando. Dejó atrás su vida imperfecta
–como la de cualquiera de nosotros- y nos legó para siempre su carrera
intachable. Creo que el elogio que todos le hubiéremos querido dar se lo dijo
uno de los personajes de Anastasia, el antiguo chambelán del zar,
Iván Wassielevich, cuando ve a Anna (el personaje de Ingrid Bergman en ese
filme) y le dice: “el fin de actuar no es solo imitar la realidad sino crear una
ilusión. No estoy siendo sarcástico al decirle que es una actriz excelente.
Increíblemente bien preparada”.
Así, exactamente, era Ingrid.
Publicado
en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 23/08/15),
págs. 10-12
©El
Colombiano, 2015
(TIEMPO DE CINE / 23-8-2015)
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