FORMAS FIGURADAS (4)
La alegoría
En literatura, se dice
que hay alegoría cuando se plantea una realidad en términos y lenguaje que
corresponden a otra, con cierta extensión y pormenor y de tal modo que lo
descrito, contado, representado, sea paralelo en cada detalle a lo que está
aludiendo. A veces se le define como una metáfora desarrollada o como una
sucesión de metáforas ligadas. No hay que confundirla con la parábola o el
símbolo, ambos más interesantes por muchos conceptos. Tal vez no sea una forma
demasiado bella o estimada; no ha dado muchos frutos admirables en la
literatura, y tampoco en el tango. La mencionamos porque los letristas insisten
en rondarla.
En realidad, es posible
que ninguna letra de tango llene cabalmente las exigencias de la alegoría, que
ninguna guarde desde el comienzo hasta el fin su ficción. Pero de muchas se
puede afirmar que tienen una intención alegórica, porque sostienen en toda su
extensión una misma metáfora o porque, distrayéndose del estribillo, la retoman
en la tercera estrofa, de modo que cubre una gran parte de la pieza; a lo largo
de ella se mantiene, además, el lenguaje alegórico elegido, que puede ser
militar, como en Chinita; futbolístico, como en Mi primer gol;
turfístico, como en Canchero o en Sos de Chiclana:
Cuando
desfiles
allá
por Longchamps
la
muchachada
de
aquí dirá el ver
tu
linda estampa:
-Milonga
pur sang
Stud
Chiclana,
no
hay nada que hacer.
Y
tu galope triunfal
Dejará
el tendal
allá
como acá.
Más parcialmente, en Farolito
de papel, Buey manso, Juventud, Disfrazao, Pan comido, La mariposa.
Tal vez entre los
ejemplos mejores y más completos se cuentan dos piezas de Fernán Silva Valdés:
la milonga En blanco y negro y el tango Clavel del aire. En la
primera describe durante las tres primeras estrofas la tropilla que tuvo un día
para sólo en la cuarta denunciar la relación con el verdadero sujeto: en Clavel
del aire, por el contrario, la relación se establece desde los primeros
versos y se mantiene hasta el último:
Como
el clavel del aire
así
era ella,
igual
que la flor,
prendida
a mi corazón,
oh,
cuánto lloré,
porque
me dejó.
Como
el clavel del aire,
así
era ella,
igual
que la flor.
En
esta región
igual
que un ombú,
solito
y sin flor
así
era yo.
Y
presa del dolor
los
años viví
igual
que un ombú
en
esta región.
Y
mi ramazón
secándose
iba
cuando
ella una tarde
mi
sombra buscó.
Un
ave cantó
en
mi corazón
y
el árbol sin flores
tuvo
su flor
Mas
un feliz viajero,
viajero
maldito,
el
pago cruzó;
en
brazos de él se me fue
y
yo me quedé
de
nuevo sin flor.
El
que cruzó fue el viento,
el
viento pampero
que se la llevó.
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