La búsqueda de la planta mágica Ska María Pastora (6)
Una ceremonia de salvia (2)
La participación en esta ceremonia
fue el punto culminante de nuestra expedición. Nos confirmó que los indios
utilizaban las hojas de la Pastora con el mismo fin y en el mismo marco
ceremonial que el teonancatl, las setas sagradas. Además teníamos ahora las
suficientes plantas auténticas no sólo para la determinación botánica, sino
también para el planeado análisis químico. El estado de embriaguez que habían
experimentado Gordon Wasson y mi esposa con las hojas, había sido poco profundo
y de corta duración, pero su carácter era indiscutiblemente alucinógeno.
A la mañana siguiente,
después de esta noche llena de aventuras, nos despedimos de San José Tenango.
El guía Guadalupe y los muchachos Teodosio y Pedro aparecieron con las mulas
delante de nuestra barraca a la hora establecida. Pronto habíamos hecho
nuestros paquetes y comido, y luego nuestro grupo comenzó a moverse nuevamente
valle arriba a través del paisaje feraz y resplandeciente de sol después del
chubasco nocturno. Pasamos Por Santiago y llegamos al atardecer a nuestra
última estación en el país de los mazatecas, a su pueblo principal Huautla de
Jiménez.
Desde aquí habíamos
previsto el regreso a Ciudad de Méjico en automóvil. Con una última cena conjunta
en la entonces única posada de Huatla, llamada Rosaura, nos despedimos de
nuestra escolta india y de las buenas mulas que nos habían llevado tan segura y
agradablemente a través de la Sierra Mazateca.
Al día siguiente
ofrecimos nuestros respetos a la curandera María Sabina, que se había hecho
famosa por las publicaciones de Wasson. Había sido en su choza donde en 1955
Gordon Wasson había probado las setas sagradas en el marco de una ceremonia
nocturna, seguramente el primer hombre blanco que lo hacía. Gordon y María Sabina
se saludaron cordialmente como viejos amigos. La curandera vivía alejada en la
cuesta de la montaña por arriba de Huautla. La casa en la que había tenido
lugar la sesión con Gordon Wasson había sido incendiada, probablemente por
habitantes enfurecidos o por un colega envidioso porque ella había revelado el
secreto del teonanacatl a un extraño. En la choza nueva en la que nos
encontrábamos ahora reinaba un desorden inimaginable, probablemente igual que
el que había habido en su choza anterior. Iban corriendo niños semidesnudos,
pollos y cerdos por la casa. La vieja curandera tenía un rostro inteligente y
con expresiones sumamente cambiantes. Se notó que le impresionó nuestra
afirmación de que habíamos logrado retener el espíritu de las setas en
pastillas, y de inmediato se declaró dispuesta a “servirnos” con estas
pastillas, es decir, a concedernos una consulta. Combinamos que esta tendría
lugar a la noche siguiente en la casa de doña Herlinda.
En el curso del día di un
paseo por Huautla de Jiménez, que se extiende a lo largo de una calle principal
en la ladera de la montaña. Luego acompañé a Gordon en su visita al Instituto
Nacional Indigenista. Esta organización estatal tiene la tarea de estudiar
los problemas de la población nativa, es decir, de los indios, y ayudarles a
resolverlos. Su director nos informó sobre las dificultades que había en ese
momento en el sector de la política del café. El presidente de Huautla quien,
en colaboración con el Instituto Nacional Indigenista, había intentado lograr
un precio más ventajoso para los productores indios de café mediante la
supresión de la intermediación, había sido asesinado en junio de ese año. Su
cadáver había sido mutilado.
En nuestro paseo llegamos también a la iglesia catedral, de la que salía canto gregoriano. El anciano padre Aragón, con quien Gordon había hecho amistad en sus estancias anteriores, nos invitó a beber una copa de tequila en la sacristía.
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