por N. Sadurni
Aunque actualmente Mary Anning es
poco conocida, la aportación a la Paleontología de esta incansable buscadora de
fósiles, infravalorada en su tiempo por su condición de mujer, fue fundamental
en el descubrimiento de nuevas especies de reptiles marinos y voladores, y
contribuyó a arrojar nueva luz sobre estos grandes especímenes extinguidos hace
millones de años.
Cuando pensamos en algunos de los grandes reptiles marinos que nadaron
en los mares de la Tierra hace millones de años, o en los que surcaron los
cielos de nuestro planeta en el principio de los tiempos, nos vienen a la mente
bestias tan impresionantes como el ictiosaurio, el plesiosaurio o el
pterodáctilo, animales que nos resultan a la vez fascinantes y aterradores.
Pero lo que sin embargo no tenemos tan claro es quién descubrió para la ciencia
a estos colosos desaparecidos en los abismos del tiempo. De hecho, ese mérito
debemos atribuirlo a una singular mujer que vivió en en el siglo XIX y cuyo
nombre es Mary Anning.
Nacida el 21 de mayo de 1799 en la localidad costera de Lyme
Regis, situada al oeste de Dorset, en Inglaterra, Mary pertenecía a una
familia protestante pobre. Nada hacía sospechar entonces que la niña estaría
destinada a convertirse en una prolífica buscadora de fósiles. De
hecho, su búsqueda empezó muy pronto, cuando acompañaba a su padre Richard
durante sus largos recorridos por los escarpados acantilados de Lyme Regis,
donde recolectaba fósiles para venderlos a los turistas.
LOS PRIMEROS FÓSILES
Los padres de Mary pertenecían a un grupo religioso conocido como los
"disidentes", denominación que recibían los distintos grupos
religiosos protestantes que discrepaban de la "iglesia establecida"
en Inglaterra y en los países anglosajones. Richard, su padre, se ganaba la
vida como ebanista y, cuando podía, vendía los fósiles que iba recogiendo.
Richard Anning y su esposa, Mary Moore, tuvieron muchos hijos, pero casi todos
murieron de forma prematura. De hecho, Mary fue bautizada con el nombre
de la primera hija de la pareja que falleció en el incendio de la casa.
Tras la muerte de Richard Anning en 1810, la familia tuvo que subsistir
gracias a la caridad lo que, añadido al rechazo social que provocaba la opción
religiosa escogida por los Anning, hizo que Mary y su hermano Joseph no
recibieran una educación adecuada. Tal como hiciera su padre, Mary
y Joseph montaron una especie de puesto en el que vendían al público las
curiosidades que habían ido recolectando. Aquel mismo año, su hermano Joseph
hizo un gran hallazgo: el cráneo de un ictiosauro. Pero sería la propia
Mary la que descubriría el resto del esqueleto un año después. Tras el
hallazgo, por el pueblo donde vivían los Anning empezó a correr el rumor de que
la joven había encontrado el esqueleto de un monstruo. Y es que dicho
fósil tenía la apariencia de un pez enorme y de un cocodrilo, de ahí el nombre
de ictiosaurio, "pez lagarto".
LA COMUNIDAD CIENTÍFICA
Sería en 1818 cuando Mary captó el interés de un acaudalado
coleccionista de fósiles llamado Thomas Birch, al que vendió otro esqueleto
completo de un ictiosaurio. Birch organizó una subasta de fósiles cuyas
ganancias entregó a la familia Anning. Esto permitió a Mary ganar algún crédito
entre la comunidad geológica y poder dedicarse con más tranquilidad económica a
la búsqueda de fósiles. Pero muchos científicos ignoraron totalmente la
contribución de Mary a estos hallazgos. Fue el caso del cirujano Everard Home, el
cual, obviando por completo el nombre de la descubridora, en varios artículos
en los que hablaba sobre el descubrimiento del primer esqueleto de ictiosaurio
no mencionaba en absoluto el nombre de Mary. Es más, atribuyó la
minuciosa limpieza y preparación del fósil al personal del museo creado por el
naturalista, viajero y anticuario William Bullock, cuando en realidad fue obra
de Mary. De aquella manera, la joven quedaba apartada por completo del
mundo académico a pesar de haber sido ella la descubridora del fósil, un fósil
que sería vendido por tan solo veintitrés libras. Más tarde el ejemplar
llegaría al Museo de Historia Natural de Londres,
donde actualmente tan solo puede verse el cráneo.
Mary siguió incansable con la búsqueda de nuevos fósiles, y algunos de
los más importantes llegarían en el año 1823. Según una biografía publicada
por el Museo de Historia Natural, Mary descubrió entonces el
esqueleto completo de un enorme reptil marino: un plesiosaurio. El espécimen
era tan grande y estaba en tan buen estado de conservación que muy pronto llamó
la atención del zoólogo francés Georges Cuvier, el cual al
principio dudó del hallazgo hasta que vio los dibujos del ejemplar en un
artículo del geólogo y paleontólogo William Daniel Conybeare.
Sobre el trabajo de Mary, en 1823 el Bristol Mirror llegó
a publicar lo siguiente: "Esta perseverante mujer ha ido día sí día
también durante años en busca de restos fósiles de importancia cada marea,
durante varios kilómetros sobre los acantilados de Lyme, que arroja masas que
son su objetivo inmediato, ya que sólo éstas contienen las valiosas reliquias
de un mundo antiguo, que debe ser arrebatado en el momento de su caída, con el
riesgo continuo de ser aplastadas por los fragmentos que caían de vez en cuando
o ser destruidas por el flujo de la marea: a su esfuerzo debemos casi todos los
excelentes especímenes de ictiosauro de las grandes colecciones".
En 1826, Mary obtuvo el dinero suficiente para comprar una casa y abrir
una tienda de fósiles que llamó "Almacén de fósiles Anning". Poco
después, en 1828, Mary descubriría un magnífico espécimen de pterosaurio, un
reptil volador que vivió durante casi todo el mesozoico (hace 251
millones de años) y posteriormente descubrió otras especies de peces
extintas. Junto al paleontólogo William Buckland, uno de los pocos
científicos que nombraría a Mary como su descubridora, sería pionera en el
estudio de los coprolitos: las heces fosilizadas, conocidas en aquel entonces
como "piedras bezoar".
DESAGRAVIOS CONTINUADOS
A medida que pasaba el tiempo, la confianza de Mary en sí misma iba en aumento, tanto que en 1839 escribió una carta al Magazine of Natural History para poner en duda algunas afirmaciones vertidas en la publicación acerca de que el fósil que se había descubierto de un tiburón prehistórico llamado Hybodus era una especie nueva. Mary afirmaba en su escrito que ella misma había descubierto ese mismo tiburón muchos años antes y que, por lo tanto, no representaba ninguna novedad.
.
A pesar de todos sus hallazgos, su curiosidad científica y su perseverancia, Mary siempre fue considerada una intrusa por la comunidad científica. Contra ella jugaba el hecho de ser una mujer, pobre y de clase trabajadora. Las mujeres de su clase social normalmente solo podían dedicarse al servicio doméstico, a trabajar en las fábricas o a las duras tareas del campo. A pesar de que Mary sabía tanto o más sobre fósiles que la mayoría de paleontólogos masculinos de su época, solo ellos podían publicar la descripción científica de los especímenes que Mary encontraba. Y ni siquiera estaban obligados a mencionar su nombre. Una joven que acostumbraba a acompañar a a menudo a Mary en sus búsquedas de fósiles dijo sobre ello: "Mary dice que el mundo la ha utilizado hasta la saciedad, estos hombres de ciencia han chupado su cerebro, y han sacado un gran partido publicando obras, de las cuales ella elaboró los contenidos, sin recibir nada a cambio".
UN ADIÓS TEMPRANO
A pesar de su poca formación científica, los descubrimientos, conocimientos sobre el terreno y habilidad de Mary Anning para la clasificación de los fósiles, le granjearon cierta reputación entre algunos paleontólogos que en algunas ocasiones compartían con ella sus viajes en búsqueda de nuevos fósiles. Entre ellos se encontraba el geólogo William Buckland y el anatomista y paleontólogo Richard Owen, el cual acuñaría el término "dinosaurio" (lagarto terrible) en 1842. También mantuvo correspondencia y vendió fósiles a otros científicos destacados, como el geólogo Adam Sedgwick.
Con los años, la salud de Mary se vio muy afectada y su trabajo se fue ralentizando. En marzo de 1847, un cáncer de mama acabó con su vida. Henry de la Beche, presidente de la Sociedad Geológica de Londres y amigo personal de Mary, escribió un obituario que fue publicado en las actas de la Sociedad, un honor solo reservado a los miembros masculinos. En la actualidad, la mayoría de especialistas reconocen el valor científico de los descubrimientos de Mary Anning y los subrayan como una de las contribuciones más importantes a los inicios de la Paleontología. En el año 2010, Mary Anning fue reconocida por la Royal Society como una de las diez científicas británicas más influyentes de la historia y su legado incluso ha hecho fortuna en un popular trabalenguas que todos los niños ingleses aprenden en la escuela: "She Sells Sea Shells on the Sea Shore" (Ella vende conchas marinas en la orilla del mar).
(NATIONAL GEOGRAPHIC / 21-5-2021)
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