jueves

JUAN DE MARSILIO para elMontevideano

 

NO SE ESTILA

(algunos poemas un poco políticos)

 

Acerca del talante

(a manera de prólogo)

 

I

 

Cuando en las bodas

bailan todos los otros,

alegres (o por lo menos

simulándolo

con bastante solvencia),

asisto al suceso

con la misma solemne compostura

que tendría el embajador

de algún país lejanísimo

invitado a presenciar

una ceremonia

que en su brumosa tierra

no se estila.

 

II

 

De Dios nos vienen el bien,

la lucidez y la belleza.

También la alegría

y la felicidad.

 

Tratando

de ser bueno y logrando no ser

tan malo como podría,

evitando

cerrarle los ojos al horror del mundo,

tocando de vez en cuando con

las puntas de los dedos la belleza,

soy

feliz.

 

Lo que me cuesta un poco es la alegría

(pero sobrevivo:

también nos viene

de Dios el amor,

a veces por vías sencillas

y otras por senderos

difíciles

y misteriosos).

 

III

 

También se me ocurre a menudo

comparar mi talante

con el de un púdico y modoso

como torpe elefante

al que la vida hubiese

puesto en el deber

de entrar en una cristalería y,

metido a cumplir

-pues pa’eso es el deber-

entrase a toda marcha,

sin mirar a los lados, sin desviarse,

buscando hallar allá al fondo

la puerta de salir o la pared de frenar

cuanto antes posible,

pues al mal paso siempre darle prisa,

pero eso sí,

sintiendo vergüenza y culpa infinitas

por cada pieza de cristal

que su deber le obligue a hacer añicos.

 

Sobre el asunto propiamente dicho

 

I

 

La luna,

qué sabía la luna,

de huellas humanas

hasta 1969

-yo tenía seis años

por aquel entonces.

 

Tres futuros posibles:

la hecatombe

nuclear,

la humanidad victoriosa

e interplanetaria

y la Revolución,

así con mayúscula

(que algunos también la soñaban

Interestelar:

consúltese sobre el punto

Efremov, Iván,

“La nebulosa de Andrómeda”,

y si no lee Ud. no se preocupe,

que también hay película).

 

Pero el futuro de entonces,

como sucede con casi

todos los futuros,

devino un presente casi

del todo distinto.

 

La hecatombe nuclear es ancora posible y pelean

por cuál tiene el botón más poderoso

y más largo el misil

el mascarón pelirrojo del norte

y el de los ojos rasgados,

que en tanto gordito debería

ser un poco más simpático,

pero no.

 

La Revolución

faltó sin aviso

(o con varios avisos que no

supimos atender)

pero somos nosotros los que nos quedamos

sin cobrar el jornal.

 

En cuanto a las estrellas,

amagamos,

amagamos,

pero del barrio

no pasamos aún

-salvo por el Viajero,

que lleva a nuestros prójimos

eventuales de léjimos soles

un mensaje que muestra lo mejor

de lo que vaya a saber si fuimos

alguna vez.

 

Uno se siente como el astronauta

que no pudo o no quiso

llegar a tiempo al módulo que partía

y se quedó en la luna y sigue ahí,

largamente rumiando

sideral soledad sin para qué.

 

II

 

Cuando yo era niño

gentes había que manifestaban

en paz

por un mundo lleno de panes y de rosas

para todos.

 

Los había también

que encontraban sentido nada más

en el discurso adusto

que escupían las bocas de los fusiles.

 

Error acumulado sobre error

fue todo aquello que

muchos creímos

en mis días de infancia

y un poquito más.

 

Epítome glorioso del error

ese tal Guevara

que cayó en Bolivia.

 

III

 

Reivindico,

sin embargo,

el errar de buena fe

por sobre

el acertar mas sólo procurando

la mera logrería individual.

 

No que el error deje de ser error

-al error hay siempre

que asumirlo y nunca

está bien excusarlo-

pero mil veces prefiero

morir equivocado

de buena fe

que salvar el pellejo para enriquecerme

comerciando el cuero

de mis semejantes

muertos en la lid.

 

Buena cosa sería que halláramos

-por fin,

tras tantos tumbos-

el correcto camino.

Pero si eso no fuera posible,

un error generoso

casi sería cosa

para agradecer.

 

IV

 

Les hubo tocado

en Maratón

empuñar la lanza

o el remo de Salamina.

 

Fueron

porque les tocaba.

 

Eran

soldados. Eran

ciudadanos.

 

Hoy, que todo cambia tanto

y tan para mal,

no reivindicaría

mayor honor que ese.

 

V

 

Nunca podremos ganar la Batalla del Ebro

ni vencer a Hitler

sin que Goebbels nos venza a su vez.

 

Nunca podremos probar

que no sucedieron

las aliadísimas violaciones

perpetradas por rusos y marroquíes

en carne vencida.

 

Nunca podremos volver a pegar a sus cuellos

esas cabezas que la guillotina

cercenó por error

o a torcido despropósito.

 

Nunca podremos hacer que Fernando “el deseado”

no resultara el colmo de lo indeseable

cuando al fin regresó

después de tanta sangre derramada.

 

Nunca podremos lograrlo

porque es cosa de Dios ese asunto

de imponer la perfecta justicia.

 

Pero mientras tanto

nuestro humilde deber es insistir.

 

VI

 

Me han enseñado a tomar partido

incluso hasta mancharme

y no reniego de lo que aprendí.

 

No me lavaré las manos

porque sólo serviría

para manchármelas peor.

 

Sin embargo,

no proclamaré

que el error es acierto

cuando me convenga

ni que el fin justifica los medios.

 

Que traducido significa:

si has de ser combatiente -y aclaro

que te estoy invitando a combatir-

has de tener cuidado

si quien lucha a tu lado en la trinchera

afirma no tener nada

de lo que arrepentirse.

 

VII

 

Unos

se insultan en Facebook

con otros

-a los que detestan y matarían-

por cuestiones de fútbol

o de música de esa que pasa de moda

en menos de seis meses

o por otros asuntos así de ese estilo.

 

Otros

-que se consideran

los unos,

nunca los otros-

se insultan en Facebook con otros

-podría definirse al otro como

ese al que se insulta

antes de escucharlo

y luego de oírlo

se lo vuelve a insultar-

con otros,

venía yo escribiendo,

a los que detestan

pero no matarían

(aunque gozarían mucho

si muriesen por las suyas

u otro los matase)

decía yo que unos

se insultan con otros

tomando partido

por alguno

de los bandos en pugna

en Venezuela o en Gaza

del modo más virulento,

aunque usando

más palabras esdrújulas

y cometiendo

algunas pocas faltas

ortográficas menos

que aquellos que discuten

de cosas

más baladíes.

 

VIII

 

Dónde

dice algo de aquellos

pobres

que habrían de ponerse en pie

para cambiar el mundo de base

y hundir

al imperio burgués

en la así llamada

nueva agenda de derechos,

que la he leído de cabo a rabo,

del derecho,

del revés

y de canto y no logro entender

sobre los pobres y su pobreza nada específico

(porque lo que se dice en estado de vulnerabilidad

estamos todos los vivientes

y los pobres estos sobre

los que me inquiero en estos versos tristes

están vulneradísimos

desde tiempos inmemoriales

y son vulnerados de nuevo

día por día,

así que concluyo que no,

que lo de los vulnerables esos

debe ser otro asunto).

 

Ubi sunt, pues esos pobres,

que iban a cambiar

para mejor

el mundo.

 

Uno se arremangaba ya para ayudarlos

y ahora no encuentra cómo.

 

IX

 

Y sin embargo sigue siendo cierto

también para los líos

de la nueva agenda

aquello de que las penas

con pan

son menos.

 

Nació en mi viejo barrio

“la Jessica”

pero nació llamándose Javier

y si ahora come y paga

cuarto de pensión

es porque en alguna esquina

de algún bulevar

le alquila sus carnes un rato

a quien pueda pagarlas

(y como no es muy linda

debe cobrar barato).

 

El hijo transexual de un millonario

no las pasa ni el uno por ciento de mal

que las flores anómalas que brotan

en los barrios así como en mi barrio.

 

X

 

Querida feminista: me parece

perfecto que reclames

-para ti y para todas tus prójimas-

el derecho al orgasmo.

 

No lo hallo para nada

un gesto de histeria

pequeño burguesa:

la cajera del supermercado,

la limpiadora del hospital,

la dependiente de la tienda

-no escribo “dependienta” porque si lo hiciera,

cuando le tocase

ir al ginecólogo

para sus revisiones de rutina,

tendría ella que ser una “pacienta”

y a mí me suena de los mil demonios-

te venía diciendo

que hasta las más humildes

tienen todas derecho a sus orgasmos

reales

y no fingidos,

derecho a sus orgasmos

regios

y no triviales ni anodinos.

 

Pero

con lo que más concuerdo

de tu lista de reclamos

es con eso que está a la cabeza,

donde dice que nunca vas a permitir

que se lleve el poder a tus hijos y a tu

marido a matar y morir en la guerra.

 

Y si no figurase tal cosa

a la cabeza de tu lista

de reivindicaciones,

sugiero que ya mismo reconsideres

tu orden de prioridades.

 

XI

 

Son los magnates

una variante soberbia

de los fantoches

por eso es que a menudo,

en estos tiempos de farsa

que hacen que por error

uno añore otros tiempos

que fueron de tragedia,

tan a menudo se pasa

de conducir programas de televisión

a conducir naciones

(y a conducir em ambos casos

rumbo al desastre,

aunque también en ambos casos

hay expertos que saben

-mediando el pago conveniente,

claro-

presentar los desastres

como éxitos rotundos).

 

XII

 

Y ahora te pregunto

cómo vas a hacer,

hoy que estás cervecero,

panzón y televidente,

cuando de nuevo nos llamen

-nos llamarán a todos,

está escrito-

a arriesgar el pellejo bajo banderas.

 

Hoy estás panzón,

televidente

y cervecero

pero los almanaques

siguen cantando que podrías

servir perfectamente

otras dos o tres campañas,

aunque fuera en servicios auxiliares.

 

¿Cómo le vas a hacer?

Porque hay banderas y banderas,

maneras y maneras de servirlas

y hay razones que alegar para no ir

y también hay excusas,

que ni de lejos una cosa

vale por la otra.

 

Y porque veo que no estás queriendo

entender nada de lo que te digo,

te pregunto ahora

como has podido ingeniártelas todos estos años

para no darte cuenta

de que todos los días

nos llaman a servir bajo banderas.

 

XIII

 

Las banderas son trapos

de bonitos colores

y las más de las veces

nada más.

 

Pero en ocasiones

el viento las acaricia,

las pone a danzar

y ellas parece que te llamaran

a una gloria

que te resulta tan incomprensible

como atrayente.

 

Tú sabrás si vas.

 

Fueres o quedares

has de pagar el gasto

(y esto es lo único cierto

en este negocio de las banderas).

 

XIV

 

Cuando yo era chico,

era el rico más rico de mi barrio.

 

No lo considero tan rico ahora,

en parte

porque cinco décadas

me han hecho saber que en mi barrio no había

rico ninguno,

en parte porque han mermado

de entonces a acá

los activos del tipo.

 

Ya nonagenario,

solterón y sin hijos,

conserva tres casas que alquila

y uno de sus negocios sigue abierto

-no te revelo el rubro

del establecimiento comercial

para no acotar a mi personaje:

ha de haber de seguro en tu memoria

algún hijo de puta parecido-

que sigue abierto

uno de sus negocios,

venía yo diciéndote,

aunque entran al día muy pocos clientes

-a los que mira con la misma cara

de oler excremento rancio

de mis días de infancia-

y basta para ayudarlo

un solo dependiente para toda tarea,

ya cincuentón largo,

al que trata muy mal,

tanto que pienso que el único objeto

de que la empresa siga en giro,

es que quien fuera el rico más rico de mi barrio

pueda hasta su último día

de este lado de acá

darse el triste placer de humillar

a un subordinado.

 

El dependiente, ya cincuentón largo,

padre y abuelo aguanta

porque le faltan ocho años

de labor todavía para jubilarse

y si quedara sin empleo

a la altura que está de su vida,

antes le salen dientes a los pollos

que a él un trabajo y luego

la jubilación.

 

Larga vida deseo al que un día

fuera el rico más rico de mi barrio

y la más jubilosa jubilación

a su gris dependiente.

 

XV

 

El Hombre y Ciudadano

falleció hace unas décadas

de edad avanzadísima y sin embargo

no había aprobado su bachillerato.

 

Le quedaban pendientes

tres asignaturas:

libertad,

igualdad

y fraternidad.

 

Cuando llegó a los infiernos lo recibió,

cabeza en mano y con sonrisa irónica

Olympe de Gouges.

 

XVI

 

Hubo cierta gloria

en combatir bajo las águilas imperiales

y también

en hacer recular a los franceses

en España y en Rusia.

 

Tiempo después,

hubo un largo camino a Tipperary

y aquella era la Guerra

que acabaría con todas las guerras

para siempre jamás.

 

A veces somos ingenuos

y generosos

-escribo estos versos

pensando en los veteranos

de la “Tregua

de Navidad”.

 

Hubo Guerra más grande que aquella

pero fue todavía posible a muchos

-aunque tragando no pocos

sapos sin mayonesa-

creer que habían combatido

por el lado correcto

(y otra vez el ejército de un tirano

hubo de recular

muy penosamente

sobre el hielo ruso,

pero en España debieron seguir

soportando su propio tirano autóctono

por más de tres décadas).

 

Si quisiéramos hoy,

fieles a nuestro instinto de superarnos,

armar guerra mayor que las anteriores

todo se reduciría

a varios cientos de gigantescos

hongos brillantes al norte del mundo

y a varios meses de espera por las radiaciones

en el sur

-recomiendo leer sobre el tema

“On the beach”, de Nevil Shute,

y si Ud. No lee,

no se preocupe,

que la película es en este caso

mucho mejor que el libro.

 

Millones y millones de veteranos

que a su tiempo se fueron de permiso

nos miran desde el Cielo

y la paz es el único

camino que nos queda

para no fallarles.

 

Despedida

 

No te pido disculpas

si te ha enojado que estos versos

no están escritos al modo

que suele gustarle a un puñado de imbéciles

que leen poesía

creyéndose importantes

porque leen poesía.

 

Tampoco me disculpo

por haberlos escrito a la manera

que comprende el puñado de imbéciles

que se creen aun ciudadanos del mundo

y obran en consecuencia,

aunque sepan de antemano

que han de ser vencidos

las más de las veces.

 

He ejercido mi derecho

y/o cumplido mi deber

de elegir a qué clase de imbéciles

mostrarles respeto.

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