por Pablo Kohan
Una leyenda viva en
plena actividad, la pianista argentina sigue presentándose “a teatro vacío” en
medio de la pandemia; qué mejor homenaje a su carrera que recorrer su
actualidad a través de algunas de sus obras fetiche, a solas y junto a
compañeros de toda la vida como Daniel Barenboim y Mischa Maisky
Octogenaria. ¿Qué sensaciones
inmediatas despierta el adjetivo? Para muchos, tal vez para casi todos, tener
ochenta o más años es sinónimo de una ancianidad venerable o frágil en la que
todo se centra en los recuerdos, en los nietos, en las dolencias y sus
medicaciones y en las horas y más horas frente a alguna pantalla, sin ninguna
actividad que involucre alguna relevancia. O incluso, y mucho peor, tener
ochenta no es sino una esforzada lucha por una mera supervivencia. Con todo, la
realidad muestra que, dentro de esa franja etaria abundan quienes se oponen a
ese paradigma de senilidad inevitable y, a pura acción, se ubican en las
antípodas de cualquier idea de declive o de ocaso. Martha Argerich, que el 5 de este mes cambia de década
y coloca un ocho como primer número, sigue plena, vigente, poderosa,
inmensamente artística y es, sin lugar a dudas, una auténtica y reverenciada
leyenda viva. Así es que, lejos de cultivar la nombradía o de
pasearse exhibiendo los resabios de un pasado glorioso, sigue admirando por un
presente definitivamente asombroso.
Su historia es
conocida. Nació en Buenos Aires, obviamente, hace ochenta años, emigró siendo
adolescente a Europa para completar su formación, triunfó en varios concursos
internacionales, el último y más consagratorio, el Chopin de Varsovia, en 1965,
y, desde entonces, apoyada en una técnica pianística deslumbrante, desarrolló
una carrera extraordinaria. Sensible, profundamente estudiosa, volcánica y
también minuciosa, avasallante y exhibiendo conductas extemporáneas que
implicaban cancelaciones inesperadas, Martha paseó su estirpe y su talento por
todo el planeta forjando una imagen de artista completa, única y singular. A
diferencia de cualquier otro músico o música de su talla, Martha dejó su
carrera solística en los años 80 y, desde entonces, salvo contadísimas y muy
puntuales excepciones, sólo tocó música de cámara y conciertos con orquesta. En
sus primeros años, anduvo muy poco por la Argentina. Pero en los 90, no sólo
que comenzó a venir con mayor asiduidad sino que instaló un Festival Martha
Argerich y, además, llevó su arte a diferentes provincias. Amplia, generosa,
lejos de cualquier divismo y siempre solidaria, Martha permitió que un gran
número de argentinos no capitalinos pudieran ver en directo a una de las más
grandes artistas del mundo tocando frente a ellos.
Para celebrar sus
ocho décadas podría efectuarse un recorrido por sus decenas y decenas de
registros discográficos como modo directo de resumir sus excelencias y su
evolución como artista superior. Pero dado que la pianista sigue en actividad y
que, concreta y muy gardelianamente, cada día toca mejor, parece más justo y
mucho más honorable compartir su actualidad. Después de todo, cada vez que
Martha Argerich llega a algún lugar para ofrecer un concierto, se produce una
verdadera conmoción y el sold out está
siempre presente ya no en las antiguas carteleras de los teatros sino en los
sitios de internet de los teatros más prestigiosos del planeta. Y de los menos
ilustres también, ya que ella insiste en seguir llegando a esos también.
Como corresponde,
en primer lugar, ahí está el registro de su última presentación en el Colón, en
julio de 2019, añoradísimos tiempos sin virus malditos flotando por los aires.
Junto a la Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Mehta, otro octogenario
sabio e impar, ofreció una interpretación sublime, exquisita e insuperable del
Concierto para piano y orquesta de Schumann.
Como si de un ídolo
de la música popular el asunto se tratara, su ingreso al escenario y su llegada
hasta el piano (en la marca 12.40) estuvo rodeado de aplausos irrefrenables y
de un griterío tribunero. Después de todo, y la
nacionalidad y las cuestiones de género no son menores: estaba entrando la más
extraordinaria intérprete femenina de música clásica de los últimos sesenta
años, contando todos y cada uno de los instrumentos. Su
plenitud y su impecable sensibilidad se pudieron percibir ya dese el mismísimo
comienzo (14.00) con un toque etéreo, libre y minucioso. Pero además de toda la
poesía, atenta a los dramas de la partitura, Martha mostró su eterna
impetuosidad, siempre lírica y controlada, en el último movimiento (33.50).
Con el arribo de la
pandemia, todo se trastocó. Para la humanidad y para la música también. Sin
embargo, Martha, con todos los cuidados, siguió moviéndose y llevando su arte
por diferentes ciudades aunque, ahora, rodeada de silencios, sin público. Esta
situación inédita posibilitó algo inesperado. Menos tensa ante multitudes
expectantes, Martha retornó a un repertorio que había dejado de interpretar. En
Hamburgo, en junio de 2020, con transmisión en vivo, se presentó junto al gran
Renaud Capuçon para interpretar dos sonatas para violín y piano, la octava de
Beethoven y la de Cesar Franck. Y entre ambas, un intermedio inesperado que ni
siquiera había sido anunciado en el programa del concierto. Martha entró
lentamente, se ubicó frente al piano e interpretó la Sonata para piano Nº3 de Chopin, una obra que, en
un concierto público, no la había tocado en años y años.
A diferencia de
aquellas antiguas grabaciones, como la de 1967, que le valió que la revista
Gramophone la tildara de “tigresa”, Martha, en soledad –cada tanto mirando casi
lacónicamente hacia su derecha para corroborar que el teatro está,
efectivamente, vacío– se mostró muy sólida en el comienzo aunque menos belicosa
que antaño, con un acento especial en la expresión poética. Esta intención se
puede percibir, claramente, en la presentación del segundo tema del primer
movimiento (en el minuto 1.53) y en la limpieza, la claridad y la emocionalidad
del tercer movimiento (12.06). En contraposición, en el Scherzo (9.30) surgen cascadas precipitadas de
notas todas claras, todas independientes, todas comprensible. Madura, sensible
y tan artística como siempre, Martha siente a Chopin tan intensamente como
antes pero ahora pareciera permitirse ciertos fraseos y enunciaciones que
podrían ser tomadas casi como improvisaciones interpretativas.
En octubre último,
en una deshabitada y remozada sinagoga de Görlitz, como parte del nuevo
Festival de Lausitz o Lusacia –ésta fue su segunda edición– Martha se reunió
con Mischa Maisky, su compañero de aventuras de décadas,
para ofrecer una versión conmovedora del Kol Nidrei para
chelo y piano, de Max Bruch, una obra inspirada en la melodía de la plegaria
más sensible de la liturgia judía, la que abre el servicio del Día del Perdón.
Atentos a los más
mínimos detalles y, en cierto modo, casi como genuinos oficiantes musicales,
Maisky y Argerich, ambos sensibles e intensamente expresivos, lejos de
cualquier exhibicionismo, brindaron una versión conmovedora para atrapar a
creyentes de distintos credos y a agnósticos por igual.
En diciembre,
Martha continuó sus periplos musicales a despecho de esta pandemia asesina y
llegó hasta París, donde se unió a la Orquesta Filarmónica de Radio France,
dirigida por Myung-Whun Chung, para interpretar una de esas obras que tienen su
marca registrada, el Concierto para piano y orquesta Nº3,
de Prokofiev.
Ningún concierto,
ninguna obra tiene una versión definitiva pero es real que el tercer concierto
para piano de Prokofiev remite inmediatamente a Martha Argerich. Cualquier
pianista que lo interprete será cotejado y comparado con las lecturas y las
realizaciones de Martha. Su registro de 1967, con
Claudio Abbado y la Filarmónica de Berlín, es, quizás, la piedra basal de esa
alianza indestructible entre Argerich y Prokofiev. Lo ha tocado en
infinidad de oportunidades y siempre salió victoriosa, en el más artístico de
los sentidos, paseándose airosa por entre las infinitas y tremendas
dificultades técnicas que plantea esta obra pero, además, con la suficiente
holgura como para detenerse a “explicar” cada detalle, cada sutileza. Y en la
Philharmonie de París lo volvió a demostrar. La coda del primer movimiento (en
el minuto 9.57) fue ejecutada con una velocidad, una claridad y una delicadeza
que desafían a las matemáticas y a la acústica. Su técnica sigue impecable. Su
interpretación fue magistral, intachable y de intenso arte. Y en ausencia de
público, los aplausos, sentidos y estruendosos, fueron ofrecidos por el
director y los músicos de la orquesta.
Ya en febrero de
este año, Martha llegó nuevamente hasta Hamburgo, pero ahora a la Laeiszhalle,
para sumarse a la Sinfónica de la ciudad, dirigida por Sylvain Camberling, y
hacer el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor, de Ravel. Digna, musical
y resguardada en una destreza técnica que se mantiene intacta, Martha extrajo y
expuso toda la poesía y todas las honduras del segundo movimiento (en el minuto
8.55) al tiempo que también fue capaz de exhibir precisión, velocidad y todas
las certezas en el comienzo del último movimiento (19.00).
Por último, el dúo
de pianos que estableció con Daniel Barenboim, una experiencia estupenda que
estos dos músicos excepcionales iniciaron hace una década.
En abril, hace exactamente dos meses, Martha y Daniel participaron en una muy original filmación de estudio. Con la pantalla partida en cuartos y con cámaras fijas, ahí están estos dos porteños mundanos interpretando, sucesivamente, obras de Mozart, de Debussy y de Bizet. Ella casi 80, él, en camino hacia sus 79. El recital no tiene desperdicio y es un extenso momento para el disfrute. Pero, por fuera de la música y de las bellezas que ofrecen a lo largo de un poco más de una hora, hay otras perlitas. Mientras tocan, afloran dos breves y muy puntuales sonrisas en el rostro de Martha Argerich (en los minutos 23.19 y 51.30), quizás, testimonios indirectos de que el secreto de su eterna permanencia, sea que, más allá de todas sus capacidades, en el momento de poner sus dedos sobre el teclado, están siempre el placer y el íntimo deleite de hacer música. Salud y feliz cumpleaños, Martha Argerich. Y muchísimas gracias.
(LA NACIÓN / 4-6-2021)
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