jueves

RODRIGO GARCÍA, DIRECTOR CINEMATOGRÁFI CO E HIJO DE GARCÍA MÁRQUEZ


“LA MUERTE DE UN PADRE NO ES EL FIN DE NADA. ES IMPOSIBLE DESPEDIRSE DE ÉL”

 

por Luis Martínez

 

No da la impresión de que le moleste la omnipresencia del padre en cada entrevista. Tampoco refuta con su locuacidad cualquier duda sobre lo contrario. Más que orgullo por su condición de 'hijo de', que también, lo de Rodrigo García (Bogotá, 1959) es, antes que resignación, realismo. Ahora el director de gesto íntimo y preciso en películas como 'Cosas que diría con sólo mirarla' y 'showrunner' de series tan verbosas como 'En terapia' estrena'4 días', con Glenn Close (su actriz fetiche) y Mila Kunis. Y lo hace a la vez que se sumerge en una auténtica celebración de su padre. Basta mencionar el nombre de Gabriel García Márquez y todo lo demás sobra. En breve, el 20 de mayo, se publica 'Gabo y Mercedes. Una despedida' (Random House), donde el hijo rememora los últimos días al lado de los dos, y, algo más tarde, el empacho de plataformas en el que vivimos dará a luz una nueva versión (ya existe una película mala) en formato de serie de 'Crónica de una muerte anunciada' y, sobre todo, de la esperadísima 'Cien años de soledad'.Al otro lado de zoom, desde la Argentina donde rueda 'Santa Evita' según la novela-prodigio de Tomás Eloy Martínez, García habla de la relación paterno o materno filial. De eso va su última película, de eso trata buena parte de su filmografía, de eso habla el libro que edita y de eso va cada entrevista que responde. Ésta también.

 

¿Por qué esa insistencia en el argumento de la relación paterno-materno-filial?

 

No busco nada, son los temas los que me persiguen. Siempre digo que uno no escoge los argumentos, sino que son éstos los que le eligen a uno. Cuando leí el artículo en el que se relataba la historia de la lucha de una madre y un hija por salir de la dependencia de las drogas, rápidamente sentí que me interpelaba. ¿Por qué? Hay pocos argumentos más interesantes que esas relaciones humanas inevitables que no puedes cortar. Aunque quieras, no hay manera. Lo que une a una madre o padre y su hijo es indisoluble. Y, en efecto, pase lo que pase, siempre acabo ahí.

 

Salvo excepciones como su película anterior, 'Últimos días en el desierto', generalmente su universo es un universo de mujeres...

 

No pienso nunca en esos términos. Me intriga la relación madre e hija, más incluso que la de padre e hijo. Es siempre extraña y magnética. Además es muy compleja, aunque sea una relación feliz. En este caso, lo que la hace distinta es el mundo de las drogas. Las historias de adicciones son todas muy parecidas, pero cada vez la tragedia es única. Es un drama sobre años de desgaste. Hay cariño, amor, esperanza... pero, sobre todo, hay fatiga. No es una relación cargada de buenas intenciones. La madre es adicta a la esperanza.

 

¿La esperanza es adictiva?

 

Sí, sin duda. Y más ahora en estos tiempos tan duros. Todos somos adictos a la esperanza. Te levantas cada mañana y te dices que hay que seguir para no vivir en la absoluta negación.

 

Es la tercera vez que trabaja con Glenn Close. ¿Qué tiene ella que no tengan las demás?

 

Baila muy bien (se ríe en referencia al 'perreo' que se marcó en la ceremonia de los Oscar). Es muy buena amiga y muy inteligente. Trabaja de forma muy intuitiva. Además, como ha quedado claro, es muy divertida.

 

¿Cuánto de su propia relación con sus padres hay en cada una de sus películas sobre relaciones de padres e hijos?

 

Mucho, obviamente. Cuando empecé a dirigir, en cada una de las entrevistas que hacía aparecía el asunto de mis influencias. Tenía preparada una lista de directores y artistas que tenía claro que me habían marcado. Pero con el tiempo te das cuenta de que esa lista es una formalidad. Nadie me ha influido más que mis padres. Ellos y mi hermano, mis hijas, mi esposa... Las relaciones íntimas son el cemento de la vida y es imposible no volver a ellas una y otra vez.

 

Un libro como 'Gabo y Mercedes. Una despedida', ¿qué es exactamente: un homenaje, un ajuste de cuentas, una celebración?

 

Es lo que dice el título: una despedida. Es despedida porque se fueron de la vida física, pero, en verdad, es imposible despedirse de tus padres. La muerte de los padres no es el fin de nada. No pasa un día sin que piense en ellos. Las últimas semanas con mi padre y todo este año pasado con mi madre me hizo reflexionar sobre lo que significa despedirse de tus padres. Mis padres murieron los dos a los 87 años. Los dos tuvieron unas vidas largas y buenas... pero da igual. Da igual incluso el tamaño alcanzado con respecto a los demás, a sus lectores en todo el mundo. Para un hijo, la muerte de un padre es siempre una catástrofe.

 

García Márquez es además un poco padre de todos sus lectores. ¿Cómo vive compartir de ese modo a su padre?

 

Hay una dualidad curiosa. Soy consciente de que mi padre me pertenecía a mí y todos los demás. Soy consciente de que si mi padre no fuera el que fue no sé qué interés podría tener el libro. En todas las entrevistas que he hecho en mi vida, siempre me han preguntado cómo y cuánto me ha influido mi padre y siempre me muerdo la lengua para no dar la única respuesta cierta: "Mi padre me ha influido lo mismo que a usted el suyo". Da lo mismo que tu padre sea un escritor famoso o un taxista, un padre siempre es un padre.

 

Usted ha dirigido 'En terapia', no me resisto a preguntar por lo más obvio en una terapia con diván: ¿ha sentido la necesidad de matar al padre?

 

Hay demasiado escrito sobre el asunto para aventurarme a decir nada nuevo. La ironía es que todos los hijos necesitamos el permiso de los padres para crecer y para matarlos también. Ésa es la gran contradicción de la paternidad. Además, está el hecho de que cuando los padres envejecen los hijos acaban siendo padres de sus padres. Es inevitable. La vida tiene un sentido del humor tremendo. Me fascina esa época en la que tus hijos crecen y se independizan a la vez que los padres envejecen y necesitan de ti.

 

¿Y qué papel juega el sentimiento de culpa?

 

Hay siempre una contradicción: te sientes culpable y a la vez te enfada que tu hijo piense que es culpa tuya. Piensas: "Me siento culpable de lo que te ha pasado pero no me culpes de lo que te ha pasado". Es como sentirse culpable de sentirse culpable. El sentimiento de culpabilidad de las madres en el mundo en que he vivido es mucho más común que el de los padres. Es habitual escuchar a una madre decir que es una pésima madre y que se siente mal. En cualquier caso, creo que hay que intentar perdonarse a uno mismo lo más posible.

 

¿Se sintió alguna vez celoso del éxito de su padre?

 

La fama le llegó a mi padre cuando yo era ya mayor. Fue un éxito global después del Premio Nobel y con el apoyo de internet. Todo eso ya no me agarró de niño. Tuvo su impacto sin duda. Pero no es lo mismo. Mi infancia y mi adolescencia transcurrieron entre México y algunos años en Barcelona. Entonces, era conocido, pero yo no me sentía el hijo de una estrella de rock. De todos modos, no cambiaría mi situación por nada. Podría haber tenido un padre con menos éxito que tuviera que compartir menos con el mundo, pero habría sido peor. No cambiaría para nada lo que me tocó.

 

Su padre confesó que le hubiera gustado ser director de cine, ¿tuvo él celos de usted?

 

No creo. No le fue mal con los libros (se ríe). Presumía mucho de mis películas e invitaba a todo el mundo a las proyecciones. Era más un amor sin celos.

 

¿Las adaptaciones de dos de los libros más emblemáticos de su padre a la pantalla que ahora se llevan a cabo son una deuda pendiente?

 

Es una responsabilidad sin duda. Pero estoy muy satisfecho de lo que estoy viendo y leyendo. De 'Cien años de soledad' he leído ya los guiones de los tres primeros capítulos y todo está muy bien. Se han tomado las decisiones correctas y, lo más importante, todo se está haciendo a su ritmo, sin prisas ni presiones.


(EL MUNDO / 8-5-2021)

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