Si en algo
coinciden todos los que alguna vez vieron a Sumo en vivo
–más allá de las distintas formaciones, con la inglesa Stephanie Nuttall, Alejandro Sokol o Superman Troglio en batería–, es en la furia
implacable que desataba la banda sobre el escenario. Los conciertos del grupo
eran una celebración del caos, la improvisación y el desorden,
en los que podían aparecer desde el clown Geniol tocando
un bajo de goma o bailando disfrazado de prostituta hasta el mozo amigo del bar
que frecuentaba Luca y que durante los shows le servía ginebra mientras
cantaba.
En medio del clima
de liberación que comenzaba a vivirse a comienzo de los 80 con el final
anunciado de la dictadura militar, Luca Prodan emergió
con su desparpajo escénico y su particular dicción como el frontman que cambió el estilo de cantar
en el rock argentino. En las fotos y en los pocos videos que
documentan aquellos recitales caóticos que Sumo ofreció en el circuito de bares
de Buenos Aires, se lo puede ver cantando con una máscara con el rostro de un
anciano o con una peluca platinada, tomando ginebra desde una botella de
plástico, sentado en el suelo, colgado con los pies de una viga del techo
del Café Einstein, con un enorme hueso de vaca pendulando
sobre la cabeza, acostado entre los monitores de sonido, abrazado a Geniol –su
compañero de andanzas en el último tiempo–, apurando el solo de saxo de Roberto Pettinato o mordiendo la guitarra Roland
de Ricardo Mollo.
Pero, por sobre
todas las cosas, como dice Andrea Prodan, lo
más importante que tenía Sumo eran las canciones, y en vivo sonaban de forma
fantástica.
Andrés
Calamaro: “Luca tenía las cosas muy claras”
Vi a sumo en vivo
varias veces: en un festival organizado en el Club Estudiantes de Buenos Aires
(Caseros) con Stephanie Nuttall en batería, en el Stud Free Pub y en el Café
Einstein. También en una presentación que hicieron en Obras, a la que Charly no estaba muy seguro de acompañarme, pero
finalmente fuimos juntos, saludamos a los chicos en el backstage y Germán, muy amable como siempre, me
convidó alguna delicia. El grupo se transformaba y tenía formaciones
alternativas con Luca al frente: Sumito y
la Hurlingham Reggae Band.
No sé si era la
intención original de Luca, que tenía muy claros los conceptos del rock
alternativo, pero Sumo era una banda con un sonido en vivo muy
poderoso. “Virna Lisi”, por ejemplo, sonaba virtuoso y genial.
Luca era un
gigante, culto y auténtico, que había visto suficientes recitales en Europa y
tenía las cosas muy claras. Era príncipe y mendigo,
pero sabía mucho. Tenía una educación exquisita, un corazón distinto
y un talento peculiar. Él sabía mucho de música, entonces le abrió los ojos a
una gran cantidad de músicos y dejó un hermoso legado de personalidad y rock.
Geniol
- Clown: “Al lado de Luca, eran todos momias”
En los shows de
Sumo yo era como un líder del desorden. Incentivaba a la gente para que hiciera
quilombo, y así los recitales eran una fiesta. Como dice Gillespi, al lado de Luca y de mí, los demás eran todos
unas momias. Nosotros dos éramos los únicos que movíamos la cosa. Los demás
eran músicos, pero no tenían nuestro histrionismo para bailar en puntas de
pie. Recuerdo que en el show del Teatro Astros llevamos a dos
luchadores de sumo; se nos ocurrían esas cosas.
Yo entraba a hacer
mi performance sin que nadie me dijera nada. Una vez en El Barco, un boliche de
la calle Vuelta de Rocha, Luca me pidió que subiera y, como no había llevado
ningún instrumento de los que usaba, me dijo que agarrara un palo de escoba y
lo usara como si fuera una guitarra. Entonces, subí en calzoncillos,
tapándome las bolas con una guitarra, y la gente pensaba que estaba
completamente desnudo. En otra oportunidad, subí con un bajo de
goma que fabriqué yo mismo: los trastes eran bisagras y las cuerdas, hilos elásticos.
Cuando le llegaba el turno a Arnedo de hacer el solo, él se iba a bambalinas y
aparecía yo como si estuviera tocando en vivo con ese bajo de juguete que se
doblaba todo. Me acuerdo de que, después del show, algunos del público me
dijeron que se habían tomado un ácido y, cuando vieron que el bajo se doblaba,
se comieron flor de viaje.
Luca iba al frente,
nunca arrugaba. Durante un show de Sumo en Cemento, un punk loco revoleó una
cruz grandota que se había robado del Cementerio de Chacarita y le partió la
ceja a Arnedo. Cuando el pelado lo vio, se bajó del escenario para agarrarlo
del cogote.
Andrea
Prodan: “Tenían temas maravillosos que hoy seguimos escuchando”
Yo había tocado
en New Clear Heads, la banda con la que Luca se presentaba
en los pubs de Londres, entonces sabía el clima que se podía crear en sus
shows. Pero, en aquella época, lo de Luca era muy distinto, porque atravesaba
un período de adicción a la heroína. Su salud estaba en un estado muy
fluctuante, como su ánimo, básicamente porque no quería estar en esa ciudad.
Cuando vi en vivo a Luca con Sumo en 1982, justo cerca del final de la Guerra
de Malvinas, fue como revivir la época de Londres, pero con la curiosidad de
ver quiénes eran sus nuevos músicos argentinos, cómo iba a salir ese proyecto y
cómo iba a hacer para comunicarse con el público.
La primera noche
que llegué a Argentina, fui al Café Einstein y ayudé un poco con el sonido.
Para mí, era un momento muy especial, porque al mismo tiempo estaba conociendo
a los otros integrantes del grupo antes de que comenzara el show. La actitud,
el sonido y la presencia de la banda eran algo fantástico, pero después también
estaban las canciones, que eran muy grosas. Tenían temas maravillosos, que
hoy seguimos escuchando, y después de 30 años suenan con una autoridad que les
rompen el culo a todos. Mis favoritos, claro, son los de esa
época en la que los vi en vivo.
Adrián
Taverna - Ingeniero de sonido: “El magnetismo increíble de Luca en el escenario
era uno de los puntos fuertes de la banda”
Conocí a Sumo en el
famoso sótano de Palomar porque Ricardo Mollo y Rinaldo Rafaneli tenían una banda llamada Coral y ensayaban en la misma sala. Con el tiempo,
Ricardo empezó a tocar con ellos como músico invitado y, como yo lo acompañaba
como su asistente en algunos shows, tuve que colaborar con el sonido.
En vivo era una
banda muy poderosa, imprevisible y salvaje, que no entraba en los estándares
comunes. Por momentos era una bola asesina y por otros entraba en un clima de
paz haciendo reggae, o cuando Luca Prodan quedaba solo cantando “Fiebre”.
Es cierto que el
sonido de los discos no logró captar del todo esa energía que Sumo tenía en vivo,
que, junto al magnetismo increíble de Luca en el escenario, eran los puntos
fuertes de la banda. En Sumo todo era muy caótico, pero con sentido. Para mí,
era una banda para ver y escuchar en vivo. No creo que un DVD hubiese podido
reflejar esa energía que se sentía en el aire y los hacía tan particulares y
únicos. Creo que hay un antes y un después de Sumo. Cuando aparecieron,
rompieron todos los esquemas.
Carlos
Giustino/Aspix - Fotógrafo: “Era muy fuerte verlos en vivo”
Vi a Sumo por
primera vez en vivo en el Zero Bar, con la formación posterior a la que grabó
el casete de Corpiños en la madrugada. Lo que
había visto antes en el Caroline’s Pub de Palomar, cuando todavía estaba
Stephanie en la batería, era otra cosa; no tenía nada que ver con la banda que
después apareció en el circuito de bares como el Café Einstein. Al mismo
tiempo, yo organizaba unas fiestas privadas en San Isidro en las que ellos
tocaban y, sinceramente, era muy fuerte verlos. Los shows
eran totalmente diferentes a lo que yo estaba acostumbrado a ver. Tenían
mucha potencia, especialmente en los shows en los que estaba Geniol haciendo
sus actuaciones muy bizarras que, a veces, consistían en bajarse los pantalones
y cagar en una lata mientras el grupo tocaba.
Daniel
Melingo: “La performance en vivo de Luca Prodan, sobre todo cuando interactuaba
con Geniol, les aportaba a los shows un ambiente de poder sónico absoluto y, al
mismo tiempo, una decadencia perfectamente controlada”
Sumo fue una banda
única e irrepetible dentro y fuera del escenario. Estaba cargada de autenticidad y de una crítica corrosiva a la
sociedad nunca antes vista, que nos hizo muy bien en esa época, con los tiempos
difíciles que corrían. El aporte de Sumo no fue sólo musical,
sino que tuvo alto contenido ideológico. Estamos hablando de tiempos duros,
cuando casi nadie decía lo que pensaba. Y ellos, sí.
Tenían naturalmente
lo que muchas bandas querían tener: autenticidad. Ellos eran
auténticos y en los shows nada era impostado. El volumen con el que tocaban
también era un factor muy importante en ese contexto. La performance en vivo de
la banda desplegaba altas dosis de adrenalina. Diría que pocas bandas lo hacían
por aquel entonces; me alcanzarían los dedos de una mano para enumerar los
grupos contemporáneos a Sumo con ese propósito de vibraciones tan alto. Aunque
es cierto que en esa época tampoco éramos tantos los que nos iniciábamos en
estas artes vibracionales. Los 80 eran durísimos y la represión galopaba en la
ciudad.
Además de su sonido
demoledor, la performance en vivo de Luca Prodan, sobre todo cuando
interactuaba con Geniol, les aportaba a los shows un ambiente de poder sónico
absoluto y, al mismo tiempo, una decadencia perfectamente controlada. Ellos
tenían el control total de la escena y te hacían vivir momentos muy intensos.
Se sudaba mucho en los shows de Sumo.
Katja
Alemann: “Luca cambió el concepto de cantante de rock”
La genialidad de
Luca era que ecualizaba su voz en vivo, por eso, además de ser un cantante
maravilloso, se escuchaba tan bien. Tenía una pequeña consola al lado del
micrófono e iba manejando el sonido de su voz mientras cantaba. Además de estar
siempre concentrado y al palo, la ecualización era parte de su música.
En los 80, Sumo era
la banda que más me gustaba y creo que Luca cambió el concepto de cantante que
tenía el rock hasta ese momento. Su voz protagónica hacía la diferencia en una
banda que se empezaba a consolidar con un sonido sólido. Una vez los contraté
para un evento en Recoleta y tuvieron la gentileza de tocar mi canción alemana
mientras yo entraba tocando el saxo y cantando en alemán.
Recuerdo a Luca con
cariño, con su clásica botellita de gin al lado de su consola y con ese sonido
potente que caracterizaba al grupo. Luca era un caballero, siempre
suave y respetuoso. Sufría por el mundo en el que vivía. ¿Qué
pensaría hoy, si estuviera vivo?
Rodrigo
Espina - Director de cine: “Parecía un animal suelto”
Creo que cuando
hablamos del poder de Sumo en vivo, habría que hablar también de Omar Chabán, porque Luca calzó justo en una estética
vanguardista. Luca era mucho más que un músico. En los recitales, era un animal
suelto: parecía que habían abierto la jaula del tigre. Nabokov, el escritor, habla de “algo que te pegue en la
espina dorsal”, y ahora podemos ver muy buenos shows, pero los de Sumo te
pegaban en la espina dorsal. La banda era mucho más que música: era pura imagen
punk. Iban para otro lado, y eso tenía mucho que ver con una cuestión social. Sumo apareció en una época en la que estaban los milicos,
con todos los problemas culturales que eso significaba.
En la época en la
que vi a Sumo, que fue posterior a los shows en el Café Einstein, yo estaba con
la cámara a un costado del escenario y me acuerdo de que me quedaba totalmente
hipnotizado.
Recuerdo un show en
el que Luca estaba mal y, al finalizar, como no se quería ir, se quedó sentado
en el escenario esperando que vuelva la banda. Igualmente, todos aseguran que
los mejores cuentos punks de Sumo ocurrieron en la etapa en que tocaban en el
circuito de bares. Sumo siempre fue la locura de Luca,
entonces, cuando se murió, todos dijimos: “Se acabó la fiesta”. Y fue así.
Nunca más vivimos algo igual.
Andrea
Álvarez: “Luca era el anti star, pero al mismo tiempo era el más star de todos”
Aunque en los 80 me
gustaba la música que sonaba más limpia, un día fui a ver a Sumo porque yo era
amiga de Pettinato y conocía a Mollo. En vivo eran desprolijos, intensos,
rústicos y metían un poco de miedo, porque en los recitales no se sabía qué
podía pasar. Luca era la antítesis total de lo que estábamos acostumbrados a
ver acá (en aquella época, lo de afuera lo conocíamos por fotos o pasteurizado
por la televisión). Era el anti star, pero al mismo tiempo era el más star de
todos. Era pelado (algo inédito en el rock de acá) y además se vestía mal.
Los shows de Sumo
eran casi lo opuesto a todo lo que hacían los demás: un caos organizado, algo
lúdico sin plan, pero al mismo tiempo planeado. La primera
vez que los vi en vivo no había mucha gente, y la segunda, en la costa, era
todo muy oscuro, muy dark, y me fui antes porque no toleraba el ambiente.
Parecían todos adictos a la falopa.
Sumo trajo a la
escena del rock argentino el vértigo, el riesgo y el estilo de la música que
estaba sonando en Europa y acá no llegaba porque no era algo comercial. La
banda generó que mucha gente escuchara reggae y se animara a dejarse llevar sin
prejuicios. Fue una puerta gigante para que la juventud abriera su cabeza. En
sus recitales, combinaban jazz de vanguardia con rock rústico y funk, todo al
mismo tiempo y con clase. Y lo más importante que dejó, para mí, es el juego de
palabras en el que Luca incursionó al no ser de nuestro país.
Pipo
Cipolatti: “Un show revulsivo y agresivamente prolijo”
Vi a Sumo solamente
en el Cafe Einstein. El lugar y el momento eran muy especiales y casi
irrepetibles. El show que hacían era elegantemente revulsivo y agresivamente
prolijo. Todavía recuerdo el color del mameluco que usaba Pettinato. Pero lo
que tengo especialmente guardado en mi memoria es un ritual secreto que
teníamos con Luca los martes antes del show acústico en el Einstein. Y eso,
como todo secreto, es algo que no voy a contar.
Mario
Breuer - Ingeniero de sonido: “Los vivos eran crudísimos”
Tuve la oportunidad
de ver varias veces a Sumo en vivo y sonaban increíble, tenían un poder
bestial. Creo que, como cualquier grupo, los discos suenan un poco más prolijos
y los vivos, un poco más crudos. Aunque si tenemos en cuenta que en los discos
ya sonaban crudos, podría decir que los vivos eran crudísimos, pero muy
potentes y energéticos. Sumo era la verdadera
aplanadora del rock.
Nota publicada en el Bookazine, una edición especial para coleccionistas, de Sumo, editado en 2017.
(LA NACIÓN – Revista Rolling Stone / 17-5-2021)
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