por Emma Piquero
La novelista y poeta Ingeborg Bachmann nace en Klagenfurt en 1926 y
muere en Roma en 1973 en circunstancias poco claras: algunos afirman que sufrió
un accidente en su casa de la Via Giulia y otros apuntan la posibilidad de un
suicidio.
Su infancia y juventud transcurren
entre la mencionada capital de Carintia y su pueblo paterno, Obervellach. Sus
primeros años de vida quedarán marcados por la grave situación que vive Austria
entre las dos guerras mundiales, circunstancia más conflictiva aún en la zona
donde Bachmann y su familia viven, puesto que Carintia es territorio fronterizo
entre Austria, Italia y Yugoslavia. Esta situación sociopolítica marcará la
vida de la autora y culminará con la anexión de Austria a la Alemania de Adolf
Hitler en el año 1938 y con el inicio de la guerra en el otoño del año
siguiente. Según palabras de la propia Bachmann, esta confrontación temprana
con el fascismo marcaría el final de su infancia y el comienzo de sus
recuerdos.
En su etapa estudiantil en el
Ursulinengymnasium de Klagenfurt comienza su interés por la literatura y
por la escritura y es en ese momento en el que publica algunos
de sus primeros relatos y poemas. Posteriormente, continúa sus estudios
universitarios en Viena, donde cursa filosofía, psicología y germanística y
donde entra en contacto con la escena cultural austríaca de la posguerra. Se
doctora en 1950 con una tesis sobre la filosofía existencialista de Heidegger. Durante esa época entra a formar parte del
conocido Grupo 47, al que pertenecían, entre otros, autores y autoras muy
destacados como Ilse Aichinger, Heinrich Böll, Paul Celan,
Günter Grass o Hans Werner Richter (su fundador y líder) y cuyo
prestigioso premio ganará Bachmann en el año 1953. Todos estos poetas se
caracterizan porque buscan, a través de sus obras, ofrecer una resistencia
frente a la realidad del momento y por defender la memoria colectiva para que
no caiga en el olvido un pasado que a todos les ha resultado traumático y que
aún está muy presente en sus vidas. Al mismo tiempo, pretenden revivir la
cultura alemana y austríaca, fuertemente deteriorada durante el predominio
nacionalsocialista.
En definitiva, se podría decir que el
fascismo alemán, sus consecuencias en la sociedad y más concretamente en la
mujer, serán las grandes constantes en la vida y obra de Bachmann.
Allí, nos damos cuenta, no están los inmortales, /
tan sólo los caídos. / […] Nuestra divinidad, / la Historia, nos ha
preparado una tumba / de la que no se resucita [Es sind dort nicht die
Unsterblichen, / sondern die Gefallenen, vernehmen wir. / […]
/ Unsere Gottheit, / die Geschichte, hat uns ein Grab
bestellt,/ aus dem es keine Auferstehung gibt] (Poema Botschaft, de Ingeborg Bachmann).
Su obra no es muy extensa, debido a su temprana muerte cuando tenía solo 47
años. En ella se incluyen dos volúmenes de poesía, dos libros de relatos y una
novela completa, Malina. Sin embargo, cuando se
publicaron sus Obras Completas (1978)
salieron a la luz otros poemas y relatos, así como fragmentos inacabados de lo
que pretendía que fuesen otras dos novelas que completarían el ciclo Todesarten, junto con Malina.
El ciclo Todesarten, traducido al español como Formas de muerte, es una de las obras más
representativas y estudiadas de Bachmann. Comenzó a trabajar en él a principios
de los años 60 e, inicialmente, la autora pretendía que se tratase de una
trilogía formada por las novelas Der Fall Franza (El caso Franza), Requiem für Fanny Goldmann (Requiem por Fanny Goldmann) y Malina, aunque sólo llegó a completar esta última
novela, dejando las otras inacabadas a su muerte.
A través de las protagonistas de
estas tres novelas, la autora pretendía, como ella misma afirmó en numerosas
ocasiones, demostrar que “el virus del crimen” no se había acabado con el
nacionalsocialismo, sino que, incluso una vez finalizada la guerra, muchas
personas, especialmente las mujeres, no morían: eran asesinadas. Este ciclo,
pese a que está incompleto, posee una gran carga de denuncia social, en él
vemos la repercusión del fascismo en la vida y obra de Bachmann, el cual
supuso, claramente, una experiencia traumática. También, en los últimos años,
la crítica feminista ha visto en estas obras una protesta contra la sociedad
patriarcal jerarquizada.
Los personajes femeninos de los textos que componen
el ciclo Tipos
de muerte son llevados a la destrucción total. De forma sistemática se
intentará extinguir su voluntad de vivir y se conseguirá acercar a estas
mujeres a un proceso imparable de autodestrucción. Los crímenes cometidos no
están caracterizados, sin embargo, por una violencia externa manifiesta, sino
que son el resultado de determinados modos de comportamiento que ninguna ley o
artículo del código civil tipifica como delito (Blanco
Hölscher, 1994).
Todesarten supone, en
definitiva y como afirma Hans Höller, un intento de reconstrucción del crimen
definitivo: el asesinato del Yo femenino considerado como un crimen primario.
Malina, la única novela
completa de este ciclo, es una novela cuya comprensión se ha enfrentado, desde
sus inicios, a un gran obstáculo: el denominado como “la triple constelación”.
Alrededor de esta obra de Bachmann ha surgido la duda de en qué nivel de lectura
ha de leerse, puesto que presenta varios niveles y es el lector el que debe
decidir a cuál se acoge.
La autora, en una dramatis personae que realiza al comienzo,
presenta a los tres personajes principales: Iván, Malina y Yo. Tras esta
presentación de los personajes, una primera lectura, la más simplista,
entendería la narración como la historia de la relación entre esos tres
personajes, una especie de triángulo amoroso entre
la protagonista femenina y los dos hombres principales en su vida. Pero, la
interpretación aceptada unánimemente por la crítica desde finales de los años
setenta y que coincide, además, con las indicaciones que la autora ha dado
sobre la novela, considera que los personajes de Iván y Malina son, en
realidad, un desdoblamiento de la personalidad de Yo, es decir, de Ingeborg
Bachmann. Iván, por un lado, encarna los impulsos, las pasiones, mientras que
Malina, por otro, representa la parte racional y calmada.
La obra está estructurada en tres
capítulos: “Glücklich mit Ivan” (“Feliz con Iván”), “Der dritte Mann” (“El
tercer hombre”), “Von letzten Dingen” (“De las cosas últimas”), cada uno de los
cuales está relacionado con un personaje masculino.
En el primer capítulo se narra
la historia de amor entre Yo e Iván. Esta relación es
vista, al comienzo, como algo sumamente positivo para Yo, supone un cambio en
su vida en tanto que, antes de la aparición de Iván, ella estaba destrozada
emocionalmente y es él quien le ayuda a superar sus problemas. Sin embargo,
pronto comienza a verse esa relación como algo autodestructivo para Yo, acaba
con su independencia en dos sentidos: tanto a nivel personal como a nivel
intelectual (Iván no comprende el interés de la protagonista por la literatura
y la escritura).
Por otro lado, la relación de Yo con
Malina, el otro personaje masculino, se trata en el tercer capítulo, “Von
letzten Dingen”. Como ya se ha dicho, Malina representa la parte racional de
Yo, la objetividad, la seguridad. De esta manera, Iván y Malina
constituyen dos opuestos dentro de la personalidad de la
narradora: “Iván y yo: el mundo convergente/ Malina y yo, porque
somos uno, el mundo divergente”. Esta última parte de la obra se estructura en
diversos diálogos entre Yo y Malina, en los cuales este último analiza a Yo a
través de numerosas preguntas, intentando descubrir el porqué de esa
autodestrucción. La diferencia entre narración tradicional, monólogo y diálogo
cada vez se hace más difusa, por lo que este tercer capítulo constituye, en
realidad, un proceso de autoconocimiento del Yo a través de esa lucha entre la
parte sentimental y racional dentro de la protagonista. Yo se va distanciando
de Iván y se va identificando más con Malina. Ingeborg Bachmann desvela a
través de ciertas frases que esa identificación entre Yo y Malina es cierta,
como por ejemplo: “Así es Malina, y así, por desgracia, soy yo”. Al final de la
novela se ve como la parte masculina-racional de Malina adquiere predominio
sobre la femenina, siempre dentro de Yo. Esta supremacía se hace explícita en
los últimos párrafos de la novela:
He vivido en Iván y muero en Malina.
Malina sigue tomando su café. Desde la otra ventana del patio llega un ¡hola!
Me acerco a la pared y entro en ella conteniendo la respiración. Aún debí de
haber escrito en una hojita: No ha sido Malina. Pero la pared se abre, ya estoy
dentro, y Malina sólo puede ver la grieta que vimos los dos hace ya tiempo.
Pensará que he salido de la habitación. […] El teléfono vuelve a sonar. Malina
titubea, pero al final se acerca otra vez a él. Sabe que es Iván. Malina dice:
¿Sí, dígame? Y se queda un momento en silencio.
-¿Cómo dice?
-¿No?
-Temo que no me he expresado bien.
-Debe de ser un error.
-El número es el 723144.
-Sí, Ungargasse 6.
-No, no es aquí.
-Aquí no hay ninguna mujer.
-Le digo que aquí nunca ha vivido
nadie con ese nombre.
-Aquí no vive nadie más.
-Mi número es el 723144.
-¿Mi nombre?
[…] Silencio total. Ni una alarma, ni
una sirena. Nadie viene a ayudar. Ni el coche de la ambulancia ni la policía.
Es una pared muy vieja y resistente, de la que nadie puede caerse, que nadie
puede romper, de la que nunca más podrá salir ningún sonido. Ha sido un crimen.
La protagonista, Yo, desaparece por
una grieta del piso de Malina y este afirma, cuando recibe una llamada de Iván,
que nunca ha vivido nadie más que él en esa casa. Ese desenlace hace pensar que
lo masculino ha triunfado sobre lo femenino y, precisamente, esa teoría ha sido
la utilizada por la crítica feminista para hacer una lectura de Malina como novela en la que se reivindica la posición de la mujer dentro de una sociedad
patriarcal.
Como ya se ha explicado, todas las
novelas que componen el ciclo Todesarten o Formas de muerte de Ingeborg Bachmann tienen como
protagonista una mujer y como denominador común la problemática de la creación
de un Yo femenino dentro de una sociedad patriarcal.
El silencio de las mujeres, la falta de un lenguaje
para expresar sus experiencias y su incapacidad para articularse dentro de los
límites del lenguaje patriarcal son, en efecto, las cuestiones que Bachmann
plantea a través del pensamiento de los personajes femeninos de Todesarten (Blanco Hölscher, 2001).
En el caso concreto de Malina, esta problemática femenina se hace mucho más
obvia, especialmente en el capítulo central de la obra, el segundo, titulado
“Der dritte Mann”, capítulo en el que la crítica feminista se ha centrado para
estudiar la postura de la autora austríaca respecto al papel y la situación de
la mujer en la sociedad de la época.
En este capítulo, el lenguaje
narrativo que se mantiene durante la obra se mezcla con el lenguaje de los
sueños de la protagonista y es gracias a esto por lo que se logra entender el
inicio y el porqué de todo ese proceso autodestructivo del Yo.
En la primera escena de esta parte
de Malina, se presenta al Yo femenino junto al
personaje de su padre, pero, al contrario de lo que sucede en el comienzo del
primer capítulo (en el cual Bachmann sitúa la trama en un tiempo y un espacio
muy concreto: Viena- hoy), la autora no especifica dónde se va a desarrollar la
historia:
Esta vez no es Viena el lugar. Es un
lugar llamado En todas partes y En ninguna. El tiempo no es hoy. El tiempo ya
no es, pues podría haber sido ayer, o hace mucho tiempo, podría volver a ser,
ser siempre, y algunas cosas no habrán sido nunca. No hay medida para las
unidades de este tiempo en el cual se insertan todos los tiempos, ni tampoco lo
hay para el no-tiempo, donde repercute lo que nunca ha sido en el tiempo.
Esta explicación de la autora hace
una referencia clara a que los hechos que va a narrar no son en realidad la
historia de Yo, de manera concreta, sino de la historia de la mujer en la
sociedad, de lo que fue, es y será la problemática femenina dentro del
patriarcado, la cual se “inserta en todos los tiempos”. Desde lo
aparentemente privado de Yo, sus sueños, Bachmann presenta toda esa
problemática y cómo la sociedad va destruyendo el Yo femenino, muestra
experiencias traumáticas que vive la mujer, marcadas por distintas catástrofes,
tanto a nivel personal como social e histórico. En este capítulo, Yo es, en
numerosas ocasiones, privada de su voz (metáfora de la poca influencia que
tenía/tiene la mujer en la sociedad) y de cómo el hombre domina la gran mayoría
de los campos. Ejemplo claro de esta primacía masculina lo constituye, entre
otras muchas, la siguiente escena, en la que el padre (figura vista como
generadora de todos los traumas de Yo) ejerce el papel de director de la ópera
en la que la protagonista debe cantar para disfrute de los asistentes (hombres,
en gran parte), pero se queda sin voz:
Debo asumir el papel principal en la
gran ópera de mi padre […] Yo no sé nada, no me han reservado ningún papel, es
sólo una treta para atraer masivamente al público […] La música me resulta
conocida, sí, conozco esta música, pero ignoro las palabras, no conozco este
papel ni lo conoceré nunca […] Sólo estoy aquí para ser exhibida […] He salvado
la función, pero yazgo por tierra, roto el cuello, entre los atriles y las
sillas abandonadas.
Cabe destacar también, que la crítica
feminista en las últimas décadas ha propuesto una interpretación de este
capítulo, “Der dritte Mann”, en la que se podría identificar la figura del
padre con el movimiento nacionalsocialista, de manera que el nazismo se
fusionaría con el patriarcado, formando todo ello una figura opresora para la
mujer en general, y para ese Yo vinculado a Ingeborg Bachmann, en el caso
particular de la novela Malina. De esta
manera, se hace aún más evidente la influencia traumática que el
nacionalsocialismo tuvo en la vida de la autora, como se ha mencionado al
comienzo.
En definitiva, Bachmann tuvo dos
objetivos claros: reivindicar el lugar de la mujer en la sociedad y en la
literatura y tratar de buscar un nuevo discurso no dominado por la pluma
masculina. Como ella misma afirmaba en uno de sus poemas, la mujer debía poder
estar viva en las palabras:
Estar permanentemente en las palabras, quieras o
no,
estar siempre vivo, lleno de palabras por la vida,
como si las palabras estuviesen vivas, como si la vida fuera palabra.
(El vuelo de la lechuza / 20-12-2017)
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