por Andrés Seoane
“Una historia bien inventada no tiene por qué parecerse a la
vida real, la vida siempre trata de parecerse a una historia bien inventada”,
afirmaba en una de sus más famosas sentencias Isaak Bábel (Odesa, 1894-Prisión de Butyrka,
Moscú, 1940). Una idea que el escritor ruso llevó a la práctica
plasmando en el papel, de forma a un tiempo realista y lírica, su agitada y
ecléctica vida, de los bajos fondos del gueto judío de Moldavanka a
las trincheras de la guerra polaco-soviética, pasando por el ambiente cultural
del vanguardismo y por las calles del San Petersburgo y el Moscú
revolucionarios.
Un universo propio y palpitante, cuyas innovaciones narrativas llevaron a un nuevo terreno el género del relato, y que alcanzó merecida fama internacional, truncada por la deriva política del Estado soviético, lo que ha hecho que su obra llegue fragmentada y que hubiera todavía muchos inéditos en nuestro idioma.
Con la idea de acercar al Bábel desconocido y de contextualizar su labor
en el mundo del cuento, el traductor y profesor de Literatura Rusa en la UCM
Jesús García Gabaldón comenzó hace años a pensar en una edición como
estos Cuentos completos que publica ahora
Páginas de Espuma. Un trabajo monumental y totalizador —al que se fueron
sumando sucesivamente los traductores Enrique Moya Carrión y Amelia Serraller
Calvo y el editor Paul Viejo—, que incluye reportajes, diarios, relatos
cinematográficos y otros textos con el objetivo de reconstruir la renovación
radical que el escritor hizo del arte de narrar en genero breve,
empujando al cuento hacia la modernidad.
“Bábel es un escritor que viene de lo clásico, de la lectura profunda
de Maupassant, y, evidentemente, de Chéjov, Gorki y Tolstói, pero necesita
narrar de otra manera”, explica García Gabaldón. “Se plantea cómo se puede
escribir después de Tolstói y su respuesta es hacerlo en cuentos breves,
que identifica como la fórmula del mundo moderno. Se obsesiona con conseguir el
cuento perfecto que sea capaz de incluir todo”.
Para Serraller Calvo, Bábel busca “romper con todos los tópicos de la
literatura rusa de largo aliento, esas novelas río realistas y decimonónicas.
Es muy fresco, habla sobre nuevas culturas y costumbres, introduce personajes
sorprendentes y marginales”. También explora el escritor un lado epicúreo
lejano a la gravedad rusa, un humor muy esperpéntico que la traductora
identifica con el estilo de Valle-Inclán. “Hace literatura
por lo sorprendente o intenso de las imágenes, lo que cuenta no es poético,
pero sí la forma de contarlo”.
Y todo ello, recuerda Viejo, “en los años 20 y 30, en medio de un movimiento intensísimo de
vanguardia. Bábel no enarboló ninguna bandera en este sentido, pero muchos de sus
textos se publicaban en la revista LEF de Mayakovski, donde sí
se hacía apología”, apunta. “Además, leía en otros idiomas, sabía lo que estaba
ocurriendo en la Europa de los ismos más innovadores y jugaba con todo eso.
Generó una manera diferente de contar”. Pero cuáles fueron las claves
de esa diferencia, la singularidad de una literatura que le hizo ser, como
afirma García Gabaldón, “el escritor soviético de su época más traducido a
cualquier lengua. En España algunos cuentos suyos fueron publicados en el
1925 y dos años después se traduciría su más famoso volumen, Caballería
Roja, una evocadora e inexacta traducción que en este volumen se sustituye
por el título original: Ejército de Caballería”.
Una refinada sutileza
"Bábel fragmenta el relato, lo descompone en las piezas de un puzle y luego lo recompone para crear efectos”, explica García Gabaldón. “El suyo es un tipo de escritura que parece muy sencilla pero que tiene detrás todo un pensamiento crítico y una reflexión muy profunda sobre cómo escribir. Ejército de Caballería es la Guerra y paz de su tiempo. Muestra cómo se cuentan una revolución y una guerra civil en el siglo XX: mediante cuentos que se comunican entre sí y reproducen un mundo en miniatura pero que da una imagen grandiosa de la realidad”.
“Estamos acostumbrados a la Revolución literariamente tratada en gran
formato, en las novelas de Gorki o de Bulgákov… pero es muy potente que eso se haga
en un cuento”, opina Serraller Calvo. “Esta apuesta por contar un nuevo tiempo
de forma diferente, huyendo de la gran novela rusa, tiene una modernidad
impresionante”.
Además, está el lenguaje. "En mi juventud pensaba que el lujo se
expresaba de manera pomposa. Resulta que no es así, de hecho, hay que partir
del camino opuesto", afirmaba un Bábel que repetía constantemente
que sólo un genio podía permitirse añadir dos adjetivos a un nombre.
"Sus relatos son refinados y sutiles", apunta Moya Carrión, que
ejemplifica esta idea en el cuento "En Chakva". En él, Bábel describe
el proceso de cribado del té para obtener un producto de primera categoría. En
cierto modo, parece que hubiera sometido sus propios textos a un proceso
semejante hasta alcanzar su ansiada y refinada sutileza".
La no voz de la Revolución
Sin embargo, en el camino literario de Bábel pronto se cruzaría la
política cultural de la Unión Soviética estalinista y su afán por crear una literatura proletaria y revolucionaria. La
imposición de los gustos estéticos del realismo socialista, que no deja aire
para la experimentación, la crítica, la sátira o la literatura imaginativa deja
fuera de juego al autor y a todos los vanguardistas, con Mayakovski, que
terminaría suicidándose, a la cabeza.
“Bábel fue fiel a la Revolución, en la que creía, pero al mismo tiempo
fue fiel a sí mismo y a la verdad”, explica García Gabaldón, por lo que ante la
hostilidad del clima político opta por el silencio. “Considerado de largo el
mejor escritor soviético, todos miraban a Bábel para que escribiera
novelas e interpretaban su mudez como una deslealtad. Intentó hasta el
último momento adaptarse, encontrar un rincón, un agujero en el que poder
escribir libremente el tema de su vida, que es la época soviética, el destino
de un hombre, que era él mismo, en la Revolución. Pero se tuvo que callar”.
Sin embargo, al final debió de dar un paso en falso. Muerto Gorki, su
gran protector, en 1939, Bábel es detenido y juzgado sumariamente en el marco
de la Gran Purga estalinista. Condenado por espionaje y participación en una
imaginaria conspiración trotskista contra el régimen, fue ejecutado en
1940. Sus manuscritos fueron destruidos, sus libros, retirados, y se prohibió
toda mención a su existencia. Hubo que esperar a la muerte de Stalin para
que el escritor fuera rehabilitado tras considerar que los cargos eran falsos y
que nunca había sido desleal.
No obstante, el daño ya estaba hecho. “Quizá nunca sepamos cuántos proyectos y manuscritos inéditos se llevaron al detenerlo, el trabajo de ocho años. Lo que sí parece es que había una novela sobre un chequista, seguramente una crítica a Stalin. Es una cuestión que sigue abierta, y esperamos que puedan aparecer nuevos textos, pero todavía estamos ante un puzle en el que nos faltan piezas”, asegura García Gabaldón. Por el momento, lo que permite este volumen es leer por fin de manera coherente la obra de un escritor que aspiraba “a ‘cuentizar’ por completo la realidad”.
(El Cultural)
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