EL PERSEGUIDO
(piensa el desterrado)
He sufrido mucho: del
frío, de mis huesos
y articulaciones, de
dolores que no siempre
vienen del cuerpo
material
sino de algo
intangible y vulnerable
que algunos llaman
alma.
¿Pero acaso he
sufrido más que mis hermanos
en Mazada?
He sido silenciado,
apagado, cubierto
con un velo de humo
negro, como
silencian a un pájaro
en su jaula
durante el día, para
que no cante.
Pero nunca más que
Ovidio, con su
boca cosida y a la
intemperie.
No tengo nada.
No tengo nada.
He visto morir a un
niño
mientras jugaba
en la puerta de su
casa.
No tengo casa.
No tengo nada.
He visto como un
coche escuela
quería imitar el
vuelo
de los pájaros,
volando
por el aire envuelto
en llamas.
Entonces tengo todo.
He sido silenciado.
He sido golpeado.
He sido sepultado
vivo.
Apedreado
con mis propias
piedras,
expulsado
de mi propio cielo
y perdonado
sin haber hecho nada
y calumniado
en medio de la calumnia.
He sufrido del frío
igual que los ángeles
en la tierra.
He sufrido por tener
alas
y por no tenerlas.
Y eso que en mi casa
cuando la tenía
había herraduras
sobre las ventanas y
la puerta
y tréboles de cuatro
hojas
y pañuelos
con la forma de mi patria.
No tengo caballo.
No tengo caballo.
Pero estoy vivo
y puedo todavía
contarlo.
La noche no es igual
para todos
y el cielo es el
mismo.
He envejecido
más de la cuenta,
más que los otros
peces
de este río.
No tengo caballo.
No tengo caballo.
Pero estoy vivo
y puedo contarlo.
Y mientras pueda
hacerlo,
todos sabrán
que hemos sido
golpeados
que hemos sido
silenciados
que hemos sido
sepultados
en vida
apedreados
con nuestras propias
piedras
expulsados
de nuestro propio
cielo
y perdonados
sin haber hecho nada
y calumniados
en medio de la
calumnia
y que no fueron
suficientes
las herraduras
sobre las ventanas y
las puertas
ni los tréboles de
cuatro hojas
en las casas
cuando había casa
y pañuelos
con la forma de la
patria
cuando había cielo.
SÓLO SON TRUENOS
(recuerda Hassin)
La vida nada tiene
que ver con eso.
Te dirán, sin mirar
más allá de sus manos,
que no vale la apena,
si al fin, y para qué…
Mi madre, que era
analfabeta
ponía su cuerpo junto
a las ventanas
y cantaba tan alto
como le diera la voz,
para tapar el sonido
de las bombas
cayendo en el huerto.
Mi madre no mentía.
Sólo lo hacía
para que durmiéramos
sin temor.
Cuando temblaba el
cielo
y se sacudían los
olivos y las cobijas,
ella sólo decía:
“Son truenos, mi
niño, sólo eso”.
Pero la vida,
la vida no tiene nada
que ver.
ANTES QUE LLEGARAN
LOS BÁRBAROS
Un rato, sólo un
rato…
Cuéntame, madre, cómo
era el cielo
cuando había cielo.
Cómo era la tierra
cuando había una
patria,
una bandera, un
huerto.
Y tú llorabas de
felicidad
cuando el abuelo
volvía del desierto.
Un rato, sólo un
rato, madre…
Cuéntame cómo era el
abuelo,
cómo hacía para
doblar
el cielo como un
pañuelo,
cómo hacía, dime,
para que
lo siguieran las
estrellas.
Cuéntame, madre, cómo
era el mundo,
antes que llegaran
los bárbaros.
DICEN TUS CARTAS
Soñaste que hacían
ataúdes
con los troncos
mutilados
de los olivos.
Soñaste que los
ahuecaban
con un hacha
una mano de hierro
un edicto
pegado en los muros
del silencio.
Soñaste que volabas
por encima del miedo.
Soñaste que abrías
la puerta de tu casa
y anunciabas
colgándote la llave
al cuello:
“Madre, voy a contar
la historia del
llanto”.
TE ESCRIBO AL
BORDE DE
Te escribo al borde
de la lluvia
contando los minutos
en un viejo relicario.
“Dame discernimiento,
Señor, dame sabiduría,
para que en esta
hora, los fuertes latidos
de mi corazón, no
alerten al despiadado centinela”.
Que mi corazón
desbocado no corte mis días
en esta tierra
acosada por la ambición y el odio.
Que mis ojos vean
pronto un cielo nuevo
una nueva tierra,
y que mi pulso no
fallezca hasta tanto
no termine de
escribir
lo que tu voz segura
me dicta
en esta noche oscura.
Dame, Señor, lo que
puedan mis labios beber
sin modificar palabra
o sentido,
y que mis manos
desplieguen mañana
las páginas limpias
de un nuevo amanecer.
Dame, Señor, la
fuerza que me falta,
el aliento que he
perdido.
No dejes que mis
pasos
se hundan en la
niebla.
Recuérdame a cada
minuto
que soy el barro que
amasaste
para multiplicarse en
una tierra fértil
llena de voces y
latidos.
Jorge
Palma
(Montevideo.
Uruguay, 1961)
Poeta,
narrador, periodista y divulgador. Ha publicado seis libros de poesía. Entre
el viento y la sombra, 1989. El Olvido, 1990.
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