viernes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 95

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Al volver a la pieza me desvestí, subí a la camita, me apoyé contra la pared, prendí un cigarrillo y me serví un vaso de vino. Me sentía muy bien. El lugar era muy tranquilo. En esa parte de la casa no se escuchaba a nadie. Como tenía que mear, me puse los calzoncillos y fui a vaciarme al fondo. Desde ahí arriba se podían ver las luces de la ciudad. Los Angeles era un buen sitio. Volví a entrar y me subí de nuevo a la cama. Mientras un hombre tuviera vino y cigarrillos, podía resistir. Terminé el vaso y me serví otro.

 

Pensé que a lo mejor podía ser capaz de vivir de mi ingenio. La jornada de ocho horas me parecía algo imposible, aunque todo el mundo la soportara. Ahora se pasaban hablando de la guerra en Europa y a mí no me importaba un carajo la historia del mundo. La única historia que me importaba era la mía. Una buena mierda. Tus padres se pasaban jodiéndote durante toda tu adolescencia. Después, cuando ya eras capaz de arreglártelas solo, aparecían los que te querían embutir un uniforme para que te volaran el culo.

 

El vino era fenomenal. Me serví otro vaso.

 

La guerra. Y yo todavía era virgen. ¿Cómo te podés imaginar volando en pedacitos en el nombre de la historia sin haber conocido a una mujer o tenido un auto? ¿A quién tenía que proteger como soldado? A otro tipo. A otro tipo al que yo le importaba un carajo. Además, morir en una guerra no evitaba que se viniera otra.

 

Me las iba a poder arreglar. Podía ganar concursos de bebedores, ganar en las apuestas o hasta salir a robar. Yo lo único que pedía era que me dejaran tranquilo. Cuando llegué a la mitad de la segunda botella me acomodé en la cama. Mi primera noche en una pieza nueva. Las cosas funcionaban. Me dormí.

 

Me despertó el sonido de una llave en la cerradura. Cuando se abrió me senté en la cama y vi entrar a un tipo.

 

-¡SACÁ TU CULO DE AQUÍ! -aullé.

 

Y lo escuché escaparse corriendo como una exhalación.

 

Me levanté y pegué un portazo.

 

La gente hacía esas cosas. Alquilaban una pieza, dejaban de pagar el alquiler y sacaban un duplicado de la llave para meterse a escondidas y si encontraban un nuevo inquilino, lo robaban. Bueno, este no iba a volver. Si lo volvía a pescar otra vez, lo iba hacer pedazos.

 

Volví a mi camita y me serví otro vaso.

 

Había quedado nervioso. Iba a tener que conseguirme una navaja.

 

Terminé el vino, me serví otro vaso y seguí durmiendo.

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