miércoles

A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (40) - MARYSE RENAUD

  

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

 

HISTORIA Y FICCIÓN

 

IV. EL FIN DE LOS TIEMPOS HEROICOS (3)

 

De este modo, si bien se admite la incidencia de Europa, también son reconocidos, no sin humor -por Casal, entre otros-, las excepcionales cualidades de asimilación e integración del Nuevo Mundo. Los “rioplatenses” aparecen, en efecto -a pesar de la alienación cultural que afecta a ciertos ambientes culturales especialmente europeizados-, como capaces de juzgar con burlona lucidez el modelo y la actitud a veces discutible del Viejo Mundo. Esa es la temática que vertebra las arduas discusiones entre Llarvi, celebrador de los valores occidentales que se angustia por el porvenir de una América sin alma, y Casal, el sarcástico y prosaico destructor de toda mitificación:

 

Llarvi jugaba con la medalla de la cultura sonriendo hacia Casal.

-Pero usted tiene razón -decía Casal-. Todo lo que interesa a una persona inteligente es europeo. Aunque lo hayan hecho aquí. Le deseo mucho éxito en las conferencias de Rosario. Hable de la soledad del argentino y el hombre ensimismado. Como si fuera un problema. Hínchelo hasta que necesite una tragedia. Tendrá un público de maestras. Buena suerte. Pero aquí entre nosotros… El argentino es así por naturaleza. Gran cuento literario la tristeza. El único que está triste es el europeo en Buenos Aires. Lo grave es que el porteño está contento aunque no haga ruido; abandone las nobles esperanzas de cambiarlo. Frío, un poco aburrido, antisentimental.

Dos hombres en camisa ponían rápidamente las sillas sobre las mesas, repitiendo un mismo movimiento. Un ruido de agua y fregatina llegaba desde el mostrador y los pasillos (75)

 

El prolongado silencio de Llarvi, sugerido por la retomada descripción ambiental y luego por su partida, muestra claramente su desconcierto. Casal, por el contrario, sin llegar al elogio del “americanismo”, niega la dramatización hecha por Larvi a propósito de la presunta tristeza (75 bis) del “rioplatense”. Se opone en suma, a la visión exótica y etnocéntrica del “rioplatense” que Europa, demasiado a menudo, logra imponerles perversamente a los mismos argentinos. En adelante, el mundo occidental verá puesto en tela de juicio su monopolio en la elaboración de parámetros considerados aptos -aunque en verdad resultan inadecuados- para facilitar el desciframiento de la realidad americana. Novela de la ambigüedad y la fragmentación, Tierra de nadie, que por cierto no resuelve plenamente ninguno de los grandes problemas que contribuye a plantear, tiene el mérito de haber comenzado a impulsar cierta desmistificación -ilustrada caricaturescamente por la falta de sagacidad, el narcisismo y las veleidades dominadoras de ciertos europeos- dependerá en buena medida una más clara aprehensión de la identidad “rioplatense”.

 

En las décadas siguientes, el decaimiento del papel de Europa se confirma. O más exactamente, si bien el Viejo Mundo continúa ejerciendo una real fascinación, esta ya se ha transformado. El cambio se hace particularmente sensible en La vida breve, donde el recuerdo de Europa, estrechamente asociado al personaje envejecido y lastimoso de Mami, parece languidecer:

 

(Mami) debe estar jugando al rummy con el viejo Levoir, (su) penúltimo coqueteo. (…) Hace trampas para que el viejo gane y después ponen en la mesa del comedor un plano de París y juegan al famoso juego de decir sin mirar, si sus pasos o una cita de amor o negocios lo arrastran hasta el cruce de la Rue St. Placide y la Rue du Cherche, y si usted necesita revisarse las espiroquetas en el Hospital Broussais, ¿qué vehículo debe tomar? Es apasionante, creo. En todo caso Mami no puede evitar, cada vez, que se le caigan las lágrimas sobre el Sena. ¡Pobre Mami! A veces sale de noche, sobre todo ahora, con el buen tiempo, y se sienta en la vereda de un café. Ella cree que está allá. Agrandando y entornando los ojos porque no quiere sacar los lentes de la cartera. Yo sé, la he estado mirando desde otra mesa sin que pudiera verme. No hace más que dejarse ver por los hombres, supone que la ven, durante una hora o dos, aburrida o pensando, con esa sonrisa a lo Gioconda que quiere decir: “¡Si supieran1” (76)

 

A través de los recuerdos de la ex-amante de Stein surge la imagen de un París pintoresco, romántico y galante. Un París artístico, bohemio y exótico que responde directamente a la estereotipada visión del europeo asombrado por la tristeza y la melancolía que se le atribuyen al “porteño”. Europa se ha transformado ahora en el pretexto de evocaciones dulzonas o ridículamente marciales (77), cuando no se convierte en el objeto de una degradación casi sistemática. Los hombres parecen a menudo, voluntariamente o no, apartarse del recuerdo y dejarle el campo libre as las mujeres, siempre sensibles el encanto europeo. Comprobamos entonces que el prestigio del Viejo Mundo todavía tiene fuerza para empujar a algunos espíritus cándidos o exaltados como el de la antojadiza heroína de Juntacadáveres y La novia robada, Moncha Insurralde, a abandonar bruscamente su país -Santa María, en este caso- en busca de fabulosas aventuras o de un hipotético sosiego:

 

Pero la vasquita Moncha Insurralde o Insaurralde volvió a Santa María. Volvió, como volvemos, vuelven todos, en tantos años, que tuvieron su fiesta de adiós para siempre y hoy vagan, vegetan, buscar sobrevivir apoyados en cualquier pequeña cosa sólida, un metro cuadrado de tierra, tan lejos y alejados de Europa, que se nombra París, tan lejos del sueño, el gran sueño. Podría decir regresan, retornan. Pero la verdad es que volvemos a tenerlos en Santa María y escuchamos sus explicaciones sobre el olvidable fracaso, sobre el injusto por qué no. Protestan desde la iracundia en voz de bajo hasta el gemido de recién nacidos. En todo caso, protestan, explican, se quejan, desprecian. Pero nos aburrimos, sabemos aue mascarán con placer el fracaso y las embellecidas memorias, falsificadas por necesidad, sin intención pensada. Sabemos que volvieron para quedarse y, otra vez, seguir viviendo (78)

 

Notas

(75) Tierra de nadie, XXVII, p, 89.

(75 bis) Cf. los análisis concordantes de Raúl Scalabrini Ortiz, quien en El hombre que está solo y espera (1931) destaca precisamente esa propensión a la pereza, ese aire sombrío y contemplativo del ‘rioplatense’ que los europeos interpretan equivocadamente como una manifestación de tristeza, por negarse a aceptar la diferencia cultural.

(76) La vida breve, Cap. 6, p. 50.

(77) Ibid., Cap. 6, p. 51: “Profunda, lamentablemente equivocado -negó Stein-. Eso te pasa por no haber querido ir nunca, por resignarte a una cultura de segunda mano. En este momento de esta noche comprendo que los sábados de Mami son distintos de todo lo que puedas imaginar. Una salita del Centro Militar de Veteranos, sólo flanqueada por los elegidos. Porque si alguna fue verdad que son muchos los llamados… Aquí hay sólo veteranos en situación de retiro, naturalmente. Más de una vez le dije a Mami que pusiera en sus tarjetas una R entre paréntesis. Y todos hicieron la guerra, todos los miembros del club tienen media docena de campañas, por lo menos; y el recuerdo de tantas operaciones en distintos frentes… Pero no te creo capaz, esta noche, de imaginar tanto. Lo dejamos así. Bastará con que pienses en las palabras: Marengo, Austerlitz, Borodino. Y los Cien Días. Una vez pensadas, las palabras pueden sustituirse por Ermenonville, Casanova, Suisse, Boulevard o las que consten en un limitado repertorio ascético. ¿Lo estás viendo?

(78) La novia robada, en La novia robada y otros cuentos, pp. 9-10.

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