miércoles

San Juan de la Cruz (189a)

 DECLARACIÓN

 

62 / Pero dejemos ahora esta manera y digamos otra pestífera que estos tienen, u otros peores que ellos usan. Porque acaecerá que anda Dios ungiendo algunas almas con ungüentos de santos deseos y motivos de dejar el mundo y mudar la vida y estilo y servir a Dios, despreciando el siglo -lo cual tiene Dios en mucho haber acabado en ellas de llegarlas hasta esto, porque las cosas del siglo no son voluntad de Dios-, y ellos, allá con unas razones humanas o respeto harto contrarios a la doctrina de Cristo y su humildad y desprecio de todas las cosas, estribando en su propio interés o gusto, o por temer donde no hay que temer, o se lo dificultan, o se lo dilatan, o, lo que peor es, por quitárserlo del corazón trabajan; que, teniendo un espíritu poco devoto, muy vestido de mundo y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran en la puerta estrecha de la vida, tampoco dejan entrar a otros. A los cuales amenaza nuestro Salvador por San Lucas, diciendo: ¡Ay de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia, y no entráis vosotros, ni dejáis entrar a los demás! (11,52). Porque estos, a la verdad, están puestos en la tranca y tropiezo de la puerta del cielo, impidiendo que no entren los que les piden consejo; sabiendo que les tiene Dios mandado, no sólo que los dejen y ayuden a entrar, sino que aun los compelen a entrar, diciendo por San Lucas: Porfía, hazlos entrar para que se llene mi casa de convidados (14,24); ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren. De esta manera es él un ciego que puede estorbar la vida del alma, que es el Espíritu Santo, lo cual acaece en los maestros espirituales de muchas maneras que aquí queda dicho, unos sabiendo, otros no sabiendo. Mas los unos y los otros no quedarán sin castigo, porque, teniéndolo por oficio, están obligados a saber y mirar lo qwue hacen.

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