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LOS ASUNTOS DE BRUJAS DE GOYA

   


por Isabel Genovés Estrada

  

Los curiosos ojos de Hipatia se centran en este artículo en una serie de seis lienzos que Francisco José de Goya y Lucientes (1746-1828) pintó para los duques de Osuna. Los encargó María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel y Tellez de Girón, XV condesa y XII duquesa de Benavente, para su Casa de campo de la Alameda, en Madrid. A esta serie se la llama Composiciones de asuntos de brujas, porque con ese nombre aparecen en el pago realizado a Goya por Pedro Alcántara Tellez Girón, IX duque de Osuna, marido de María Josefa. Es curioso este encargo a Goya, por qué una mujer culta como la duquesa de Osuna encarga una serie de pinturas sobre brujería. Quizás curiosidad personal sobre el tema, o era una moda entre los nobles, en el siglo XVIII gustaban de las llamadas ciencias ocultas, este es un dato que sigue creando diferentes hipótesis.

 

En España no había ni una iconografía y ni una tradición en la pintura sobre las brujas. En cambio sí se daba en la pintura flamenca, alemana u holandesa, como Durero, van Aelst, Baldung, Bruegel el joven, o Frencken. Los personajes que crea Goya salen  de su imaginación, de lo leído, de lo popular, de los miedos y de la ignorancia de un pueblo, como era el español muy supersticioso.

 

La serie asuntos de brujas fue pintada entre 1797 a 1798, los títulos que la componen son los siguientes: Vuelo de brujas, se encuentra en el Museo del Prado; El conjuro o las brujas, en el Museo Lázaro Galdiano, al igual que El aquelarreLa cocina de las brujas, colección particular; La lámpara del diablo, en la National Gallery de Londres; por último El convidado de piedra, se desconoce dónde se encuentra. Los cuadros reflejan terror y espanto, pero no dejan de tener cierta ironía, parecen más una crítica a la superchería popular, a todos los miedos irracionales.

  

Trataremos de analizar estas interesantes pinturas, comenzaremos por Vuelo de brujas, vemos tres personajes, que parecen jóvenes, solo llevan falda, en la cabeza unos capirotes adornados con serpientes, parecen los que llevaban los condenados por la Inquisición. Están suspendidos en el aire, entre los tres sujetan el cuerpo de un hombre muerto, unos dicen que le insuflan aire, otros que le chupan la sangre (tendrán que juzgarlo ustedes cuando examinen el cuadro). Debajo de ellos hay dos hombres, parecen campesinos, uno tirado en el suelo bocabajo que se tapa los oídos y otro que anda cubierto con un paño blanco para no ver nada, al mismo tiempo hace un gesto con la mano para alejar a los malos espíritus. Con la escena que hay arriba estos dos personajes deciden no oír y no ver, solo unos necios actuarían así. Detrás de ellos podemos ver a un asno abandonado, normalmente Goya lo asocia a la ignorancia. El fondo del lienzo es oscuro, la escena esta iluminada desde el exterior para resaltarla, parece como si un foco los apuntara.

 

El conjuro o las brujas, un grupo de cinco brujas, feas y viejas asustan a un joven, que parece han sacado de su cama, va vestido con la camisa de dormir y está espantado. Están preparando un conjuro contra él, representado en el muñeco de cera que sostiene una de las brujas y al que clava una aguja. A esa bruja dos murciélagos le levantan el tocado, otra de ellas lee el conjuro alumbrada por una vela, otra sostiene una cesta en la que parece que hay niños o más muñecos de cera, sobre su cabeza hay otro murciélago con las alas extendidas. Una de las ancianas lleva un manto amarillo y extiende sus manos hacia el muchacho (este personaje a veces es identificado como el de una mujer), que no sale de su espanto y parece que quiera rezar. De la parte superior emerge una figura difícil de identificar, lleva unos huesos en la mano. Encima de las brujas vuelan murciélagos y búhos, uno de ellos lleva una ramita en sus patas. El cielo es oscuro y cubre prácticamente la luna, detrás  de las figuras hay una zona llena de niebla. La escena es algo grotesca y puede mover a la risa. Consigue el mismo efecto que el anterior dar luz a puntos concretos de la composición.

  

El aquelarredentro de un círculo de varias mujeres o brujas vemos a un macho cabrío, es Satanás, las mujeres le están ofreciendo niños. Tres de las mujeres en primer plano visten ropajes claros, una de ellas parece que mire hacia el espectador, a su lado yace el cuerpo de un niño completamente consumido, detrás de ella vemos un palo con los cuerpos tres niños colgados del cuello, de debajo de otra de ellas emergen las piernecitas de otro niño. A continuación en la parte derecha hay dos brujas de negro, una de ellas sostiene a un niño esquelético con el brazo extendido y el pelo muy oscuro. El macho toca a una mujer que lleva en los brazos a un rollizo niño, que le entrega. El grupo de mujeres de atrás está un poco más difuminado. Esta composición es mucho más dramática que las anteriores, por el sacrificio de los niños. El macho cabrío con la corona en sus cuernos y esa extraña mirada no induce al miedo, las caras de los personajes, al igual que en los anteriores lienzos son llevadas a lo grotesco. El tratamiento del color es el mismo, juega con la paleta para destacar lo que precisa, buscando un ambiente tétrico. Introduce en estos cuadros elementos del ideario colectivo sobre la brujería, como los murciélagos, el ofrecimiento de niños al demonio, en este caso encarnado en una gran cabra que está erguida como un humano. El aquelarre está a punto de terminar, vemos en los colores como empieza a clarear el día. Hay algunas voces que afirman que estas pinturas son una condena o una especie de burla a todas esas creencias irracionales de la sociedad española de ese momento.

  

La cocina de las brujas,  según otros autores La cocina de los brujos, puede ser que este lienzo estuviera basado en El casamiento engañoso y el coloquio de los perros, de Cervantes. Esta hipótesis se basa en el interesante artículo de Frank Irving sobre los asuntos de brujas, él habla de que la serie de estos pequeños cuadros fue pintada por Goya para estar en la biblioteca de los duques de Osuna, por eso ocuparían un lugar determinado en relación a ciertos libros de sus estanterías. Lo que sucede es que parece confirmado, que no fueron hechos para la biblioteca, sino que se trasladaron a ella años después. Siguiendo con esta hipótesis, lo que veríamos en el cuadro es a la bruja Cañizares aleccionando al perro Berganza, le quiere explicar cómo llamar a los demonios y hacer pócimas mágicas con el fin de poder volar. La bruja y el perro tienen en sus cuerpos partes humanas y otras de animales. La bruja está inclinada sobre el caldero, el perro de pie escucha, detrás de él hay dos figuras una de espaldas la otra de frente, son dos demonios invocados. Por la chimenea sale un macho cabrío montado en una escoba. En el suelo hay dos calaveras. Por encima de ellos hay huesos colgados y una lámpara de aceite que es la que ilumina la composición. Goya hace que un lugar cotidiano como la cocina se vuelva realmente inquietante. Goya era un ilustrado, y como tal frecuentaba esos círculos, tenía relación por lo tanto con las letras y con el teatro, es probable que la influencia de este círculo Goya la plasmara en sus pinturas, poniendo en ellas todas las visiones de la brujería que eran más populares entre el pueblo, para quizás hacer una crítica a todas ellas.

  

La lámpara del diablo, el tema de este lienzo lo tomó Goya de un drama de Antonio Zamora, titulado El hechizado por fuerza. Lo que vemos en la composición es un asustadísimo sacerdote con la sotana y el sombrero negros, es Don Claudio un personaje muy supersticioso, que cree ser víctima de un maleficio. Si quiere continuar con vida tiene que alimentar constantemente la lámpara del diablo. Un diablo que se la ofrece con una inclinación de cabeza, a la derecha en primer plano el lomo de un libro, detrás del sacerdote unos asnos de gran tamaño, parece que bailen completamente erguidos, ellos, más la paleta que Goya utiliza consiguen una escena en movimiento, como si la luz fuera temblorosa, incidiendo en el miedo que desprende el personaje central.

  

El convidado de piedra, este cuadro también se basa en una comedia de Antonio Zamora, No hay plazo, que no se cumpla, ni deuda que no se pague, y Convidado de piedra, tuvo un gran éxito. Goya se centra en la escena del Acto III. Don Juan después de matar a Gonzalo de Ulloa, el Comendador, reta a su estatua y la invita a cenar en su casa. La estatua a su vez invita a Don Juan al lugar donde se desarrolla la escena del lienzo, el panteón de los Ulloa. Don Juan está sentado en actitud desafiante, con los brazos en jarras. La estatua del Comendador parece una figura fantasmagórica. Las llamas serán el castigo de Don Juan por no arrepentirse de sus actos. Este lienzo se aleja del tema de los anteriores, ya que deja las supersticiones populares de lado, para castigar el pecado. Pero lo hace de una forma sutil, a través de una obra teatral, no todo el mundo conocerá a qué hace referencia.

  

En el siglo XVIII la aristocracia ilustrada se divertía con las ciencias ocultas y las supersticiones populares. Goya con su agudo ingenio las plasmo en estos lienzos, siguió con el tema de la brujería en sus Pinturas negras para la Quinta del Sordo. Como por ejemplo: El aquelarre (1821-1823) o La romería de San Isidro (1820-1823), aquí el registro es totalmente distinto, las pinturas para los duques de Osuna tienen algo cómico, en estas últimas solo se plasma el miedo, las tinieblas, la tragedia, los personajes están apiñados, sus rostros son deformes, provocan espanto. Volvió a la brujería en otro tipo de formatos. Su genialidad en todo lo que hacía es indiscutible, los asuntos de brujas, nos recuerdan todas las supersticiones populares, con un toque de comicidad, sin olvidar que para muchos eran creencias muy arraigadas, la labor de los ilustrados imponer la razón, a veces tan cuestionada.

  

Bibliografía: 

ANGELIS, Rita de (1976), La obra pictórica completa de Goya, Barcelona, Editorial Noguer-Rizzoli.

LUNA FERNÁNDEZ, Juan J. (dir.), (1995), Goya en las colecciones españolas, cat. exp. Madrid, Museo del Prado, Madrid: El Viso-Banco Bilbao Vizcaya.

IRVING HECKES, Frank, (2003), Goya y sus seis “asuntos de Brujas”, Goya. Revista de Arte, 295-296,197-214


(Los ojos de Hipatia / 8-12-2019)

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