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LA HERMENÉTICA SIMBÓLICA DEL CÍRCULO SIMBÓLICO DEL CÍRCULO DE ERANOS

 


por Javier Benítez

Eranos-Kreis (o Círculo de Eranos) –bajo el firme impulso de C. G. Jung– echó a andar cuando aún no era visible, ni sólida, la crisis del racionalismo tradicional (1933). Si fuera posible describir sucintamente lo que se hacía a orillas del Lago Mayor (en Ascona, Suiza) tendríamos que echar mano del verbo mediar, como el modo y manera de poner en relación algo (digamos que lo físico y lo material) con otro algo (digamos que lo inmaterial y lo espiritual). Por esto, en el nivel más superficial se ha visto al Círculo como el lugar donde entran en relación Occidente y Oriente. Si profundizamos algo más veremos que supuso un mayúsculo esfuerzo para acercar los conocimientos y experiencias de ámbitos tan diversos como la filosofía, la historia de las religiones, la psicología, la antropología, la mitología, la teología y la ciencia. En este sentido las reuniones veraniegas de Eranos son pioneras, vistas desde la actualidad en la que se ha puesto tan de moda los grupos de trabajo interdisciplinares.

 

Si hacemos un esfuerzo aún mayor de indagación, llegamos al auténtico corazón eranosiano: la coincidentia oppositorum, usando la expresión de Mircea Eliade. La labor de Eranos nos da cuenta de que no hay un encontronazo –o un enfrentamiento– entre lo racional y lo irracional, o usando una expresión conocida por todos, entre el mythos y el logos. La brecha se abre entre lo consciente y lo inconsciente, y puede establecerse una mediación entre ambos ámbitos. Eranos nunca tuvo problemas para tratar asuntos de esos escurridizos y herméticos, irracionalizados por la cultura tradicional y sus guardianes: desde el mito, el símbolo y el misticismo, hasta la Gnosis, la Alquimia y la Cábala.

 

La Hermenéutica Simbólica de Eranos, por tanto, trata con la concordancia de los contrarios –el Unus Mundus de Jung, o la Coimplicación de los Opuestos de Ortiz-Osés– pero no a través de la razón pura y la lógica tradicional. Ésta es insuficiente e inoperante en la mediación de los opuestos. Los contrarios se condensan en un magnífico entramado de imágenes, toman la forma de una gigantesca red de símbolos. Y es este Imaginario Simbólico lo que ha de ser interpretado y comprendido. Los opuestos son inefables e inalcanzables; las mediaciones sí que son nuestras, los símbolos, las imágenes, los mitos, las emociones y los pensamientos. De todas éstas se ocupa Eranos.

 

El Círculo de Eranos fue fundado en 1933 por Olga Fröbe-Kapteyn (nacida en Londres de padres holandeses), una erudita autodidacta en temas relacionados con la teosofía, el espiritualismo y el orientalismo. A orillas del lago Magiore, en el cantón de Tesino, en la Villa Moscia cerca de Ascona, Suiza, se celebraron durante seis décadas, los encuentros, que terminaron en 1988. En agosto, durante diez intensos días, se reunían allí intelectuales de todas partes del mundo a compartir sus investigaciones y descubrimientos; su sabiduría, en definitiva.

 

La fundadora buscó la inspiración en el alemán Rudolf Otto (autor de Lo santo) para echar a rodar la experiencia. Fue éste el que otorgó al encuentro el nombre de Eranos: en griego ἒρανος o comida de fraternidad. Efectivamente, un encuentro comunitario en el que se comparte el banco del jardín, el paseo, el frescor del lago cercano, también el cobijo de la villa; así como el pan y el vino, el sólido y el líquido, pero también en el que cada uno lleva sus propias viandas espirituales para compartirlas. Sólo añadir que junto a Frau Olga y a Herr Otto, destaca el auténtico inspirador y rector intelectual de las jornadas de este particularísimo banquete de ideas, el suizo C. G. Jung.


De modo sumarial, lo más destacados eranosianos han sido: los mitólogos K. Kerényi, W. Otto y J. Campbell; los simbólogos M. Eliade, J. Layard y G. Durand; los psicólogos E. Neumann, M. L. von Franz y J. Hillman; el biólogo A. Portmann; el físico E. Schrödinger; el esteta H. Read; los orientalistas H. Zimmer, H. Wilhelm, G. Scholen, P. Masson-Oursel, H. Corbin, D. T. Suzuki y H. Kawai; el fenomenólogo G. van der Leeuw, el historiador de la religión E. O. James, y los hermeneutas M. Porkert y V. Zuckerkandl.


Los expertos distinguen tres épocas en los trabajos del Círculo de Eranos. La primera etapa (1933-1946) se caracteriza por la mitología comparada. Una especie de puesta en común, de encuentro y relación, de las temáticas míticas, místicas y simbólicas de Oriente y Occidente. De ahí salieron los primeros 14 volúmenes de los Eranos Jahrbücher, los conocidos Anuarios de Eranos. La segunda etapa (1947-1971) se caracteriza por la antropología cultural, que recibió el característico nombre de De homine. Un investigación que nos redescubrió al hombre arcaico y su proyección cultural. De ahí salieron los volúmenes 15 al 40. En la tercera etapa (1972-1988) proyecta una hermenéutica simbólica. Existe un hilo que une al hombre de antaño con el hombre moderno: el ser humano es un animal simbólico que, antes y ahora, no se atiene a la realidad dada sino que la interpreta simbólicamente. De ahí salieron los volúmenes 41 a 57.

 

La vida que vivimos, la realidad fáctica en la que habitamos, tiene una especie de fondo o de profundidad de campo que podemos llamar trascendencia. Muchos han llegado a pensar que esa trastienda que nos “trasciende” no nos atañe porque o bien no existe, o es inefable –y no merece la pena perder el tiempo– o era un asunto de gentes heterodoxas con tendencias irracionales. Lo fundamental del Eranos-Kreis –quizás su genialidad– fue su enorme aportación al mundo intelectual, precisamente al hacernos un relato prolijo y pormenorizado de que esa trastienda que nos trasciende –el hombre existiendo en el cosmos– es algo inmanente.

 

¿Qué pretende la Escuela de Eranos?, o ¿cuáles serían los tópicos compartidos desde los que trabajaron los distintos autores y expertos? A continuación expondremos cuáles serían, sucintamente, las líneas generales que más destacan en la larguísima historia intelectual de Eranos.

 

Tomar conciencia crítica del inconsciente colectivo, ese fondo o trastienda en el que se encuentran, latentes, escondidos y sobreseídos, muchos contenidos culturales. Ese inconsciente colectivo está configurado por pautas y patrones. A esta estructura es a la que Jung llama arquetipos. El amplio conjunto de estos motivos universales es el Imaginario Colectivo.

 

Lo racional y lo simbólico se relacionan y coimplican. Pero ¿cuánto de razonable hay en lo simbólico?, ¿cuánta realidad hay en los mitos?, ¿cuánta materia podemos encontrar en lo abstracto? O ¿cuánta lógica podemos encontrar en lo abstracto? Éstas no son las preguntas que se formulan en Eranos. Estas preguntas son las que se hace el estructuralismo –de un Levi-Strauss, por ejemplo– y su proceso de desmitologización de la realidad y la cultura. Eranos plantea: ¿cuánto mito subyace en la razón, cuánto de simbólico hay soterrado en la cultura, cuantas pulsiones irracionales en la civilización, cuánto inconsciente queda después de que salga lo consciente? Hay un logos que subyace en el mito, pero hay también un mito que subyace en el logos.

 

Del sentido que se ve, del que somos conscientes –el exotérico– se encarga la hermenéutica. Del sentido que no es asible ni tangible, depositado en el inconsciente –el esotérico– se encarga la hermética. Toda hermética requiere siempre de una hermenéutica, por tanto. El Mercurio romano, el Hermes griego, el Thot egipcio –que es más antiguo todavía– son los intermediadores entre la oscuridad de lo humano y lo celestial, también entre lo consciente y lo inconsciente. La hermenéutica descubre, la hermética revela. Podemos pensar que ambas acciones –sinónimas en apariencia– manifiestan lo oculto, pero ahí está Eranos para mostrarnos las sutilezas de diferenciar lo comprensible-racional de lo comprensible-simbólico.

 

Existe un orden simultáneo en la realidad en la que se yuxtaponen el exterior y lo interior, o lo profundo y lo superficial, o el espacio material y visible y el espacio psicoespiritual. Este orden simultáneo también lo encontramos en el tiempo. El tiempo histórico es diacrónico. Es un tiempo infinito que fluye, que se mueve del pasado al futuro. Es el tiempo que puede manejar la racionalidad intelectual. El tiempo cósmico es sincrónico. Es un tiempo eterno y simultáneo. Este tiempo tiene tal magnitud que la razón pobremente puede llegar a entenderlo. Ésta maneja las horas y los segundos, los años y los siglos, pero no puede hacerse cargo de los eones. Este tiempo es tan grande, tan imponente, que la racionalidad mitosimbólica apenas puede arañarle algunos de sus secretos. Visto desde esta grande y lejana sincronía, todo está ocurriendo a la vez; y lo diacrónico, que para nosotros sigue siendo una cantidad ingente de tiempo, es una minucia. Lo infinito es una categoría racional y científica. La eternidad es hermenéutica y simbólica.

 

La visión varonil y masculina –la patriarcal– del mundo terminó inferiorizando lo femenino. Eranos acoge y aporta al ámbito de la filosofía y de la reflexión una visión maternal y femenina –matriarcal– del mundo. La Magna Mater, obviada y olvidada por el pensamiento dominante, es un arquetipo fundamental de la psique y la cultura humanas. Lo femenino –en su forma maternal– es clave en la maduración del hombre. No sólo determina la conservación de la especie, sino que procura la urdimbre primera en la que le ser humano crece, los primeros años de su vida. Eranos trata no sólo de que el orden femenino no quede por debajo del masculino; trata de que lo anímico y lo espiritual –lo materno– no desaparezca frente a la pujanza de lo técnico y lo científico –lo apolíneo–. Este es uno de los legados de Eranos, poner en valor los aspectos femeninos de la psique; pero también, recuperar y traer de vuelta, hacernos ver la importancia vital del gineceo en esta androcracia que habitamos.

 

La pluralidad simultánea, la sincronía, el encuentro de multiplicidades y las diferencias enlazadas. Ora en orden, ora sin concierto. Lo complejo, lo pleno, frente a lo simple y lo único del Uno-Todo. Este pluralismo necesita del límite. Los cruces, las encrucijadas, los bordes son los que posibilitan la de-limitación de lo que son unos y de los que son otros. Sólo cuando lo que es no es un uno-todo pueden producirse oposiciones, polaridades y contrariedades, pero también relaciones, interdependencias y solidaridades. No hay dogmatismos en Eranos, no existen los campos de reflexión incompatibles. En el fondo de la explicación encontramos una implicación, ambas forman parte del hombre y su cultura. Y por eso, encontramos la mítica tras la lógica, la ontología tras la ciencia y la simbología tras la epistemología. Explicar y relacionar son polaridades complementarias. Como lo son el pensar analítico de lo real y la visión imaginal de lo real. La ciencia trata de lo exacto, no de lo verdadero. La ontología, profundamente inexacta, sí que se encara con lo verdadero. El pensamiento que proyecta Eranos tiene la suficiente potencia como para acoger una multiplicidad de juegos. El hombre que juega con el hombre, y que recoge la psicología y la sociología. El hombre que juega con la sociedad y que recoge la política. El hombre que juega con el mundo y la naturaleza, que recoge las ciencias. Y finalmente, el núcleo eranosiano, el hombre jugando con los muchos dioses, que recogen la mitología, la religión y, especialmente, la ontología. Uno de los problemas de la Modernidad está en la pérdida de contacto con uno de los polos, el inconsciente e indeterminado, el mitosimbólico –antes vimos el olvido de lo femenino-maternal–. La civilización moderna se ha dejado abrumar por la razón analítica relegando a la imaginación simbólica y la creatividad interior.

 

Por eso la llamamos modernidad técnico-científica. Y por eso, uno de los legados que deja Eranos es la crítica a esta modernidad, en la que el árbol del saber no nos condujo hasta el árbol de la vida. Lo humano queda enterrado en la técnica. Lo trascendente ha devenido inmanente, y de ahí hasta lo artificial. Antes teníamos la devoción, ahora el consumo. El tesoro de nuestro corazón lo encontramos en el dinero. Los dioses, que eran lo máximo real, han mutado hasta convertirse en máquinas y redes digitales, la realidad donde vivimos. Hemos excluido el alma de la técnica, ¡cómo podemos quejarnos de que la técnica es desalmada! Esta modernidad tecnocientífica radical se opone e intenta clausurar por la fuerza, a todas las cosmovisiones que han venido existiendo en la historia del hombre: la mítico-simbólica, la sagrado-sobrenatural (de las religiones monoteístas), la sapiencial-espiritual (de las religiones politeístas), pero también la naturalista-ecológica y la humanística-filosófica.

 

Terminamos con el espíritu integrador de Eranos. Se puede establecer diálogo, conversación y comunicación entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo interior y lo exterior, entre lo material y lo trascendente, entre la razón intelectual y la intuición emotiva. También entre Oriente y Occidente. Eranos será siempre el mejor ejemplo de que las barreras –las creencias, las ortodoxias– pueden franquearse. Podemos usar una imagen, o un símbolo, para poder comprender todo esto que se ha intentado explicar. Eranos es una encrucijada, o un cruce de caminos, que permite el libre tránsito por sus cuatro ramales. No es una bifurcación que obliga al caminante a tener que elegir una de las rutas alejándose de las otras.

 

Si fuera posible una breve conclusión, diríamos que el largo recorrido por el que transita Eranos tiene un hilo conductor: la coincidencia de los opuestos. Esta coimplicación profunda –de mitos y logos, la de Occidente y Oriente, de Dios y el mundo, del Ser y el ente– no es la disolución de ambos opuestos en una identidad, como en Oriente. Tampoco es la separación antagónica de los opuestos, como en Occidente.

 

La clave está en el simbolismo. Es el símbolo el que religa los contrarios: los coaliga relacionalmente. Al relacionarlos estará dando lugar a un relato que narra cómo el ser humano se hace cargo de lo Absoluto y de lo concreto de la realidad; también de aquello que se le aparece y tiene sentido para su razón, y todo lo que se le aparece y no lo tiene. Es el relato mitológico de la humanidad. ,Desde tiempos inmemoriales el hombre tiene que enfrentarse con las cosas: esto es tal y aquello es cual. Podemos decir cuánto y en qué son distintos. Y que no cabe en la razón que siendo distintos sean la misma cosa. Así actúa el racionalismo occidental. Pero podemos decir que tal y cual son idénticos en el fondo, que sólo son distintos en las apariencias, y que proceden y que retornarán a una mismidad insondable. Así reflexiona la sapiencia oriental. Eranos no dice ni una cosa ni otra, pero tampoco lo contrario. Eranos trata de comprender ambas cosmovisiones. Eranos entiende que entre todos estos y todos aquellos puede haber una mediación formando un magnífico entramado, un Imaginario Simbólico que se mueve entre lo consciente y lo inconsciente de la psique humana. Puede haber una alianza que reúna, articule y medio entre los opuestos. Eranos utiliza el lenguaje relacional y simbólico, el de la música y el arte. Este lenguaje escribe la realidad pero dentro de un contexto, la mitología. Eranos no identifica esta mito-simbología con la mera religión dogmática. El sentido de la vida, de nuestra existencia toda, está en la relación, en la participación, en la común unión.


(El vuelo de la lechuza / 17-9-2017)

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