por Aitor Boada Benito
Recuerda
lo azul
Que era el día
Y lo suave que era la noche
“Ella”
En 1944, en los últimos coletazos
fuertes de la Segunda Guerra Mundial, Islandia
proclamó su independencia de Dinamarca. Después vino la adhesión a la OTAN y
seis años más tarde la cesión de una base aérea a Estados Unidos al suroeste de
la isla. Por fin se había conseguido una independencia que llevaba más de
cincuenta años preconizándose. Pero la promesa que traía estaba lejos de
cumplirse y el anhelo del progreso se iba desvaneciendo a pasos agigantados. La
convulsión fue tremenda. La renovación tras la independencia se hacía necesaria
en cada uno de los planos de la sociedad; fue a partir de los años setenta,
en la segunda ola del feminismo, cuando las críticas al sistema cobraron importancia
significativa y se sucedieron numerosas protestas contra de la desigualdad y el
papel –silenciado y secundario– al que estaban relegadas las mujeres. En 1980
Vigdís Finnbogadóttir fue elegida presidenta de la República y con ello se
convertiría en la primera mujer europea en ocupar el puesto. A pesar de
todo, la representación femenina en el ámbito artístico, político y
académico quedaba muy lejos de ser significativa. La renovación
quiso filtrarse también en las manifestaciones artísticas; la poesía islandesa
se encerraba en unas reglas muy definidas y sólo a partir de la década de los
cincuenta experimenta una renovación formal y temática profunda: la rima y las
estructuras métricas fijas se descartaron por un verso mucho más orgánico, sin
rima y sin estructura determinada, y la visión de los autores se centró en lo
social, alentada por sacar a la luz las desigualdades y problemas de una
sociedad en plena transformación marcada por el desencanto.
Tres años antes de la independencia
nació Nína Björk Árnadóttir (1941-2000) en una pequeña
granja al noroeste de la isla. En 1946 se trasladó con su tía a Reykjavík, y
allí se graduó en 1965 por la Escuela de Arte Dramático de Reyjkavík y entre
1973 y 1975 cursó estudios en la Facultad de Arte Dramático de Copenhague. El
teatro desde entonces tendría una importancia fundamental en su vida, y todo el
proceso creativo se vería marcado por él. Compuso obras que fueron
representadas en la radio y la televisión y, además de poesía, escribió tres
novelas y una biografía. Era una escritora versátil,
que hacía fluctuar los géneros y los mezclaba de una forma preciosa y
admirable. En 1982 publicó su quinto poemario, considerado uno de sus mejores
libros: Svartur hestur í myrkrinu (Caballo negro en la oscuridad), que ahora edita
Torremozas con edición bilingüe, introducción y notas de Rafael García Pérez.
El poemario está dividido en dos partes: “Con una corona de nubes” (Með kórónu úr skýi) y “El ave del miedo” (Fugl óttans). Sobre esta estructura dice García Pérez en la introducción:
La división del libro en dos
secciones responde, con toda claridad, a esta doble perspectiva. Por un lado,
la visión más subjetiva y personal, aunque anclada muchas veces en lo universal
humano; por otro, la visión más social, testimonial y de denuncia.
Esta bipartición no sólo representa
un cambio de óptica de lo individual a lo colectivo, también supone un cambio
de situación y registro. La primera parte está narrada por un sujeto poético
que se expresa en un lenguaje cargado de simbolismo, donde las imágenes van
construyendo el mundo y a sí mismas según avanza el poemario. En “Noche de
Junio” (Júnínótt), el segundo poema de esta parte, el sujeto
poético describe:
Yo era lagos montañas tierra / y
sobre todo / un río jubiloso / que discurría // entre tus piernas / y te
aspiraba / hacia la poza / y como el cristal / relucía tu semilla / en la poza
// tan calientes estaban nuestros corazones / tan calientes / chocaban / uno con
otro
Y continúa:
Tan calientes / estaban nuestros
corazones / tan calientes / que la helada no puede / ya nunca / endurecerlos //
y siempre desde entonces / cantamos / uno en la sangre / del otro
El frío se concibe como el inmovilismo, lo estático, algo
opuesto al dinamismo y la vida que representan los corazones latiendo. Este
lenguaje inaugura un mundo en que la naturaleza juega un papel fundamental. Sin
embargo, la relación del sujeto con ella no es del todo reconfortante, de
hecho, parece que los elementos naturales muestran cierta indiferencia hacia
los humanos. En “El viento – el árbol y Ragnar Ísleifur” (Vindurinn – treð og Ragnar ísleifur), dedicado a su
hijo, dice:
No tienes por qué temer al viento. No ves / cuánto miedo tiene – el viento. […] / Y fíjate en cómo el árbol lo acuna. / infructuosamente trata de consolarlo. / Fíjate en cómo sonríe la luna. Mira… / […] ¿Te cuento por qué sonríe así? / Ella lo sabe todo. Todo acerca del viento y el árbol: todo. […] / Pero ahora tiene miedo y llora en el árbol / y la luna sonríe / y tú también sonríes. / Sonríes y te duermes y sabes que el viento es necio / y que mañana se habrá marchado.
El viento, la luna y el árbol juguetean alrededor del niño y lo único que puede hacer es contemplarlos. Parece que no hay ninguna capacidad de acción sobre una naturaleza que se mueve libre, se ríe, que llora y juega. Los devaneos del viento se convierten en la manifestación más evidente y poderosa de la incapacidad humana: las personas se encuentran ante algo que son capaces de observar y de entender, pero que sin embargo son incapaces de controlar.
Esta imposibilidad es la columna
vertebral de todo el poemario: la observación de algo que se
mueve libremente, que nadie más ve ni comprende, y la sensación de ser
consciente de ello. Bajo sus directrices aparece la metáfora más fuerte: el caballo negro. En el poema que da nombre al volumen,
“Caballo negro en la oscuridad” (Svartur hestur í myrkrinu),
el sujeto lo contempla:
En la oscuridad de la noche viene a
mí / su aflicción es un canto acerca del olvido de la nación / la nación ha
olvidado / proteger la libertad
El caballo se acerca al sujeto
poético:
Me puse a su lado / y el caballo
negro me miró / y cantó: / ya no canta la libertad / siguiendo mis huellas / ya
nadie me monta / el camino / está emponzoñado
El sujeto lo acoge y lo entiende:
Sus lágrimas rodaron / a mis manos /
calientes como la sangre / calientes como / la sangre de un engaño amoroso
El caballo negro, que se acerca y
llora y canta el abandono, caminando sobre veneno y sin jinete, representa a la
nación, olvidada por la promesa de una Islandia renovada en todos los aspectos,
entre ellos el papel social de la mujer.
Este poema sirve como antesala a la
segunda parte: “El ave del miedo” (Fugl óttans), donde
se da voz a una serie de personajes femeninos –excepto uno masculino–
representantes de experiencias concretas. Cada poema lleva el nombre de una
paciente: Jóna y Lilla –maternidad y cánones estéticos del cuerpo–, Heiða
–violencia doméstica–… Todos estos personajes, como en una representación
teatral, han construido su propio mundo y lo explican en monólogos o en forma
de carta. El escenario es un hospital psiquiátrico, donde los hombres y el
médico, caracterizados por su simpatía, escuchan a las ingresadas, pero sin
embargo parecen revolotear a su alrededor sin prestar demasiada atención a sus
testimonios, sólo imponiendo un orden y haciendo como si nada hubiera pasado.
El microcosmos del hospital se convierte entonces en la metáfora del
macrocosmos del mundo real. En una de las peleas entre Jóna y Lilla se dice:
Después se fueron juntas – se tiraron del pelo – / se pellizcaron – se golpearon – […] / …el personal sanitario llegó al lugar enseguida y / lo resolvió todo / y lo hizo tan bien / que al día siguiente Jóna y Lilla estaban sentadas haciendo punto / con un significativo brillo de felicidad en la mirada
En este escenario aparecen dos
personajes clave, que guardan una estrecha relación con el sujeto poético y el caballo
de la primera parte: Ella y La persona. El personaje de Ella es el único capaz de ver las cosas que nadie
más ve en el microcosmos del hospital, capaz de ver las injusticias y las
promesas olvidadas. Ella incluso
escucha voces de otros mundos:
No entendía en absoluto aquellas
voces / sabía que venían de otro mundo / ella lo llamaba el mundo INSI / e
inmediatamente decían las voces / somos de Insi // ella no se atrevía a pensar
lo que pensaba / y aborrecía las voces de Insi
Es la única capaz de escuchar las
voces, y sin embargo se avergüenza de ello. La persona, por su
parte, acude de vez en cuando a visitar y consolar a Ella, le regala libros y pasea a su lado. Recita viejas
estrofas nórdicas, se proclama a sí misma cuidadora de corderos y entona discursos:
Señor presidente / no me escuchas /
gritó la persona / por la ventana / no me escuchas / porque estoy encerrada /
en el pasillo de mi falsa felicidad / y tú estás encerrado en tu infelicidad /
tío poderoso / y codiciosa alimañana
La relación entre Ella y La persona se
va desarrollando a lo largo de toda la segunda parte y, mientras, los paralelos
con los dos personajes de la primera parte –el sujeto y el caballo– se van
haciendo cada vez menos sutiles. En “Ella” (Hún), el penúltimo
poema del volumen, uno de los más bonitos, Ella escucha
las palabras del caballo:
Las voces le trajeron / un mensaje
del caballo negro // recuerda lo azul / que era el día / y lo suave que era la
noche // antes de que traicionaran / mi sangre / y rociaran de veneno / mis
pasos no dados
El último poema, bajo el mismo
título, presenta una especie de desenlace positivo, utópico, donde parecen
interactuar Ella y el caballo:
El caballo negro / ve manos fuertes y
diestras / desgarrando la red del olvido / y sabe que / su nación le saldrá al
encuentro / en el páramo // y él correrá con ella / hacia el día / hacia el
resplandeciente – día azul
Pero esto, como conclusión a los
anteriores, parece una resolución demasiado fácil y rápida al problema. En
realidad, la conclusión utópica, excesivamente optimista en el poema, es la representación de un futuro igual de impreciso en la vida real.
No hay optimismo, existen anhelos de un pasado mítico y las promesas
desvanecidas de una renovación, pero no existe la certeza de un futuro en que
se cumplan.
Quizás este, sin haber tratado muchos otros elementos presentes en el volumen, es el mensaje de Caballo negro en la oscuridad: existe una realidad oculta y silenciada, de la que todo el mundo aparta el rostro, y el futuro, ante el olvido de esta realidad, no puede ser más que impreciso. Este es un poemario que da cuenta de la situación de la mujer en una sociedad con grandes expectativas de renovación e igualdad, pero que vive a la sombra del inmovilismo y se alienta con promesas vacías. Aquí el sujeto poético no sólo consigue alzar su propia voz, sino trasladarla a un conjunto de mujeres y describir denunciar las diversas experiencias. El caballo negro sigue andando sobre veneno, y sólo unas pocas personas son capaces de verlo. Leer los poemas de este libro y comprenderlos se hace igual de necesario ahora que hace treinta y cinco años.
(El vuelo de la lechuza / 13-1-2019)
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